Julio
María Sanguinetti en ACDE
A continuación se transcribe la conferencia de Julio
María Sanguinetti en la Asociación Cristiana de Dirigentes
de Empresa (ACDE), realizada el martes 24 de junio de 2003.
"Una vez más ocupo esta tribuna de ACDE respondiendo
a una larga tradición de esta institución como ámbito
de discusión, de proyección de ideas, de ese debate
que muchas veces en nuestros tiempos suele ser, por un lado crispado
y, a veces, velado por el signo fugaz de la cotidianeidad que hace
que miremos las cosas en la perspectiva del debate de la tarde,
quizás sin la toma de distancia suficiente para ubicar cada
episodio en la larga línea de aquello que está significando,
de las corrientes y tendencias que ocurren detrás de esos
episodios que nutren de anécdotas la crónica diaria
pero que no siempre identifican la historia.
Desde hace un tiempo trabajamos en este tema en el Círculo
de Montevideo, un grupo de reflexión que fundamos en Uruguay
en 1996 con un grupo de gente del mundo financiero, de la política
internacional y del pensamiento, que hemos actuado fundamentalmente
en el ámbito internacional. Yo diría que hemos realizado
aquí lo menos posible porque desgraciadamente en Uruguay
no es fácil que a la gente se le vea en roles diversos. El
Círculo lo hemos mantenido como una proyección de
debate, de discusión, de generación de documentos
y de pensamiento en el ámbito internacional, con un grupo
de gente muy calificada con la que hemos trabajado todos estos años,
en particular desde las perplejidades que nos generó ese
post 1989, que marcó la divisoria entre tantos tiempos, entre
esos dos grandes siglos políticos que estaban detrás
de allí, y de este mundo que parecía tan claro y que
ha quedado lleno de incertidumbres desde entonces.
Esos trabajos sobre el Mercosur los hemos reunido para dar una
visión panorámica, no se pretende otra cosa, en unos
librillos que además incluyen una investigación realizada
por un conjunto de técnicos y el aporte muy valioso de empresarios
de los cuatro países de la región en el tema competitividad.
Incluso uno de los librillos desarrolla una metodología para
generar una de las tan difíciles evaluaciones de ese fenómeno
tan particular como es la competitividad. En unos tiempos, cuando
era tema de economistas, era reductible a ecuaciones, pero hoy sabemos
que la competitividad es más amplia, que abarca desde el
nivel cultural, las capacidades de innovación, las movilidades
sociales, por lo que se transforma en algo, difícil de aprender,
más complejo pero que requiere un abordaje científico
más razonado, lo que muchas veces nos hace trabajar sobre
la nado y obligándonos a recorrer caminos nuevos.
Este es el motivo circunstancial por el que estamos aquí,
para anunciar y presentar ese trabajo. Pero, a su vez, es obvio
que esto supone hablar de la región.
El Mercosur, dijo el Dr. De Posadas en la Casa del Partido Colorado,
en una actividad del Foro Batllista que hemos llamado El Debate
Impostergable, el Mercosur ya dejó de ser una opción,
es una realidad que no se puede discutir. De modo que hay que partir
de esa realidad regional y generar el pensamiento suficiente y necesario,
con la que el país pueda crecer y desarrollarse como lo hizo
durante algunos años.
Naturalmente, la región hoy está detrás de
una crisis rioplatense pero también después de unos
años de grandes transformaciones. Esta semana se cumplen
los 30 años de una jornada triste como fue el golpe de Estado
que vivió el país en 1973. Son 30 años ya,
que nos separan de ese episodio que la mayoría de los que
estamos acá vivimos, sufrimos, adolecimos, lloramos - si
cabe la expresión - en aquel momento, pero por otra parte
ésa era la realidad de la región. En aquel momento
toda la región estaba dominada por los golpes de Estado,
por el autoritarismo, por las violaciones de los derechos humanos,
y también, desgraciadamente, como expresión de la
ineficacia de todos esos autoritarismos, por las hiperinflaciones,
los fenómenos de extraordinario desajuste económico
y social, por los recelos, hasta las guerras, porque después
de todo hasta una guerra internacional ocurrió en ese cuarto
de siglo último que evocamos y que debe estar allí
como telón de fondo para que podamos pensar que esta región
en estos años hizo el enorme esfuerzo de reconquistar su
democracia, restablecer sus estados de derecho, vivir en la serenidad
del goce irrestricto y general de los derechos humanos y construir
también posibilidades y oportunidades de desarrollo tan importantes
como las que el país vivió, a lo largo de muchos años.
