Bush habló y el mundo
se prepara para la guerra
El
lunes 17 de marzo el presidente estadounidense, Geroge Bush, se
dirigió a su país y al mundo. En el discurso dio un
plazo de 48 horas para que el líder iraquí, Saddam
Hussein, y su familia abandonen el país. Esa es la única
alternativa a la guerra, abundó.
El que sigue es el texto del discurso:
"Mis conciudadanos, los acontecimientos en Iraq han llegado
ahora a los días decisivos finales. Durante más de
una década, los Estados Unidos y otras naciones han hecho
esfuerzos pacientes y honorables por desarmar al régimen
iraquí sin una guerra. Ese régimen prometió
divulgar y destruir todas sus armas de destrucción en masa
como condición para finalizar la Guerra del Golfo Pérsico
en 1991.
Desde entonces, el mundo ha participado en 12 años de diplomacia.
Hemos aprobado más de una docena de resoluciones en el Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas. Hemos enviado a cientos de
inspectores de armas a supervisar el desarme de Iraq. Nuestras buenas
intenciones no han sido correspondidas.
El régimen iraquí ha utilizado la diplomacia como
una táctica para ganar tiempo y sacar ventaja. Ha desafiado
uniformemente las resoluciones del Consejo de Seguridad que exigían
su desarme total. A lo largo de los años, los inspectores
de armas de la ONU han sido amenazados por los funcionarios iraquíes,
interceptados electrónicamente y engañados sistemáticamente.
Los esfuerzos pacíficos por desarmar al régimen iraquí
han fracasado una y otra vez porque no estamos lidiando con hombres
pacíficos.
Los datos de inteligencia recopilados por este gobierno y hacen
que no quepa ninguna duda que el régimen de Iraq continúa
poseyendo y escondiendo algunas de las armas más letales
jamás inventadas. Este régimen ya ha utilizado las
armas de destrucción en masa contra los vecinos de Iraq y
contra el pueblo de Iraq.
El régimen tiene una trayectoria de temeraria agresión
en el Medio Oriente. Tiene un odio profundo hacia los Estados Unidos
y nuestros amigos. Y ha ayudado, entrenado y protegido a terroristas,
incluso a agentes de Al- Qaida.
El peligro es evidente: Al utilizar armas químicas, biológicas
o, algún día, nucleares, obtenidas con la ayuda de
Iraq, los terroristas podrían satisfacer sus ambiciones declaradas
y matar a miles o cientos de personas inocentes en nuestro país
o en cualquier otro.
Los Estados Unidos y otras naciones no han hecho nada para merecer
ni provocar esta amenaza. Pero haremos de todo para vencerla. En
vez de ir a la deriva hacia la tragedia, fijaremos un rumbo hacia
la seguridad. Antes de que pueda llegar el día del horror,
antes de que sea demasiado tarde para obrar, se eliminará
este peligro.
Estados Unidos de Norteamérica tiene la autoridad soberana
de usar la fuerza para garantizar su propia seguridad nacional.
Ese deber recae en mí, como Jefe de Estado, por el juramento
que presté, por el juramento con el cual cumpliré.
Al reconocer la amenaza contra nuestro país, el Congreso
de los Estados Unidos votó abrumadoramente el año
pasado a favor del uso de fuerza contra Iraq. Estados Unidos trató
de colaborar con las Naciones Unidas para enfrentar esta amenaza
porque queríamos resolver el asunto pacíficamente.
Creemos en la misión de las Naciones Unidas. Una de las razones
por las cuales se fundó la ONU después de la Segunda
Guerra Mundial fue para confrontar a los dictadores agresivos de
manera activa y temprana, antes de que pudiesen atacar a los inocentes
y destruir la paz.
En el caso de Iraq, el Consejo de Seguridad sí hizo algo
a comienzos de la década de 1990. Según las Resoluciones
678 y 687 - ambas aún en vigor - los Estados Unidos y nuestros
aliados están autorizados a usar la fuerza para librar a
Iraq de las armas de destrucción en masa. Esta no es una
cuestión de autoridad; es una cuestión de voluntad.
El pasado septiembre acudí a la Asamblea General de la ONU
e insté a las naciones del mundo a que se unieran y pusieran
fin a este peligro. El 8 de noviembre, el Consejo de Seguridad aprobó
unánimemente la Resolución 1441, la cual concluía
que Iraq había violado gravemente sus obligaciones y se comprometió
a consecuencias serias si Iraq no deponía las armas de manera
total e inmediata.
