Compromiso
por el cambio para el nuevo siglo. Pautas para el desarrollo ideológico
y la elaboración programática.
1. Mundialización de las oportunidades y de los problemas,
globalización e integración regional: un nuevo mundo
es posible.
Vivimos en un
mundo marcado por la mundialización, globalización
o internacionalización, entendida como el proceso de acercamiento
e integración de culturas, naciones y Estados. Un proceso
que se ha dado a lo largo de la historia de la humanidad con distintos
grados de intensidad y velocidad. Ese proceso tiene hoy dos características
básicas: la extensión y velocidad con que se desarrolla
como consecuencia de la revolución científico-técnica
y el desarrollo de las comunicaciones; y la relación asimétrica
entre dominados y dominadores que lo caracteriza y que ha contribuido
a agravar las desigualdades de la sociedad contemporánea.
El incremento
sustancial del grado de mundialización se manifiesta en mayor
nivel de intercambio comercial, financiero, productivo y tecnológico
y en nuevas y más profundas formas de relacionamiento y comunicación
Ello se ha caracterizado por las políticas de apertura y
liberalización en los países dependientes, para una
mayor inserción y expansión del capitalismo central.
A nivel económico, el mundo se ha convertido en la principal
"unidad operativa" para el capital financiero y las empresas
transnacionales, produciendo cuantiosos beneficios injustamente
distribuidos. La "globalización financiera"y la
falta de regulación permite voluminoso movimientos de capital
especulativo en forma instantánea, en desmedro de su orientación
hacia la producción y aumentando la vulnerabilidad de nuestras
economías nacionales.
El desarrollo
de las fuerzas productivas ha llevado al sistema capitalista a una
nueva fase de "capitalismo global" en la que se persigue
mediante la recomposición de la tasa de plusvalía
el alza de la tasa de ganancia mediante la combinación de
una profunda reconversión tecnológica, en especial
en los países centrales, y un deterioro de las condiciones
de trabajo a nivel global, en especial en los países dependientes.
El pensamiento
neoliberal se ha apropiado de la globalización a nivel ideológico,
imponiendo su modelo, y pretendiendo consagrarlo como el único
posible y decretar el "fin de las ideologías" como
sentencia de su triunfo ante las ideas alternativas. Comenzado el
siglo XXI no ha demostrado más que su carácter esencialmente
injusto. Crecientes desigualdades entre países ricos y pobres;
concentración del desarrollo económico en escasas
áreas del planeta y en pocas manos mientras al mismo tiempo
regiones inmensas padecen hambre y carencias sanitarias elementales;
enormes diferencias sociales; incapacidad para erradicar la pobreza,
la marginalidad y la inseguridad; intolerancia ante las diversidades
culturales; imposiciones militares a los más débiles,
el drama ecológico producto de la depredación del
medio ambiente, y tantas otras injusticias que presenciamos habitualmente,
son las características de ese orden de cosas que algunos
han dado en llamar nuevo orden mundial, al que nos resistimos y
que queremos cambiar.
La liberalización
absoluta de las economías, la desregulación, las privatizaciones,
la reducción del estado y del rol de la sociedad a su mínima
expresión no son, como se pretende, realidades inexorables
propias del fenómeno de la globalización, sino una
opción ideológica que no compartimos.
Al amparo de
esa ideología se ha pretendido entronizar un "nuevo
orden mundial" en el que la liberalización total como
esquema económico, es acompañada de un ordenamiento
geopolítico y un tipo de relacionamiento internacional esencialmente
injusto, basado en la desigualdad del intercambio comercial y cultural
entre los pueblos, y la injerencia de una nación en los destinos
del mundo en el nuevo contexto unipolar construido a partir de la
caída del "socialismo real" en 1989. Un pequeño
grupo de naciones encabezadas por los Estados Unidos impone su voluntad
al resto del mundo, muchas veces por medio de la agresión,
el bloqueo y el chantaje. En otras ocasiones, utilizando organizaciones
internacionales como el Fondo Monetario, Banco Mundial o la Organización
Mundial del Comercio en beneficio de sus intereses.
La dominación de la información mundial y de las telecomunicaciones,
en sus normas, programas y contenidos y sobretodo, en los valores
que se van gestando, es un elemento central en la estrategia estadounidense
para consolidar su influencia sobre todo el planeta.
Hoy surge con
claridad que el neoliberalismo conduce a callejones sin salida,
y que, por ende, debe ser enfrentado, contenido y derrotado por
la lucha unida de los pueblos, por una conjunción de máxima
amplitud de la izquierda y de los movimientos populares y sociales.
Ante esta realidad
sostenemos que otro mundo es posible y que el desarrollo de las
fuerzas productivas y la creatividad humana puede y debe volcarse
a favor de la superación del estado actual de cosas. Otro
puede y debe ser el rumbo y la orientación del proceso de
globalización mundial en curso, que minimice sus impactos
negativos y despliegue las enormes oportunidades que el actual desarrollo
de la humanidad ha alcanzado en beneficio de las grandes mayorías
del planeta.
Luchamos por
un nuevo orden internacional más justo reafirmando nuestra
clara postura antiimperialista. El propio imperialismo se ha transnacionalizado
y modificado. Ya no se trata sólo de la dominación
económica y cultural de un Estado sobre otros, sino de un
conjunto de multinacionales que a través de la concentración
de poder económico y del conocimiento científico-tecnológico,
controlan y dominan los mercados mundiales.