Si uno piensa que desde el año '85 que se produjo esa recuperación
democrática aquí como una oleada que se había
precedido en Argentina, siguió en Brasil, más tarde
Paraguay, antes había ocurrido en Perú, luego vino
el proceso en Centroamérica que también fue una tremenda
situación . A veces solemos perder de vista esos acontecimientos
que parecen no parecer a cuento de estos del Mercosur, pero que
lo son.
Sin ir más lejos recuerdo que en el año '85 me tocó
tomar posesión y estaba acá el Secretario de Estado
norteamericano, Schultz, y el Sr. Ortega, entonces presidente de
una junta revolucionaria nicaragüense. En ese entonces estábamos
en las vísperas de una suerte de Vietnam latinoamericano.
10 años después me tocó vivir en otro 1º
de marzo la situación en la cual habían otros dos
países hermanos en guerra: Ecuador y Perú. Estos no
son episodios lejanos en la historia, que salen de anaqueles polvorientos.
Son episodios que hemos vivido nosotros hace muy poco tiempo y que
de algún modo nos permiten pensar en esta perspectiva de
la construcción regional, de esta, nuestra región
que hizo este esfuerzo del Mercosur como expresión de esa
oleada democrática.
Fue clave el espíritu que se creó a partir de 1985,
el entendimiento que se generó entre los países, pero
fundamentalmente entre Brasil y Argentina, porque la condición
de la integración era la superación del recelo entre
los dos países de mayor porte y presencia económica
y militar. Y digo militar porque el tema militar fue muy importante
en los desencuentros, en sus recelos y en los prejuicios entre Brasil
y Argentina y porque fue fundamental para que esto pudiera superarse.
Nunca nos gusta hablar mucho de los temas militares, aún
cuando son tan trascendentes. Y Brasil y Argentina habían
vivido esa situación. La maravillosa provincia de Entre Ríos
nunca lograba una red de carreteras suficiente porque se suponía
que había que tener caminos deficitarios para que el avance
de los tanques de Brasil fuera demorado. El Ministro Cáceres
me asiente porque sabe que esa fue una realidad durante muchas décadas,
que hoy nos resulta absurda, pero que yo lo viví. No lo leí.
Y fue con otro espíritu que se lanza la idea del proceso
de integración, que se trilateraliza con Uruguay, antes de
llegar al Mercosur propiamente dicho en el 91. Fueron años
de bonanza internacional, en los cuatro países de la región,
que ambientaron, naturalmente, el optimismo en esa construcción
que se fue desarrollando en ocho años de crecimiento, hasta
el 99, en que todo ese optimismo se transforma luego en un "merco-pesimismo",
parafraseando a lo que se decía en la Unión Europea,
con sus instantes de euforia, sus momentos de optimismo y sus caídas
hacia el pesimismo y el desaliento. Y esa trabajosa construcción
que aún hoy está en camino, con episodios tan resonantes
como la aparición de la moneda común, tras cuatro
décadas largas de esfuerzo, todavía tiene con la libra
resistiéndose a fundirse en esa nueva moneda.
Estos años fueron sin duda muy duros, especialmente en el
Río de la Plata. La crisis institucional argentina más
la crisis financiera argentina con la secuela aquí, y antes
en el 99 con la devaluación brasileña que por su propia
dimensión generó un desnivel crítico en el
flujo de importaciones y exportaciones de toda la región,
hacen un proceso de cuatro años, del 99 hasta aquí,
donde la región ha vivido un momento muy difícil en
que el Mercosur ha seguido funcionado, debiendo administrar todas
las situaciones de crisis. Y, sin embargo, se ha seguido construyendo.
