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26.06.2003




























Julio María Sanguinetti en ACDE

A continuación se transcribe la conferencia de Julio María Sanguinetti en la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), realizada el martes 24 de junio de 2003.

"Una vez más ocupo esta tribuna de ACDE respondiendo a una larga tradición de esta institución como ámbito de discusión, de proyección de ideas, de ese debate que muchas veces en nuestros tiempos suele ser, por un lado crispado y, a veces, velado por el signo fugaz de la cotidianeidad que hace que miremos las cosas en la perspectiva del debate de la tarde, quizás sin la toma de distancia suficiente para ubicar cada episodio en la larga línea de aquello que está significando, de las corrientes y tendencias que ocurren detrás de esos episodios que nutren de anécdotas la crónica diaria pero que no siempre identifican la historia.

Desde hace un tiempo trabajamos en este tema en el Círculo de Montevideo, un grupo de reflexión que fundamos en Uruguay en 1996 con un grupo de gente del mundo financiero, de la política internacional y del pensamiento, que hemos actuado fundamentalmente en el ámbito internacional. Yo diría que hemos realizado aquí lo menos posible porque desgraciadamente en Uruguay no es fácil que a la gente se le vea en roles diversos. El Círculo lo hemos mantenido como una proyección de debate, de discusión, de generación de documentos y de pensamiento en el ámbito internacional, con un grupo de gente muy calificada con la que hemos trabajado todos estos años, en particular desde las perplejidades que nos generó ese post 1989, que marcó la divisoria entre tantos tiempos, entre esos dos grandes siglos políticos que estaban detrás de allí, y de este mundo que parecía tan claro y que ha quedado lleno de incertidumbres desde entonces.

Esos trabajos sobre el Mercosur los hemos reunido para dar una visión panorámica, no se pretende otra cosa, en unos librillos que además incluyen una investigación realizada por un conjunto de técnicos y el aporte muy valioso de empresarios de los cuatro países de la región en el tema competitividad. Incluso uno de los librillos desarrolla una metodología para generar una de las tan difíciles evaluaciones de ese fenómeno tan particular como es la competitividad. En unos tiempos, cuando era tema de economistas, era reductible a ecuaciones, pero hoy sabemos que la competitividad es más amplia, que abarca desde el nivel cultural, las capacidades de innovación, las movilidades sociales, por lo que se transforma en algo, difícil de aprender, más complejo pero que requiere un abordaje científico más razonado, lo que muchas veces nos hace trabajar sobre la nado y obligándonos a recorrer caminos nuevos.

Este es el motivo circunstancial por el que estamos aquí, para anunciar y presentar ese trabajo. Pero, a su vez, es obvio que esto supone hablar de la región.

El Mercosur, dijo el Dr. De Posadas en la Casa del Partido Colorado, en una actividad del Foro Batllista que hemos llamado El Debate Impostergable, el Mercosur ya dejó de ser una opción, es una realidad que no se puede discutir. De modo que hay que partir de esa realidad regional y generar el pensamiento suficiente y necesario, con la que el país pueda crecer y desarrollarse como lo hizo durante algunos años.

Naturalmente, la región hoy está detrás de una crisis rioplatense pero también después de unos años de grandes transformaciones. Esta semana se cumplen los 30 años de una jornada triste como fue el golpe de Estado que vivió el país en 1973. Son 30 años ya, que nos separan de ese episodio que la mayoría de los que estamos acá vivimos, sufrimos, adolecimos, lloramos - si cabe la expresión - en aquel momento, pero por otra parte ésa era la realidad de la región. En aquel momento toda la región estaba dominada por los golpes de Estado, por el autoritarismo, por las violaciones de los derechos humanos, y también, desgraciadamente, como expresión de la ineficacia de todos esos autoritarismos, por las hiperinflaciones, los fenómenos de extraordinario desajuste económico y social, por los recelos, hasta las guerras, porque después de todo hasta una guerra internacional ocurrió en ese cuarto de siglo último que evocamos y que debe estar allí como telón de fondo para que podamos pensar que esta región en estos años hizo el enorme esfuerzo de reconquistar su democracia, restablecer sus estados de derecho, vivir en la serenidad del goce irrestricto y general de los derechos humanos y construir también posibilidades y oportunidades de desarrollo tan importantes como las que el país vivió, a lo largo de muchos años. Si uno piensa que desde el año '85 que se produjo esa recuperación democrática aquí como una oleada que se había precedido en Argentina, siguió en Brasil, más tarde Paraguay, antes había ocurrido en Perú, luego vino el proceso en Centroamérica que también fue una tremenda situación . A veces solemos perder de vista esos acontecimientos que parecen no parecer a cuento de estos del Mercosur, pero que lo son.

