Sobre perros, hombres y mordidas
En su habitual columna publicada en el semanario Voces, Hoenir Sarhou, abogado y periodista a quién leemos todas las semanas y respetamos, se refiere a nuestro trabajo. Pero como ocurre con muchÃsimos ciudadanos nos parece que Sarthou tampoco ha entendido el sentido principal de esta columna.
Dice al comienzo de su nota "Una vieja máxima periodÃstica afirma que "perro muerde a hombre"; no es noticia, pero que "hombre muerde a perro"; sà lo es.
La frase, aunque parezca directa y obvia, no lo es tanto. Porque, por un lado, describe una actitud usual en cierta clase de periodismo: la de atender a los hechos anómalos y sorprendentes, aunque sean insignificantes, en lugar de investigar hechos mucho más significativos que ocurren con permanencia y regularidad.
Pero, por otro lado, también da cuenta de una caracterÃstica de la opinión pública: su inclinación a dejarse sorprender o entretener por lo anecdótico y a ignorar, o a considerar aburrida, la información sobre otros asuntos menos espectaculares aunque mucho más importantes. La epidemia de gobernantes y dirigentes polÃticos que declaran tener tÃtulos académicos que en realidad no poseen se parece bastante a la noticia "Hombre muerde a perro";.
Luego reseña algunos datos de la agenda informativa pública que según Sarthou, no han tenido el mismo rating que el tÃtulo de Sendic. Y menciona la ley de bancarización; la contaminación del agua y la pasada gestión en Ancap.
Después pidiendo que no se malinterprete lo que dice se refiere a nuestro trabajo sobre los presuntos tÃtulos de algunos gobernantes y luego se pregunta "si el escándalo de los tÃtulos –al que tampoco minimizo- no está cumpliendo, sin la voluntad deliberada de nadie, el papel de la segunda descarga de excremento. Como es espectacular y huele mal, tapa el hedor silencioso de otras cosas que nos perjudican más profundamente como sociedad y como paÃs.
El asunto es, como siempre, cómo leemos la información que nos llega y qué hacemos con ella. En la era de la comunicación, la información es, más que nunca, un arma de doble filo. El alud abrumador de noticias pone en evidencia algunas cosas, pero también sirve para tapar otras. Eso nos impone a todos una tarea inteligente: la de seleccionar y relacionar entre sà a los hechos sobre los que recibimos información, distinguiendo siempre entre lo espectacular y lo importante. Para que los árboles no nos impidan ver el bosque";.
Yo también le pediré a Sarthou que no malinterprete lo que voy a decir, pero me parece que justo él no está viendo el bosque.
Sé que como obtenemos la información y las dificultades para lograrla nunca es – ni debe ser noticia - pero no me gusta apropiarme de trabajo ajeno. Estoy orgulloso de integrar este equipo, donde todos trabajamos para todos y aportamos al trabajo conjunto. Pero lo del tÃtulo de Sendic fue un trabajo de la colega Patricia Madrid en El Observador y lo del tÃtulo de Reboledo fue un gran trabajo de nuestro compañero Juan Sader.
Sostener como dice Sarthou que nos estamos perdiendo el bosque es ignorar que Rompkbzas fue el primer programa en poner en agenda algunas de las mas salientes irregularidades en Ancap; que sobre la contaminación del agua hemos dedicado programas enteros y que muchas veces hablamos en forma crÃtica sobre la ley de bancarización.
Pero este no es todo el bosque. El problema de este bosque es que no parece ser tan visible. Por lo menos para el que no quiere verlo.
Ya casi nadie ignora que el sistema capitalista no sólo no ha mejorado a los seres humanos, sino que además es básicamente injusto y generador de corrupción. También al sistema socialista se lo tragó la corrupción.
Ocurre que el asunto que muy pocos quieren ver en Uruguay es precisamente la corrupción, atada indisolublemente a un concepto ético – o a su ausencia - en la gestión de gobierno.
Debemos señalar que la existencia de corrupción en los gobiernos es un asunto del que nos ocupamos desde que empezamos en esta profesión, hace más de 30 años. No lo hacemos porque nos divierta encontrar la porquerÃa en ámbitos donde no deberÃa estar. No lo hacemos para ganar lectores u oyentes.
No lo hacemos por dinero. No lo hacemos para destruir, sino precisamente para lo contrario. Y citó estos aspectos porque son parte de las crÃticas formuladas por aquellos que prefieren cerrar los ojos.
Lo hacemos porque creemos que es imprescindible ubicar las pústulas para curar el cuerpo. Porque creemos en el sistema democrático-republicano y en la fortaleza de los partidos polÃticos. Y porque creemos en la necesidad de recuperar el importante componente ético que deben tener los gobiernos.
Pero además lo hacemos porque la mayorÃa absoluta de casos y circunstancias que reseñamos nos llegan a través de ciudadanos que desprecian la injusticia, el aprovechamiento en beneficio propio de particulares situaciones de poder y no encuentran respuesta en el sistema.
Este paÃs no tiene ni una polÃtica ni una cultura de combate a la corrupción. Carece de leyes y estructuras formales. El tema corrupción se agita en cada campaña electoral, no para enfrentarla y detenerla, sino para desprestigiar al adversario.
Si bien la corrupción es tan vieja como el mundo, estamos asistiendo a un momento histórico donde está destruyendo Estados, terminando con la credibilidad de dirigentes y partidos, abriendo la puerta a circunstancias polÃticas que la mayorÃa absoluta no desea.
Una sociedad que sólo aplauda a los de turno y no aplique el pensamiento crÃtico está condenada a desaparecer. Porque sólo de la duda, jamás de la certeza, crece la necesidad de saber, de estudiar, de informarse, de crecer, de avanzar.
Este es el bosque no se quiere ver. Porque a veces, también, revela nuestras propias miserias.
El problema no es que un perro muerda a un hombre o viceversa. El problema es la magnitud de la mordida y cuando afecta.
La columna de Carlos Peláez