Los países
desarrollados tienen ante sí la disyuntiva de continuar aferrados
a la actual situación, lo que implica agravarla, o asumir
el desafío de involucrarse auténticamente en el crecimiento
económico, la superación del conjunto de la humanidad
y la construcción de un mundo de paz. Esta segunda opción
implica modificar las políticas que han puesto la tecnología
, las telecomunicaciones, los medios masivos de comunicación
y el desarrollo de l comercio exclusivamente a su servicio.
Las respuestas
a las inequidades de la globalización hegemonizada por el
capital financiero y el pensamiento neoliberal, y a las nuevas formas
de la opresión y sujeción que suponen, deben ser nacionales,
regionales y mundiales. En ese sentido los movimientos progresistas
del mundo deben asumir el desafío de pensar y actuar local
y globalmente a la vez, lo que supone la necesidad de proyectar
las políticas nacionales a los planos regional y mundial
articulando alianzas entre pueblos y gobiernos de países
con intereses comunes, y estrechando los vínculos con quienes
piensan igual a lo largo y ancho del planeta.
Esta lucha debe
promover como aspecto central de esa reorientación para que
los pueblos del mundo puedan gobernar la globalización con
signo progresista, la mayor participación pública
y de la sociedad civil organizada en el proceso, la democratización
de los organismos internacionales y de los medios de comunicación,
y la regulación de los procesos económicos desatados.
Debemos impulsar particularmente la administración democrática
del conocimiento, la información y la cultura, y la implementación
de mecanismos reguladores del control de los flujos financieros
como tasas aplicables a las transacciones de corto plazo de divisas
con el objetivo de promover los movimientos de largo plazo y la
inversión productiva desalentando la especulación
y aumentando la autonomía de las economías nacionales.
A nivel político
partidario, debemos practicar y fomentar la coordinación
entre movimientos y partidos afines, y a nivel social, vincular
los esfuerzos desarrollados en la sociedad civil en tal sentido.
Los acentos internacionalistas planteados por los movimientos populares
y socialistas desde su origen son un punto de apoyo desde dónde
avanzar en este campo. A su vez, la experiencia del Foro de San
Pablo desarrollada desde 1990, y la del Foro Social Mundial lanzada
en enero de 2001, constituyen experiencias valiosas en esa dirección
que nuestra fuerza política ha alentado y asumido con responsabilidad,
y en los que debemos seguir avanzando porque aún resta mucho
por hacer.
La interrelación
de los procesos económicos ha sido acompañada de la
consolidación de grandes bloques regionales en torno a la
principales potencias económicas del globo, en América
del Norte, el Sudeste Asiático y Europa. Los procesos de
integración en el resto de las regiones y países para
interactuar con ellos desde mejores condiciones, resulta en este
contexto necesario y políticamente conveniente.
Debemos enfrentar
este mundo de bloques con un relacionamiento basado en la cooperación
y en la unidad de América Latina, que permita un relacionamiento
de nuevo tipo con los organismos financieros internacionales como
el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con las grandes
transnacionales, y con la potencia hegemónica en la región,
con mayor paridad y sin condicionamientos ni intervencionismos.
El Plan Colombia es un claro ejemplo del modo de relacionamiento
entre pueblos y países que no compartimos, en tanto supone
la intromisión en los asuntos internos de un país
hermano que vulnera su soberanía y compromete la seguridad
e independencia del conjunto del continente.
La integración
de los pueblos latinoamericanos ha sido y es un objetivo histórico
fundamental para el Frente Amplio. Concebida con la riqueza y amplitud
que el concepto supone, trasciende los acuerdos meramente comerciales
con los que se ha pretendido identificar el programa de integración
en la región. La verdadera integración debe incluir
acuerdos comerciales pero no limitarse a ello en el marco de un
proyecto global de mayor aliento. Debe incluir, la coordinación
económica y financiera, la complementación productiva,
el intercambio tecnológico, la cooperación y el emprendimiento
de proyectos comunes de investigación científica,
la coordinación de políticas de transporte y comunicaciones,
el encare de problemáticas sociales comunes, y el desarrollo
de la integración cultural de nuestros pueblos.
En esta perspectiva
el proyecto del MERCOSUR emprendido en 1991 por nuestro país,
que debiera representar una oportunidad para el Uruguay y la región,
aún no ha sido aprovechado en su potencialidad debido a las
orientaciones neoliberales que han prevalecido en los gobiernos
de los países integrantes del Tratado, lo que ha contribuido
al franco deterioro de las condiciones de vida en la región
y ha reducido, en los hechos, el proyecto de integración
regional provocando su estrechamiento, expresado de alguna manera
en su propia denominación, en tanto nuestra región
no es solamente un mercado ni puede ser reducida a ello.
Es necesario
replantear el MERCOSUR desde una perspectiva de izquierda. Impulsamos
un proyecto de integración regional económica, pero
también social, política y cultural, para lo cual
resulta necesario desplegar nuevos esfuerzos para establecer entendimientos
y plataformas comunes con los movimientos progresistas de la región,
propiciar la institucionalización, la democratización
del proceso, y la mayor participación de la sociedad en él.
