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05.11.2002




























 


"De la integración surge la riqueza de las naciones"

El director de Ceres, Ernesto Talvi, definió el logro de un acuerdo comercial con Estados Unidos como "un paso fundamental en la dirección correcta". Esta integración serviría para alcanzar reformas que, a su juicio, Uruguay necesita. "Los acuerdos con países con mayor desarrollo institucional, son muy importantes. Nos obligarían a una modernización institucional y a reformas económicas necesarias".

Lo que sigue es el texto completo de la presentación que realizó Talvi del estudio "Alcances y límites de una posible negociación de un tratado de libre comercio entre EE.UU y Uruguay", de Herminio Blanco y Jaime Zabludovsky, coordinado por Ceres y encargado por la Cámara de Comercio Uruguay-Estados Unidos.


ERNESTO TALVI:

Escuche la conferencia de Ernesto Talvi

Cuando Nicolás Herrera me llamó por teléfono, hace más de un año, para proponernos la realización del trabajo, puede decirse que se juntaron el hambre y las ganas de comer. Nicolás recién asumía como presidente de la cámara y tenía la inquietud de que ésta debía contribuir al proceso de acercamiento comercial que Uruguay había iniciado con Estados Unidos. CERES venía trabajando desde principios de 2001 en el tema, y en la misma dirección, cuando organizamos nuestro primer encuentro sobre el mismo con la Atlas Foundation, de Estados Unidos.

Si a eso agregamos que con Nicolás nos une una amistad de muchos años, claramente había allí un terreno muy fértil para la colaboración. Faltaba, sin embargo, un pequeño detalle: la cámara estaba dispuesta a financiar el trabajo, pero como CERES ha cultivado durante muchos años su independencia, lo que le dijimos a Nicolás fue que la coordinación del trabajo y la elección de los investigadores iba a correr por cuenta de CERES, que además se reservaba el derecho a publicar el trabajo -la cámara también lo va a publicar- y a diseminarlo sin ninguna limitación.

Así que con algún reparo, típico de los buenos abogados, Nicolás, después de consultarlo con la directiva de la cámara, aceptó la propuesta, cumplió a rajatabla con sus compromisos y, con su espíritu inquieto y su talento, se involucró en el trabajo al que enriqueció con su aporte intelectual. Así que, Nicolás, por todos esos motivos, muchas gracias, sos un gran amigo y un caballero.

También queremos agradecer a Linda Rabaglietti y a Isabela Masoller, de la Asesoría de Política Comercial del Ministerio de Economía, por el invalorable apoyo que dieron a los investigadores Herminio Blanco y Jaime Zabludovsky. El resto de los méritos, y diría la mayoría de los méritos, corre por cuenta exclusiva de Herminio Blanco y Jaime Zabludovsky. Para ellos también nuestro más efusivo agradecimiento, nuestras felicitaciones por un trabajo riguroso y bien hecho. Y además muchísimas gracias por acompañarnos hoy aquí, porque sabemos que ambos tienen una agenda de viajes absolutamente apretada.

Éstos son tiempos difíciles para Uruguay, tiempos en los que el país se encuentra en estado de conflicto latente o real. Estas pujas son, lamentablemente, características de los tiempos en que las sociedades deben realizar pérdidas. Y el proceso político tiene la difícil misión de asignarlas entre los distintos grupos de la sociedad: depositantes, deudores, instituciones financieras, proveedores y acreedores del Estado, beneficiarios del gasto público, entre ellos asalariados y pasivos, y los contribuyentes.

Cualquier sistema político, cualquier gobierno hubiera estado sometido a fuertes tensiones después de los feroces golpes externos que recibió el país. Éstos son tiempos redistributivos, y en consecuencia, lamentablemente, por ahora, tiempos poco constructivos.

Hoy les proponemos un paréntesis refrescante y alentador que nos aleje de esta realidad cotidiana que nos golpea para concentrarnos en un tema crucial, que es el tema de la integración como vehículo para el desarrollo, para el progreso, como trampolín para que el ciudadano común pueda acceder a una vida digna.

Y en estas palabras de introducción, que tienen como único objetivo poner en contexto lo que Herminio Blanco y Jaime nos van a presentar un poquito más tarde, quiero enfatizar simplemente cuatro puntos fundamentales.

El primero de ellos es que los flujos de comercio e inversión han tenido una formidable expansión a nivel mundial. El segundo, que los países más abiertos e integrados a la economía mundial fueron los más beneficiados de esta formidable expansión. El tercero, que la estrategia de inserción internacional de Uruguay debe ser multifacética y operar a varios niveles. Y el último, que alcanzar un acuerdo de integración con Estados Unidos, sea éste bilateral o en el contexto del ALCA, sería un paso fundamental en la dirección correcta, con efectos cuantitativamente significativos en las corrientes de comercio y corrientes de inversión entre ambos países.

