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Una mirada al programa de alfabetización del Mides "Yo sí puedo"

"Yo sí puedo" es una estrategia de alfabetización para adultos que se está llevando adelante en coordinación entre el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) y la Administración Nacional de Educación Pública (Anep). El programa arrancó como un plan piloto pero se convirtió en un proyecto mucho más ambicioso que se plantea reducir al mínimo el número de analfabetos en Uruguay. Informe de Santiago Díaz

El plan piloto comenzó a implementarse el 19 de marzo de este año, día en que se celebró el aniversario número 162 del nacimiento de José  Pedro Varela. De hecho, el programa se llama "En el país de Varela, yo sí puedo".  Es un programa de origen cubano que se ha ido aplicando a varios países. Incluso, si bien la matriz siempre es la misma se va adaptando a las realidades de los diferentes países en los que se aplica y se ha traducido a diversas lenguas (inglés, portugués y algunas lenguas indígenas).

"Yo sí puedo" es un método audiovisual que permite la alfabetización de adultos en cuatro meses. Las clases son de una hora y media por día y se basan en material audiovisual. También contienen una serie de temas disparadores que son discutidos entre alumnos y maestros. La idea es que se dé una relación horizontal entre el docente y los alumnos.

Yamandú Ferraz, el director del programa, comentó: "Con un respaldo de una teleclase en donde aparece secuenciada la transmisión del conocimiento en cuanto a la aprehensión de la lecto-escritura. Los temas disparadores son manejados por los docentes en el grupo porque son temas de conversación, de interés, incentivo sobre los derechos, la familia, geografía, amén de todos los otros tipos de diálogos que puedan estar surgiendo dentro del grupo en donde se está desarrollando una relación social. Se trata de un diálogo de adultos".

Luego de esos cuatro meses el nivel de aprendizaje depende mucho de varios factores, entre ellos, la capacidad del alumno y los conocimientos anteriores de cada uno. Pero, lo que sí aporta este programa es la oportunidad de seguir enriqueciendo el conocimiento, hacer otros cursos que antes serían imposibles.

"En este módulo de enseñanza de lecto-escritura la persona adquiere conocimientos básicos y puede escribir frases y una pequeña carta. Puede leer una página dependiendo, inclusive, de la capacidad de la cada persona. Esto no puede quedar descolgado sino que es el inicio para obtener las herramientas básicas para integrarse a otro programa o poder integrarse a la terminación del ciclo primario, que es lo convenido con ANEP. Porque nosotros trabajamos en consonancia con ANEP", indicó Ferraz.
 
Pueden participar de este programa todas las personas que tengan más de 18 años y que no hayan concurrido nunca a un centro de enseñanza o tengan primaria inconclusa. Los interesados pueden anotarse en forma voluntaria aunque el Ministerio de Desarrollo Social también convoca a beneficiarios del Plan de Emergencia. La base de datos del Plan de Emergencia indica que hay 30.000 personas que están en situación de analfabetismo o analfabetismo funcional. Pero ellos no son los únicos en Uruguay y muestra de ello es que ya mucha gente se anotó en forma voluntaria.

El plan piloto se realizó sólo con gente del Plan de Emergencia. Participaron 162 personas de Bella Unión, Artigas, Melo, Toledo, Las Piedras y Montevideo. El 95% completó los cursos y el 81% obtuvo su diploma. El curso fue evaluado por la ANEP, que consideró que los resultados fueron exitosos y dio el visto bueno para generalizarlo. Ahora están en una segunda etapa, en la que hay más de 200 maestros trabajando, siete coordinadores y 3.000 personas que ya están tomando los cursos desde fines de setiembre.

Sully Da Cunha y Mariela Adieggo, dos maestras que trabajaron en el plan piloto y ahora coordinan esta etapa más amplia, están muy entusiasmadas con el proyecto tras la primera experiencia trabajando con adultos.

Para Sully fue todo un desafío porque se trataba de algo nuevo y encontró mucho entusiasmo en el alumnado, mucha avidez por aprender y, con el correr de las clases, una recuperación de la dignidad: "No se creían personas, no se sentían partícipes de la sociedad actual y el simple hecho de estar tres meses al lado de ellos, de darles el apoyo, de conversar, de contenerlos, de acercarse como un igual, de aportarles en la lecto-escritura y materiales para que trabajaran. Para ellos fue algo inédito y por eso los agradecimientos son hasta el día de hoy. Se sintieron tal vez por primera vez partícipes de una sociedad en la que ellos eran iguales a los demás, con los mismos derechos y las mismas obligaciones".