Basta pensar en el Pacto de Olivos, en el peor momento, en febrero
del 2002, firmándose en la vieja quinta presidencial argentina
un acuerdo que estableció algo muy importante como un tribunal
de segunda instancia para los conflictos jurisdiccionales.
Ha sido una construcción difícil. Hoy estamos en
otro momento. Hay un nuevo gobierno en Brasil, un nuevo gobierno
en Argentina, habrá uno nuevo en Paraguay, se ha salido de
los interinatos, de las situaciones, por lo menos, no normales en
Paraguay y Argentina, el tránsito en Brasil ha sido muy normal,
nosotros no hemos tenido problemas institucionales pero sí
tremendos problemas financieros. En todo caso hoy, fundamentalmente,
la irrupción de dos gobiernos nuevos en Brasil y Argentina
vuelve a poner en escena el tema con otra perspectiva, con otro
humor sobre el manejo del mismo fenómeno. Y eso es trascendente:
el extraordinario interés que ambos gobiernos, el argentino
y el brasileño, le han dado al tema, es algo muy significativo.
Y lo destaco. Porque a veces se miran las cosas con cierta distorsión,
imaginando que Brasil y Argentina están inmersos hoy en hablar
de estos temas, lo que provoca ciertas especulaciones que yo creo
que lejos de merecer una nota de temr la tienen de optimismo.
En los 90 el Mercosur para nosotros era tema de primera página,
en Argentina aparecía en la sección de internacionales
de los periódicos y en Brasil ni se veía, era tema
para una notita. Ahora el Mercosur es tema preponderante para todos
los países. Así que no miremos con pesimismo, sino
al revés, este interés, este nuevo espíritu
de tratar de seguir desarrollando este esfuerzo al que desgraciadamente
siempre se le pone un adjetivo de relanzamiento, en esa necesidad
de síntesis que solemos tener los periodistas para titular
la nota, pero es la expresión de la continuidad, de otro
momento.
Este Mercosur post crisis rioplatense es el que tenemos por delante.
Y ese Mercosur post crisis tiene que ubicarse en un contexto en
el cual los grandes objetivos ya están definidos. No es la
hora de comenzar discutir de nuevo lo que ya se zanjó, lo
que nos solo aceptaron los gobiernos, lo que no solo revalidó
a través de la práctica, sino lo que también
los propios pueblos asumieron a través de Parlamentos y expresiones
públicas.
Del mismo modo tampoco tendría sentido que no recogiéramos
la lección de los últimos episodios. Sería
absurdo emerger de esta crisis o bien discutiendo los fines del
Mercosur o, a la inversa, ignorando lo que acaba de pasar.
Lo primero porque no tiene sentido. Siempre quisimos un proceso
de integración económica, un mercado común,
una integración con un regionalismo abierto, y un área
de democracia. Y esto es lo que seguimos y seguiremos creyendo del
Proyecto Mercosur. No podemos ignorar que ha pasado una crisis,
y quizás eso nos haga rebalancear las prioridades y ubicarnos
no exactamente en el mismo lugar donde estábamos ubicados,
porque ellas nos han mostrado dónde teníamos las mayores
fragilidades y donde es que teníamos que poner el acento
para seguir construyendo. Especialmente porque estamos también
en años en que el mundo ha cambiado. Estamos viviendo una
era distinta, no hay discusión hoy ya, ni en el terreno de
la sociología, ni de la economía, ni del pensamiento
en general. Vivimos una era con una economía diferente, con
sociedades distintas, con realidades políticas distintas,
hasta con una redistribución de fuerzas universal diferente.
