"De
la integración surge la riqueza de las naciones"
El
director de Ceres, Ernesto Talvi, definió el logro de un
acuerdo comercial con Estados Unidos como "un paso fundamental
en la dirección correcta". Esta integración serviría
para alcanzar reformas que, a su juicio, Uruguay necesita. "Los
acuerdos con países con mayor desarrollo institucional, son
muy importantes. Nos obligarían a una modernización
institucional y a reformas económicas necesarias".
Lo que sigue
es el texto completo de la presentación que realizó
Talvi del estudio "Alcances
y límites de una posible negociación de un tratado
de libre comercio entre EE.UU y Uruguay", de Herminio
Blanco y Jaime Zabludovsky, coordinado por Ceres y encargado por
la Cámara de Comercio Uruguay-Estados Unidos.
ERNESTO TALVI:
Escuche la conferencia de Ernesto Talvi
Cuando Nicolás Herrera me llamó por teléfono,
hace más de un año, para proponernos la realización
del trabajo, puede decirse que se juntaron el hambre y las ganas
de comer. Nicolás recién asumía como presidente
de la cámara y tenía la inquietud de que ésta
debía contribuir al proceso de acercamiento comercial que
Uruguay había iniciado con Estados Unidos. CERES venía
trabajando desde principios de 2001 en el tema, y en la misma dirección,
cuando organizamos nuestro primer encuentro sobre el mismo con la
Atlas Foundation, de Estados Unidos.
Si a eso agregamos
que con Nicolás nos une una amistad de muchos años,
claramente había allí un terreno muy fértil
para la colaboración. Faltaba, sin embargo, un pequeño
detalle: la cámara estaba dispuesta a financiar el trabajo,
pero como CERES ha cultivado durante muchos años su independencia,
lo que le dijimos a Nicolás fue que la coordinación
del trabajo y la elección de los investigadores iba a correr
por cuenta de CERES, que además se reservaba el derecho a
publicar el trabajo -la cámara también lo va a publicar-
y a diseminarlo sin ninguna limitación.
Así que
con algún reparo, típico de los buenos abogados, Nicolás,
después de consultarlo con la directiva de la cámara,
aceptó la propuesta, cumplió a rajatabla con sus compromisos
y, con su espíritu inquieto y su talento, se involucró
en el trabajo al que enriqueció con su aporte intelectual.
Así que, Nicolás, por todos esos motivos, muchas gracias,
sos un gran amigo y un caballero.
También
queremos agradecer a Linda Rabaglietti y a Isabela Masoller, de
la Asesoría de Política Comercial del Ministerio de
Economía, por el invalorable apoyo que dieron a los investigadores
Herminio Blanco y Jaime Zabludovsky. El resto de los méritos,
y diría la mayoría de los méritos, corre por
cuenta exclusiva de Herminio Blanco y Jaime Zabludovsky. Para ellos
también nuestro más efusivo agradecimiento, nuestras
felicitaciones por un trabajo riguroso y bien hecho. Y además
muchísimas gracias por acompañarnos hoy aquí,
porque sabemos que ambos tienen una agenda de viajes absolutamente
apretada.
Éstos
son tiempos difíciles para Uruguay, tiempos en los que el
país se encuentra en estado de conflicto latente o real.
Estas pujas son, lamentablemente, características de los
tiempos en que las sociedades deben realizar pérdidas. Y
el proceso político tiene la difícil misión
de asignarlas entre los distintos grupos de la sociedad: depositantes,
deudores, instituciones financieras, proveedores y acreedores del
Estado, beneficiarios del gasto público, entre ellos asalariados
y pasivos, y los contribuyentes.
Cualquier sistema
político, cualquier gobierno hubiera estado sometido a fuertes
tensiones después de los feroces golpes externos que recibió
el país. Éstos son tiempos redistributivos, y en consecuencia,
lamentablemente, por ahora, tiempos poco constructivos.
