Un debate inconducente
Cualquier visitante desprevenido que hubiera llegado a Uruguay esta semana tendría derecho a pensar que estamos al borde de un golpe de estado. Vean la secuencia: el lunes hablábamos de un crimen, el martes había movilizaciones ciudadanas y el miércoles se oían todo tipo de declaraciones sobre riesgo institucional.
Un debate inconducente y exasperante. Porque si algo debe quedar claro a todos es que el partido de gobierno garantiza la institucionalidad y la oposición no sólo contribuye a ello sino que hasta sería insultante calificarla como golpista.
En el medio muchísimos ciudadanos se sumaron a favor y en contra, sin detenerse a pensar que Pedro Bordaberry no propuso la disolución de las Cámaras sino la aplicación de un recurso incluido en la Constitución. Y tampoco se percataron que toda la oposición sumada carece de los votos para aplicarlo.
Pero esto ocurre por una larga cadena de errores cometidos por los líderes políticos.
Se equivocó Luis Lacalle Pou cuando dijo que "al partido de gobierno habrá que ayudarlo a irse";; se equivocó Bordaberry al poner sobre la mesa una posible disolución de las cámaras y se equivocó el Frente Amplio con una declaración que saca de foco el tema más importante, que no es la inestabilidad institucional sino la inseguridad.
El partido de gobierno está preso de una lógica casi perversa: el reparto de cargos por cuota política, ya que ello le asegura la unidad de su bancada parlamentaria. Muy lejos quedó aquello de convocar a "los mejores y más capaces"; para los cargos.
Pero además vive internamente la misma situación que enfrenta con la oposición, es decir, la lucha por el poder. Que no está mal en sí misma y forma parte del accionar de los partidos. Pero cuando se traslada a la acción de gobierno resulta inmovilizante.
La oposición no ha mostrado ideas muy luminosas para contribuir a resolver la inseguridad. Sólo más represión y leyes más duras. El oficialismo tiene demasiadas contradicciones y no se ha revelado eficiente a la hora de llevar adelante sus propias ideas.
En el medio la gente que sólo pretende no ser presa de un grupo minúsculo de delincuentes.
No se resuelve esto cambiando al ministro del interior, pero ¿se resuelve sosteniéndolo?.
Por el momento, lo grave es que el debate no sólo no ha contribuído a encontrar soluciones. Lo grave es esta sensación de vaguedad, exasperante, inconducente. Lo grave es que finalmente, perdimos todos menos los delincuentes.
La columna de Carlos Peláez