Todos imaginamos que el mundo bipolar cedía paso a una multipolaridad
en el 89 y no fue así. Hay una potencia hegemónica
en el terreno económico, científico, militar, y aun
en el terreno cultural a través de la transmisión
de datos, gustos, valores, que ejerce un fuerte predominio. Frente
a ello, Europa, con todo ese enorme capital histórico y con
toda la identificación que tenemos con ella, aparece reconociendo
esa hegemonía militar y esa capacidad de arbitraje a partir
de la crisis de Yugoslavia, cuando la OTAN llama a intervenir a
la potencia militar de Estados Unidos.
Son hechos que hay que tomar en cuenta cuando observamos desde
nuestra región, lejana quizás a todos esos episodios,
distante, pero que por lo mismo debe ser lo más fuerte posible,
lo más respetable posible para ser respetada, lo más
congruente y a su vez lo más armónica posible. Porque
en el aislamiento de los Estados difícilmente podremos jugar
en este concierto internacional en el cual se rebalancean las fuerzas.
Corte
El Mercosur debe pensar hacia fuera, como pensó siempre,
del mismo modo que debe pensar hacia adentro suyo. Cuando digo hacia
fuera señalo que no se trata solamente de agregar otros países,
como suele hablarse.
Creo que la construcción del Mercosur es todavía
suficientemente imperfecta como para seguir añadiendo Estados
y países. Mas allá del deseo y de las afinidades sentimentales
con los diferente Estados, hay que manejar esto con mucha cautela.
Porque esa fue la experiencia que se vivió antes en los procesos
de integración. Si no ha sido fácil entre nosotros
cuatro, con más razón más difícil será
con otros países, con economías muy diferentes, problemáticas
diferentes, porque esa fue la experiencia que vivimos en ALALC,
donde para establecer promedios entre tantos Estados, se termina
con una misión imposible, y se termina, además, caminando
a la velocidad del más lento. Mucha parsimonia debería
tenerse para pensar en ese tipo de pasos, sobre todo cuando aun
no hemos podido integrar a países con identidades geográficas
y de todo tipo como Chile y Bolivia. Aún no hemos podido
ingresar plenamente, pese a que son parte tan activa, especialmente
en el plano político, pero que sin embargo no han podido
ingresar al Mercosur porque no hemos podido en definitiva acomodar
nuestras situaciones, para decirlo en forma simplista, porque no
hemos podido adaptar el Arancel Externo Común a la economía
chilena. De modo que mirar hacia afuera no es ponerse a llamar amigos,
porque todos son países amigos y con los cuales tenemos muy
buenas relaciones. Este es un proceso de integración complejo
y con el cual tenemos que lidiar.
Mirar hacia afuera significa que el Mercosur siga desarrollando
su capacidad de relacionamiento. Eso no es algo novedoso. No es
por acaso que en diciembre de 1995 firmamos en Madrid el acuerdo
que comenzó las conversaciones y negociaciones con la Unión
Europea que no ha caminado con la velocidad que desearíamos,
es verdad, pero no podemos abandonar, porque la Unión Europea
sigue teniendo un peso preponderante desde todos los puntos de vista.
Respecto al ALCA, del mismo modo, debemos mirar con entusiasmo
a ese proceso que no es incompatible ni con el Mercosur ni con la
Unión Europea. Buscamos un mundo más abierto desde
las regiones, todos convergiendo y en definitiva hacia el espacio
final de una liberalización mayor de condiciones más
equitativas de mercado.
No son fenómenos que debemos mirar con recelo o con un espíritu
que a veces siembra sombras sobre cosas que son claras. Es muy importante
que el presidente de Brasil haya realizado una reunión importante
con el presidente Bush en Washington. Fue una reunión de
tres horas, de gabinetes, eso solo lo había hecho Estados
Unidos con México, y ahora lo hace con Brasil. Eso revela
que el fenómeno del relacionamiento con los Estados Unidos
y que se objetivará en lo comercial a través del ALCA
es algo que está en la agenda. La prensa brasileña
ha destacado que la prensa americana no le dio ningún espacio
a estas reuniones. (Corte del cassette) Lo nuestro para que tenga
visibilidad, virtualidad, debe desarrollarse de un modo muy serio,
solo a través de una acción armónica y consistente,
y en lo posible de una región.