Déjenme empezar por el punto uno. Los flujos de comercio e inversión han tenido una formidable expansión. En los últimos 40 años el comercio mundial se ha multiplicado por cinco, ha crecido a razón del 17 por ciento por año, mucho más que la producción mundial. ¿Qué quiere decir esto? Que los países comercian cada vez más entre sí, intercambian cada vez más entre sí, cada vez venden una parte más importante de su producción afuera y, en consecuencia, compran una parte más importante de su producción afuera. Ésta es una de las facetas de ese fenómeno tan mentado que llamamos globalización. Pero no es la única. Fíjense lo que ha pasado con las corrientes de inversión desde los países desarrollados, que son los exportadores de capital, hacia los países emergentes, que son los importadores, los que necesitan el capital para crecer. Se han multiplicado por 10 desde 1989, pasando de 15.000 millones de dólares por año a 150.000 millones de dólares por año.

Ésta es la segunda faceta de la globalización: para las empresas, para las actividades productivas, las decisiones de localización ahora son globales, tienen al mundo como destino. La caída dramática en los costos de transporte, la mejora notable en los medios de comunicación y la creciente integración que está habiendo entre los países hacen que las empresas ya no tiendan a localizar en un solo país todas las actividades sino que tiendan a fragmentar sus actividades en subprocesos que se distribuyen a lo largo y ancho del mundo.

Entonces como país emergente, como país en desarrollo, tenemos que aprovechar estas corrientes a nivel mundial, este ensanchamiento fabuloso que se está produciendo en los mercados, aún con todos los tropiezos, y de estos nacientes volúmenes de inversión que están empezando a crecer de manera muy sustantiva.

Segundo punto. Los países más abiertos son efectivamente los que han capitalizado este ensanchamiento de los mercados y este crecimiento en los volúmenes de inversión. Si tomamos la muestra de 110 países que cuentan con datos homogéneos en las estadísticas del Fondo Monetario Internacional, vemos que los países más abiertos, más integrados a la economía mundial han recibido tres veces más volúmenes de inversión que los países más autárquicos, más cerrados, menos integrados a la economía mundial. Y si miramos el desempeño económico, el crecimiento de la producción, el crecimiento de los volúmenes de riqueza, vemos que los países más abiertos e integrados a la economía mundial han tenido en la década de los 90 tasas de crecimiento que han sido cinco puntos porcentuales más altas que las de los países más cerrados, más autárquicos, más desintegrados de la economía mundial. Cinco puntos porcentuales es una enormidad, implica que los ingresos medios de un país, el ingreso de la familia típica, el poder adquisitivo de la familia típica, se duplica en apenas 14 años. Es una oportunidad, cuando uno la mira siente que no debería perdérsela.

Pero esto, que se ve con claridad cuando uno mira un grupo de países grande en el mundo, también se ve a lo largo de nuestra historia. Cuando uno mira desde 1955 hasta la fecha la evolución de la producción y de las exportaciones en el país, lo que ve es que este país se estancó cuando se estancaron las exportaciones. Este país creció a partir de 1974, cuando crecieron las exportaciones. Sólo cuando las exportaciones tuvieron un comportamiento dinámico este país creció, en ningún otro momento de su historia.

¿Qué pasó simultáneamente con las importaciones? Cuando estábamos estancados, cuando no crecíamos, cuando no exportábamos, tampoco importábamos, tampoco comprábamos nada afuera. Entonces esta idea de que exportar es bueno e importar es malo es falsa. Cuando uno exporta mucho y crece mucho también importa mucho, cuando uno vende una parte sustantiva de su producción afuera, porque se especializó en lo que es bueno, necesita comprar una parte sustantiva de lo que necesita también afuera. Ésa es la verdadera integración, por eso veo con preocupación los instintos proteccionistas que nacen cada vez que hay dificultades, tratando de encarecer las importaciones. El compre nacional es una variante de eso, creo que deberíamos cambiar la frase "compre nacional" por "venda nacional". Venda nacional y compre donde quiera, lo que quiera. Realmente no se va a progresar si se encarecen las importaciones. Hay que hacer competitivas las exportaciones, y esos dos objetivos no son la misma cosa, se contraponen uno con el otro.

El tercer punto es que la integración de Uruguay debe ser multifacética y operar a varios niveles. En esto el primer punto es uno que se olvida con mucha frecuencia: lo que es unilateral, decisiones que el país claramente puede tomar. Y los países exitosos, especialmente los chicos, tienen aranceles bajos y relativamente uniformes. Claro que todos los países tienen excepciones a esto, que aun los más adheridos al comercio libre perforan y excepcionan sus aranceles. Pero fundamentar nuestro proteccionismo sobre la base del proteccionismo ajeno es como creer que la suma de dos errores da como resultado un acierto.