El ingreso del
país al MERCOSUR fue objeto de un amplio debate al interior
de la sociedad uruguaya, producto del intercambio fecundo del conjunto
de los actores políticos, y constituye una apuesta estratégica
del país que ha significado costos elevados para importantes
sectores de uruguayos. Cualquier cambio de esas definiciones o emprendimientos
nuevos en materia de integración, entre ellas nuestra relación
con el ALCA, deben procesarse con los mayores niveles de transparencia
y amplitud democrática sobre la base de la defensa de los
intereses nacionales; debe ser encarado sobre la base de la igualdad
y reciprocidad de los países, desde dentro del MERCOSUR,
y sin aceptar condicionamientos unilaterales que supongan la desprotección
de nuestra economía en beneficio de las más desarrolladas
sin contrapartidas que beneficien al país.
Por todo esto,
ante las nuevas realidades, el Frente Amplio, como hace treinta
años, continúa proclamando la necesidad de defender
nuestra patria y nuestro lugar en el concierto internacional. Brega
por la integración de los pueblos, por la convivencia pacífica
entre naciones, y por el intercambio científico y cultural
equitativo, desterrando el concepto, tan viejo como equivocado,
de que los valores por ser propios son mejores que los de otros
pueblos. Estos propósitos, en un mundo globalizado, están
más vigente que nunca .
2. Por un
Estado activo y regulador a favor del interés común
Los derechos
sociales y económicos de la gente y el necesario desarrollo
económico para su plena realización requieren de la
intervención pública sobre la economía para
garantizar su vigencia. La naturaleza, el rol y la gestión
del Estado adquiere verdadero sentido en relación a los objetivos
perseguidos para una sociedad y por extensión para su modelo
económico en un momento determinado.
Concebimos un
Estado activo comprometido con la suerte del país y su gente.
Queremos un Estado promotor del crecimiento económico en
beneficio del desarrollo con justicia social y democracia plena.
Un Estado que impulse, oriente y estimule la producción e
infraestructura necesaria; que apueste a la innovación y
el desarrollo tecnológico, y que regule el mercado. Un Estado
con sensibilidad y responsabilidad social, redistributivo, que garantice
los servicios básicos para la vida de la población,
que desarrolle políticas sociales y ambientales que mejoren
la calidad de vida de los uruguayos.
Todo ello supone
un nuevo y mejor relacionamiento con la sociedad, con el mercado,
con los trabajadores y con cada ciudadano. Asumimos el desafío
de reformar el Estado, tanto por compromiso ético como por
nuestra convicción en la importancia de su rol como palanca
y parte indisoluble de los cambios progresistas. La reforma del
Estado no supone la reducción genérica de su tamaño,
transciende este aspecto; debe orientarse a su democratización,
a su compromiso con los más desposeídos y al saneamiento
de toda forma de corrupción, a un nuevo modelo de relacionamiento
entre el sector público y la sociedad civil, entre el sector
público y los actores económicos, y entre el funcionario
público y el ciudadano.
Vivimos en una
sociedad donde el mercado juega una papel importante. Propugnamos
un mejor Estado y un mejor funcionamiento de los mercados en el
marco de nuestro proyecto de país. Impulsamos un proceso
de reforma reguladora del mercado que evite sus frecuentes descompensaciones
y efectos desigualitarios. Una de las funciones centrales del Estado
es evitar las prácticas monopólicas u oligopólicas
que muchas de las grandes empresas privadas producen en el mercado
para maximizar su ganancia y su poder. Con regulaciones transparentes
y habilitando las formas de competencia que hoy impiden dichas prácticas,
respaldando a aquellos sectores más débiles como las
pequeñas y medianas empresas urbanas y rurales.
El pensamiento
neoliberal ha hecho del mercado un fetiche y del consumo la máxima
expresión de felicidad. El consumismo exaltado impera hoy
en el Uruguay y la ideología del mercado marca todos los
aspectos de la vida. El Frente Amplio admitiendo la necesidad del
mercado, enfatiza particularmente la atención del mercado
interno vinculado a la producción y el trabajo nacional,
en forma complementaria al necesario desarrollo exportador del país.
Ello supone también estimular la mentalidad necesaria para
emprender el ahorro interno orientando el consumo hacia la reactivación
del aparato productivo nacional modificando los actuales términos
de intercambio Sin ese conjunto de modificaciones el país
no podrá salir del endeudamiento externo e interno, reproducirá
con más fuerza aún la situación que hoy estamos
tratando de superar.
Los distintos
gobiernos han puesto sistemáticamente el Estado al servicio
del mercado. Esta tendencia se ha agudizado al compás del
predominio prácticamente absoluto de una política
privatizadora y desreguladora implementada tenazmente por el bloque
dominante. En nuestro proyecto el Estado establecerá las
regulaciones necesarias al buen funcionamiento de la economía
y a la luz de su modelo de desarrollo económico con justicia
social definirá las modalidades de intervención estatal
en la misma.
En este mundo globalizado, viene haciendo estragos un fundamentalismo
de mercado impulsado por las concepciones neoliberales dominantes.
Los países desarrollados protegen a sus economías
y a sus productores, al tiempo que de la mano de los bloques de
poder dominantes, abren las puertas de los países dependientes
a los capitales excedentes, a los productos subvencionados en los
países desarrollados y se integran directamente al comercio
interno, afectando gravemente la producción, el trabajo,
el comercio y el empleo en nuestros países. Este fenómeno
ha contribuido al desmantelamiento del aparato productivo, a la
expulsión de productores de sus tierras, a la precarización
de las condiciones de trabajo,al desempleo cada vez mayor de los
orientales y a la emigración de los jóvenes.
