Política

Sanguinetti: "La democracia es simplemente un reglamento de juego"

El proceso de transición democrática española y la Constitución de 1978 fueron "una gran inspiración" y "un gran ejemplo" para los procesos similares de América Latina, afirmó el expresidente Julio María Sanguinetti.

En una entrevista durante una reciente visita a Madrid, Sanguinetti explicó que la transición española y sus líderes generaron "un reverdecer enorme de la esperanza" en los países del Sur de América que luchaban por salir de dictaduras militares. "Se creó un momento mágico", subrayó.

Pero también advirtió de que el actual desencanto en algunos países con los sistemas democráticos y con la política actual no es achacable a las transiciones democráticas o a los textos constitucionales, sino a cuestiones como la corrupción o el bajo nivel de algunos responsables políticos.

Sanguinetti, presidente de Uruguay entre 1985-1990 y 1995-2000 y uno de los referentes del retorno del país a la democracia, recordó cómo el proceso español fue muy seguido en los países latinoamericanos, especialmente en los que estaban intentando salir de las dictaduras militares a comienzos de los 80.

"Lo de España era un ejercicio de racionalidad y de sabiduría política única", resumió.

Para el estadista, además del proceso en sí, hubo mucha influencia de los políticos españoles de la época, como Adolfo Suárez, Felipe González, Manuel Fraga o Santiago Carrillo, que simbolizaron que todas la sensibilidades políticas podían sumarse a una democratización pacífica.

En este sentido, subrayó que los políticos de entonces estuvieron a la altura, con los llamados Pactos de La Moncloa de 1977 (al que se sumaron partidos, empresas y algunos sindicatos), que "mostraron la necesidad de la búsqueda de ciertos entendimientos mínimos más allá de las naturales diferencias".

Pero Sanguinetti destaca especialmente la figura del rey Juan Carlos I, que fue "un símbolo", al representar una monarquía parlamentaria y constitucional que podía pilotar el país hacia una democracia moderna.

En este sentido, recuerda la visita que los reyes Juan Carlos y Sofía realizaron a Uruguay en 1983, cuando el país aún vivía su dictadura militar.

"El régimen quería aprovechar aquello como un aval a la dictadura", pero en el camino del aeropuerto a Montevideo la gente se agolpaba en la calle y gritaba: "Viva el Rey, viva la democracia", rememora.

Allí, el rey español pronunció "un discurso democrático, muy vigoroso", mostrando "el ejemplo de España" y cómo "se había salido en paz" de la dictadura franquista.

Sanguinetti se muestra muy firme frente a quienes critican, a ambos lados del Atlántico, el alcance a veces limitado de algunas reformas o las cesiones que se hicieron en algunos lugares a los regímenes militares salientes.

Ante gente que "cuestiona, critica y no termina de asumir", el histórico dirigente recuerda que esta discusión es ahora posible "porque hay democracia".

"Todos los que cuestionan y dice que por qué no se hizo esto o lo otro son los que no vivieron las dictaduras", explica, antes de afirmar tajantemente que lo que no se logró fue "porque no se podía. Hicimos todo lo que pudimos".

España lleva ya un tiempo inmersa en el debate sobre una reforma de cierto calado de su Constitución, por ejemplo por su modelo territorial o por la cuestión de la monarquía.

Para Sanguinetti, "nuestras constituciones son razonablemente buenas", aunque "no son inmóviles" pero las modificaciones hay que asumirlas "con un espíritu reformista y no refundacional".

Y aunque reconoce que hay "desencantos" y debates, advierte de que una reforma constitucional no es "una vía mágica" que resuelva todos los problemas, que según él son causados con frecuencia por la corrupción o por "falsas expectativas de los demagogos", advierte.

Usando una metáfora deportiva, Sanguinetti afirma que "la democracia es simplemente un reglamento de juego" que asegura la legalidad, pero no garantiza "que el partido vaya a ser bueno".

"El partido va a ser bueno o malo según los jugadores", concluye el estadista, en un aparente tirón de orejas al nivel actual de los políticos. EFE