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Verdad y justicia interpeladas

Verdad y justicia interpeladas

La inauguración de un Memorial homenaje a los 2.872 uruguayos que estuvieron presos en el penal de Libertad, fue la oportunidad para que José Mujica sorprendiera una vez más.

"Estoy  convencido que existe un pacto de silencio entre los militares para evitar que avance la búsqueda de desaparecidos. Se ha podido hacer poco porque hay un secreto confeso y hay herramientas que no se pueden usar en democracia y que no se deben usar nunca, desgraciadamente", aseguró el ex presidente a  los medios de comunicación.

Y después de tantos años es difícil saber cuál es el verdadero Mujica. ¿Es el de ayer en Libertad? ¿o es el que dijo que la Justicia hiede a venganza? ¿o es el que siendo presidente fue a visitar al hospital a un militar que acababa de ser procesado por la muerte bajo tortura de una detenida?

O tal vez sea el que en referencia a los familiares de los desaparecidos dice en el libro "Una oveja negra al poder": "Debe ser horrible vivir toda la vida con ese resentimiento. Me dan lástima los que sienten eso. No se dan cuenta que uno también peleó con aprensión. Se quedaron con aquellos años y con ese discursito, peleando con los muertos. Les sacas eso y no les queda nada, no entienden que la vida continúa y vienen nuevas generaciones. Vivir envenenado es vivir al pedo".

Parecería que para Mujica reclamar la aparición de los restos de los desaparecidos y un mínimo de justicia, es vivir envenenado.

En este país se ha permitido crecer la idea de que acá hubo una guerra y todas las víctimas lo son de esa guerra. Nada más falso. Acá hubo un pequeño grupo civil alzado en armas que no tuvo grandes intercambios armados con los militares que los combatían. En el medio hubo varios civiles inocentes muertos.

Pero nada de guerra. Tal vez hoy se contabilizan más muertos que entonces. Si es que las guerras se miden únicamente en muertos.

Lo que ocurrió desde el 27 de junio de 1973 fue la aplicación del terrorismo de Estado contra gente que no usaba armas, que fueron salvajemente torturados, algunos asesinados y otros desaparecidos, por participar de una reunión, tirar un volante o figurar en la agenda de alguien.

Hay un crimen que revela la verdadera tragedia: el de María Claudia García de Gelman. Una joven argentina, que estaba casada con un montonero pero no registraba actividad política, fue trasladada a Uruguay, dejarla parir en prisión, robarle su bebé, asesinarla y desaparecer su cuerpo.

Si no nos ponemos de acuerdo en que solo este crimen es de una bestialidad sin igual, será muy difícil pensar en construir algo juntos como sociedad.

Si no nos ponemos de acuerdo en que una dictadura debe ser condenada, quienes la apoyaron censurados y quienes en su nombre mataron estar presos, seguramente nada podremos construir juntos.