Estas prácticas
económicas y políticas, vienen destruyendo el planeta:
se contamina el medio ambiente, se destruyen los grandes espacios
verdes del mundo, especialmente se está atentando contra
la Amazonia. Las grandes transnacionales pretenden, cada vez con
mayor éxito, apropiarse de los bienes más escasos
del planeta: el agua y las grandes napas freáticas. Las políticas
de protección se estrellan contra las prácticas de
las multinacionales y de los Estados más poderosos que, apoyados
en las leyes del mercado, contravienen los grandes intereses de
la humanidad. La negativa de los Estados Unidos de América,
de firmar los acuerdos de Kioto, es un ejemplo claro de ello.
Ante estas situaciones
los Estados deben asumir como una de sus prioridades la protección
del planeta, oponiendo el control y la regulación a la liberalización
salvaje con la que se vienen explotando los recursos naturales.
El Frente Amplio asume la responsabilidad de impulsar políticas
de protección ambiental a nivel nacional e internacional.
En el ámbito
interno, el Estado debe encarar la obligación de regular
el mercado y asumir un papel central en la construcción del
país solidario, que ayude a su desarrollo, garantizando además
el acceso de la población a servicios públicos básicos,
evitando que caigan en manos de monopolios u oligopolios privados.
En ese sentido las empresas públicas, aparte de constituir
un patrimonio colectivo que debe ser preservado, han de ser gestionadas
con eficacia, eficiencia y con los niveles necesarios de control
que garanticen su transparencia al conjunto de los ciudadanos, sus
únicos propietarios legítimos.
Se ha desarrollado
una nueva área de trabajo a nivel de la sociedad que no pertenece
a la órbita estatal ni a la de la empresa capitalista, sino
a la del conjunto de instituciones y emprendimientos sociales con
fines públicos o privados y sin fines de lucro, denominado
"tercer sector". Modalidad que en nuestro país
se ha expresado, con matices, en mutualistas, cooperativas, clubes
deportivos, Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), fundaciones,
proyectos auspiciados por iglesias, etc. Este sector puede ser concebido
como complementario del Estado y de las instituciones regidas por
la lógica de la ganancia empresarial, razón por la
cual el relacionamiento del Estado con esta área debe ser
asumido con creatividad desde una lógica progresista y transformadora.
Hay que generar
reglas que permitan el desarrollo del sector social de la economía,
incentivando a partir de políticas crediticias, comerciales,
tributarias y de capacitación los emprendimientos de carácter
asociativo. Nuestro país cuenta con un sector cooperativo
muy desarrollado, con capacidad de propuesta y variadas experiencias
que es fundamental que cuenten con un marco institucional que propicie
su desarrollo.
Cabe esperar
también, la aparición de otro tipo de movimientos
sociales cuestionadores, como frentes sociales de defensa de la
tierra, del trabajo y de la producción nacional, de defensa
de la soberanía y las empresas del Estado, que pueden ser
esenciales al desarrollo del proyecto democrático.
Debemos enfrentar al burocratismo, al corporativismo, y a la corrupción
que tanto daño le ha hecho al funcionamiento del Estado y
a la sociedad en su conjunto. Durante años nuestro Estado
se fue hipertrofiando y deteriorando debido a las prácticas
de amiguismo y clientelismo producto de una política deliberada
ambientada desde las direcciones de los partidos tradicionales.
El marco global de este proceso también involucró
a sectores de funcionarios y ayudó a que se erosionara la
imagen del Estado, el valor moral del trabajo y el de los trabajadores.
Nuestro objetivo
es lograr la conformación de un Estado que vele por los derechos
esenciales de la gente y reasigne recursos para dar cumplimiento
a los mismos. Un Estado que gestione y controle los sectores estratégicos
de la nación. Un Estado articulador, orientador, coordinador
de grupos e iniciativas, técnicamente capacitado para ejercer
el liderazgo en los emprendimientos colectivos; que lleve adelante
iniciativas que apuntalen el desarrollo económico, social
o cultural, y que oriente, promueva o se asocie con el capital privado
cuando sea necesario, en función del beneficio del país
y el objetivo prioritario de lograr la superación de la calidad
de vida de las grandes mayorías de la sociedad. Un Estado
regulador de la actividad privada en función de los objetivos
nacionales de bienestar general, protección del medio ambiente
y el patrimonio nacional.
3. Un acuerdo
social por el crecimiento económico y el desarrollo humano
desde una perspectiva progresista y democrática.
La lucha por
los cambios necesita que se procese una política de acuerdos
de todos los sectores sociales afectados por la política
económica y social impulsada por el bloque de poder, para
enfrentarla con la mayor fuerza posible desde el momento actual.
La vida, por
la vía de los hechos, ha ido avanzando en ese sentido: la
política económica ha sacado a luz las coincidencias
entre distintos sectores sociales que se han venido movilizando
por sus distintos intereses y se han encontrado en los caminos de
la patria. La defensa de la soberanía, la lucha por una sociedad
más justa, el trabajo para todos los orientales, reclaman
la consolidación de esos acuerdos que se han estado dibujando,
pero que todavía no han tomado una forma concreta, por lo
que los frenteamplistas ponemos en el horizonte la necesidad de
trabajar empecinadamente para darle, desde ya, una forma y un contenido
opositor y que trace claramente nuestra alternativa de futuro.
El retroceso
del Estado, la vulnerabilidad de la economía nacional, el
desmantelamiento del aparato productivo y la crisis de participación
han ambientado el debilitamiento cada vez mayor de las redes solidarias,
de seguridad y equilibrio social. Se destaca entre estos el fenómeno
de la concentración de la pobreza en los sectores más
jóvenes de la sociedad lo que anuncia, de no ser abordado
urgentemente, una polarización de la sociedad uruguaya de
imprevisibles consecuencias.