Hoy, no hay forma de que ninguna nación mantenga que Iraq
ha depuesto las armas. Y no se desarmará siempre que Saddam
Hussein esté al mando. Durante los últimos cuatro
meses y medio, los Estados Unidos y nuestros aliados han laborado
dentro del Consejo de Seguridad para hacer cumplir las exigencias
de hace mucho tiempo del Consejo. Sin embargo, algunos miembros
permanentes del Consejo de Seguridad han anunciado públicamente
que vetarán cualquier resolución que imponga el desarme
de Iraq. Estos gobiernos comparten nuestra valoración del
peligro, pero no nuestra determinación a afrontarlo. Muchas
naciones, sin embargo, sí tienen la determinación
y la fortaleza de ánimo para tomar pasos contra esta amenaza
a la paz, y una coalición amplia se junta ahora para hacer
cumplir las exigencias justas del mundo. El Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas no ha cumplido con sus responsabilidades,
por lo que nosotros nos levantaremos ante las nuestras.
En días recientes, algunos gobiernos en el Medio Oriente
han puesto de su parte. Han enviado mensajes públicos y privados
instando al dictador a que salga de Iraq, para que el desarme pueda
proceder pacíficamente. Él ha rehusado hacerlo hasta
ahora. Todas las décadas de engaños y crueldad ahora
han llegado a su fin. Saddam Hussein y sus hijos deben salir de
Iraq en 48 horas. Su negativa a hacerlo resultará en un conflicto
militar que comenzará en el momento que elijamos. Por su
propia seguridad, todos los extranjeros, incluso los periodistas
y los inspectores, deben salir de Iraq inmediatamente.
Muchos iraquíes pueden escucharme esta noche en una transmisión
radial traducida, y tengo un mensaje para ellos. Si nos vemos forzados
a comenzar una campaña militar, será dirigida contra
los hombres al margen de la ley que dirigen su país y no
contra ustedes. Cuando nuestra coalición les quite el poder,
les entregaremos los alimentos y medicamentos que necesitan. Derrumbaremos
el aparto del terrorismo y los ayudaremos a construir un Iraq nuevo
que es próspero y libre. En un Iraq libre, no habrá
más guerras de agresión contra sus vecinos, ni fábricas
de veneno, ni ejecuciones de disidentes, ni cámaras de tortura
ni salas de violación. El tirano estará fuera pronto.
Se aproxima el día de su liberación.
Es demasiado tarde para que Saddam Hussein permanezca en el poder.
No es demasiado tarde para que las fuerzas armadas iraquíes
actúen con honor y protejan su país al permitir la
entrada pacífica de las fuerzas de la coalición para
eliminar las armas de destrucción en masa. Nuestras fuerzas
darán a las unidades de las fuerzas armadas iraquíes
instrucciones claras sobre las medidas que pueden tomar para evitar
ser atacadas y destruidas. Insto a cada miembro de las fuerzas armadas
iraquíes y los servicios de inteligencia, si se llega a la
guerra, a que no luchen por un régimen moribundo que no vale
sus vidas propias.
Y todas las fuerzas armadas y personal civil iraquíes deben
escuchar esta advertencia detenidamente. En cualquier conflicto,
su destino dependerá de sus actos. No destruyan los pozos
de petróleo, una fuente de riqueza que pertenece al pueblo
iraquí. No obedezcan ninguna orden de usar armas de destrucción
en masa contra nadie, incluyendo al pueblo iraquí. Los crímenes
de guerra serán procesados. Los criminales de guerra serán
castigados. Y no será defensa alguna decir, "Sólo
obedecía órdenes".
De elegir Saddam Hussein la confrontación, el pueblo estadounidense
puede contar con que se han tomado todas las medidas para evitar
la guerra y que se tomarán todas las medidas para ganarla.
Los estadounidenses entienden el precio de los conflictos porque
lo hemos pagado en el pasado. No hay nada seguro en la guerra, excepto
la seguridad del sacrificio.