Sully tuvo alumnos de entre 20 y 60 años y en la mayoría notó las mismas cosas: "Ellos se sentían marginados, discriminados totalmente en todos los ámbitos sociales. Por primera vez se sintieron que podía ser tratados como iguales y eso les sirvió para mejorar su autoestima y para saber que pueden hacer un montón de cosas que hasta ese momento pensaban que no podían. Entonces, empezaron a trabajar en Trabajo Por Uruguay, cuando hasta ese momento esperaban que le pagaran Ingreso Ciudadano y nada más, porque igual ellos otra cosa no podían hacer. Y todos contentos. Me llaman y me mandan mensajes: `maestra conseguí trabajo acá, maestra conseguí trabajo allá´. Fue un abrirle una puerta a esa gente que tenía todas las puertas cerradas".

Más allá de lo que aprendieron hay algo que todas las personas con las que hablamos destacan: la recuperación de la autoestima y de la confianza en uno mismo. "Gente que me decía: `maestra yo no me imaginé que esto no fuera tan difícil, pensé que nunca lo iba a poder afrontar porque nunca me había tocado en mi momento y ahora era imposible´. Nunca pensaron que esto podía darse, esta realidad de soñar que podían ir a la escuela, aprender a leer y a escribir, firmar su nombre se les fuera a hacer realidad. Entonces, terminamos en junio y hasta el día de hoy me llaman y me dicen: `maestra, si no hubiera sido por usted´...", contó Sully.

Para Mariela Adieggo mucho más allá de la adquisición de la lecto-escritura, esto tiene otros efectos que son todavía más importantes: "Esto tuvo un impacto a nivel personal, social y familiar impresionante, porque se valorizaron de otra manera y se posicionaron en otro lugar. Se dieron cuenta que podían anotarse para un trabajo, que podían ir solos a hacer trámites, ayudar a sus hijos a hacer los deberes e incluso ser mirados de otra manera en sus propias casas. Ya son mirados de otra manera, ya no son los que dejaban siempre atrás, los que solo servían para hacer las cosas de la casa o cosas puntuales. Todo el entorno gira de otra manera".

Según Mariela, todo esto se ve en el porcentaje de gente que terminó el programa: "Tiene que estar realmente interesado en eso y le tiene que devolver algo, porque sino, no pierde el tiempo. El niño va a la escuela porque la familia lo manda. El adulto vuelve porque le gustó, porque le interesa, porque se sintió bien. A mí me decían: `maestra yo acá me río, yo acá me siento bien , yo acá disfruto, estoy deseando que sean las dos de la tarde para venir a la escuela´".
Sully contó sobre uno de sus alumnos, que tiene 37 años y nunca había ido a la escuela porque su padre no lo quería mandar: "Cuando llegó el primer día de clase ya me dijo que él no creía que pudiera aprender porque su padre no lo había mandado a la escuela por él no podía aprender. Estaba totalmente convencido de que sus capacidades no le daban para aprender a leer y escribir. Pero este señor a la semana ya estaba escribiendo su nombre solo, ya reconocía las cinco vocales y las consonantes dadas hasta ese momento. Entonces me dijo que yo había logrado descubrir algo que él hasta el momento no conocía. Y me dijo, y esto fue lo que más me removió en ese momento: `cómo se estará revolviendo mi padre en la tumba, porque yo en 15 días ya casi sé leer del todo´. Y eso que ese señor tuvo una cantidad de problemas familiares bastante complicados. Algún día tuvo que faltar, pero el día que faltaba me mandaba al hijo para que yo le pusiera tareas. Y había días que yo me quedaba un ratito más con él para que pudiera repasar o recuperar lo que habíamos dado en la clase anterior, porque su interés era impresionante. Y aprendió a leer y a escribir de manera impecable".