Se trata de
construir un modelo de crecimiento sustentado en amplios consensos
sociales aún hoy no suficientemente desarrollados.
El acuerdo social
tras un modelo de desarrollo justo y con futuro implica dar cuenta
de estos fenómenos, saber que si bien el modelo de la derecha
tiene todavía margen de aplicación, no puede dar más,
a no ser aumentar la deuda social y productiva. Se le agota cada
vez más rápidamente la capacidad de generar consensos
activos en torno a sus políticas. La izquierda es la única
fuerza política que puede y quiere concretar el amplio acuerdo
social que el país necesita.
Los desafíos
del crecimiento sustentable, de la superación de las desigualdades,
de la profundización democrática con el fin de ampliar
y profundizar la creación de ciudadanía deben ser
recogidos por un proyecto de país, que al principios del
nuevo milenio le de a las grandes mayorías esperanzas, horizontes
de realización individual y colectiva; que revierta la postergación
de los más débiles generando una amplia redistribución
de la riqueza, que involucre a las organizaciones de trabajadores,
de productores y empresarios con voluntad de acuerdo. Desde nuestro
punto de vista la construcción de este proyecto nacional
pasa por la convocatoria a un Acuerdo Social por el crecimiento
económico con progreso humano y justicia social en un modelo
de desarrollo sustentable.
Este Acuerdo
Social sólo será posible si persistimos en el camino
ya emprendido de consolidar un amplio bloque social y político
que exprese a todos aquellos que son víctimas del actual
modelo neoliberal y que estén dispuestos a coincidir en la
oposición y la propuesta.
El gobierno
progresista apoyado en el acuerdo entre todas las fuerzas que conforman
la base social del Frente Amplio y en la necesidad de profundizar
la democratización y el involucramiento de todos los sectores
que apuestan al progreso y al crecimiento con justicia, ampliará
la convocatoria al rico tejido social de organizaciones, asociaciones,
gremios, sindicatos y cámaras comprometidas con el desarrollo
soberano del país.
Se trata de
una convocatoria amplia en la que cada sector deberá contribuir
a los objetivos planteados.
El proceso de
diálogo y búsqueda de acuerdos no se puede agotar
en los temas económicos sino que tiene que incluir a aquellos
derechos sociales, políticos y culturales que construyen
ciudadanía, los que pueden dotar de sentido de desarrollo
integral al crecimiento productivo.
4. Profundización
de la democracia y de la ciudadanía
La profundización
y la extensión de la democracia configuran en sí mismas
un objetivo fundamental para la izquierda. La defensa de las instituciones
democráticas y de los derechos que implica ha sido y es parte
esencial de nuestra propuesta, tal como ha mostrado la historia
reciente con el esfuerzo y el sacrificio que miles de frenteamplistas
brindaron para obtener su recuperación y consolidación.
El sufragio universal, el pluripartidismo, las libertades de expresión,
reunión y asociación; las garantías de los
derechos humanos, el respeto a la libertad religiosa, el estado
de derecho, el gobierno de las mayorías y el control de las
minorías, han sido sostenidas a lo largo de toda nuestra
vida política.
La democracia
que surge después del período dictatorial bajo conducción
neoliberal se ha caracterizado por una tendencia a la concentración
del poder y al verticalismo del Poder Ejecutivo, al debilitamiento
de la acción de los organismos de contralor y a una disminución
global de atribuciones de los órganos electivos y de representación
ciudadana como el Parlamento. La opacidad del funcionamiento y de
las decisiones estatales y el control y manipulación de la
información son limitaciones sustantivas a los derechos democráticos.
El ocultamiento
de la verdad histórica sobre los ciudadanos detenidos desaparecidos
y los asesinados durante la dictadura cívico-militar y la
impunidad de los responsables de tales hechos, son heridas abiertas
en nuestra democracia que han dificultado su consolidación
y profundización.
Para el fortalecimiento del sistema democrático, constituyen
pilares fundamentales: la ampliación de los canales de participación
y los mecanismos de incidencia efectiva de los ciudadanos descentralizando
el poder; la mayor democratización de los medios de comunicación
masivos, garantizando el acceso efectivo a todos los sectores e
individuos que quieran utilizarlos para expresar sus ideas, y no
sólo a aquellos que tienen poder de compra de los espacios
o los medios; la democratización de la economía, entendida
como la búsqueda de una mayor igualdad en la distribución
de la riqueza y en el poder de decisión que ello implica.
La democratización
del conocimiento y de la educación es un capítulo
fundamental de nuestra propuesta. La inteligencia humana y el conocimiento
son en última instancia las claves determinantes de todo
progreso. Por ello promovemos una fuerte apuesta a la educación
en todos sus niveles como espacio fundamental para la enseñanza,
el desarrollo la consolidación y la elaboración colectiva
de los principios éticos aplicables a toda la vida humana.
Hoy más que nunca importa que los jóvenes aprendan
y obtengan capacidades que les habilite su desempeño laboral;
pero resulta fundamental además, que desarrollen un espíritu
crítico y solidario que los prepare para hacer frente a los
nuevos desafíos que un mundo en permanente transformación
les depara, para asumir plenamente sus derechos y responsabilidades
ciudadanas.
