La Audiencia Opina

Carta abierta del hijo de un desaparecido

(Mensaje enviado el domingo 28 de agosto)

Anoche el viento tiró abajo un árbol de anacahuita que estaba plantado en el frente de la casa de mi madre.
Ese árbol lo plantó ella en 1979, recién salida de la cárcel. Estuvo presa entre 1975 y 1979, los dos primeros años en el FUSNA, de los cuales pasó los primeros nueve meses desaparecida.
Allí fue sometida a tortura, física y sicológica, vejada, sin comunicación con el exterior más allá de las visitas quincenales, un fin de semana sus hijos más chicos y al siguiente mi tía y yo, en régimen de visita de adultos. No tiene sentido contar las condiciones de los lugares en donde se desarrollaban las mismas.
Los dos años siguientes estuvo detenida en el penal de Punta Rieles.
Mi madre salió después de cuatro años de estar presa y lo primero que hizo, después de los abrazos y las lágrimas de alegría, el reencuentro con nosotros, sus hijos, con la familia, fue plantar esa anacahuita y decirnos que era para que cuando papá volviera a nuestra casa encontrara un jardín hermoso, viera que además de esperarlo seguíamos construyendo el sueño de nuestra casa.

Mi padre fue detenido por el Ejército el 19 de julio de 1977 y llevado a La Tablada, donde le dieron muerte el 21 de julio de 1977.
Dicen los testigos que presenciaron esto que él reaccionó al ser dejado en la celda común, recién traído de la tortura, a un comentario de uno de sus verdugos y esto desencadenó que entre varios de ellos lo golpearan, le dieran la cabeza contra un piletón y le partieran el cráneo.
Luego lo sepultaron clandestinamente, años después exhumaron sus restos, los cremaron y esparcieron sus cenizas vaya uno a saber dónde.
Una vez más lo desaparecieron.

Esto es lo que nos presentó como informe La Comisión para la Paz en el año 2002, esto es lo que nosotros sabemos desde 1982, en base a la declaración de esos testigos en un informe de Amnesti Internacional.
Más allá de saber todos estos datos, el día que la Comisión nos presentó oficialmente este informe toda la familia se reunió a esperar la entrevista que sostuvimos con la Comisión, mi madre, mis hermanos, los hermanos de mi padre y yo.
Cuando llegamos al lugar donde el resto de la familia se había reunido sin convocatoria previa, el lugar donde se dieron cita silente mis primos, mis tíos, los nietos de mi padre, nuestras respectivas parejas, vivimos lo que se podría decir un velorio con 25 años de retraso, faltó el cuerpo de mi padre pero estuvo presente el dolor, las lágrimas y los consuelos de cualquier velorio.

A pesar de saber esto desde 20 años antes, a pesar de creer que era un tema asumido, a pesar de todo, durante años, entre el 79 y el 85 específicamente, mi madre y nosotros esperamos cada día la noticia de que mi padre estaba vivo, de que existía la remota posibilidad de que hubiera un error y su suerte fuera otra, ...no sé, rehén de la Dictadura, la posibilidad de que esos "desaparecidos" no lo fueran y estuvieran vivos para ser utilizados con un fin político en la salida hacia la democracia.
Aún hoy, en la calle, cualquier día de la semana, en más de una ocasión creo ver el rostro de mi padre entre la gente y el corazón se me detiene por un segundo.

No sabía como empezar esta carta.
No quería entrar en un tema político, ni de reclamo por cómo se está tratando en la prensa la información sobre la investigación de los desaparecidos.

Me pareció que la mejor forma era darle un contenido humano, inclusive sin nombre ni apellido, sólo los sentimientos que existen detrás de cada rostro que aparece en los medios de comunicación.

Esta historia es distinta para cada uno de ellos, para cada uno de nosotros, los familiares de los más de 200 desaparecidos uruguayos.
Los lugares cambian, la situación de su muerte, la forma en que murieron, qué se hizo con sus cuerpos. Es distinta, pero no tanto.

Detrás de cada rostro y de cada nombre existe gente que compartió sueños y proyectos, decepciones y lágrimas, peleas y reconciliaciones, comparte una historia personal que quedó sin final, colgada de la nada y que con muchísimo dolor y esfuerzo, hace más de 30 años viene tratando cerrar inclusive sabiendo que es una tarea imposible, inclusive sabiendo que esto nunca se va a cerrar en nuestros corazones.

Hoy los medios de comunicación publican el informe de las FF.AA, informe que en muchísimos casos no coincide con lo recabado por la Comisión para la Paz, informe que los familiares de nuestros desaparecidos decidimos no hacer público.
Hoy los medios de comunicación hablan de enterramientos clandestinos, de cacerías de presos a campo abierto, de tumbas sin identificación, inclusive muestran imágenes dónde, para la cámara, se abre una de esas tumbas.
Y capaz que está bien, que el hecho de informar justifica este tipo de acciones.

Hay muy pocos medios de comunicación que informan desde el punto de vista humano, por suerte alguno lo hace.
La pregunta sería saber si esos otros periodistas informarían de la misma manera si lo que se estuviera buscando fuera información sobre la suerte de los restos de su madre, su padre, su hermano o su hijo.
Tal vez antes de poner la noticia en la tapa de los diarios o las imágenes en televisión, inclusive de publicar informes con listas de nombres detallando la manera en que murieron esas personas, informes secretos los cuales explícitamente se pidió no fueran publicados, tal vez antes de todo esto buscaran la forma de saber qué sentimos y pensamos nosotros sobre esa información. Tal vez se investigaría un poco más en profundidad si las versiones son verdaderas, si ese contenido vale la pena ser publicado, aún sabiendo que habrá muchas personas a las cuales les remueva heridas que no terminan de cicatrizar.

No puedo firmar esto como los familiares de, lo voy a firmar sólo con mi nombre y después que, lo lean mis hermanos y mi madre, los hermanos de mi padre, capaz que deciden firmarlo también.
Tan particular es lo que cada uno siente que sería una falta de respeto hacia ellos, hacia sus sentimientos firmarlo por todos.

Mañana, con mi madre, vamos a cortar el tronco de la anacahuita y vamos a tratar de poner de nuevo las raíces en la tierra, con un poco de suerte para el verano aparece un nuevo brote verde y de no ser así quedará como un recuerdo más.
De todas formas decidimos plantar una anacahuita nueva, vamos a elegir una que sea bien linda y la vamos a colocar cerca de la anterior.

Porque siempre es bueno mantener la memoria, siempre y cuando la visión esté puesta en el futuro.

Gabriel.