Corte
La Unión Europea, el ALCA, la región andina, debe
mostrarnos a un Mercosur que mira hacia fuera, no un Mercosur autista,
hoy menos que nunca. Los acontecimientos del universo no nos pueden
llevar a un Mercosur ensimismado, que mire solo hacia su interior,
sino que debe persistir en ese esfuerzo de proyección, que
por otra parte lo ha hecho siempre. No es casual que el 85% de la
exportación del Mercosur va afuera de la región. O
sea que, aquel temor de que el Mercosur se transformara en un desvío
de comercio no se dio en los hechos. Habrá desvíos
parciales pero en todo caso la mayoría del comercio sigue
estando afuera. Es verdad que hubo algunos momentos con más
crecimiento adentro que el que había hacia fuera, pero era
lógico porque la liberalización operaba adentro. No
hubo un fenómeno de desvío de comercio que nos haya
hecho importar o introducir unas ineficiencias regionales que nos
debilitaran a cada uno. Todo lo contrario.
Pero el Mercosur también hacia adentro debe serguirse desarrollando
donde hay tareas y debates aún no concluidos muy importantes.
Uno dominante es el de las asimetrías. Si alguna carencia
tiene el Tratado de Asunción, es, justamente, la de haber
considerado a las cuatro partes en igualdad de condiciones, además
de la igualdad de derechos, lo que es lógico. La Unión
Europea se construyó sobre la base de lo que fue fundamentalmente
el gran episodio de la restauración amistosa entre Alemania
y Francia, pero el conjunto se hizo sobre la base de los famosos
fondos compensatorios que le permitieron a España, Portugal.
Grecia, Irlanda y al sur de Italia poder realizar la inversión
de infraestructura que los aproximó al nivel de los otros,
no todos lo hicieron igual. Pero basta verlos ahora para entender
que fue un proceso exitoso. Nosotros estamos lejos de esa posibilidad,
no podemos tener fondos de ese tipo, pero sí es importante
que se reconozca ese hecho, que fue quizás la mayor limitante,
lo digo como comprobación, que tuvo el Tratado de Asunción.
En la reunión de Asunción de estos días algo
se avanzó. Está estampado como un tema trascendente
en el artículo 10 del comunicado, donde se valora positivamente
la propuesta de Paraguay relacionada con el tratamiento de las asimetrías
entre los Estados partes del Mercosur, como un importante aporte
para la consolidación del proceso de integración regional.
Y reconocen la necesidad de adoptar políticas concretas para
abordar la cuestión. Estamos aquí ante un reconocimiento
explícito del tema, que mirado desde Uruguay y Paraguay,
resulta central. Que haya un reconocimiento formal es muy significativo.
Adquiere un valor muy importante porque en el mes de agosto se hará
una reunión de presidentes donde se tratará el tema.
Es un gran tema, que se hace en forma paralela a otros asuntos que
hay que seguir desarrollando en materia de institucionalidad. Uruguay
es notorio que ha tomado iniciativas importantes en este terreno,
en el desarrollo de la Secretaría Técnica, de los
mecanismos de controversia. Todo esto lo tenemos que llevar a la
práctica. Algunas cosas ya se han iniciado. Otras no están
tan lejanas. Los mecanismos arbitrales han funcionado. En Olivos
nace un tribunal, todavía no es el tribunal permanente al
que aspiramos, pero éste ya vendrá. Estas son iniciativas
de nuestro país que ha estado muy envuelto en ellas.
Pero el fenómeno institucional va mucho más allá,
no es solo la arquitectura jurídica del Mercosur como entidad
propia. Es también la adaptación de muchas estructuras
internas. Tenemos legislaciones estaduales y provinciales, en los
dos países federales que son nuestros vecinos, que son importantes
y complejas. Son legislaciones estaduales que modifican las reglas
de juego. Y no es que no haya voluntad de los gobiernos centrales
- lo hemos vivido - hay mil episodios que lo demuestran, como aquel
tema lácteo en Brasil, cuando el propio gobierno central
tomaba medidas para garantizar nuestro comercio pero nuestro hermano
estado de Río Grande, que por ser igual compite con nosotros,
nos aplicaba otras medidas que nos hacía muy difícil
el comercio. Lo mismo sucedía con provincias argentinas,
cosa que hemos hablado recientemente con el presidente de la Cámara
de Industrias, aquí presente. Y eso hace a la institucionalidad.