Reivindicamos
la política como el ámbito de resolución de
los asuntos públicos que conciernen a la sociedad en su conjunto,
como espacio de acción colectiva y de servicio. Quienes detentan
mayor poder económico y el poder político desde un
punto de vista conservador, devalúan la política como
campo de acción e incentivan la despolitización de
la sociedad, porque ello les permite afirmarse en su poder.
En ese marco
promovemos la transparencia financiera de los partidos políticos
a través de la publicación periódica de sus
ingresos y egresos, detallando sus gastos, particularmente los de
publicidad, y la prohibición de las donaciones anónimas
altas. Paralelamente a ello, el control de los actos del Estado
no sólo en cuanto a su forma o legalidad, sino también
en cuanto a su contenido, así como el establecimiento del
derecho de acceso a sus expedientes: "habeas data".
Asumimos la
ciudadanía como objeto y sujeto de la acción política.
En esa doble condición debemos fortalecerla renovando las
bases democráticas de la sociedad y promoviendo mecanismos
que acerquen más la política a la gente; que permitan
su mayor protagonismo en forma organizada e individual.
Las formas de
garantizar el pleno ejercicio de los derechos, el contrapeso de
los poderes, tanto los clásicos como el de los medios de
comunicación, así como la transparencia de todo acto
que incida sobre la ciudadanía y, especialmente, la mejora
de los mecanismos de representación y participación
popular, merecen una atención jerarquizada de nuestra parte.
En las políticas de izquierda del mundo actual cobran cada
vez mayor importancia las políticas fundadas en el ejercicio
de los derechos de los ciudadanos en tanto que tales, protagonizados
en forma individual o colectiva; desde las audiencias públicas
por problemas ambientales u otros, a los boicots de los consumidores,
la llamada "desobediencia civil" en distintas cuestiones,
y las experiencias más innovadoras en materia de reclamos
de acceso a la información o de protección frente
a la burocracia, la lucha contra la discriminación por sexo,
raza, religión u orientación sexual.
Promovemos la
descentralización y la jerarquización adecuada del
ámbito local en tanto expresión cercana y directa
de lo que es la sociedad civil. La acción municipal, por
su proximidad a los ciudadanos, es tal vez el campo más fértil
para el desarrollo de una acción política innovadora,
transparente y progresista. Un campo en el que hemos hecho mucho
y en el que aún tenemos mucho más por hacer. Sobre
todo en el plano de la transferencia de capacidad de decisión
a los trabajadores y a la comunidad.
La democracia
que propugnamos supone también la aplicación de una
concepción de la defensa nacional basada en la modificación
sustancial de las normas legales sobre el tema y el cambio hacia
una doctrina de formación sólidamente fundamentada
en los postulados democráticos, el respeto a los derechos
humanos en sustitución de la doctrina de la seguridad nacional,
y la subordinación al poder político establecido en
la Constitución de la Repúblicca.
5. El trabajo
en todas sus formas, columna vertebral de nuestro proyecto
Nuestro proyecto
político reconoce en el trabajo su principal referencia.
El valor de la creación productiva, del esfuerzo innovador,
son insustituibles no como componentes del crecimiento económico
sino como cimientos de un modelo de desarrollo integral. Construir
una sociedad en la que el trabajo, en sus múltiples expresiones,
sea la principal preocupación colectiva es nuestro gran desafío.
El trabajo estuvo
en el origen del ser humano, en la base de la organización
social y por lo tanto en la base del desarrollo de las sociedades.
No ha habido
desarrollo del valor creciente del individuo y del ser social al
margen de la historia de la organización del trabajo y la
distribución de sus frutos.
Las ideas de libertad, democracia y participación estuvieron
siempre unidas al papel de mujeres y hombres en la organización
del trabajo.
El trabajo,
en definitiva, es un valor sobre el que deben levantarse todos los
demás valores. Y por esta razón, está en la
base de las tareas del Frente Amplio tendientes al rescate y la
actualización de los valores ideológicos sobre los
que se asentó toda su práctica, desde sus orígenes
y sus antecedentes a la actualidad y los tiempos de cambio y de
transformaciones que se avecinan y que protagonizarán los
frenteamplistas para realzar el destino de los orientales.
Ello va unido,
indudablemente, a la lucha por seguir enalteciendo el valor del
trabajo y la dignidad de los trabajadores.
En la época
actual amplios sectores de nuestra población son condenados
a vivir sin trabajo, sin seguridad social o sin ingreso suficiente
para sus necesidades vitales y las de su familia. La primacía
absoluta del capital sobre el trabajo, y del capital especulativo
sobre el capital productivo, es absolutamente irracional y antihumana.
La legislación
laboral debe ser actualizada de acuerdo con las realidades económicas
y sociales de nuestro tiempo y en tal sentido se requieren urgentemente
normas revitalizadas sobre consejos de salarios, convenios colectivos,
fuero sindical, seguros, estímulo a la sindicalización
y protección a los trabajadores no organizados.
La creación
de fuentes de trabajo estable y con salario digno es la prioridad
absoluta y solamente es posible con un apoyo sistemático
y sostenido al sector productivo que es el único que puede
crearlos en las cantidades requeridas.
La seguridad
social que ha de cubrir en forma justa las necesidades vitales del
ser humano desde el nacimiento hasta la muerte, no debe ser objeto
de negocio ni de especulación por parte de empresas privadas.La
irresponsabilidad con que se han conducido los diversos gobiernos
de los partidos tradicionales, están poniendo en riesgo la
atención de la seguridad social y llevando angustia a los
jubilados. Es preciso analizar profundamente la problemática
de la seguridad social, el funcionamiento y la cristalinidad en
la aplicación del nuevo sistema.