El segundo punto que quiero hacer es que la integración tiene que ser simultánea y a varios niveles. Normalmente se concibe -y para mí es un error- que las distintas formas de integración son competitivas, Mercosur o Alca, Mercosur o acuerdo bilateral con Estados Unidos. Creo que el proceso de integración no es competitivo sino complementario y debe operarse, aún con las dificultades que eso tiene, a los cuatro niveles: al nivel multilateral en el contexto de la Organización Mundial de Comercio (OMC), a nivel hemisférico en el contexto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), a nivel regional en el Mercosur ampliado y a nivel bilateral.

¿Por qué? Porque cuando uno negocia a nivel multilateral, en el contexto de la OMC, está negociando con 140 países a la vez. Claramente el ritmo de avance será lento, las áreas que podrán abarcar los acuerdos serán más limitadas y la profundidad de los acuerdos necesariamente más débil. Pero cuando uno negocia a nivel hemisférico, en los hechos son 14 o 15 grupos de países negociando, ya que el MERCOSUR y el Pacto Andino negocian juntos. Las negociaciones se tornan más sencillas, aunque no dejan de ser difíciles. Y cuando uno negocia a nivel bilateral, sólo con una contraparte, la posibilidad de avanzar a un ritmo más rápido, la posibilidad de abarcar áreas que sería difícil abarcar en niveles más generales y de llegar a acuerdos es muchísimo mayor. En realidad los niveles más generales de negociación dan un piso para que las negociaciones bilaterales puedan progresar y construir a partir de allí.

Esta estrategia de negociación multifacética a varios niveles simultáneos no es una invención que les estoy trasmitiendo hoy, es exactamente la forma en que están avanzando los países, como lo muestra esta telaraña caótica que me facilitaron mis amigos del BID, de acuerdos comerciales que se están tejiendo a nivel hemisférico.

El último punto de la inserción internacional -para mí el tema más importante, porque es el que nos convoca hoy- es que los tratados bilaterales de integración deben incluir acuerdos con países o bloques del mundo desarrollado. Creo que existe una visión muy limitada de lo que es un acuerdo de integración comercial. La gente cree -y con razón, quizás porque es lo más obvio, más visible- que un acuerdo comercial es simplemente una cuestión de acceso más fácil a mercados. O sea que si logro un acuerdo, por ejemplo, de integración con Estados Unidos, ya sea bilateral o en el contexto del ALCA, eso nos permitirá vender algunos productos de manera un poco más fácil.

Esa visión nos lleva a enojarnos y, con razón, cuando vemos que Estados Unidos y Europa protegen muy en particular un conjunto de productos como los del sector agropecuario. Aunque las tarifas o aranceles promedio que rigen en el Mercosur son parecidos a los de Estados Unidos y Europa, sin embargo la tarifa máxima que se aplica a varios productos en Estados Unidos es hoy de 350 por ciento, en Europa de 250 por ciento. Hay 120 productos agropecuarios que en Estados Unidos tienen una tarifa mayor al 30 por ciento y 360 productos en Europa que tienen una tarifa mayor al 360 por ciento.

Uno ve esto y dice que los países desarrollados son proteccionistas y claramente tienen un sesgo proteccionista en un subconjunto de productos, pero ese subconjunto de productos es en parte importante lo que nosotros vendemos y nos afecta de manera directa. De todas maneras esto da una visión un poco sesgada. Cuando uno compara niveles arancelarios generales para categorías mucho más amplias de productos, Estados Unidos es un país muy poco proteccionista, extraordinariamente abierto a casi todas las líneas de productos y servicios que existen en el planeta Tierra. Pero esta visión acotada nos lleva muchas veces a decir ¿para qué vamos a hacer un acuerdo, si protegen o les ponen aranceles o dificultades a los productos en que nosotros tenemos más interés?

Es aquí donde yo quisiera dejar la idea, que Herminio y Jaime van a desarrollar mucho más, de que un acuerdo bilateral de comercio o un acuerdo de integración como el que estamos considerando aquí con Estados Unidos, ya sea bilateralmente o en el contexto del ALCA, no es solamente un acuerdo de facilidades recíprocas para facilitar el acceso a los mercados por parte nuestra y por parte de ellos. Un acuerdo de integración es algo mucho más amplio, que incluye temas tales como el comercio de servicios, el comercio de bienes energéticos y petroquímicos, la apertura y transparencia del mercado de compras del sector público, el tratamiento y las garantías que se otorgan a las inversiones, la regulación del mercado de telecomunicaciones y de los servicios financieros, disposiciones contra las prácticas monopólicas tanto privadas como públicas, protección de la propiedad intelectual, disposiciones sobre políticas de subsidios, medidas antidumping y derechos compensatorios, disposiciones para la solución de controversias, solamente para nombrar los más importantes.

