En Primera Persona

La imperiosa necesidad de aprovechar el diálogo

La imperiosa necesidad de aprovechar el diálogo

Comentario de Emiliano Cotelo

(Emitido a las 8.35)

EMILIANO COTELO:

Ayer de mañana, cuando hacíamos EN PERSPECTIVA, me sorprendió que empezaran a llegar llamadas y correos electrónicos de oyentes que anunciaban que irían a la Plaza Independencia a repudiar a los activistas argentinos e incluso agredirlos.  "Yo soy uno de los que va a ir a tirarles huevos", decía, por ejemplo, Mario del Cordón, que llamó por el 90 20 810.

Ese estado de ánimo que venía de la audiencia al principio me descolocó. Francamente, yo estaba seguro de que los uruguayos nos íbamos a tomar esta situación con mucha altura, algo de humor ...y punto.
Después me di cuenta de que le había errado feo.  Pero para mí era obvio que había que dejar que esos cinco o seis piqueteros repartieran sus volantes, sin ningún tipo de obstáculos y librados a su poder de convocatoria.
Desde mi punto de vista no había que entrar en su juego. Suponiendo que fueran provocadores, habría que evitar cualquier tipo de incidentes. Y suponiendo que sólo quisieran exponer sus ideas, sería bueno que el absurdo de sus argumentos quedara en evidencia al vérselos solos, muy solos, en la inmensidad de la plaza.

Ahora, con los hechos a la vista, hay algo que está claro: no todos los uruguayos ven las cosas como yo.
¿Cuántos compatriotas participaban de esa posición dura contra los activistas argentinos?  Difícil calcularlo. Quienes protagonizaron la contramarcha, los insultaron y los echaron a patadas...esos, los que estuvieron allí fueron pocos, tal vez un centenar o dos.  Pero también es cierto que muchos, seguramente miles, disfrutaron luego viendo las grabaciones de los informativos de televisión y hasta se lamentaron por no haber estado allí. Incluso estoy seguro de que los más civilizados telespectadores, aún insistiendo en el rechazo a la violencia, alguna sonrisa esbozaron al ver cómo "les frustramos" la volanteada anti-plantas de celulosa.

Así fue: Un puñado de seis militantes audaces venidos de Entre Ríos y Buenos Aires logró sacar a luz lo peor de nosotros.
Por supuesto que la Asamblea Ambientalista de Gualeguaychú nos ha mojado la oreja demasiadas veces. Por supuesto que subleva escuchar tantas exageraciones y mentiras sobre la planta de celulosa y sus efectos. Por supuesto que podemos (y hasta debemos) estar indignados por el corte permanente de los puentes internacionales. Pero todos esos antecedentes acumulados no son suficiente para convertirnos en una turba chauvinista descontrolada.  Si ayer la violencia no pasó a mayores fue, aparentemente, porque la Policía se movió con velocidad y habilidad.  Los compatriotas que expulsaron al grupito argentino se sacaron las ganas, pero dejaron muy cascoteada la imagen de la sociedad uruguaya.  Ante las cámaras de la televisión, y para que los vieran en todo el mundo, estos "locales" consiguieron lucir tan intolerantes y patoteros como los que del otro lado del río sólo aceptan "que se vaya Botnia". 

Francamente, mi balance es que, una vez más, los piqueteros se salieron con la suya y se anotaron otro triunfo mediático. Pero, dejando de lado ese posible resultado, la otra conclusión muy fuerte de los episodios de ayer es que los dos gobiernos tienen que terminar cuanto antes con este conflicto.

Hace pocos días, cuando el tribunal de La Haya no aprobó las medidas cautelares pedidas por Uruguay para que se obligara el levantamiento de los piquetes, escuché a mucha gente decir: "Y bueno, vamos a olvidarnos de los piquetes, que sigan allí hasta que se cansen y mientras tanto, continuemos nosotros como si nada, construyendo la fábrica, inaugurándola luego y pasando cuanto antes a producir y exportar celulosa".
Y creo que es un sentimiento que nos ganó a muchos. Algo del estilo de ... "ignoremos a estos dementes y al gobierno que los tolera, hagamos nuestra vida dependiendo lo mínimo posible de Argentina y chau...Algún día ellos tendrán que aflojar".

Pero lo que ocurrió ayer demuestra que ese camino –el del abroquelamiento de cada gobierno en su posición- es muy peligroso.  Hace tiempo que todos temíamos que la violencia se disparara a partir de una tontería cualquiera.  Y, de hecho, ya ha habido roces de menor envergadura, muchos roces, de un lado y del otro del río.  Pero ahora, ayer, acabamos de comprobar nítidamente cuán inflamables están algunos ánimos entre nosotros y cuán fácil resulta hacerlos estallar.

Por eso, ahora que el "facilitador" español ha logrado que los dos gobiernos acepten encontrarse a dialogar, los presidentes Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez están obligados a aprovechar esta oportunidad con convicción, con seriedad y con responsabilidad. 
Claro que no es sencillo. Esto se ha prolongado demasiado y se ha entreverado mucho. Pero cuesta pensar que exista otra ventana abierta tan oportuna como esta.
Si seguimos demorando, acá pueden pasar cosas graves.