Consideramos
que los sindicatos han sido el instrumento principal que han tenido
los trabajadores en la larga y difícil lucha por sus derechos
y, en particular, creemos que la constitución de la central
única es el mayor logro en la historia sindical de nuestro
país.
El Frente Amplio
trata de expresar a todos los orientales vinculados al mundo del
trabajo y que forman la mayoría de la población.
En su lucha
por un país productivo y solidario, el principal objetivo
del Frente Amplio es la construcción de una nueva organización
del trabajo, sobre bases solidarias y en las que se resalte la cooperación
y la exaltación de las relaciones de iguales entre sus iguales.
El pleno ejercicio
del derecho al trabajo y su dignidad para el desarrollo integral
del ser humano, para su liberación de las necesidades materiales
básicas y el ejercicio del derecho al descanso y el disfrute
del tiempo libre, constituye un objetivo central de nuestro proyecto
y motivo permanente de nuestra tarea.
Es imprescindible
encarar con más fuerza la articulación entre el gobierno,
los trabajadores y la comunidad; tanto en el plano departamental
como en el ámbito nacional. La participación de trabajadores
y usuarios en la conducción, definición y ejecución
de políticas, y el contralor de la gestión pública,
es una forma de transformar positivamente el relacionamiento del
Estado y la sociedad civil. Todo lo cual, debe ir de la mano de
la necesaria recuperación de los mejores valores éticos
del trabajo y de los trabajadores, de la reafirmación de
los principios de solidaridad y responsabilidad del trabajo, del
respeto real a los fueros sindicales que no deben ser nunca privilegios
al margen de las necesidades colectivas.
La defensa de
las libertades y derechos sociales y sindicales es un elemento fundamental
de la democracia. No debe seguir siendo avasallados tal como sucede
hoy para la mayoría de los trabajadores.
A la hora de la actualización ideológica, los frenteamplistas
sentimos el imperativo moral de preservar las mejores tradiciones
de los compañeros que nos antecedieron y proyectarlas en
una propuesta que abra nuevos horizontes al país y su gente.
6. El Frente
Amplio una fuerza política al servicio de los uruguayos
El Frente Amplio
es una fuerza política profundamente arraigada en el colectivo
social, una herramienta de cambio y para los cambios progresistas
al servicio del pueblo uruguayo. No nos conformamos con administrar
el futuro sino que pretendemos liderarlo, construirlo colectivamente,
entre todos, aportando nuestros valores, principios, experiencias
y esperanzas como contribución a la superación de
la sociedad uruguaya y el mejoramiento del país.
Una fuerza política
esencialmente pluralista en que confluyen organizaciones y personas
progresistas de distintos orígenes filosóficos, ideológicos
y sociales, convencidos de la necesidad de promover e instrumentar
cambios en la sociedad uruguaya que mejoren la vida de sus gente,
recogiendo de la tradición y del ideario artiguista buena
parte de su propuesta y su vocación de lucha transformadora.
Una fuerza política
unitaria. La unidad sin exclusiones de la izquierda en torno a un
programa y la construcción de una estructura para el trabajo
común en función del objetivo compartido, es una experiencia
histórica destacada y la razón última del crecimiento
y el protagonismo adquirido por el Frente Amplio en el Uruguay a
lo largo de sus treinta años de historia. La unidad en la
diversidad ha sido un pilar fundamental en su desarrollo. Reafirmamos
enérgicamente el original carácter de coalición
y movimiento que es señal de identidad del FA desde su nacimiento.
La vida ha confirmado muchas veces la eficacia de esta estructura
aunque es preciso hacer de ella el análisis crítico
que permita superar insuficiencias en aras del despliegue de toda
su potencialidad. Es preciso destacar, una vez más, que esta
estructura que es síntesis de vertientes diferentes, no sólo
desde el punto de vista de los partidos que la integran sino desde
el punto de vista de la participación ciudadana.
El Frente Amplio
es una fuerza política con experiencia y vocación
de gobierno al servicio de los cambios. A partir de 1989 la ciudadanía
nos confió el gobierno municipal en la capital del país;
responsabilidad y distinción refrendada consecutivamente
en los próximos actos electorales por un número creciente
de montevideanos. Así lo quiso en el año 1989 el 34
%, en el año 1994 el 44%, y en el año 2000 el 58%
de los ciudadanos montevideanos.
El Frente Amplio
en la Intendencia Municipal de Montevideo ha demostrado a lo largo
de una década que hay otra forma de gobernar. Se ha transformado
radicalmente el departamento a través de la implementación
de tres líneas rectoras del programa presentado a la ciudadanía:
la descentralización política y administrativa abriendo
la participación social y política a los montevideanos
con la intención manifiesta de compartir el poder con la
sociedad y acercar la gestión pública al ciudadano;
la implementación de un plan ambicioso de políticas
sociales dirigidas a aquellos sectores que más lo necesitan
con protagonismo de la población involucrada y articulando
la experiencia acumulada en la sociedad sobre el enfoque integral
de las mismas; y la aplicación de un plan de obras de fuerte
impacto en la calidad de vida de los montevideanos, dentro del cual
se destaca la extensión del servicio de saneamiento a prácticamente
la mitad de la población del departamento que carecía
de este servicio de salubridad e higiene ambiental básico.
