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Entre lobos y corderos

El Comandante en Jefe del Ejército, Guido Manini Rios fue sancionado por el presidente, que constitucionalmente es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, por violar el decreto 305 del año 2003, que es lo denominado  R21.

Ese decreto firmado por el entonces presidente Jorge Batlle establece sanciones para los militares que, entre otras cosas, "murmuren sobre las disposiciones en vigencia, sobre la conducta de los Superiores, sobre necesidades o fatigas, así como toda manifestación de descontento que no sea realizada en forma franca y respetuosa al Superior, procurando el bien del servicio".

También sanciona "las manifestaciones hechas por militares en actividad, en forma pública, por cualquier medio, aún con carácter de réplica, referentes a cuestiones funcionales, sin estar debidamente autorizados".

Tampoco se aplicó a Manini la sanción más dura. Porque el mismo decreto establece que podría haber sido arrestado a rigor hasta un máximo de 60 días.

El alto oficial ha venido estirando la cuerda desde hace tiempo y sus declaraciones sobre el Ministro de Trabajo, Ernesto Murro, fueron como la gota que desbordó el vaso.

Por ejemplo: en un país donde la religión está claramente separada del Estado, Manini un católico practicante,  inauguró capillas en dependencias militares, nombró capellanes y hasta distribuyó biblias entre los soldados. Además de alguna manera reivindicó el pasado al difundir una frase que luce un cuartel y que dice: "Donde hay deberes, no hay derechos".

Hoy el presidente Tabaré Vázquez se refirió a Manini en términos elogiosos. "Ha sido leal con la institucionalidad", dijo Vázquez.

Pues no, señor presidente, Manini no fue leal. Y la sanción que usted le aplicó, lo evidencia. Tampoco me creo que con sus últimas declaraciones Manini defienda a sus subordinados. En realidad defiende sus privilegios y las de sus pares ante una reforma jubilatoria que los perjudica.

Como integrante de los Tenientes de Artigas – aunque él dijo que dejó de integrar esa logia cuando asumió el cargo – tiene aversión a todo lo que sea izquierda y a los masones. Problema no menor, porque el presidente integra ambas colectividades.

En cambio se llevó de maravillas con el fallecido ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, y así lo evidenció durante el sepelio. Algún día sabremos con rigurosidad histórica que fue lo unió a tupamaros y "tenientes de Artigas".

La sociedad asumió como una verdad sin discusión  que los militares son "la última reserva moral". Algo que no es cierto porque a los hechos me remito. Torturaron, violaron, mataron, desaparecieron personas en dictadura y  nunca se hicieron cargo. Luego nos espiaron durante años y en democracia. Finalmente le han negado a los familiares de desaparecidos toda información que les permita saber el destino de los restos de sus seres queridos.

Los militares son funcionarios públicos, no más importantes que una maestra, un profesor, una enfermera o un municipal, entre tantos. Salvo que portan un arma y eso les genera mayores responsabilidades.

Los acontecimientos evidencian con claridad que el Frente Amplio carece de una política clara sobre los militares. Muchos creen que los mueve el odio hacia la institución. Yo creo que no es odio, es miedo.