íbola sobrevive en los ojos de pacientes que se han curado
El médico Ian Crozier trabajaba para la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Sierra Leona, África, el corazón del brote del ébola. Era voluntario ayudando a las víctimas de este virus hasta que la enfermedad lo afectó. Sobrevivió, pero los rastros continúan manifestándose en su cuerpo.
Crozier, de 44 años, recibió el alta en el Hospital Universitario Emory, Atlanta, EEUU, el pasado octubre. En diciembre volvería, afectado por un problema en su vista.
Tras realizarle una serie de exámenes los médicos descubrieron cuál era el problema que lo tenía preocupado. El virus del ébola se encontraba en el interior de su ojo. El color de su iris había mutado: del azul que lo caracterizaba a un verde intenso que ahora llamaba la atención de quien lo miraba fijo.
El oftalmólogo Steven Yeh trató el ojo de Crozier, extrajo unas cuantas muestras y las envió urgente a un laboratorio para saber qué era lo que estaba ocurriendo con su paciente.
Según los análisis a los que fue sometido Crozier, en el tiempo en que transcurrió no pudo contagiar a nadie. Es que ni las lágrimas ni la superficie de su ojo tenían el virus. Éste estaba en su interior, oculto. "Me tomé como algo personal que el virus pudiera estar dentro de mi ojo sin que yo lo supiera", señaló el médico de la OMS.
Crozier no fue el primero de los que padecieron ébola en sufrir trastornos en su vista. Casos similares se repitieron en África donde el brote fue mayor que en el resto del mundo. Alrededor del 40 % de ellos tienen problemas oculares.