Diyab y el secretismo
Mientras continúa deteriorándose la salud del ciudadano sirio Jihad Diyab, en huelga de hambre seca desde hace dos semanas, el gobierno hace gestiones para que algún paÃs árabe lo reciba y muchÃsimos uruguayos pasaron de la solidaridad al linchamiento mediático.
Es claro que el origen de esta situación se encuentra muy lejos de nuestro territorio. Pero que tiene como componentes "acuerdos"; que son desconocidos para la mayorÃa absoluta. Porque, expresa hoy el abogado Hoenir Sarthou "una cosa es dar refugio y otra trabajar de carcelero tercerizado";.
En su habitual columna publicada por el semanario Voces, Sarthou se pregunta: "¿De qué fue acusado y por qué el ejército estadounidense lo encarceló y torturó durante doce años? ¿Por qué se le permitió salir de Guantánamo? ¿En qué calidad ingresó al Uruguay? ¿Es un refugiado o un prisionero? ¿Qué acordaron realmente Mujica y Obama? ¿Por qué se distanció del resto de los ex reclusos de Guantánamo? ¿Por qué su familia no ha venido a verlo? ¿Cómo llegó hasta Venezuela, sin dinero ni documentos y con muletas? ¿Por qué la policÃa uruguaya y la brasileña lo rastrearon cuando cruzó la frontera? ¿Por qué se presentó al consulado uruguayo, por qué fue detenido allÃ, por qué fue luego deportado por el gobierno venezolano, y por qué nuevamente al Uruguay? ¿Es posible que sobreviva más de una semana sin tomar agua? ¿Mintió su traductor respecto a las crÃticas al Uruguay? ¿Quién es realmente Diyab, y qué pretende?";.
Y luego presenta su propia versión de los hechos de la que dice "no pretendo que sea tenida por verdadera, ni tampoco que sea creÃda. Si quieren, tómenla como una más de las fantasÃas miliunanochescas que este episodio ha generado";.
Después pregunta "¿Cómo se metió Uruguay en semejante lÃo? ¿Nadie en el gobierno pensó en lo que significa el derecho de asilo y en la tradición uruguaya al respecto? ¿Nadie advirtió que nuestra Constitución no permite tener presos ajenos en nuestro territorio? ¿Alguien pensó en cómo seremos juzgados si Diyab muere aquÃ, y en qué consecuencias puede aparejarnos?";.
Más allá de este caso concreto – dice el columnista de Voces – "hay una conclusión importante que extraer: las emociones colectivas no son una buena guÃa para las decisiones polÃticas. Mucho menos para las decisiones jurÃdicas. Como sociedad, desde hace tiempo, hemos olvidado la diferencia entre las leyes (los deberes, los derechos y sus garantÃas) y nuestras emociones momentáneas. Eso nos vuelve manipulables. Cuando no hay reglas claras, cuando la vida y la muerte dependen de la emoción de la tribuna, todos podemos ser Ãdolos, pero todos podemos también ser linchados".
La columna de Carlos Peláez