Hoy les proponemos
un paréntesis refrescante y alentador que nos aleje de esta
realidad cotidiana que nos golpea para concentrarnos en un tema
crucial, que es el tema de la integración como vehículo
para el desarrollo, para el progreso, como trampolín para
que el ciudadano común pueda acceder a una vida digna.
Y en estas palabras
de introducción, que tienen como único objetivo poner
en contexto lo que Herminio Blanco y Jaime nos van a presentar un
poquito más tarde, quiero enfatizar simplemente cuatro puntos
fundamentales.
El primero de
ellos es que los flujos de comercio e inversión han tenido
una formidable expansión a nivel mundial. El segundo, que
los países más abiertos e integrados a la economía
mundial fueron los más beneficiados de esta formidable expansión.
El tercero, que la estrategia de inserción internacional
de Uruguay debe ser multifacética y operar a varios niveles.
Y el último, que alcanzar un acuerdo de integración
con Estados Unidos, sea éste bilateral o en el contexto del
ALCA, sería un paso fundamental en la dirección correcta,
con efectos cuantitativamente significativos en las corrientes de
comercio y corrientes de inversión entre ambos países.
Déjenme
empezar por el punto uno. Los flujos de comercio e inversión
han tenido una formidable expansión. En los últimos
40 años el comercio mundial se ha multiplicado por cinco,
ha crecido a razón del 17 por ciento por año, mucho
más que la producción mundial. ¿Qué
quiere decir esto? Que los países comercian cada vez más
entre sí, intercambian cada vez más entre sí,
cada vez venden una parte más importante de su producción
afuera y, en consecuencia, compran una parte más importante
de su producción afuera. Ésta es una de las facetas
de ese fenómeno tan mentado que llamamos globalización.
Pero no es la única. Fíjense lo que ha pasado con
las corrientes de inversión desde los países desarrollados,
que son los exportadores de capital, hacia los países emergentes,
que son los importadores, los que necesitan el capital para crecer.
Se han multiplicado por 10 desde 1989, pasando de 15.000 millones
de dólares por año a 150.000 millones de dólares
por año.
Ésta
es la segunda faceta de la globalización: para las empresas,
para las actividades productivas, las decisiones de localización
ahora son globales, tienen al mundo como destino. La caída
dramática en los costos de transporte, la mejora notable
en los medios de comunicación y la creciente integración
que está habiendo entre los países hacen que las empresas
ya no tiendan a localizar en un solo país todas las actividades
sino que tiendan a fragmentar sus actividades en subprocesos que
se distribuyen a lo largo y ancho del mundo.
Entonces como
país emergente, como país en desarrollo, tenemos que
aprovechar estas corrientes a nivel mundial, este ensanchamiento
fabuloso que se está produciendo en los mercados, aún
con todos los tropiezos, y de estos nacientes volúmenes de
inversión que están empezando a crecer de manera muy
sustantiva.
Segundo punto.
Los países más abiertos son efectivamente los que
han capitalizado este ensanchamiento de los mercados y este crecimiento
en los volúmenes de inversión. Si tomamos la muestra
de 110 países que cuentan con datos homogéneos en
las estadísticas del Fondo Monetario Internacional, vemos
que los países más abiertos, más integrados
a la economía mundial han recibido tres veces más
volúmenes de inversión que los países más
autárquicos, más cerrados, menos integrados a la economía
mundial. Y si miramos el desempeño económico, el crecimiento
de la producción, el crecimiento de los volúmenes
de riqueza, vemos que los países más abiertos e integrados
a la economía mundial han tenido en la década de los
90 tasas de crecimiento que han sido cinco puntos porcentuales más
altas que las de los países más cerrados, más
autárquicos, más desintegrados de la economía
mundial. Cinco puntos porcentuales es una enormidad, implica que
los ingresos medios de un país, el ingreso de la familia
típica, el poder adquisitivo de la familia típica,
se duplica en apenas 14 años. Es una oportunidad, cuando
uno la mira siente que no debería perdérsela.