La agenda entonces se ha nutrido. Quiero destacar propuestas que
importan, planteadas por Brasil y por Argentina. Me parecen muy
importantes las dos propuestas que hicieron Brasil y Argentina.
Brasil plantea como objetivo el 2006, donde toca muchos temas. Recuerdo
que Uruguay hizo de su presidencia una agenda 2000 que es muy parecida
en su temática, una visión omnicomprensiva del fenómeno
Mercosur. Muchas se llevaron a cabo, otras se la llevaron las tormentas.
Del mismo modo Brasil plantea el objetivo 2006 como título
de su documento. Esta propuesta brasileña comienza con un
programa político, donde habla de la participación
de la sociedad civil, un Mercosur ciudadano que se refiera a las
migraciones y se refiere también al Parlamento del Mercosur.
Quiero dar mi opinión al respecto porque ha estado en debate
ese tema. Mi ilustrado colega el presidente Lacalle ha reiterado
su vieja idea de que el Mercosur no tiene contenido político,
con lo cual más de una vez hemos conversado y de algún
modo discutido. Yo conozco bien su pensamiento como para saber que
cuando él habla de que el Mercosur no es político,
es porque está temiendo una supranacionalidad soberana que
diluya la soberanía nuestra, y en ese sentido puedo comprender
y aceptar su temor. Pero personalmente creo que el Mercosur es un
hecho político en sí mismo. Cuando cuatro países
se reúnen para constituir un mercado común, no es
simplemente un hecho comercial y económico. La repercusión
política es incuestionable e indiscutible, por eso se discutió
con todos los partidos políticos, las fuerzas cívicas,
el Parlamento.
Como también es político el hecho de que luego el
Mercosur incorporara el más alto de los ingredientes políticos,
como es la cláusula democrática, es decir que cualquier
país que se apartara de la orientación democrática
quedaría automáticamente excluido. Ni sería
expulsado, quedaba automáticamente excluido. Cuando la hermana
República de Paraguay tuvo una crisis institucional, esto
operó y fue señalado y se puso arriba de la mesa por
los cancilleres de todos los países del Mercosur. Y fue un
factor no sé si decisivo pero importante en la solución
de esa crisis. Como también es un hecho político cuando
el Mercosur se reúne para discutir con la Unión Europea
o con el ALCA. No es meramente la discusión de aranceles.
Son hechos políticos.
Pero una cosa distinta es el Parlamento. Que eso es un capítulo
dentro de lo que es la realidad política, es a mi juicio
algo incuestionable. Personalmente creo que el Parlamento puede
estar al final, pero no al principio ni en el medio como actualmente
estamos. Personalmente creo que el Mercosur no tiene aún
las condiciones para un Parlamento electo. Porque todavía
nos falta mucho en el terreno administrativo, en el terreno de los
gobiernos y las estructuras, como para que le introduzcamos un poder
que por esencia es plural, discursivo y discrepante. El Parlamento
es naturalmente ámbito de debate en el que los partidos,
que por algo se llaman partidos, secciones de la ciudadanía,
discuten ideas contradictorias. Y no nos parece oportuno que cuando
aún tenemos que discutir asuntos administrativos, económicos,
comerciales, introduzcamos al lado el factor del debate político,
que no lo veo constructivo. A eso habremos de llegar. Yo soy un
convencido del Mercosur, creo que habremos de llegar, pero será
al final, como ocurrió en Europa, donde fue un complemento
a toda una realidad ya estructurada. Y donde no es el motor de la
Unión, que es básicamente su Consejo instalado en
Bruselas. Es un complemento político, importante, pero no
fue base de la Unión Europea. Hoy no veo aun las condiciones
adecuadas para ello, en esto coincido con mi colega el presidente
Lacalle, en lo demás coincido un poco más con mi amigo
el senador Larrañaga, y no por esto me estoy introduciendo
en los debates u opiniones diversas que por suerte existen en nuestros
partidos. Los partidos nunca son unanimidades, y a nadie debe sorprender
el debate. En parte coincido con uno y en parte con el otro. Creo
que el Parlamento no es lo que precisa el Mercosur en esta etapa.
