La 'nueva oposición'
(Esta es una columna que el Ingeniero Ruperto Long escribió para el diario El Observador y se publicó el 2 de mayo de 2005)
A mediados de 1987 Irlanda se encontraba al borde de la bancarrota económica y social. La brecha entre las posiciones del partido de gobierno, Fianna Fáil, y la oposición, Fine Gael, parecía insalvable.
La Cámara de Comercio de Tallaght, condado de Dublín, ofreció un almuerzo al líder de la oposición Alan Dukes. Nadie sospechó que sus palabras, pronunciadas el 2 de setiembre, darían inicio a una nueva era en la vida del país.
Dukes tomó la palabra y, para sorpresa de seguidores y adversarios, expresó:
"Es el deber de la oposición parlamentaria asegurar que el Gobierno avance en el camino correcto y oponerse a sus políticas cuando están equivocadas. Pero, del mismo modo, si en algún área está avanzando en la dirección correcta, considero que no debe ser desviado de su curso. (...) Cualquier otra política significaría simplemente la cínica explotación de las oportunidades de corto plazo por obtener una ventaja política, que también duraría poco. Yo no voy a jugar ese juego, porque no produciría ninguna mejora duradera para el pueblo de Irlanda". Había nacido la "Estrategia Tallaght".
El Ministro de Economía de la época, Ray Mac Sharry, comentó años después: "No teníamos ningún indicio que esta declaración estaba por producirse. (...) La intención de Fine Gael de brindar apoyo condicional en temas económicos claves ha sido vista, correctamente, como la piedra angular de nuestro desarrollo político". De modo que el milagro irlandés, en rigor, no comenzó con una decisión del gobierno sino con una actitud de la oposición.
El primer milagro que sucede es que la oposición opta de manera clara e inequívoca por un camino que apunta al construir.
El Primer Ministro Haughey capta enseguida la oportunidad histórica para el país y tiende puentes. De allí en más, los votantes, inteligentemente, alternan los Partidos en el poder. John Bruton, de cuya amistad me precio, sucede a Haughey.
Los resultados son conocidos: el PBI per cápita pasa de un 30% por debajo de la media europea al 20% por encima, la desocupación baja del 20% a cerca de cero, la deuda desciende del 163% del PBI al 39%. Por supuesto que el milagro irlandés resulta de la suma de numerosas decisiones. Pero estas acciones, que eran necesarias, no hubieran sido suficientes de no haberse forjado un alto grado de acuerdo en torno a una visión de país.
¿Quién tiene la paternidad del milagro? Fuera del mundo político de la Isla Esmeralda, a nadie le importa. Los irlandeses viven mucho mejor y son un ejemplo para el mundo. La emigración endémica terminó y hoy atraen a su tierra inversores y gente capacitada de todo el planeta.
Ahora bien: estas historias suenan a los oídos de los uruguayos como cuentos de hadas, como realidades deseables pero inaccesibles. Nos cuesta creer que en un país que lleva veinte años sumido en la "guerra de las patentes" (bastante más años de lo que duró la Guerra Grande), que discute sobre el "importante" tema de quién debe repartir las facturas de los organismos públicos o sobre cómo terminar las obras del Palacio de Justicia, del SODRE y del Hotel Carrasco, ahora vamos a ponernos de acuerdo en una política educativa, en estimular las nuevas tecnologías o en construir una estrategia energética.
Pues bien: cada tanto tiempo la vida nos presenta un cruce de caminos. Y hay indicios de que, en gran medida gracias a la emergencia de una "nueva oposición", las cosas empiezan a cambiar.
Hace pocos días la Bancada de Senadores del Partido Nacional convocó a Sala al Ministro Lepra en relación a la crítica situación energética que atraviesa el país.
La sesión duró cinco horas y media. La oposición interrogó, puso en duda las propuestas del Gobierno, planteó caminos alternativos. Pero no cuestionó la honorabilidad del Ministro y su Subsecretario. Lepra y su equipo defendieron sus propuestas con igual convicción.
La discusión fue tensa, por momentos ríspida, nunca exenta de respeto. El Senador Rubio, en actitud que le honra, señaló: "Considero que se han cumplido los objetivos de la sesión. Las preguntas que ha hecho la oposición han sido importantes".
En el tramo final de la reunión, algunas coincidencias flotaban en el ambiente. Pero, lo más importante, se respiraba un clima de respeto, aún en la discrepancia. Fernández Huidobro afirmó: "He encontrado en las posturas de la oposición no sólo críticas sino propuestas" y su colega Vaillant se refirió a "un debate enriquecedor" en el cual "hemos escuchado preguntas inteligentes".
¿Quién ganó? El país, sin duda. Los uruguayos todos.
Ojalá este episodio sea la señal de que se avecina un nuevo tiempo, en el que la oposición no funcionará como una máquina de impedir, sino como el acicate que el gobierno precisa para desarrollar una buena labor. Para ello será necesario también que el obstáculo que no encontrará el gobierno en la "oposición de nuevo tipo", a la que nos estamos refiriendo, no provenga de una "oposición de viejo tipo" surgida dentro de sus propias filas.