Sin ir más lejos recuerdo que en el año '85 me tocó tomar posesión y estaba acá el Secretario de Estado norteamericano, Schultz, y el Sr. Ortega, entonces presidente de una junta revolucionaria nicaragüense. En ese entonces estábamos en las vísperas de una suerte de Vietnam latinoamericano.

10 años después me tocó vivir en otro 1º de marzo la situación en la cual habían otros dos países hermanos en guerra: Ecuador y Perú. Estos no son episodios lejanos en la historia, que salen de anaqueles polvorientos. Son episodios que hemos vivido nosotros hace muy poco tiempo y que de algún modo nos permiten pensar en esta perspectiva de la construcción regional, de esta, nuestra región que hizo este esfuerzo del Mercosur como expresión de esa oleada democrática.

Fue clave el espíritu que se creó a partir de 1985, el entendimiento que se generó entre los países, pero fundamentalmente entre Brasil y Argentina, porque la condición de la integración era la superación del recelo entre los dos países de mayor porte y presencia económica y militar. Y digo militar porque el tema militar fue muy importante en los desencuentros, en sus recelos y en los prejuicios entre Brasil y Argentina y porque fue fundamental para que esto pudiera superarse. Nunca nos gusta hablar mucho de los temas militares, aún cuando son tan trascendentes. Y Brasil y Argentina habían vivido esa situación. La maravillosa provincia de Entre Ríos nunca lograba una red de carreteras suficiente porque se suponía que había que tener caminos deficitarios para que el avance de los tanques de Brasil fuera demorado. El Ministro Cáceres me asiente porque sabe que esa fue una realidad durante muchas décadas, que hoy nos resulta absurda, pero que yo lo viví. No lo leí. Y fue con otro espíritu que se lanza la idea del proceso de integración, que se trilateraliza con Uruguay, antes de llegar al Mercosur propiamente dicho en el 91. Fueron años de bonanza internacional, en los cuatro países de la región, que ambientaron, naturalmente, el optimismo en esa construcción que se fue desarrollando en ocho años de crecimiento, hasta el 99, en que todo ese optimismo se transforma luego en un "merco-pesimismo", parafraseando a lo que se decía en la Unión Europea, con sus instantes de euforia, sus momentos de optimismo y sus caídas hacia el pesimismo y el desaliento. Y esa trabajosa construcción que aún hoy está en camino, con episodios tan resonantes como la aparición de la moneda común, tras cuatro décadas largas de esfuerzo, todavía tiene con la libra resistiéndose a fundirse en esa nueva moneda.

Estos años fueron sin duda muy duros, especialmente en el Río de la Plata. La crisis institucional argentina más la crisis financiera argentina con la secuela aquí, y antes en el 99 con la devaluación brasileña que por su propia dimensión generó un desnivel crítico en el flujo de importaciones y exportaciones de toda la región, hacen un proceso de cuatro años, del 99 hasta aquí, donde la región ha vivido un momento muy difícil en que el Mercosur ha seguido funcionado, debiendo administrar todas las situaciones de crisis. Y, sin embargo, se ha seguido construyendo. Basta pensar en el Pacto de Olivos, en el peor momento, en febrero del 2002, firmándose en la vieja quinta presidencial argentina un acuerdo que estableció algo muy importante como un tribunal de segunda instancia para los conflictos jurisdiccionales.

Ha sido una construcción difícil. Hoy estamos en otro momento. Hay un nuevo gobierno en Brasil, un nuevo gobierno en Argentina, habrá uno nuevo en Paraguay, se ha salido de los interinatos, de las situaciones, por lo menos, no normales en Paraguay y Argentina, el tránsito en Brasil ha sido muy normal, nosotros no hemos tenido problemas institucionales pero sí tremendos problemas financieros. En todo caso hoy, fundamentalmente, la irrupción de dos gobiernos nuevos en Brasil y Argentina vuelve a poner en escena el tema con otra perspectiva, con otro humor sobre el manejo del mismo fenómeno. Y eso es trascendente: el extraordinario interés que ambos gobiernos, el argentino y el brasileño, le han dado al tema, es algo muy significativo. Y lo destaco. Porque a veces se miran las cosas con cierta distorsión, imaginando que Brasil y Argentina están inmersos hoy en hablar de estos temas, lo que provoca ciertas especulaciones que yo creo que lejos de merecer una nota de temr la tienen de optimismo.