Pero esto, que
se ve con claridad cuando uno mira un grupo de países grande
en el mundo, también se ve a lo largo de nuestra historia.
Cuando uno mira desde 1955 hasta la fecha la evolución de
la producción y de las exportaciones en el país, lo
que ve es que este país se estancó cuando se estancaron
las exportaciones. Este país creció a partir de 1974,
cuando crecieron las exportaciones. Sólo cuando las exportaciones
tuvieron un comportamiento dinámico este país creció,
en ningún otro momento de su historia.
¿Qué
pasó simultáneamente con las importaciones? Cuando
estábamos estancados, cuando no crecíamos, cuando
no exportábamos, tampoco importábamos, tampoco comprábamos
nada afuera. Entonces esta idea de que exportar es bueno e importar
es malo es falsa. Cuando uno exporta mucho y crece mucho también
importa mucho, cuando uno vende una parte sustantiva de su producción
afuera, porque se especializó en lo que es bueno, necesita
comprar una parte sustantiva de lo que necesita también afuera.
Ésa es la verdadera integración, por eso veo con preocupación
los instintos proteccionistas que nacen cada vez que hay dificultades,
tratando de encarecer las importaciones. El compre nacional es una
variante de eso, creo que deberíamos cambiar la frase "compre
nacional" por "venda nacional". Venda nacional y
compre donde quiera, lo que quiera. Realmente no se va a progresar
si se encarecen las importaciones. Hay que hacer competitivas las
exportaciones, y esos dos objetivos no son la misma cosa, se contraponen
uno con el otro.
El tercer punto
es que la integración de Uruguay debe ser multifacética
y operar a varios niveles. En esto el primer punto es uno que se
olvida con mucha frecuencia: lo que es unilateral, decisiones que
el país claramente puede tomar. Y los países exitosos,
especialmente los chicos, tienen aranceles bajos y relativamente
uniformes. Claro que todos los países tienen excepciones
a esto, que aun los más adheridos al comercio libre perforan
y excepcionan sus aranceles. Pero fundamentar nuestro proteccionismo
sobre la base del proteccionismo ajeno es como creer que la suma
de dos errores da como resultado un acierto.
El segundo punto
que quiero hacer es que la integración tiene que ser simultánea
y a varios niveles. Normalmente se concibe -y para mí es
un error- que las distintas formas de integración son competitivas,
Mercosur o Alca, Mercosur o acuerdo bilateral con Estados Unidos.
Creo que el proceso de integración no es competitivo sino
complementario y debe operarse, aún con las dificultades
que eso tiene, a los cuatro niveles: al nivel multilateral en el
contexto de la Organización Mundial de Comercio (OMC), a
nivel hemisférico en el contexto del Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA), a nivel regional en el Mercosur
ampliado y a nivel bilateral.
¿Por
qué? Porque cuando uno negocia a nivel multilateral, en el
contexto de la OMC, está negociando con 140 países
a la vez. Claramente el ritmo de avance será lento, las áreas
que podrán abarcar los acuerdos serán más limitadas
y la profundidad de los acuerdos necesariamente más débil.
Pero cuando uno negocia a nivel hemisférico, en los hechos
son 14 o 15 grupos de países negociando, ya que el MERCOSUR
y el Pacto Andino negocian juntos. Las negociaciones se tornan más
sencillas, aunque no dejan de ser difíciles. Y cuando uno
negocia a nivel bilateral, sólo con una contraparte, la posibilidad
de avanzar a un ritmo más rápido, la posibilidad de
abarcar áreas que sería difícil abarcar en
niveles más generales y de llegar a acuerdos es muchísimo
mayor. En realidad los niveles más generales de negociación
dan un piso para que las negociaciones bilaterales puedan progresar
y construir a partir de allí.
Esta estrategia
de negociación multifacética a varios niveles simultáneos
no es una invención que les estoy trasmitiendo hoy, es exactamente
la forma en que están avanzando los países, como lo
muestra esta telaraña caótica que me facilitaron mis
amigos del BID, de acuerdos comerciales que se están tejiendo
a nivel hemisférico.
