Llegó la hora de seducir votantes, de insultar a los que piensen diferente y también la hora de todo tipo de advenedizos que llegan a la vida política con la intención de cambiar su propia vida.

Una campaña electoral que debería alegrarnos porque representa la plena vigencia de la democracia, también es la oportunidad para mostrar lo peor de todos: candidatos y ciudadanos.

El profesor  Aldo Mazzucchelli decía hace pocos días: "Uno se pregunta cómo es que la política se ha vuelto el reino de lo peor. Es decir, ¿por qué no aparecen políticos decentes, moderados, responsables, y en cambio tenemos, o Bolsonaro, o el PT; o Trump, o Hillary Clinton, Kristina o Macri?

Como quien dice, una manga de ladrones que dicen que trabajan para los pobres cuando en realidad lo que hacen es asegurarse de que sigan siéndolo para siempre, o un grupo de lunáticos que cree en la represión eclesiástica más la acción directa policial para curar los males de la humanidad.

Es como si una racionalidad peculiar estuviese actuando, y el final (¿o quizá no sea el final?:..) de la política democrática occidental como se la conoció, durante un históricamente muy breve tiempo, tenía que llegar así, en una especie de supermercado electoral".

Tal vez sea este un buen disparador  para pensar en el tiempo que se nos viene.