Policía y seguridad
La semana que culmina estuvo signada por las repercusiones de una entrevista al Director Nacional de Policía, Mario Layera.
Al panorama apocalíptico reseñado por el jerarca tuvo diferentes interpretaciones y generó preocupación en el gobierno, en los partidos políticos y en la sociedad.
Cómo pasamos de tener una policía que casi era el FBI, o estar pronta para enfrentar al terrorismo como dijeron varios jerarcas, a no poder intervenir un whatsapp, provocó inquietud y diferentes análisis.
De las palabras de Layera se desprende que la responsabilidad mayor por las dificultades operativas de la policía es del Nuevo Código del Proceso Penal. La respuesta inmediata del gobierno fue elaborar un proyecto de ley, que será tratado el próximo martes por diputados, para "corregir" o "interpretar" los aspectos reclamados por la policía.
"La seguridad es demasiado importante como para dejarla exclusivamente en manos de la Policía", dijo al semanario Brecha el ex Ministro de la Suprema Corte de Justicia. Y agregó: "uno de los problemas más complicados que tenemos en materia de seguridad es cierta hemiplejia en el análisis. Cada uno se pone a analizar el tema desde su perfil y construye una visión parcializada. Cometemos el error de tener una mirada demasiado policíaca del asunto".
Para Pérez Manrique "Layera dice cosas muy graves. Que diga que la Policía sólo está actuando sobre la flagrancia, que no hay investigaciones a largo plazo, que no hay combate a la droga, que no hay inteligencia, es muy grave, y lo peor que podía pasar es que estas declaraciones pasaran desapercibidas o cayeran en el vacío. Porque si no se hace algo para revertir lo que dice Layera, será otra profecía autocumplida".
Para el sociólogo Luis Eduardo Morás "no hay nada nuevo en el discurso alarmista y catastrófico de Layera coincidente con lo que dice el Ministerio del Interior desde 2010. Tiene puntos que permiten ver una mirada más compleja, pero que luego se contradicen entre sí. Desde 2010 el Ministerio del Interior cambió su discurso y nos anuncia cosas gravísimas, nos dice que van a venir las maras, que se vienen las mafias serbias, que el Primer Comando de la Capital iba a controlar las cárceles, que el poder de fuego de los narcos supera al de la Policía Para no llegar a la misma realidad que El Salvador lo primero que hay que hacer es no aplicar políticas salvadoreñas".
En tanto a Nicolás Trajtenberg (experto en criminología, doctorado en la Universidad de Cambridge), también consultado por Brecha, le parece un poco extremo el diagnóstico de Layera: "Estamos en condiciones de decir que hay más violencia, que estamos empeorando, pero estamos lejos del panorama apocalíptico de las ciudades donde el Estado perdió toda capacidad de intervenir y el imperio de la ley desapareció".
Pero el experto señala que: "No tenemos buena investigación como para explicar qué está ocurriendo en algunas zonas de la periferia urbana. Tengo la sospecha de que son áreas donde el Estado ha estado más omiso o ausente, más allá de las distintas intervenciones sociales, y creo que estamos empezando a tener en forma muy embrionaria grupos de delito semiorganizado que están operando y aumentando la violencia. Si sos un pibe de un barrio donde el Estado llega poco y mal, donde impera la violencia, donde la Policía a veces opera medio al barrer, es muy difícil mantenerte dentro de los parámetros de lo convencional y no ver como beneficioso o necesario para la supervivencia el camino del delito."
Por su parte, el periodista Leonardo Haberkorn entrevistó para El Observador al ex jefe de policía de Cerro Largo, José Adán Olivera, destituido hace pocas semanas por el Ministro del Interior sin que se supieran las razones.
Allí el jerarca aporta otros datos que permitirían entender otro costado de las declaraciones de Layera. "El director de la policía nacional tiene una visión con la que yo nunca coincidía. Se da una visión estratégica para todo el país de cómo tiene que ser el accionar policial. Y está perfecto que haya una línea estratégica general. Pero lo que él nunca entendió es que acá seguimos la estrategia nacional, pero también hacíamos cosas propias del departamento. A la manera de Cerro Largo. Aplicábamos el conocimiento del lugar y del vecino. Poníamos una presencia importante de policías recorriendo el centro de Melo", dijo Olivera.
Además hizo hincapié en lo que considera uno de los graves problemas que tiene la policía. "Hay un problema en la selección de los policías. Se ha apostado al criterio de que cuánto más estudios se tengan, cuánto más avanzado en Secundaria o en estudios terciarios esté el postulante, más puntaje consigue para acceder a la policía. También da puntos manejar la tecnología. Se ha apostado a una perfección intelectual y cultural del policía. Pero se ha perdido al baqueano. ¿Qué joven de campaña puede ingresar a la policía si no tiene el liceo terminado y no sabe manejar una computadora? Perdimos al joven que en una zona rural los conocía a todos: al bueno, al malo y al regular. Ese ya no entra. Perdimos también al policía vocacional. Se han aumentado mucho los sueldos y se acerca mucha gente que solo viene en busca de un buen empleo. Algunos lo toman como un trabajo más, en sus ocho horas van a hacer lo que corresponde y listo. Yo estoy acostumbrado a otros policías. Al que asumía un procedimiento y no paraba hasta terminarlo. Hoy nos reclaman por las ocho horas y está perfecto. Pero si tú quieres bajar los índices delictivos y luego aclarar los delitos, con ocho horas diarias no lo logras. Es mentira que le dejes un procedimiento encaminado al que va a entrar y que él lo siga de la misma forma y con el mismo conocimiento que tú, que eras el que lo estaba haciendo. Se ha perdido calidad vocacional. Hoy es un trabajo más: llegan a la comisaría, ven lo que hay... a mí me da pena ver a los policías que vuelven de una recorrida con una bolsa de bizcochos, es una vergüenza. O cuando los ves en una esquina mirando los celulares o con los auriculares puestos".
Lo cierto es que tan diferentes interpretaciones sobre un mismo problema, solo genera incertidumbre y preocupación en una sociedad que está siendo avasallada por los delincuentes. Con esos sentimientos crece el reclamo de mano dura, presencia de militares en la calle y la cárcel como solución.
Cabría preguntarse si al final no es lo que muchos quieren y no se animan a confesar. O si por ser año pre electoral y para no perder votantes, el gobierno estará dispuesto a ceder a reclamos que van contra sus principios históricos.