El último
punto de la inserción internacional -para mí el tema
más importante, porque es el que nos convoca hoy- es que
los tratados bilaterales de integración deben incluir acuerdos
con países o bloques del mundo desarrollado. Creo que existe
una visión muy limitada de lo que es un acuerdo de integración
comercial. La gente cree -y con razón, quizás porque
es lo más obvio, más visible- que un acuerdo comercial
es simplemente una cuestión de acceso más fácil
a mercados. O sea que si logro un acuerdo, por ejemplo, de integración
con Estados Unidos, ya sea bilateral o en el contexto del ALCA,
eso nos permitirá vender algunos productos de manera un poco
más fácil.
Esa visión
nos lleva a enojarnos y, con razón, cuando vemos que Estados
Unidos y Europa protegen muy en particular un conjunto de productos
como los del sector agropecuario. Aunque las tarifas o aranceles
promedio que rigen en el Mercosur son parecidos a los de Estados
Unidos y Europa, sin embargo la tarifa máxima que se aplica
a varios productos en Estados Unidos es hoy de 350 por ciento, en
Europa de 250 por ciento. Hay 120 productos agropecuarios que en
Estados Unidos tienen una tarifa mayor al 30 por ciento y 360 productos
en Europa que tienen una tarifa mayor al 360 por ciento.
Uno ve esto
y dice que los países desarrollados son proteccionistas y
claramente tienen un sesgo proteccionista en un subconjunto de productos,
pero ese subconjunto de productos es en parte importante lo que
nosotros vendemos y nos afecta de manera directa. De todas maneras
esto da una visión un poco sesgada. Cuando uno compara niveles
arancelarios generales para categorías mucho más amplias
de productos, Estados Unidos es un país muy poco proteccionista,
extraordinariamente abierto a casi todas las líneas de productos
y servicios que existen en el planeta Tierra. Pero esta visión
acotada nos lleva muchas veces a decir ¿para qué vamos
a hacer un acuerdo, si protegen o les ponen aranceles o dificultades
a los productos en que nosotros tenemos más interés?
Es aquí
donde yo quisiera dejar la idea, que Herminio y Jaime van a desarrollar
mucho más, de que un acuerdo bilateral de comercio o un acuerdo
de integración como el que estamos considerando aquí
con Estados Unidos, ya sea bilateralmente o en el contexto del ALCA,
no es solamente un acuerdo de facilidades recíprocas para
facilitar el acceso a los mercados por parte nuestra y por parte
de ellos. Un acuerdo de integración es algo mucho más
amplio, que incluye temas tales como el comercio de servicios, el
comercio de bienes energéticos y petroquímicos, la
apertura y transparencia del mercado de compras del sector público,
el tratamiento y las garantías que se otorgan a las inversiones,
la regulación del mercado de telecomunicaciones y de los
servicios financieros, disposiciones contra las prácticas
monopólicas tanto privadas como públicas, protección
de la propiedad intelectual, disposiciones sobre políticas
de subsidios, medidas antidumping y derechos compensatorios, disposiciones
para la solución de controversias, solamente para nombrar
los más importantes.
Un acuerdo de
integración en el fondo es un conjunto de instituciones,
de reglas sobre las que los países que negocian se ponen
de acuerdo para que bajo ese conjunto de reglas los agentes privados,
individuos o empresas, y los gobiernos de ambos países, puedan
relacionarse y hacer negocios de una manera confiable y predecible,
completamente protegidos de la arbitrariedad. Eso es muy importante,
porque quien arriesga e invierte no le teme al riesgo de mercado
-ése es el negocio-, le teme a la arbitrariedad, al cambio
de las reglas.
