Violencia

Hinchas y mafiosos

Hinchas y mafiosos

Anoche en el estigmatizado Barrio Kennedy de Maldonado se desarrolló un festejo popular. Hace dos años, el escritor y profesor de literatura Damián González Bertolino, fundó allí una biblioteca barrial aportando sus propios libros y que luego enriquecieron los propios vecinos. Damián se siente orgulloso de haber nacido en ese barrio y de vivir allí.

Hincha de Peñarol, amante del jazz y del blues, apasionado lector y uno de los mejores escritores uruguayos, convocó a músicos del departamento para entre libros, empanadas y baile, festejar con los vecinos el segundo aniversario de una biblioteca que él fundó y hoy es patrimonio cultural del barrio.
Pero en otro lugar del país una banda de delincuentes que dicen ser hinchas de Peñarol volvieron a convertir un espectáculo deportivo en escenario de violencia para resolver sus reyertas internas.

Un hombre fue baleado en el estadio Centenario, ese estadio que supo de glorias. Que un hombre vaya armado a un partido de fútbol es algo que sólo se comprende por la lógica delictiva que se vive en buena parte de la tribuna Amsterdam que se ha convertido en territorio liberado. Y lo es porque la policía cedió su responsabilidad y potestades a una "seguridad privada"; que integran personas de las que también hay que cuidarse. Esto no empezó hoy, tiene muchos años. Pero también muchos responsables. 

La Justicia uruguaya después de una profunda investigación tenía identificados a 400 "barrabravas"; en su gran mayoría de Peñarol, aunque también había algunos de Nacional, Danubio y Cerro.

Fue en el transcurso de esa investigación que se supo que la diputada Susana Pereyra (MPP) esposa del Ministro del Interior, Eduardo Bonomi, no sólo había convocado a los "barras"; para que la votaran en la interna de su sector político, algo que ella reconoció y generó molestias en el MPP, sino también que hizo gestiones para hinchas en problemas que viajaban al exterior y lo peor, que surge del expediente, es que les habría advertido que tenían sus teléfonos "pinchados";, justamente cuando los teléfonos estaban intervenidos.

O sea, mientras el Ministro del Interior calificaba como "delincuentes"; a los barras de la Amsterdam, su esposa hacía gestiones para ellos. Pero a muy pocos importó la gravedad institucional de este acontecimiento. Primó el fanatismo. El fanatismo que ha ganado el pensamiento político y también el que se ha enquistado en el mundo del fútbol.

Una jueza y una fiscal decidieron archivar la investigación más profunda sobre esta mafia, que llevaba tres años y que según el magistrado que la encabezó Homero Da Costa, quien se jubiló, "debía continuar porque se trata de una banda de matones";. 

Jueza y fiscal, desoyeron la sugerencia y archivaron el expediente, guardando la mayor parte del mismo donde están las desgrabaciones de las escuchas para "proteger la intimidad de las personas";.

¿Cuál es la lógica? ¿Se protege la "intimidad"; de una banda de delincuentes y se expone al ciudadano?
Pero otra vez la lógica de los hechos se impone. Hace 10 días fue asesinada la esposa de un jefe barrabrava de Peñarol quien también había sido asesinado hace un año. Y ayer barrabravas aurinegros balean a un hombre en un baño de la Amsterdam.

Esto es responsabilidad de la directiva de Peñarol que ha perdido todo control sobre esta parte de la hinchada. Que tiene un presidente sospechado de lavar dinero; que tiene un encargado de Seguridad sospechado de haber participado en graves actos de corrupción, sin ninguna autoridad y sólo portador de apellido. Que ha permitido que un pequeño grupo de mafiosos echen a directores técnicos y presionen y patoteen a jugadores.

Esto es responsabilidad del Ministerio del Interior que no sabe cómo actuar en un estadio y cedió sus responsabilidades. Esto es responsabilidad de la Justicia, que tuvo en sus manos la posibilidad de terminar con esta banda organizada y declinó.

Pero esto también es responsabilidad del sistema político. De aquellos que consideran que la inseguridad sirve a sus fines electorales y de aquellos que se sirven de la mafia para los mismos fines.

Como se ve, hay hinchas e hinchas. Damián González es un hincha que tiene otros objetivos de vida. Y no solamente enseñar, también difundir cultura. En cambio los de la Amsterdam apenas son hinchas suyos y se dedican a sembrar violencia a su paso. Nada tienen que ver con un hincha de fútbol.

Tal vez entre todos podamos lograr algún día que haya muchos Damianes y los otros dejen de ser referentes.

La columna de Carlos Peláez