Trabajar con adultos es muy diferente a hacerlo con niños. Mariela y Sully hicieron mediante este programa su primera experiencia con adultos. Según Mariela, se trata de algo mucho más reconfortante "porque te das cuenta que personas que parecerían estar de vuelta en la vida tienen ganas de salir adelante, tienen ganas de aprender porque necesitan. Y aprenden y como lo valoran. Lo que valoran cada paso que van dando, cada cosa nueva que se dan cuenta que pueden hacer, ya sean cosas de conocimiento puntual o de la vida cotidiana, como tomarse un ómnibus sin preguntarle a nadie qué dice, o firmar un documento en alguna situación y no tener que ir acompañado de otra persona para hacer un trámite".

Son cosas que uno ni se plantea cómo influyen en lo cotidiano, en lo diario, en las cosas más básicas y por ahí se explica el aumento de la autoestima, el considerar que uno puede hacer una cantidad de cosas.

Sully también habla de las particularidades de trabajar con adultos: "Las caras de asombro los primeros días cuando empezaron a aprender las primeras letras y no se las olvidaron, cuando empezaron a unir consonantes con vocales... Te digo que era como un descubrimiento que con los niños ahora no te pasa, porque los niños ahora vienen tan rápidos, lo agarran enseguida y no se dan cuenta del valor. Como valoraban cada letra que aprendían, cada instancia de estar juntos, cada conversación, cada compartir de algo".

Le preguntamos a Mariela qué es lo que más les cuesta a los alumnos durante el curso: "Cuando empezaron a aparecer una mayor cantidad de letras costaba la retención. Había gente con problemas de memoria. El método se basa en la asociación de números con letras. Partiendo de la base que los números son elementos mucho más familiares y conocidos y que el adulto en la vida ha tenidos que desenvolverse mucho más con ellos, se asocia a cada número una letra. Y a medida que íbamos avanzando se notaban  dificultades en algunos y en otros dificultades motrices. Claro, gente adulta acostumbrada a trabajos de campo o cosas que no requieren motricidad fina. Costaba agarrar el lápiz y escribir en un espacio relativamente chico, cuesta, cuesta". 

Le preguntamos a Sully si los conocimientos obtenidos en el programa se pierden si no se ejercitan con cierta regularidad: "Puede ser que haya personas que sí lo pierdan, porque hay determinados entornos que no tienen nada que les aporte algo para la lectura y la escritura. Puede ser que en algún caso se dé, pero no creo porque es tanto el interés, que ellos mismos van a buscar instancias en donde puedan ejercitar eso que aprendieron".

Es como decía Ferraz, esto sirve como comienzo para seguir adelante. Después, dependerá mucho de la capacidad y la inquietud de cada persona, de las posibilidades que le ofrezca su entorno y del tiempo de que disponga.

Por otra parte, le preguntamos a Mariela qué dificultades presentó el programa en su trabajo como maestra: "Precisás un cambio de cabeza. Cosas y metodológicas que se utilizan en el programa, hace mucho que no se utilizan en la escuela. No quiere decir que se hayan retomado cosas viejas sino que se trata de adaptar a la cabeza de un adulto, que es mucho menos activa y ágil que la de un niño. Se trata de adaptar todo a la forma de pensar del adulto. A veces te parece todo muy pausado, muy lento y eso me costó un poco". 

Leticia Iruleguy, que tiene 64 años, trabaja como clasificadora y en este momento es parte del programa Yo sí puedo, cuenta lo que la limita no saber leer ni escribir: "Es como todo, hay que largarse... Y no solamente eso, hace dos años y pico que tengo una lucha por el clasificador, tratando de organizar este oficio y a ver si podemos tener un sueldo un poco más generoso. Pero qué pasa... tu sabés que muchas veces me paso, inclusive con muchos papeles que te dan y que tenés que esperar que otros te lo lean. (-¿En qué situaciones te ha pasado esto?) -En varias . En primer lugar, por el proyecto. Cuando se hizo el proyecto a nivel cooperativo del clasificador me lo tuvieron que leer. Y tengo muy buena cabeza para retener y para proyectar cosas y tu sabés que no me servía de nada porque no sé leer y, entonces, todo tiene que pasar por la mano de un tercero. Y es duro. Lo mismo con los niños, ya que es difícil ayudarlos porque un ciego no puede ayudar a otro. Una vuelta llegué a llorar porque no podía llenar un formulario. Porque estuve muchas horas para que uno me lo leyera, el otro también y llegó un momento que tenía tres versiones diferentes, no se ponían de acuerdo. Porque yo siempre pregunto de todo. Será porque no sé leer que quiero que la gente me explique todo, que me diga qué quiere decir. Tal palabra porque la ponen tan bonita, si es lo contrario. Yo que sé, no llegaba a comprender".