En los 90 el Mercosur para nosotros era tema de primera página, en Argentina aparecía en la sección de internacionales de los periódicos y en Brasil ni se veía, era tema para una notita. Ahora el Mercosur es tema preponderante para todos los países. Así que no miremos con pesimismo, sino al revés, este interés, este nuevo espíritu de tratar de seguir desarrollando este esfuerzo al que desgraciadamente siempre se le pone un adjetivo de relanzamiento, en esa necesidad de síntesis que solemos tener los periodistas para titular la nota, pero es la expresión de la continuidad, de otro momento.

Este Mercosur post crisis rioplatense es el que tenemos por delante. Y ese Mercosur post crisis tiene que ubicarse en un contexto en el cual los grandes objetivos ya están definidos. No es la hora de comenzar discutir de nuevo lo que ya se zanjó, lo que nos solo aceptaron los gobiernos, lo que no solo revalidó a través de la práctica, sino lo que también los propios pueblos asumieron a través de Parlamentos y expresiones públicas.

Del mismo modo tampoco tendría sentido que no recogiéramos la lección de los últimos episodios. Sería absurdo emerger de esta crisis o bien discutiendo los fines del Mercosur o, a la inversa, ignorando lo que acaba de pasar.

Lo primero porque no tiene sentido. Siempre quisimos un proceso de integración económica, un mercado común, una integración con un regionalismo abierto, y un área de democracia. Y esto es lo que seguimos y seguiremos creyendo del Proyecto Mercosur. No podemos ignorar que ha pasado una crisis, y quizás eso nos haga rebalancear las prioridades y ubicarnos no exactamente en el mismo lugar donde estábamos ubicados, porque ellas nos han mostrado dónde teníamos las mayores fragilidades y donde es que teníamos que poner el acento para seguir construyendo. Especialmente porque estamos también en años en que el mundo ha cambiado. Estamos viviendo una era distinta, no hay discusión hoy ya, ni en el terreno de la sociología, ni de la economía, ni del pensamiento en general. Vivimos una era con una economía diferente, con sociedades distintas, con realidades políticas distintas, hasta con una redistribución de fuerzas universal diferente. Todos imaginamos que el mundo bipolar cedía paso a una multipolaridad en el 89 y no fue así. Hay una potencia hegemónica en el terreno económico, científico, militar, y aun en el terreno cultural a través de la transmisión de datos, gustos, valores, que ejerce un fuerte predominio. Frente a ello, Europa, con todo ese enorme capital histórico y con toda la identificación que tenemos con ella, aparece reconociendo esa hegemonía militar y esa capacidad de arbitraje a partir de la crisis de Yugoslavia, cuando la OTAN llama a intervenir a la potencia militar de Estados Unidos.

Son hechos que hay que tomar en cuenta cuando observamos desde nuestra región, lejana quizás a todos esos episodios, distante, pero que por lo mismo debe ser lo más fuerte posible, lo más respetable posible para ser respetada, lo más congruente y a su vez lo más armónica posible. Porque en el aislamiento de los Estados difícilmente podremos jugar en este concierto internacional en el cual se rebalancean las fuerzas.

Corte

El Mercosur debe pensar hacia fuera, como pensó siempre, del mismo modo que debe pensar hacia adentro suyo. Cuando digo hacia fuera señalo que no se trata solamente de agregar otros países, como suele hablarse.

Creo que la construcción del Mercosur es todavía suficientemente imperfecta como para seguir añadiendo Estados y países. Mas allá del deseo y de las afinidades sentimentales con los diferente Estados, hay que manejar esto con mucha cautela. Porque esa fue la experiencia que se vivió antes en los procesos de integración. Si no ha sido fácil entre nosotros cuatro, con más razón más difícil será con otros países, con economías muy diferentes, problemáticas diferentes, porque esa fue la experiencia que vivimos en ALALC, donde para establecer promedios entre tantos Estados, se termina con una misión imposible, y se termina, además, caminando a la velocidad del más lento. Mucha parsimonia debería tenerse para pensar en ese tipo de pasos, sobre todo cuando aun no hemos podido integrar a países con identidades geográficas y de todo tipo como Chile y Bolivia. Aún no hemos podido ingresar plenamente, pese a que son parte tan activa, especialmente en el plano político, pero que sin embargo no han podido ingresar al Mercosur porque no hemos podido en definitiva acomodar nuestras situaciones, para decirlo en forma simplista, porque no hemos podido adaptar el Arancel Externo Común a la economía chilena. De modo que mirar hacia afuera no es ponerse a llamar amigos, porque todos son países amigos y con los cuales tenemos muy buenas relaciones. Este es un proceso de integración complejo y con el cual tenemos que lidiar.