Junto a ello,
la justicia tributaria; la revalorización del espacio público;
las políticas de viviendas con oferta de predios para su
construcción mayoritariamente por la modalidad cooperativa;
la preservación ambiental; el apoyo a la producción
en el Montevideo Rural y el Mercado Modelo; la reforma de la gestión
municipal a través de su informatización y nuevas
modalidades de gestión de los recursos humanos y materiales;
la cooperación internacional y la apuesta al desarrollo cultural
y a la construcción de un imaginario colectivo de contenido
progresista.
Hemos demostrado
en los hechos que hay otra manera de hacer política y de
gobernar. El ejercicio del diálogo y la articulación
de las diversas realidades e intereses en beneficio del interés
general, así como la transparencia en la gestión a
través de un manejo del manejo de recursos, diversos mecanismos
de control institucional y social, y la elaboración participativa
del presupuesto; son señas de identidad de su experiencia
de gobierno, que se diferencia claramente de los estilos de gobiernos
practicados con anterioridad en el país.
El Frente Amplio
es en definitiva una fuerza política que encarna una esperanza.
Expresa el anhelo creciente de los uruguayos por construir un país
más justo y solidario con oportunidades para todos.
Es por eso una
fuerza política profundamente comprometida con la paz, la
libertad, la democracia y la justicia, que convoca a recorrer juntos,
el camino del cambio a la uruguaya y la transformación nacional.
7.Una causa
común para todos los progresistas uruguayos
por un mejor país para un nuevo siglo
Somos una fuerza
joven tenemos más sueños que recuerdos. Queremos hacer
realidad nuestros sueños y sabemos que ello sólo será
posible sobre bases de amplios y sólidos consensos políticos.
Hay una mayoría
social que cree que es posible un Uruguay mejor y que vale la pena
trabajar para construirlo. Paradójicamente, la aplicación
dogmática del modelo neoliberal conservador y los gravísimos
niveles de deterioro que han provocado en la estructura económica
y social del Uruguay, han generado las condiciones para la concreción
de acuerdos amplios para su derrota y superación. Ha crecido
drásticamente el número de uruguayos afectados por
la pobreza que a su vez afecta con más fuerza a jóvenes
y niños.
Los trabajadores
han sumado al problema de la reducción de sus ingresos, del
salario real, problemas nuevos como el subempleo, el empleo precario
sin prestaciones sociales básicas, y el crecimiento a niveles
históricos del desempleo como problema central de nuestro
tiempo.
Las capas medias
vinculados a la industria, el agro y el comercio, las actividades
del sector público y la educación, se han debilitado
enormemente. La desarticulación del aparato productivo del
país, la crisis por la que atraviesan esos los sectores mencionados,
han aumentado la disconformidad con las políticas aplicadas
durante los últimos años. Así mismo el deterioro
del desarrollo del conocimiento y la investigación científica,
han perjudicado a los sectores de intelectuales y profesionales
de la educación. Al mismo tiempo, la carencia de políticas
que afronten la superación de esos aspectos y de la nuevas
problemáticas vinculadas a la ecológica y el deterioro
del medio ambiente, la discriminación de género, étnica
o sexual, los perjuicios que afectan a los consumidores, etc., han
generado el surgimiento de nuevos actores en la sociedad civil que
se nuclean en organizaciones no gubernamentales y de distinto tipo
demandando soluciones y acciones concertadas ante esta realidad.
El gran desafío es concretar la expresión política
de la creciente voluntad de cambio en nuestra sociedad en torno
a un programa de transformaciones.
Creemos en la
necesidad de agrupar a todos los progresistas uruguayos en torno
a esa causa común. La construcción del Encuentro Progresista
como alternativa real, conformado por la confluencia de personas
y sectores provenientes de las diversas tradiciones políticas
e ideológicas del país, constituye una experiencia
en ese sentido, y un camino a seguir.
La unidad de
todos los sectores progresistas de nuestra sociedad en torno a un
programa común para cambiar el país a favor del pueblo
es la mayor conquista política de la izquierda uruguaya y
un avance revolucionario hacia los cambios.
Esa unidad política
en el marco de un pluralismo democrático a la interna y a
la externa, por encima de ideologías y tradiciones, se articula
en torno a los ejes programáticos prioritarios definidos
claramente en el "Otro Programa" presentado a la ciudadanía
en el marco de la campaña electoral de 1999:
· la justicia social, a través del desarrollo de políticas
sociales integradas, de salud, educación, vivienda y seguridad
social, articuladas en torno al objetivo de corregir las gravísimas
e intolerables desigualdades de nuestra sociedad.
· El país productivo, mediante la implementación
de políticas económicas (tributos, producción,
comercio, inversión, investigación y tecnología)
orientadas hacia el objetivo de apoyar al sector productivo a fin
de crear fuentes de trabajo estables.
· La democratización de la sociedad y del Estado,
con políticas hacia la cultura, seguridad, comunicaciones,
medio ambiente, gestión estatal, que profundicen la democracia
dentro del país con la mayor participación popular,
y la política internacional orientada hacia la consecución
de un orden mundial más justo.
Convocamos a
la unidad de los progresistas en base a un programa de cambios cada
vez más necesario para el país y los uruguayos, desde
nuestra experiencia de trabajo junto a los uruguayos para ello,
y en torno al compromiso con los valores esenciales de la justicia,
la libertad la solidaridad y la búsqueda del progreso de
nuestra gente.
Estamos convencidos de que otro mundo es posible, y de la necesidad
de la unión de todos los progresistas para lograr un mejor
país para el nuevo siglo.
Montevideo, setiembre de 2001.
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