Leticia también contó que fue a la escuela sólo hasta segundo. Claro, según ella, para ir a la escuela tenía que recorrer seis leguas a caballo todos los días (más de 20 kilómetros). Además, sus padres consideraban que no era tan necesaria la escuela para desenvolverse en la vida: "Imagínate que yo estaba en el Queguay y venía hasta Estación Merino para ir a la escuela a caballo. O sea, nosotros salíamos de noche para llegar 8:30 a la escuela. Eran dos horas y pico de caballo. Entonces, fui hasta segundo. Pero es importantísimo que uno aprenda y que los padres lleven a sus hijos a la escuela. Yo quisiera que mis padres vivieran para que se den cuenta que para lavar un piso se necesita saber leer y escribir correctamente". 

También explicó Leticia cómo le esta yendo en el programa Yo sí puedo: "Me esta yendo lindo. Lo único que me complica ahora es escribir en cursiva, pero en imprenta voy ahí... Me demoro un poco al leer. Veo que un pedazo chico los chicos lo leen rapidísimo y yo me paso como dos horas. Pero, gracias a Dios, todo eso ya como que ahora me siento que yo puedo. Yo tengo que aprender a leer y no solamente eso, quiero después aprender computación. Yo puedo. Y si lo puedo hacer yo, lo pueden hacer muchos. (-¿Qué es lo que más te ha costado en el programa?) -Ahora en este momento la cursiva. Unir todas las letras me ha costado un montón. (-¿Y en la lectura?) -Me cuesta bastante, pero lo hago. Esta bastante complicado porque hay tres clases de A, por ejemplo. La A imprenta la distingo bárbaro y ahora ya sé que las tres clases de A son la misa letra, lo mismo me pasa con la E. Yo miro el abecedario varias veces para saber si esa letra, de la que hay tres clases, es la misma. Viste que hay algunas que tiene una colita, hay otras con dos patitas como la N, o con tres, como la M. Todo eso ha sido muy duro, muy duro, pero no imposible, yo sé que no es imposible. (-O sea que estás contenta...) Estoy contenta. No estoy contenta, estoy re contenta. A la edad mía, aprender a leer correctamente para mi va a ser... Yo sé que el año que viene voy a estar leyendo correctamente de corrido. No voy a estar deletreando, ahí está, no me salía la palabra. No voy a estar deletreando, el año que viene, si Dios quiere, voy a leer de corrido".

Leticia contó con qué practica para mejorar la lectura: "Con diarios, con los nombres de las calles, algunas revistas lindas que vienen...Y tengo dos libros de cocina que siempre guardé y hoy, me lleva rato, pero puedo cocina por una receta. Lo guardé pensando que siempre alguien lo puede precisar y en realidad ese alguien era yo misma. (-¿Pensaste que ibas a tener esta chance?) No, la verdad que no, te soy sincera. Una vuelta un chico, grande ya, me comentó que iba a la escuela y que sabía leer. Yo le comenté que no sabía leer y el me dijo que vaya a la escuela, que fuera con él. Pero yo no fui porque me dio vergüenza, porque al ser todos tan jóvenes... Ahora no me da vergüenza  porque por vergüenza desperdicié varios años en mi vida. Por vergüenza no pude tener un trabajo mejor. Hasta para lavar un piso se precisa leer. Porque te dicen andá al piso "C", y yo siempre me equivocaba, no tenía ni idea y me equivocaba la C, con la S y la Z. Eso para mi fue duro. Siempre las letras para mí han sido... Yo puedo decirle a los chicos que no dejen de ir a la escuela. ¿Vos sabés lo que es recién ahora aprender a unir letras? Algún día voy a hacer una carta, no sé para quien, pero sé que la voy a hacer".

Leticia contó que hacía años le habían enseñado a dibujar su firma en una casa de una familia en la que ella trabajaba y recién ahora se da cuenta por qué ese dibujo quería decir su nombre: "Entonces ahora me doy cuenta que siempre hice un dibujo, pero no una firma. Todo aquel que quiera, puede. Y no solamente eso: no me voy a morir sin hacer una carta, con mi letra. (-Y con tu firma...) -Sin hacer dibujitos, viste. Con mi firma, bien linda y sin hacer dibujitos, ¿me entendés?".