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Casavalle, ¿y después?

Casavalle, ¿y después?

Es una constante de las grandes ciudades de América Latina: enormes urbes con pleno desarrollo edilicio y de servicios públicos rodeadas de inmensas áreas de marginación casi absoluta. 

Diferentes analistas coinciden en señalar que, en lo que atañe a Uruguay,  los planes económicos que sucesivos gobiernos han aplicado desde los años 60 para acá, lejos de mejorar la situación de los sectores marginados, ha pauperizado aun más a quienes se encuentran por debajo del límite de pobreza. Las estadísticas revelan que el mayor número de desempleados se encuentra entre los sectores de menores recursos. La gran ciudad, llámese en nuestro caso Montevideo o Maldonado, aparecen como la posibilidad de superar la crisis económica, por lo que miles de familias dejan sus lugares de origen para formar anillos de pobreza que rodean a los principales centros urbanos.

Así vimos crecer en Montevideo los cantegriles que hoy se llaman asentamientos.

Hay un gran paralelismo entre lo que ocurre en Casavalle con lo que pasaba en el Barrio Kennedy de Punta del Este.

La discriminación que sufren por parte de los habitantes de esas ciudades, a través de actitudes de recelo, sospecha, miedo o rechazo, se evidencia en la creciente necesidad de vecinos de defender sus áreas de los pobres reinstalados en la cercanía, ya que el hecho de su condición económica los condena como potenciales "ladrones".

La sucesivas crisis han originado nuevas pautas culturales que se traducen en una gran fragmentación entre sectores sociales. Cada vez más, se está afianzando una cultura individualista en donde desaparece la idea de que hay ciertos bienes que deben ser públicos, y se terminan fundamentando estrategias individuales de sobre vivencia. Estas son justamente las que afloran cuando se discute si un grupo social debe o no estar dentro de determinada zona.

El concepto de aporofobia fue acuñado en los años 90 por la filósofa Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, para diferenciar esta actitud de la xenofobia, que solo se refiere al rechazo al extranjero y del racismo, que es la discriminación por grupos étnicos. La diferencia entre aporofobia y xenofobia o racismo es que socialmente no se discrimina ni margina a personas inmigrantes o a miembros de otras etnias cuando estas personas tienen patrimonio, recursos económicos y/o relevancia social y mediática.

La aporofobia es el odio, miedo y rechazo a las personas pobres. La pobreza es una característica circunstancial en la vida de los seres humanos y en ningún caso forma parte de la identidad.

En Uruguay aparecen con mucha visibilidad estos fenómenos. Un país que por razones políticas y económicas en los últimos 45 años expulsó al 20% de su población ahora tiene una actitud discriminatoria contra quienes llegan a Uruguay  buscando mejores condiciones de vida.

En el año 2016 El Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial publicó sus observaciones finales sobre Uruguay. Los expertos de Naciones Unidas expresaban entonces su preocupación por la "persistente discriminación estructural" en contra de la población afrodescendiente, lo cual se ve reflejado en la brecha de desigualdad en términos de pobreza y exclusión social que afecta de manera desproporcionada a esa parte de la población".

Por estos días conocimos un deplorable incidente doblemente discriminatorio contra un afrodescendiente y discapacitado a la vez.

En una nota publicada por El Observador hace 9 años el periodista Leonardo Pereyra desde el barrio Las Láminas en Artigas señalaba que según consideraban el presidente Tabaré Vázquez y su equipo,  es necesario cortar de raíz algunos preconceptos poco generosos de la sociedad uruguaya -incluidos los frenteamplistas- no solo para abatir la miseria en esa zona de Artigas sino para terminar con ciertas discriminaciones que los más ricos ejercen contra quienes menos tienen.

En pasadas campañas electorales, mientras escuchaba la lluvia sobre el techo de chapa de algún comité de base, Vázquez se preguntó "¿dónde dormirán los pobres esta noche?". Una pregunta que aún sigue vigente sin desconocer que hay cosas que han mejorado. Pero todavía tenemos núcleos duros de pobreza que permanecen incambiados.

El sábado todos vimos la imagen. Centenares de policías desembarcaban en Los Palomares de Casavalle. Un lugar que el Estado olvidó hasta ahora.

Con la excusa de un censo se violentó la intimidad de esos vecinos.

Un analista se preguntaba  ¿cómo se catalogaría una intervención similar en Carrasco o en Punta del Este en la búsqueda de evasores fiscales o lavadores de activos?

La sociedad se fascistiza y acepta cosas inaceptables, como por ejemplo dar por sentado que en los "palomares" de Casavalle son todos una manga de delincuentes, del primero al último, y en consecuencia tratar a esos compatriotas como tales.