El estudio publicado en "Journal of Health Psychology", una revista internacional de investigación en psicología, demostró que luego de pocas horas de sueño, la hormona que controla el apetito se ve afectada y provoca un mayor estrés emocional, el cual provoca que aumenten las ganas de comer para compensar la falta de energía.

Los investigadores Lundahl y Timothy D Alyssa Nelson señalaron que no hay estudios hasta el momento que vinculen los patrones de sueño interrumpido con el aumento de consumo de alimentos, y que puede ser importante a la hora de abordar estrategias de prevención y los tratamientos de enfermedades crónicas como la obesidad, diabetes o las enfermedades del corazón.

"Es necesario que las personas sean conscientes de los resultados de este estudio para que, así, tengan cuidado con la calidad y cantidad de alimentos que ingiere cuando duerme mal", concluyó el editor del "Journal of Health Psychology".