Mirar hacia afuera significa que el Mercosur siga desarrollando su capacidad de relacionamiento. Eso no es algo novedoso. No es por acaso que en diciembre de 1995 firmamos en Madrid el acuerdo que comenzó las conversaciones y negociaciones con la Unión Europea que no ha caminado con la velocidad que desearíamos, es verdad, pero no podemos abandonar, porque la Unión Europea sigue teniendo un peso preponderante desde todos los puntos de vista.

Respecto al ALCA, del mismo modo, debemos mirar con entusiasmo a ese proceso que no es incompatible ni con el Mercosur ni con la Unión Europea. Buscamos un mundo más abierto desde las regiones, todos convergiendo y en definitiva hacia el espacio final de una liberalización mayor de condiciones más equitativas de mercado.

No son fenómenos que debemos mirar con recelo o con un espíritu que a veces siembra sombras sobre cosas que son claras. Es muy importante que el presidente de Brasil haya realizado una reunión importante con el presidente Bush en Washington. Fue una reunión de tres horas, de gabinetes, eso solo lo había hecho Estados Unidos con México, y ahora lo hace con Brasil. Eso revela que el fenómeno del relacionamiento con los Estados Unidos y que se objetivará en lo comercial a través del ALCA es algo que está en la agenda. La prensa brasileña ha destacado que la prensa americana no le dio ningún espacio a estas reuniones. (Corte del cassette) Lo nuestro para que tenga visibilidad, virtualidad, debe desarrollarse de un modo muy serio, solo a través de una acción armónica y consistente, y en lo posible de una región.

Corte

La Unión Europea, el ALCA, la región andina, debe mostrarnos a un Mercosur que mira hacia fuera, no un Mercosur autista, hoy menos que nunca. Los acontecimientos del universo no nos pueden llevar a un Mercosur ensimismado, que mire solo hacia su interior, sino que debe persistir en ese esfuerzo de proyección, que por otra parte lo ha hecho siempre. No es casual que el 85% de la exportación del Mercosur va afuera de la región. O sea que, aquel temor de que el Mercosur se transformara en un desvío de comercio no se dio en los hechos. Habrá desvíos parciales pero en todo caso la mayoría del comercio sigue estando afuera. Es verdad que hubo algunos momentos con más crecimiento adentro que el que había hacia fuera, pero era lógico porque la liberalización operaba adentro. No hubo un fenómeno de desvío de comercio que nos haya hecho importar o introducir unas ineficiencias regionales que nos debilitaran a cada uno. Todo lo contrario.

Pero el Mercosur también hacia adentro debe serguirse desarrollando donde hay tareas y debates aún no concluidos muy importantes. Uno dominante es el de las asimetrías. Si alguna carencia tiene el Tratado de Asunción, es, justamente, la de haber considerado a las cuatro partes en igualdad de condiciones, además de la igualdad de derechos, lo que es lógico. La Unión Europea se construyó sobre la base de lo que fue fundamentalmente el gran episodio de la restauración amistosa entre Alemania y Francia, pero el conjunto se hizo sobre la base de los famosos fondos compensatorios que le permitieron a España, Portugal. Grecia, Irlanda y al sur de Italia poder realizar la inversión de infraestructura que los aproximó al nivel de los otros, no todos lo hicieron igual. Pero basta verlos ahora para entender que fue un proceso exitoso. Nosotros estamos lejos de esa posibilidad, no podemos tener fondos de ese tipo, pero sí es importante que se reconozca ese hecho, que fue quizás la mayor limitante, lo digo como comprobación, que tuvo el Tratado de Asunción.