Es por eso que
los acuerdos con países desarrollados, que tienen un grado
mayor de desarrollo institucional, son muy importantes. Porque en
el fondo a nosotros como país nos obligarían, en cada
uno de estos capítulos, a una modernización institucional
y a llevar adelante reformas económicas que el país
de todas maneras precisa. Esta modernización y estas reformas
económicas estarían abarcadas en un acuerdo de este
tipo. Como mostrarán Herminio y Jaime más adelante,
Uruguay tendría que hacer un esfuerzo enorme de transformación
para poder tener un acuerdo de este tipo. Es lo que se transforma
finalmente en un polo y un atractivo muy importante para las inversiones.
Más aún, estoy convencido, de que un acuerdo de integración
con Estados Unidos, sea éste bilateral o en el contexto del
ALCA, y las ventajas que éste conllevaría en materia
de acceso a un gran mercado y a grandes corrientes de inversión,
sería una fuerza muy poderosa, una fuerza aglutinante para
llevar adelante una modernización institucional y reformas
económicas que, convengamos, al país le ha sido muy
difícil unilateralmente llevar adelante.
Por estos motivos
alcanzar un acuerdo de integración con Estados Unidos, bilateral
o en el contexto del ALCA, sería un paso fundamental en la
dirección correcta, con efectos cuantitativamente significativos
en las corrientes de comercio e inversión entre ambos países.
Dijimos que
dos de las ventajas son el acceso a un gran mercado y el acceso
a grandes corrientes de inversión. Lo que hicimos fue tratar
de cuantificar esto, para que no quede como un eslogan, y lo usamos
en lo que los economistas llamamos un modelo de gravedad, de hacia
dónde gravita el comercio de los países, que toma
en cuenta el tamaño de los países, los niveles de
ingreso, la distancia física que separa los países,
y trata de estimar cuál sería el comercio entre esos
países en presencia o en ausencia de un acuerdo de integración.
Y lo que las simulaciones nos indican es que los aumentos potenciales
en las corrientes de comercio e inversión, de haber un acuerdo
de integración con Estados Unidos, bilateral o en el contexto
del ALCA, podrían crecer en forma sustantiva. Se multiplicarían
por 3, al menos, las corrientes de comercio, y por 2,5, al menos,
las corrientes de inversión.
Pero recalquemos:
esos dos aspectos, el acceso a un gran mercado y el acceso a grandes
corrientes de inversión, no son las únicas ventajas,
alcanzar un acuerdo de esta naturaleza potenciaría un proceso
de modernización institucional y de reformas económicas
que a Uruguay le ha sido muy difícil hacer por sí
mismo, y nos transformaría en un polo de atracción
para las inversiones, y sería, en mi opinión, un motor
muy importante para el desarrollo.
Permítanme
terminar simplemente diciéndoles que la apuesta a la integración,
a este tipo de integración, a la integración con países
desarrollados, como Estados Unidos, sea bilateralmente o en el contexto
del ALCA, es, no me cabe duda, no sólo la mejor estrategia
de desarrollo que puede encarar el país, sino un factor aglutinante
que puede darle al país y, por qué no al continente,
un sentido y una dirección. ¿Qué fue, si no,
apostar a la integración como estrategia de desarrollo, lo
que hizo la España de Felipe González? España
no era Europa, España decidió ser Europa, abrazó
con calor el proceso de integración. Y este proceso tenía
oposición de todo tipo y color, desde los grupos corporativos
que veían amenazadas sus pequeñas parcelas de mercado
y de poder, hasta los grupos nacionalistas que decían que
España iba a perder su identidad cultural. Gracias al liderazgo
político finalmente el proyecto europeísta se ganó
los corazones y las mentes de los españoles y consiguió
que España se metiera de lleno en la prosperidad, cerrando
en poco tiempo, como también lo hicieron, Irlanda y Portugal,
la brecha de ingresos que los separaba de los países más
prósperos de Europa.
De la interacción
humana nacen los sentimientos más nobles, el amor, el afecto,
la amistad; la integración es, en definitiva, una forma de
organizar la interacción humana, de organizar la convivencia
pacífica entre las naciones. Es en esta interacción
donde se gesta, nace, se nutre y se produce la riqueza de las naciones.
Muchas gracias.
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