Luego el documento de Brasil se refiere al tratamiento especial
para Paraguay y Uruguay, para que las economías menores puedan
alcanzar niveles compatibles con la profundización de la
integración. Es valioso y significativo que Brasil lo diga.
Esto no se reconoció en el Tratado de Asunción ni
se reconoció después. Nosotros decíamos que
Paraguay y Uruguay tenían una realidad distinta, los empresarios
lo saben mejor que nadie, porque no tenemos capacidad de retorsión.
Mientras cualquier medida restrictiva de la libertad comercial en
Brasil y Argentina puede significar la quiebra de una empresa o
de todo un sector de Uruguay y Paraguay, a la inversa la retorsión
nuestra apenas podría arañar algún sector de
las dos economías más grandes. No estamos en condiciones
iguales. Esta es la razón por la que siempre se reclamó
un trato diferencial en algunas cosas. Me parece trascendente que
Brasil plantee a renglón seguido la tarifa externa común
como algo que debemos llegar hasta el 2006. No se puede entender
este objetivo del Arancel Externo Común sin el ingrediente
del trato flexible y de la particularidad de los países menores.
La propuesta argentina, por su parte, apunta a otro de los temas
muy prioritarios, que ellos le llaman el "instituto monetario"
del Mercosur. Esto es apenas un boceto, una idea, que habrá
que analizarla con los técnicos antes de una conclusión
definitiva, pero apunta a un asunto esencial. Hoy decía que
así como no debemos volver a discutir los principios generales,
tampoco podemos ignorar lo que hemos vivido. Y lo que hemos vivido
nos ha demostrado que el tema monetario y cambiario es esencial.
Podemos armar una maravillosa arquitectura de aranceles, aranceles
externos, internos, negociaciones, cupos, pero eso puede ser arrasado
por una discrepancia o distorsión cambiaria o monetaria.
Ahí hay un punto clave, que hoy no podemos ignorar. Cuando
la reunión de Ouro Preto a fines del 94, este tema se planteó
pero quedó allí, porque parecía que Brasil
y Argentina estaban concluyendo, Argentina con la convertibilidad
establecida por ley y Brasil con algo que si no era igual, se asemejaba.
No resultaba un tema acuciante porque parecía que iban convergiendo
todas las monedas. Fue un espejismo que quedó claro cuando
pasó lo que pasó en Argentina, que sentía como
un compromiso legal y político aquello de la convertibilidad.
Brasil no tenía una visión tan fervorosa, de ahí
su cambio de banda cambiaria en el 99. Y luego Argentina termina
en la situación que terminó.
Corte
Si algo nos deja de lección la crisis es que el fenómeno
cambiario y monetario es absolutamente central. ¿La solución
será esta que plantea Argentina? No sé, pero me parece
que es el principio de un debate muy profundo, donde tenemos que
ahondar para que a través de los mecanismos de pago, de compensación,
de lo que los técnicos indiquen, pueda irse acompasando en
ese terreno. Naturalmente habrá acopasamiento cambiario y
monetario en la medida que haya un cierto acompasamiento macroeconómico
detrás. Cuando se contradice una cosa y la otra, la economía
inevitablemente se toma su revancha. Poner el emblema moneda común,
que puede ser el final de la historia, como comienzo de debate,
es un error parecido al que ocurre en otros temas. Tenemos que comenzar
a ver cómo logramos esa armonización sin la cual estaremos
siempre instalados delante de un horizonte de inseguridad en el
cual todos los debates arancelarios y comerciales se hacen ilusorios
y pasan a un segundo plano, arrasados por una realidad como la que
hemos vivido. Esto es la gran lección que hemos vivido. Este
tema es central, prioritario. Debemos vivirlo, estudiarlo, profundizarlo.
