Análisis Político

En la hora del balance: de un Batlle a otro

Análisis del profesor Oscar A. Bottinelli, director de Factum.

(Emitido a las 8.30)

ALFREDO DANTE:
Oscar Bottinelli nos propone hoy: "En la hora del balance: de un Batlle a otro".

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OSCAR A. BOTTINELLI:
Un Batlle, el segundo, José Batlle y Ordóñez, pasó el fin del año 1904 como el fin de lo que era el último año en que había habido una guerra civil en Uruguay, un país dividido en colorados y blancos que terminaba dirimiendo con las armas, con la sangre, el disenso político y apuntaba a un nuevo país que pretendía caminar hacia dirimir mediante las urnas ese disenso, en lo que será un trazado que va a llevar alguna que otra década.

El año 2004 termina con otro Batlle, el cuarto, Jorge Batlle, velando las armas para la entrega del poder al fin del ciclo ininterrumpido de gobiernos blancos y colorados. O al menos interrumpido sólo en el cómputo de gobiernos institucionales, de gobiernos políticos o con manejo de partidos. Esto marca un primer gran cambio profundo que hubo en Uruguay.

El segundo gran cambio profundo está marcado porque mientras José Batlle y Ordóñez termina 1904 para iniciar una presidencia dejando un sucesor para retornar e inaugura una era y una fuerza política, una corriente política que lleva su nombre –la corriente batllista, el período batllista, el primer batllismo–, Jorge Batlle, el cuarto Batlle, cierra un ciclo no para continuar él, ni su partido, ni los partidos tradicionales, sino velando las armas en la noche de fin de año para entregar el poder a una nueva fuerza, la tercera fuerza, la gran fuerza política del país. Esto está marcando un cambio.

Es sintomático y anecdótico que el padre de Jorge Batlle, el tercer Batlle, Luis Batlle Berres, 46 años antes estaba pasando ese fin de año y ese comienzo del verano siguiente como líder de la mayoría del Consejo Nacional de Gobierno –no había Presidencia de la República– para entregarle el gobierno al que en ese momento era todavía su gran adversario tradicional, el Partido Nacional (PN).

José Batlle y Ordóñez llega a la Presidencia con el voto de una fracción colorada y de blancos disidentes que por haberlo apoyado terminan siendo expulsados del PN, con Eduardo Acevedo Díaz a la cabeza. El Partido Blanco recibe la elección de Batlle con temor, como el triunfo de un exclusivismo colorado, con temor de que no se mantuvieran ciertas reglas de juego que le daban una coparticipación territorial.

Luis Batlle Berres gana primero contra los blancos en dos elecciones, la de 1946 y la de 1954, y pierde con los blancos contra los colorados, es decir se siguen manteniendo las reglas de esos dos partidos como los dos grandes referentes políticos de Uruguay.

Jorge Batlle en cambio gana con el voto de todos los colorados y todos los blancos enfrentando a una nueva fuerza política, la izquierda o el Encuentro Progresista-Frente Amplio (EP-FA), o más simplemente el Frente Amplio (FA).

Aquí tenemos otro rasgo de cambio importante. Puede parecer muy baladí lo que estamos diciendo pero precisamente tomar fotografías de varios momentos históricos permite ver la profundidad del cambio que estamos viviendo. Durante esos 100 años Uruguay construye una democracia moderna, un Estado moderno, partidos modernos, un sistema de partidos funcional, pero ese sistema de partidos sufre un formidable cambio, pasó del bipartidismo tradicional blanco-colorado a un esquema que todavía está por verse en qué termina, pero que provisoriamente ha cerrado estos 100 años con un nuevo bipartidismo entre el FA y el PN y con un tercer actor en juego, relevante como tercer actor en tanto 10 por ciento, pero que no rompe el bipartidismo; ése es el papel que está cumpliendo el PC.

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En este tiempo se produce un cambio de formato político. Todavía es muy temprano para saber cuál es el formato político, falta que transcurran unos cuantos años. En 1971 se empezó a percibir la ruptura del bipartidismo, en 1994 se consideró que se había llegado al tripartidismo perfecto, con tres partidos prácticamente empatados, con un país dividido exactamente en tercios y fuerzas menores del entorno del 5 por ciento. Pero después de ese bipartidismo que pasó al tripartidismo sigue un segundo proceso que va desnivelando ese tripartidismo: la fuerza que venía atrás, que primero rompe el bipartidismo e iguala a los otros dos, los sobrepasa y de un partido mayor y dos de menor porte se termina en dos partidos, uno más grande y otros más chicos, y ambos sumados están prácticamente acercándose al 90 por ciento del electorado, lo cual está configurando otro bipartidismo, esta vez FA-PN.

Lo que obliga a tomar precauciones es el hecho de que si bien los partidos tradicionales en su conjunto han tenido un proceso lineal de caída sistemática y persistente desde 1966 a la fecha, entre ellos los cambios no han sido similares.

El PC ha tenido una caída bastante sistemática, un partido que estuvo en torno al 50 por ciento hasta 1954 cae al 40 por ciento en 1958, se va recuperando hasta llegar otra vez al 50 por ciento en 1966, en 1966 está en el escalón del 50 por ciento, pasa 1971 y 1984 en el escalón del 40 por ciento, luego 1989, 1994 y 1999 en el escalón del 30 por ciento y ahora tiene una caída abrupta al 10 por ciento. Es decir, se ha situado en escalones pero sin grandes recuperaciones. Cuando está en un escalón puede tener un puntito más, un puntito menos, pero no ha saltado de escalones.

En cambio el PN de estar en un escalón del 40 por ciento en 1958, salta al 50, luego vuelve al 40 por ciento en 1966 y 1971, baja un poco en 1984, vuelve cerca del 40 por ciento en 1989, después queda en el escalón del 30 por ciento, en 1999 llegó al 20 por ciento y ahora está más cerca del 40 que del 30 por ciento, ya que sobrepasa el 35 por ciento. En definitiva en el PN vemos subidas y caídas que dejan muchas dudas sobre la estabilidad o inestabilidad de estos movimientos electorales, lo que deja dudas sobre qué va a pasar con el PC y el PN, si realmente se congela un bipartidismo FA-PN o si el PC tiene una fase de recuperación a costa del PN, del FA o de ambos. Esto puede cambiar todo el formato de los partidos políticos.

Quizás lo singular –esto va a ameritar el análisis del viernes próximo, el último del mes y de este ciclo de la hora del balance– es qué ocurre en un país cuando de 1966 a 2004 los partidos tradicionales en conjunto elección tras elección pierden votos porcentualmente, una pérdida que no reconoce ninguna excepción, se da en todas las elecciones, y la izquierda –el FA, el FA con el Nuevo Espacio y las distintas combinaciones que pudo haber de todo lo que confluyó en lo que es hoy el EP-FA-NM– crece absolutamente en todas las elecciones, crece incesantemente desde 1971 a la fecha, también sin excepción. Esto ha ocurrido en un país que ha tenido distintos períodos políticos, que ha tenido caídas en el prestigio de los partidos políticos, que ha tenido un reverdecer impresionante de los partidos políticos en el fin del período militar, que ha tenido situaciones económicas muy holgadas, situaciones económicas muy estrechas, que ha tenido grandes caídas económicas y grandes crecimientos económicos. Esta tendencia de los partidos políticos ha sido inexorable.

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Mauricio Erramuspe