En la reunión de Asunción de estos días algo se avanzó. Está estampado como un tema trascendente en el artículo 10 del comunicado, donde se valora positivamente la propuesta de Paraguay relacionada con el tratamiento de las asimetrías entre los Estados partes del Mercosur, como un importante aporte para la consolidación del proceso de integración regional. Y reconocen la necesidad de adoptar políticas concretas para abordar la cuestión. Estamos aquí ante un reconocimiento explícito del tema, que mirado desde Uruguay y Paraguay, resulta central. Que haya un reconocimiento formal es muy significativo. Adquiere un valor muy importante porque en el mes de agosto se hará una reunión de presidentes donde se tratará el tema. Es un gran tema, que se hace en forma paralela a otros asuntos que hay que seguir desarrollando en materia de institucionalidad. Uruguay es notorio que ha tomado iniciativas importantes en este terreno, en el desarrollo de la Secretaría Técnica, de los mecanismos de controversia. Todo esto lo tenemos que llevar a la práctica. Algunas cosas ya se han iniciado. Otras no están tan lejanas. Los mecanismos arbitrales han funcionado. En Olivos nace un tribunal, todavía no es el tribunal permanente al que aspiramos, pero éste ya vendrá. Estas son iniciativas de nuestro país que ha estado muy envuelto en ellas.

Pero el fenómeno institucional va mucho más allá, no es solo la arquitectura jurídica del Mercosur como entidad propia. Es también la adaptación de muchas estructuras internas. Tenemos legislaciones estaduales y provinciales, en los dos países federales que son nuestros vecinos, que son importantes y complejas. Son legislaciones estaduales que modifican las reglas de juego. Y no es que no haya voluntad de los gobiernos centrales - lo hemos vivido - hay mil episodios que lo demuestran, como aquel tema lácteo en Brasil, cuando el propio gobierno central tomaba medidas para garantizar nuestro comercio pero nuestro hermano estado de Río Grande, que por ser igual compite con nosotros, nos aplicaba otras medidas que nos hacía muy difícil el comercio. Lo mismo sucedía con provincias argentinas, cosa que hemos hablado recientemente con el presidente de la Cámara de Industrias, aquí presente. Y eso hace a la institucionalidad.


La agenda entonces se ha nutrido. Quiero destacar propuestas que importan, planteadas por Brasil y por Argentina. Me parecen muy importantes las dos propuestas que hicieron Brasil y Argentina. Brasil plantea como objetivo el 2006, donde toca muchos temas. Recuerdo que Uruguay hizo de su presidencia una agenda 2000 que es muy parecida en su temática, una visión omnicomprensiva del fenómeno Mercosur. Muchas se llevaron a cabo, otras se la llevaron las tormentas. Del mismo modo Brasil plantea el objetivo 2006 como título de su documento. Esta propuesta brasileña comienza con un programa político, donde habla de la participación de la sociedad civil, un Mercosur ciudadano que se refiera a las migraciones y se refiere también al Parlamento del Mercosur.

Quiero dar mi opinión al respecto porque ha estado en debate ese tema. Mi ilustrado colega el presidente Lacalle ha reiterado su vieja idea de que el Mercosur no tiene contenido político, con lo cual más de una vez hemos conversado y de algún modo discutido. Yo conozco bien su pensamiento como para saber que cuando él habla de que el Mercosur no es político, es porque está temiendo una supranacionalidad soberana que diluya la soberanía nuestra, y en ese sentido puedo comprender y aceptar su temor. Pero personalmente creo que el Mercosur es un hecho político en sí mismo. Cuando cuatro países se reúnen para constituir un mercado común, no es simplemente un hecho comercial y económico. La repercusión política es incuestionable e indiscutible, por eso se discutió con todos los partidos políticos, las fuerzas cívicas, el Parlamento.

Como también es político el hecho de que luego el Mercosur incorporara el más alto de los ingredientes políticos, como es la cláusula democrática, es decir que cualquier país que se apartara de la orientación democrática quedaría automáticamente excluido. Ni sería expulsado, quedaba automáticamente excluido. Cuando la hermana República de Paraguay tuvo una crisis institucional, esto operó y fue señalado y se puso arriba de la mesa por los cancilleres de todos los países del Mercosur. Y fue un factor no sé si decisivo pero importante en la solución de esa crisis. Como también es un hecho político cuando el Mercosur se reúne para discutir con la Unión Europea o con el ALCA. No es meramente la discusión de aranceles. Son hechos políticos.