Sin embargo, la única manera de reducir los daños
y la duración de la guerra es emplear toda la fuerza y el
poderío de nuestras fuerzas armadas, y estamos preparados
a hacerlo. Si Saddam Hussein trata de aferrarse al poder, seguirá
siendo un enemigo mortal hasta el final. Quizá, de pura desesperación,
él y los grupos terroristas traten de realizar operaciones
terroristas contra el pueblo estadounidense y nuestros amigos. Estos
ataques no son inevitables. Sin embargo, son posibles. Y este mero
hecho recalca la razón por la cual no podemos vivir bajo
la amenaza de la extorsión. La amenaza terrorista contra
Estados Unidos y el mundo disminuirá en el momento que Saddam
Hussein esté desarmado.
Nuestro gobierno está de guardia intensificada ante estos
peligros. De la misma manera que nos estamos preparando para garantizar
la victoria en Iraq, estamos tomando otras medidas para proteger
nuestro territorio nacional. En días recientes, las autoridades
estadounidenses han expulsado del país a ciertas personas
con vínculos a los servicios de inteligencia iraquíes.
Entre otras medidas, he ordenado mayor seguridad en nuestros aeropuertos
y más patrullas del Servicio de Guardacostas en los principales
puertos marítimos. El Departamento de Seguridad del Territorio
Nacional está colaborando estrechamente con los gobernadores
del país para aumentar la seguridad armada en instalaciones
críticas en todo Estados Unidos.
Si los enemigos atacan a nuestro país, estarán tratando
de distraer nuestra atención con el pánico y de debilitar
nuestro estado de ánimo con el temor. Fracasarían
con esto. Ningún acto suyo puede alterar el curso o afectar
la determinación de este país. Somos un pueblo pacífico,
pero no somos un pueblo frágil y no seremos amedrentados
por matones ni asesinos. Si nuestros enemigos se atreven a atacarnos,
ellos y todos los que los han ayudado enfrentarán consecuencias
temibles.
Obramos ahora porque los riesgos de la inacción serían
aún mayores. En un año o en cinco años, el
poder de Iraq de causarles daño a todas las naciones libres
estaría muy multiplicado. Con esta capacidad, Saddam Hussein
y sus aliados terroristas podrían escoger el momento de un
conflicto mortífero cuando se encuentren al máximo
de su fuerza. Elegimos enfrentar esa amenaza ahora, donde surge,
antes de que pueda aparecer repentinamente en nuestros cielos y
ciudades.
La causa de la paz requiere que todas las naciones libres reconozcan
realidades nuevas e innegables. En el siglo XX, optamos por apaciguar
a los dictadores asesinos, cuya amenaza se permitió que aumentara
hasta llegar al genocidio y a la guerra mundial. En este siglo,
cuando los hombres malvados traman el terrorismo químico,
biológico y nuclear, una política de contemporización
podría resultar en un tipo de destrucción que jamás
hemos visto en esta tierra.
Los estados terroristas y el terrorismo no divulgan estas amenazas
con antelación, en declaraciones formales, y responder a
dichos enemigos solamente después de que ataquen primero
no es defensa propia; es suicidio. La seguridad del mundo requiere
que se desarme a Saddam Hussein ahora.
Al hacer cumplir las exigencias justas del mundo, también
honraremos los acuerdos más profundos de nuestro país.
A diferencia de Saddam Hussein, creemos que el pueblo iraquí
merece y es capaz de la libertad humana. Y cuando haya salido el
dictador, pueden sentar un ejemplo para todo el Medio Oriente de
nación vital y pacífica y autónoma.
Estados Unidos, junto con otros países, se dedicará
a promover la libertad y la paz en esa región. No se logrará
nuestro objetivo de la noche a la mañana, pero se puede lograr
con el tiempo. El poder y el atractivo de la libertad humana los
sienten cada vida en cada país. Y el mayor poder de la libertad
es triunfar sobre el odio y la violencia, y dedicar los dones creativos
de los hombres y las mujeres a la búsqueda de la paz.
Ese es el futuro por el cual optamos. Las naciones libres tenemos
un deber de defender a nuestros pueblos al unirnos contra los violentos.
Y esta noche, como lo hemos hecho anteriormente, Estados Unidos
y nuestros aliados aceptan esa responsabilidad.
Buenas noches, y que Dios continúe bendiciendo a los Estados
Unidos".
(Transcripción y traducción de la Casa
Blanca)
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