En Primera Persona

La crisis de las plantas de celulosa. Después del fallo de La Haya

La crisis de las plantas de celulosa. Después del fallo de La Haya

Comentario de Emiliano Cotelo.

(Emitido a las 8.50)

En la larga crisis Argentina-Uruguay por las plantas de celulosa, estos días posteriores al fallo de la Corte Internacional de Justicia no han permitido, todavía, avizorar con claridad cuál es el futuro.

Tal vez, para favorecer el reinicio del diálogo hubiese sido mejor una resolución más matizada entre las posiciones de los dos países. Pero no. Lo que hubo fue un rechazo liso y llano a las tres medidas cautelares pedidas por Argentina y, además, en una resolución que salió 14 a 1.

Los impactos en Argentina

Esto ha generado una desazón muy fuerte en la Asamblea Ambientalista de Gualeguaychú, que amenaza con nuevas medidas de fuerza destinadas a boicotear los proyectos de Botnia y Ence. En particular, a los entrerrianos más movilizados les ha renacido la desconfianza hacia el gobierno del presidente Néstor Kirchner y su manejo del tema, un malestar que se incrementa cuando desde Buenos Aires se exhorta a no reincidir en los cortes de los puentes.

Paralelamente, ese 14 a 1 en La Haya ha dejado a la Casa Rosada en una posición complicada. Y las primeras reacciones de los funcionarios argentinos han sonado, en principio, preocupantes.
Han remarcado, sí, que acatarán el laudo, pero al mismo tiempo han lanzado algunas advertencias duras.
Por ejemplo, cuando la secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti, anunció el mismo jueves de madrugada en el Teatro de Gualeguaychú que retomará las gestiones ante los bancos y organismos internacionales para que no presten dinero a un emprendimiento que –según su lectura de la resolución- "no es una inversión segura porque está abierta a la posibilidad de suspensión (en el futuro) y porque el daño ambiental se va a consumar".
Por ejemplo, cuando el viernes el propio Kirchner dice que "las plantas, por su magnitud, localización y tecnología son incompatibles con la preservación de la calidad ambiental de la cuenca del Río Uruguay".
¿Qué quiere decir eso? ¿Implica que la posición de la administración Kirchner es más radical que la previa al jueves? ¿Se ha pasado del "No a la contaminación" al "No a las plantas de celulosa"? Son preguntas legítimas, sobre todo cuando al mismo tiempo se retoma a nivel oficial la idea de "ensuciar la cancha" ante las instituciones financieras.

La lectura "optimista"

De todos modos, hay otra lectura posible, un poco menos inquietante: la de que las declaraciones de Picolotti del jueves de mañana, el comunicado del Palacio San Martín del jueves de tarde y el remitido de Casa Rosada del viernes son gestos para consumo interno de la Argentina y, sobre todo, destinados a aplacar los ánimos de los habitantes de Gualeguaychú. Quienes ven las cosas de esta manera, de un lado y del otro del río, dicen que el gobierno Kirchner no podía aparecer con un discurso más flexible, ya que está jugando con un margen de maniobra interno mínimo desde que emprendió el camino del Tribunal de La Haya buscando desactivar los piquetes en los puentes.

Quizás sea esta última la interpretación que se hace en el Poder Ejecutivo uruguayo. Porque lo cierto es que, pese a los pronunciamientos que llegaban desde Buenos Aires, en Montevideo los pocos voceros del gobierno que hablaron durante el fin de semana mantuvieron el tono cauto y mesurado con que se reaccionó el jueves al conocerse el fallo de La Haya.
Afortunadamente se eligió ese estilo. Con una resolución tan contundente y conociendo a las actuales autoridades argentinas, nada hubiese sido peor que adoptar un talante triunfalista o sobrador.

Menos ruido mediático

Pero el cuidado que debería tenerse en las apariciones públicas va más allá de estos días posteriores al fallo de La Haya.

Yo creo que uno de los errores que las dos partes cometieron en las etapas anteriores de este conflicto, fue hablar demasiado a través de los medios de comunicación.
Esto puede sonar contradictorio dicho por un periodista de radio que, por supuesto, procura obtener la voz de los protagonistas para ir siguiendo la marcha de este asunto. Pero que los medios busquemos declaraciones no implica que las autoridades estén obligadas a hablar. Y en un caso tan enmarañado como éste, estoy seguro de que la cosa no hubiese llegado tan lejos si algunas autoridades hubiesen cerrado la boca a tiempo, evitando retroalimentar una polémica en la que, claro, no cuesta nada subir la apuesta y decir algo más hiriente de lo que dijo el otro, y así, cuando queremos acordar, nos encontramos al borde de la ruptura de las relaciones diplomáticas.

Ojalá que en los dos gobiernos, de ahora en adelante, los portavoces opten por un perfil más bajo, mientras se deja trabajar a los negociadores, en reserva y sin interferencias estridentes.

La información

Hablando de mejoras en el manejo del tema, todo indica que en el nuevo escenario hay otra asignatura pendiente a resolver de los dos lados del río.