Felizmente esperemos que pasemos las últimas instancias de
esta crisis tan dura que aún nos afecta para encarar esta
situación en profundidad.
Creo que estos debates institucionales con la amplitud con que
he señalado, del mismo modo que el tema monetario y cambiario,
son a mi juicio el corazón del debate. Y celebro que Brasil
y Argentina estén planteando estos temas sin tabúes,
hablando de la necesidad de buscar en algunas cosas tratamientos
diferenciales, y señalando la necesidad de que algo que se
llame "instituto monetario", o lo que fuere, organice
esto. La Unión Europea fue llegando a esto sobre la base
de una realidad, estaba el marco y el Banco Central alemán
que era su base, y muy cerca el Banco de Francia. Acá no
teníamos una moneda de referencia posible. Tomamos una de
afuera o creamos la nuestra. Pero para crear la nuestra, sabemos
que eso pasa necesariamente por un recorrido previo que es este,
ver cómo podemos alcanzar este alineamiento monetario.
Estos son los desafíos mayores que tenemos. Confío
en que tanto en Uruguay como en toda la región, no sean debates
circunstanciales los que nos separen de los asuntos centrales, de
los sustantivos, de estos debates de fondo.
Es verdad que nos ha tocado un tiempo malo. El destino no ha sido
generoso con el Río de la Plata en los últimos tiempos.
Pero como decía el personaje de Shakespeare, "el destino
es quien da las barajas pero nosotros somos quienes las jugamos".
Esa es nuestra responsabilidad, tratar de lograr que a través
de un debate en profundidad podamos recoger las lecciones de ese
pasado tan cercano, tan dramático, que aun tanto castiga
a nuestro pueblo en términos de desocupación, a nuestras
empresas, a nuestra sociedad toda, pero que también desde
esta situación podemos mirar hacia el mañana con esperanza.
Las palabras optimismo y pesimismo son tan abusadas en la vida diaria
que más vale rehuirlas. Hablemos sí que tenemos la
necesidad de mirar hacia delante y encontrar a veces la esperanza
en la sabiduría popular, como estos depositantes o ahorristas
del Banco de la República, que hicieron su cola y luego terminaron
dejando el dinero en el propio banco, lo que demuestra una confianza
y una fe mucho mayor que la que tenemos los actores presuntamente
protagonistas del debate nacional. Esa fe del carbonero, como dice
la expresión, esa fe silenciosa, de ese hombre y mujer de
la clase media uruguaya, que es la gran reserva que nos debe hacer
sentir con esperanza que estas primeras luces que empezamos a ver
a la salida de la crisis, puedan consolidarse. Del mismo modo que
esas luces que vemos en Argentina, Brasil y Paraguay, nos deben
hacer sentir de nuevo que estos 220 millones de habitantes, esta
región que exporta el 85% de nuestra producción afuera
de la región, donde hemos desarrollado una estructura, que
hoy no estamos sumergidos por las inflaciones en las que estábamos
hace 15 años, estos países donde hay tierra disponible
cuando empieza a agotarse en Europa y Asia, donde hay 40.000 metros
cúbicos de agua por habitante cuando en Europa hay 3.800,
esta región que hoy encuentra de nuevo la armonía
espiritual para poder mirar hacia delante, tiene mucho para hacer.
Y esta es una construcción permanente, este es otro gran
asunto. Toynbee dice de las civilizaciones que no son unas condiciones
sino un movimiento, que no son un puerto sino una navegación.
Eso es en definitiva esto, una navegación permanente, a la
cual hay que fijarle rumbo claro como creo que hoy lo tenemos. Confiemos
en que la firmeza de los navegantes le permita poner buena proa
a los tiempos que vendrán".
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