Pero una cosa distinta es el Parlamento. Que eso es un capítulo dentro de lo que es la realidad política, es a mi juicio algo incuestionable. Personalmente creo que el Parlamento puede estar al final, pero no al principio ni en el medio como actualmente estamos. Personalmente creo que el Mercosur no tiene aún las condiciones para un Parlamento electo. Porque todavía nos falta mucho en el terreno administrativo, en el terreno de los gobiernos y las estructuras, como para que le introduzcamos un poder que por esencia es plural, discursivo y discrepante. El Parlamento es naturalmente ámbito de debate en el que los partidos, que por algo se llaman partidos, secciones de la ciudadanía, discuten ideas contradictorias. Y no nos parece oportuno que cuando aún tenemos que discutir asuntos administrativos, económicos, comerciales, introduzcamos al lado el factor del debate político, que no lo veo constructivo. A eso habremos de llegar. Yo soy un convencido del Mercosur, creo que habremos de llegar, pero será al final, como ocurrió en Europa, donde fue un complemento a toda una realidad ya estructurada. Y donde no es el motor de la Unión, que es básicamente su Consejo instalado en Bruselas. Es un complemento político, importante, pero no fue base de la Unión Europea. Hoy no veo aun las condiciones adecuadas para ello, en esto coincido con mi colega el presidente Lacalle, en lo demás coincido un poco más con mi amigo el senador Larrañaga, y no por esto me estoy introduciendo en los debates u opiniones diversas que por suerte existen en nuestros partidos. Los partidos nunca son unanimidades, y a nadie debe sorprender el debate. En parte coincido con uno y en parte con el otro. Creo que el Parlamento no es lo que precisa el Mercosur en esta etapa.

Luego el documento de Brasil se refiere al tratamiento especial para Paraguay y Uruguay, para que las economías menores puedan alcanzar niveles compatibles con la profundización de la integración. Es valioso y significativo que Brasil lo diga. Esto no se reconoció en el Tratado de Asunción ni se reconoció después. Nosotros decíamos que Paraguay y Uruguay tenían una realidad distinta, los empresarios lo saben mejor que nadie, porque no tenemos capacidad de retorsión. Mientras cualquier medida restrictiva de la libertad comercial en Brasil y Argentina puede significar la quiebra de una empresa o de todo un sector de Uruguay y Paraguay, a la inversa la retorsión nuestra apenas podría arañar algún sector de las dos economías más grandes. No estamos en condiciones iguales. Esta es la razón por la que siempre se reclamó un trato diferencial en algunas cosas. Me parece trascendente que Brasil plantee a renglón seguido la tarifa externa común como algo que debemos llegar hasta el 2006. No se puede entender este objetivo del Arancel Externo Común sin el ingrediente del trato flexible y de la particularidad de los países menores.

La propuesta argentina, por su parte, apunta a otro de los temas muy prioritarios, que ellos le llaman el "instituto monetario" del Mercosur. Esto es apenas un boceto, una idea, que habrá que analizarla con los técnicos antes de una conclusión definitiva, pero apunta a un asunto esencial. Hoy decía que así como no debemos volver a discutir los principios generales, tampoco podemos ignorar lo que hemos vivido. Y lo que hemos vivido nos ha demostrado que el tema monetario y cambiario es esencial. Podemos armar una maravillosa arquitectura de aranceles, aranceles externos, internos, negociaciones, cupos, pero eso puede ser arrasado por una discrepancia o distorsión cambiaria o monetaria. Ahí hay un punto clave, que hoy no podemos ignorar. Cuando la reunión de Ouro Preto a fines del 94, este tema se planteó pero quedó allí, porque parecía que Brasil y Argentina estaban concluyendo, Argentina con la convertibilidad establecida por ley y Brasil con algo que si no era igual, se asemejaba. No resultaba un tema acuciante porque parecía que iban convergiendo todas las monedas. Fue un espejismo que quedó claro cuando pasó lo que pasó en Argentina, que sentía como un compromiso legal y político aquello de la convertibilidad. Brasil no tenía una visión tan fervorosa, de ahí su cambio de banda cambiaria en el 99. Y luego Argentina termina en la situación que terminó.

