Volver al 16 de febrero... Volver al futuro
Por Emiliano Cotelo.
Hace tan sólo un mes, el 16 de febrero, los cuatro partidos con representación parlamentaria firmaban el acuerdo programático en Economía, Educación y Relaciones Exteriores. Era un hito histórico, casi sin precedentes.
Veinticuatro horas antes, el mismo ambiente de tolerancia y cooperación había pautado la instalación de la nueva legislatura surgida de las elecciones del 31 de octubre.
Pero esa buena onda no se limitaba a los actos formales y solemnes. En general, el debate político, las declaraciones y los discursos estaban dominados por las coincidencias y el respeto mutuo entre los dirigentes.
En fin, la instalación del primer gobierno de izquierda en la historia del país se preparaba en un clima francamente estimulante.
La cosa venía tan bien que los que estamos cansados de las chacritas y el juego político menor cometíamos el error de pensar que tal vez podía estar naciendo otra manera de hacer política, menos egoísta, de mayor altura. Algo que, después de la crisis brutal que pasamos, el país necesita casi tanto como el agua que está escaseando por la sequía.
Pero la ilusión duró unas horas nada más. Duró tan poco como el tiempo que demoró en empezar la negociación por los cargos en los directorios de los entes autónomos y los servicios públicos.
El primer choque fue cuando quedó claro que la oposición sólo tendría un lugar en el Codicen. Allí el Partido Colorado decidió bajarse de las tratativas y no aceptar ningún cargo en la administración. Pero, hay que destacarlo, lo hizo de una manera muy serena, sin grandes aspavientos, sin romper los puentes y recalcando que ejercería la oposición con un estilo constructivo.
El Partido Nacional, dejó sentada su protesta por esa situación, pero decidió, de todos modos, seguir adelante para que en los organismos hubiera espacio para el contralor.
Pasaron a corresponderle, en principio, todos los puestos que estaban previstos para la oposición.
Después vino otro roce con los blancos, cuando el gobierno se reservó los tres cargos en el consejo directivo del Sodre. Sin embargo, en ese caso la tormenta se apaciguó con un parche un tanto heterodoxo: el ministro Jorge Brovetto amplió ese consejo directivo a cuatro, para poder incorporar un miembro nacionalista.
Pero todavía habría un tropezón más. Ustedes saben: el problema fue con el directorio del BROU, donde el gobierno se plantó en sólo un cargo para los blancos, cuando aparentemente antes le había ofrecido dos. El Partido Nacional denunció que otra vez se había faltado a la palabra empeñada, se sintió manoseado y decidió que ellos también quedaban al margen de los entes y servicios públicos.
La decisión era de por sí grave, pero además fue acompañada de declaraciones destempladas de varias figuras blancas, que acusaron al gobierno de no querer que se lo controlara o de caminar hacia un régimen de partido único.
Otro escenario
En tan solo un mes, el escenario político cambió radicalmente.
Cambió para mal.
Sólo dos semanas después de la asunción de un nuevo presidente, al país no le sirve tener ya a sus líderes mirándose de reojo con caras largas y dedos acusadores.
Pero además no es sano para la democracia que sólo haya frenteamplistas en los directorios de los entes autónomos y servicios descentralizados.
Por eso yo digo que esta situación no debe permanecer congelada. Me parece imprescindible que las dos partes reaccionen.
Está claro que la izquierda le ofreció a colorados, blancos e independientes una presencia en la administración muy superior a la que el Frente Amplio tuvo durante los últimos gobiernos de los partidos tradicionales. En los tres últimos períodos no tuvo ninguna participación.
Contando con el 51% del electorado, otorgar 26 cargos a la oposición fue un gesto generoso. Yo no estoy discutiendo eso.
Creo sí que el nuevo gobierno incurrió en varias desprolijidades durante las negociaciones. Algunas de ellas pueden haberse originado en falta de experiencia y/o desconocimiento del funcionamiento del Estado. Pero lo cierto es que esa falta de profesionalismo afectó el vínculo con sus interlocutores.
También creo que del otro lado se respondió con excesiva susceptibilidad. En las negociaciones siempre hay marchas, contramarchas, cambios de posiciones, tires y aflojes. En principio no hay que dramatizar por eso. Lo que quizás complicó las cosas en estas tratativas fue que se hizo todo demasiado público, relatado casi paso a paso por las partes, con lo cual las posiciones quedaron casi embretadas, sin margen para la flexibilidad que siempre es necesaria en estas conversaciones.
En rigor, los blancos tienen derecho a sentirse maltratados, aparentemente es así. Pero la salida no debió ser el portazo que acaban de dar.
No tendrán la cuota que pretendían en el directorio del BROU y así el oficialismo, con sus cuatro votos, podrá tomar por sí solo algunas decisiones muy trascendentes. Pero siempre será mejor que esas decisiones se adopten con un representante de la oposición delante. Le sirve a la oposición y le sirve al propio gobierno.
Orgullo a un lado
Las cosas no pueden quedar así. Las dos partes deberían sacarse la coraza de sus respectivos orgullos y abrir una nueva puerta al entendimiento.
El gobierno hizo una jugada en la buena dirección cuando optó por dejar vacantes por ahora los 26 cargos que correspondían al Partido Nacional. El mensaje parece claro: Vázquez no quiere monopolizar los directorios. ¿Alcanza con eso? Por lo visto, no. Tendrá que hacer alguna otra concesión. Y, del otro lado, el Partido Nacional tendrá que entender que será mucho más útil al país si se baja de la posición de ofendido y asume la representación de la oposición en los entes públicos.
Ojalá haya un acuerdo en el punto que ha sido crítico hasta ahora. Y si no, ¿tendrán que compensarle en algo ese cargo que pierde en el BROU? Probablemente. Pero de eso se trata la política: de sentarse a conversar con imaginación, sin anteojeras y levantando la mira, pensando en los intereses de la gente, no en los intereses de los políticos.
Seguramente no será sencilla esta nueva negociación.
Quizás haya que dejar pasar unos días para despejar los recelos.
Lo importante es que vuelva a primar el espíritu constructivo, el que generó tantas ilusiones, tan sólo un mes atrás.
Y, sobre todo, lo importante es que no entremos ya en campaña electoral rumbo al 2009.