Pepe, Paco, Pato, Goyo
La impunidad ha sido constante durante los últimos 31 años. Y esa impunidad, referida en principio a los crímenes cometidos durante el tiempo de terrorismo de Estado, se ha traslado sin excepciones a otras áreas de la vida nacional. Por ejemplo: el fútbol.
La impunidad permite que decenas de criminales de la dictadura permanezcan en libertad, fugados o incluso que jamás fueran juzgados. La impunidad permitirá que el dictador Gregorio Alvarez, cuando fallezca, reciba honras fúnebres no por su condición de "presidente de facto";, sino por haber sido ex Comandante en Jefe del Ejército. Cargo del que nunca fue despojado ya que ningún Ministro de Defensa, entre los años 2009 y 2016, ordenó la formación de un Tribunal de Honor, no fue degradado y por lo tanto el dictador recibirá los honores correspondientes a su grado.
Algo similar ocurre con el fútbol. Ahora nos enteramos por boca de Ricardo Alarcón, presidente de Nacional, que "Mujica presionó a los presidentes de los dos grandes para que aceptaran un acuerdo con Tenfield";.
El senador y ex presidente rechazó la acusación. Pero olvidó cuatro pequeños detalles relatados con precisión por el periodista Diego Muñoz en su libro "Figueredo: a la sombra del poder";.
Primero, que ya había aceptado participar de un almuerzo con Damiani, Alarcón y Casal que le sirvió a éste para mostrar que contaba con apoyo del presidente de la República; luego, que destituyó al ex Ministro de Turismo y Deportes, Héctor Lescano quién estaba enfrentado a Paco; después que logró hacer caer al expresidente de la AUF Sebastián Bauza, otro enfrentado a Casal, cuando anunció el retiro de la policía de adentro de los estadios y finalmente que tenía a su lado a Gustavo Torena (a ) "El Pato Celeste";, nexo directo con Casal, un delincuente con profusos antecedentes pero a quién Mujica defendía y protegía.
Entonces, ya nada puede sorprendernos; es la impunidad.
La columna de Carlos Peláez