Corte

Si algo nos deja de lección la crisis es que el fenómeno cambiario y monetario es absolutamente central. ¿La solución será esta que plantea Argentina? No sé, pero me parece que es el principio de un debate muy profundo, donde tenemos que ahondar para que a través de los mecanismos de pago, de compensación, de lo que los técnicos indiquen, pueda irse acompasando en ese terreno. Naturalmente habrá acopasamiento cambiario y monetario en la medida que haya un cierto acompasamiento macroeconómico detrás. Cuando se contradice una cosa y la otra, la economía inevitablemente se toma su revancha. Poner el emblema moneda común, que puede ser el final de la historia, como comienzo de debate, es un error parecido al que ocurre en otros temas. Tenemos que comenzar a ver cómo logramos esa armonización sin la cual estaremos siempre instalados delante de un horizonte de inseguridad en el cual todos los debates arancelarios y comerciales se hacen ilusorios y pasan a un segundo plano, arrasados por una realidad como la que hemos vivido. Esto es la gran lección que hemos vivido. Este tema es central, prioritario. Debemos vivirlo, estudiarlo, profundizarlo. Felizmente esperemos que pasemos las últimas instancias de esta crisis tan dura que aún nos afecta para encarar esta situación en profundidad.

Creo que estos debates institucionales con la amplitud con que he señalado, del mismo modo que el tema monetario y cambiario, son a mi juicio el corazón del debate. Y celebro que Brasil y Argentina estén planteando estos temas sin tabúes, hablando de la necesidad de buscar en algunas cosas tratamientos diferenciales, y señalando la necesidad de que algo que se llame "instituto monetario", o lo que fuere, organice esto. La Unión Europea fue llegando a esto sobre la base de una realidad, estaba el marco y el Banco Central alemán que era su base, y muy cerca el Banco de Francia. Acá no teníamos una moneda de referencia posible. Tomamos una de afuera o creamos la nuestra. Pero para crear la nuestra, sabemos que eso pasa necesariamente por un recorrido previo que es este, ver cómo podemos alcanzar este alineamiento monetario.

Estos son los desafíos mayores que tenemos. Confío en que tanto en Uruguay como en toda la región, no sean debates circunstanciales los que nos separen de los asuntos centrales, de los sustantivos, de estos debates de fondo.

Es verdad que nos ha tocado un tiempo malo. El destino no ha sido generoso con el Río de la Plata en los últimos tiempos. Pero como decía el personaje de Shakespeare, "el destino es quien da las barajas pero nosotros somos quienes las jugamos". Esa es nuestra responsabilidad, tratar de lograr que a través de un debate en profundidad podamos recoger las lecciones de ese pasado tan cercano, tan dramático, que aun tanto castiga a nuestro pueblo en términos de desocupación, a nuestras empresas, a nuestra sociedad toda, pero que también desde esta situación podemos mirar hacia el mañana con esperanza. Las palabras optimismo y pesimismo son tan abusadas en la vida diaria que más vale rehuirlas. Hablemos sí que tenemos la necesidad de mirar hacia delante y encontrar a veces la esperanza en la sabiduría popular, como estos depositantes o ahorristas del Banco de la República, que hicieron su cola y luego terminaron dejando el dinero en el propio banco, lo que demuestra una confianza y una fe mucho mayor que la que tenemos los actores presuntamente protagonistas del debate nacional. Esa fe del carbonero, como dice la expresión, esa fe silenciosa, de ese hombre y mujer de la clase media uruguaya, que es la gran reserva que nos debe hacer sentir con esperanza que estas primeras luces que empezamos a ver a la salida de la crisis, puedan consolidarse. Del mismo modo que esas luces que vemos en Argentina, Brasil y Paraguay, nos deben hacer sentir de nuevo que estos 220 millones de habitantes, esta región que exporta el 85% de nuestra producción afuera de la región, donde hemos desarrollado una estructura, que hoy no estamos sumergidos por las inflaciones en las que estábamos hace 15 años, estos países donde hay tierra disponible cuando empieza a agotarse en Europa y Asia, donde hay 40.000 metros cúbicos de agua por habitante cuando en Europa hay 3.800, esta región que hoy encuentra de nuevo la armonía espiritual para poder mirar hacia delante, tiene mucho para hacer. Y esta es una construcción permanente, este es otro gran asunto. Toynbee dice de las civilizaciones que no son unas condiciones sino un movimiento, que no son un puerto sino una navegación. Eso es en definitiva esto, una navegación permanente, a la cual hay que fijarle rumbo claro como creo que hoy lo tenemos. Confiemos en que la firmeza de los navegantes le permita poner buena proa a los tiempos que vendrán".

 



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