Viaje
al pocillo
Por
Rafael Mandressi
Preparar un café requiere de tres elementos: agua, una cafetera,
y naturalmente, el polvo del café.
El agua no es,
en apariencia, un elemento problemático. Basta con que sea
potable y para eso el consumidor cuenta, al menos en las ciudades,
con el agua corriente. De todas maneras más adelante compartiremos
otras características y varios tipos de agua para realzar
los sabores de cualquier café.
De los granos
del café hemos hablado ya muchas veces y seguiremos profundizando
en el tema, pero hoy, vamos a contarles de ese aparato que a lo
largo de los años ha variado tanto, que es la máquina
del café, la cafetera.
Obviamente,
la opción más sencilla es no emplear cafetera. Así
se prepara el café más famoso del mundo, al menos
de nombre: el café a la turca. Se trata de volcar, simplemente,
el agua caliente sobre una capa de café finamente molido
en una taza generalmente de pequeñas dimensiones. Se estimula
la infusión revolviendo con una cuchara y luego se guarda
hasta que se pose la borra en el fondo. Más allá de
su celebridad, el café a la turca siempre queda turbio y
contiene partículas de café molido.
Aunque de seguro los turcos, no opinan lo mismo.
Así pues,
es preferible recurrir a la cafeteras. Existen tres grandes categorías
según el modo en que se haga pasar el agua por el café:
las cafeteras de gravedad, las de presión de aire y las de
presión de vapor.
Las de gravedad
son las más antiguas y las más comunes. El café
molido se coloca dentro de un filtro y sobre él se derrama
el agua caliente. Pasa a través del filtro y va a parar a
un recipiente colocado debajo.
Un requisito
fundamental para que el agua se impregne adecuadamente del sabor
y el perfume del café es que el líquido descienda
lentamente. Es por esto que el sistema es conocido comúnmente
como "gota a gota", y que las variantes eléctricas
de este tipo de cafeteras envíen el agua caliente al filtro
en pequeñas dosis.
El principio
del sistema de presión de aire es un poco más complicado
que el de las cafeteras por gravedad. Se llena con agua hasta la
mitad un recipuiente cerrado y se pone a calentar hasta unos noventa
grados. Al calentarse, el aire aprisionado encima del agua se dilata
y ejerce así una presión que empuja el agua a un tubo
cuyo extremo se encuentra en el fondo del recipiente. El agua asciende
por ese tubo hasta pasar, de abajo hacia arriba, por un filtro donde
ha sido colocada la molienda.
El aparato más
conocido de esta clase es la cafetera Cona, de invención
inglesa y llamada también, al menos en el Río de la
Plata, cafetera de bola. Esta apelación deriva de la forma
del recipiente donde se pone el agua. Encima de este se coloca otro,
cuya base se termina en un tubo que va introducido en el recipiente
inferior de manera que calza perfectamente. El sistema de presión
hace subir el agua del recipiente inferior al superior a través
del tuvo, pasando por la molienda del café situada en el
medio.
Esta cafetera,
además de proporcionar un café excelente, ofrece la
interesante posibilidad de ver, si los recipientes son transparentes,
todo el proceso, razón por la cual es utilizada a menudo
en los grandes restaurantes para preparar el café a la vista
del cliente.
El café
a la italiana, quizá el más reputado del mundo, se
obtiene en las clásicas cafeteras metálicas cuyo sistema
es el de rpesión de vapor. En este caso, el agua no pasa
lentamente a través del filtro como en los sistemas anteriores,
sino que es forzada por la presión del vapor y atraviesa
la masa del café muy rápidamente.
Los modos de
preparar, beber y servir el café pueden ser variados pero
no infinitos. Hervir el café, por ejemplo, es una de las
perversiones a cometerse. El café susceptible de hervir es
forzosamente sobrante de ayer o de esta mañana, apto como
mucho para un cortado o un postre de poca monta.
Tenemos otras
perversiones y existen más detalles sobre cafeteras, granos
de café y aguas con que hacerlo..... pero lo vamos a dejar
para otras oportunidades.
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