Quienes han estado metidos a fondo en este diferendo advierten que en Gualeguaychú y zonas cercanas hay mucha gente que está honestamente muy angustiada por el impacto ambiental acumulado que estas dos plantas de celulosa pueden llegar a provocar en la zona. Más allá de lo que pueda ser la actitud "manijera" de los agitadores, entre los pobladores de esa ribera del Río Uruguay se ha extendido algo así como el pánico con respecto a su futuro.
Y todo indica que esa visión tan apocalíptica pudo crecer o consolidarse, entre otras cosas, porque durante buena parte de la historia de estos proyectos ni el gobierno argentino, ni el uruguayo ni Botnia ni Ence se tomaron en serio la tarea de dialogar de manera abierta y franca con esa población sobre las tecnologías a utilizar, la experiencia europea en esta materia y las garantías que se está dispuesto a ofrecer a quienes residen en los alrededores de estas fábricas.

Tengo la impresión que este desafío en materia de información e intercambio es uno de los esfuerzos más importantes que hay que encarar.

En realidad es tarde. Pero más vale tarde que nunca. Porque si por esa vía se vencen los recelos, después se puede dar el otro paso que es fundamental: el de la participación de la comunidad. En las cuestiones medioambientales esa cooperación entre las empresas, el Estado y la gente es esencial para que estos proyectos no se tranquen y se desarrollen de manera eficiente.

¿Y quién juega primero?

Ahora, en cuanto al diálogo y la negociación entre los dos Estados, ¿a quién le corresponde dar el primer paso? Parece un punto fundamental pero por ahora luce completamente borroso.
¿Debe tomar la iniciativa el ganador o el perdedor? Algunos han planteado la pregunta en esos términos, aunque, para empezar, la distinción entre "ganador" y "perdedor" es muy discutible: los dos países estamos perdiendo mucho con este enfrentamiento. En cualquier caso, hay argumentos a favor de una y otra alternativa. Unos dicen que Uruguay debe tomar la iniciativa para mostrar generosidad y amplitud de miras, pese a todo lo que nos costó la prepotencia de los piqueteros y la prescindencia del gobierno federal. En cambio, otros sostienen que, justamente, habiéndonos perjudicado tanto, corresponde a Argentina dar el primer paso, entre otras cosas porque fue ese país quien decidió llevar el caso al Tribunal de La Haya, donde ahora obtuvo su primer resultado.

Aparentemente, Kirchner está dispuesto a volver a las negociaciones, pero espera que sea Vázquez quien formule la invitación.

Pero no vendría mal que hubiera un tercero que propiciara el acercamiento.

En ese sentido, la cumbre del MERCOSUR, esta semana en la ciudad de Córdoba, ofrece una oportunidad inmejorable para que una personalidad o una institución dé el empujón que está haciendo falta para que Tabaré Vázquez y Kirchner se sienten a conversar.

En realidad, ahora que lo pienso, no vendría nada mal que el catalizador fueran todos nuestros socios en el MERCOSUR, ese grupo que se ha mostrado hasta ahora tan inexplicablemente pasivo en este conflicto.

Anchorena

Pero evidentemente el problema no termina cuando se define quién juega primero. El dilema siguiente es sobre qué bases se va a negociar. Pero esto, que en principio suena muy arduo, en realidad cuenta con un punto de partida muy plausible. Primero, porque Uruguay ha ofrecido reiteradamente el mecanismo del monitoreo conjunto del impacto acumulado de las dos plantas. Pero además porque Gonzalo Fernández y Alberto Fernández avanzaron mucho en su momento en aquel borrador que iban a suscribir Kirchner y Vázquez en la Estancia de Anchorena.
Aquella cumbre fracasó a último momento por la resistencia de Botnia a aceptar la suspensión de las obras por el plazo que se le solicitaba. Bueno, ese cuello de botella ahora está despejado por el fallo de La Haya. Probablemente, como compensación, Uruguay deba hacer alguna concesión, pero no parece que sea imposible encarar las conversaciones sobre esto, es decir, sobre el fondo del conflicto.

Una causa nacional

Estos y otros aspectos de la estrategia uruguaya estarán en la agenda de la cumbre a la que el presidente Vázquez ha convocado hoy, con la participación de los líderes de todos los partidos políticos uruguayos.

Una reunión imprescindible, porque después del resultado excelente que obtuvimos en La Haya, y teniendo en cuenta que Argentina ha quedado colocada en una posición difícil, que puede derivar en nuevos inconvenientes, es esencial que en las nuevas instancias el gobierno uruguayo no aparezca solo, sino contando expresa y explícitamente con el respaldo de todo el espectro partidario. Eso fue así en algún momento en el pasado, pero todo se entreveró, lamentablemente, luego del encuentro Kirchner – Vázquez del 11 de marzo en Santiago de Chile.

Ahora está dada la oportunidad para relanzar el frente interno. Y eso requiere, en primer lugar, informar con claridad sobre el rumbo a seguir y no cambiarlo repentinamente y sin preaviso.
Pero además sería bueno que la relación con la oposición no se limitara a la comunicación de lo ya resuelto, sino que hubiera un espacio real y jerarquizado para que blancos, colorados, independientes y cívicos hicieran sus aportes y éstos fuesen tenidos en cuenta.

¿Qué duda cabe de que en este lío nos jugamos una parada muy importante como país, que va mucho más allá de estas dos plantas de celulosa?

Sería muy conveniente construir una política de Estado en este tema. Pero, bueno, ya sabemos cómo es la política uruguaya y cuánto cuestan estas cosas.