Un acuerdo de integración en el fondo es un conjunto de instituciones, de reglas sobre las que los países que negocian se ponen de acuerdo para que bajo ese conjunto de reglas los agentes privados, individuos o empresas, y los gobiernos de ambos países, puedan relacionarse y hacer negocios de una manera confiable y predecible, completamente protegidos de la arbitrariedad. Eso es muy importante, porque quien arriesga e invierte no le teme al riesgo de mercado -ése es el negocio-, le teme a la arbitrariedad, al cambio de las reglas.

Es por eso que los acuerdos con países desarrollados, que tienen un grado mayor de desarrollo institucional, son muy importantes. Porque en el fondo a nosotros como país nos obligarían, en cada uno de estos capítulos, a una modernización institucional y a llevar adelante reformas económicas que el país de todas maneras precisa. Esta modernización y estas reformas económicas estarían abarcadas en un acuerdo de este tipo. Como mostrarán Herminio y Jaime más adelante, Uruguay tendría que hacer un esfuerzo enorme de transformación para poder tener un acuerdo de este tipo. Es lo que se transforma finalmente en un polo y un atractivo muy importante para las inversiones. Más aún, estoy convencido, de que un acuerdo de integración con Estados Unidos, sea éste bilateral o en el contexto del ALCA, y las ventajas que éste conllevaría en materia de acceso a un gran mercado y a grandes corrientes de inversión, sería una fuerza muy poderosa, una fuerza aglutinante para llevar adelante una modernización institucional y reformas económicas que, convengamos, al país le ha sido muy difícil unilateralmente llevar adelante.

Por estos motivos alcanzar un acuerdo de integración con Estados Unidos, bilateral o en el contexto del ALCA, sería un paso fundamental en la dirección correcta, con efectos cuantitativamente significativos en las corrientes de comercio e inversión entre ambos países.

Dijimos que dos de las ventajas son el acceso a un gran mercado y el acceso a grandes corrientes de inversión. Lo que hicimos fue tratar de cuantificar esto, para que no quede como un eslogan, y lo usamos en lo que los economistas llamamos un modelo de gravedad, de hacia dónde gravita el comercio de los países, que toma en cuenta el tamaño de los países, los niveles de ingreso, la distancia física que separa los países, y trata de estimar cuál sería el comercio entre esos países en presencia o en ausencia de un acuerdo de integración. Y lo que las simulaciones nos indican es que los aumentos potenciales en las corrientes de comercio e inversión, de haber un acuerdo de integración con Estados Unidos, bilateral o en el contexto del ALCA, podrían crecer en forma sustantiva. Se multiplicarían por 3, al menos, las corrientes de comercio, y por 2,5, al menos, las corrientes de inversión.

Pero recalquemos: esos dos aspectos, el acceso a un gran mercado y el acceso a grandes corrientes de inversión, no son las únicas ventajas, alcanzar un acuerdo de esta naturaleza potenciaría un proceso de modernización institucional y de reformas económicas que a Uruguay le ha sido muy difícil hacer por sí mismo, y nos transformaría en un polo de atracción para las inversiones, y sería, en mi opinión, un motor muy importante para el desarrollo.

Permítanme terminar simplemente diciéndoles que la apuesta a la integración, a este tipo de integración, a la integración con países desarrollados, como Estados Unidos, sea bilateralmente o en el contexto del ALCA, es, no me cabe duda, no sólo la mejor estrategia de desarrollo que puede encarar el país, sino un factor aglutinante que puede darle al país y, por qué no al continente, un sentido y una dirección. ¿Qué fue, si no, apostar a la integración como estrategia de desarrollo, lo que hizo la España de Felipe González? España no era Europa, España decidió ser Europa, abrazó con calor el proceso de integración. Y este proceso tenía oposición de todo tipo y color, desde los grupos corporativos que veían amenazadas sus pequeñas parcelas de mercado y de poder, hasta los grupos nacionalistas que decían que España iba a perder su identidad cultural. Gracias al liderazgo político finalmente el proyecto europeísta se ganó los corazones y las mentes de los españoles y consiguió que España se metiera de lleno en la prosperidad, cerrando en poco tiempo, como también lo hicieron, Irlanda y Portugal, la brecha de ingresos que los separaba de los países más prósperos de Europa.

De la interacción humana nacen los sentimientos más nobles, el amor, el afecto, la amistad; la integración es, en definitiva, una forma de organizar la interacción humana, de organizar la convivencia pacífica entre las naciones. Es en esta interacción donde se gesta, nace, se nutre y se produce la riqueza de las naciones.

Muchas gracias.




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