Sociedad

Por el cansancio de ser "feo"

Un hombre se cansó de ser feo. Probó dietas, tratamientos, implantes, pero se descubrió igual de infeliz. En algún momento, su cabeza hizo algunos "clicks" y pudo capitalizar su sufrimiento: escribió un polémico y divertido libro de 330 páginas. "Feo" es la historia real del argentino Gonzalo Otálora.

GONZALO SOBRAL:

"La belleza ideal es una estafa. No existe. Hice todo tipo de dietas, me sometí a cirugías estéticas, vivía en el gimnasio... Así y todo seguía sintiéndome inseguro y desgraciado. Encontré la felicidad cuando dejé de juzgarme frente al espejo y tiré la balanza por la ventana. ¡Qué invento nefasto! Habría que prohibirlas. Son trituradoras de autoestima". Todo esto lo asegura Gonzalo Otálora, autor y protagonista del libro "¡Feo! Por primera vez la historia no la escribe un lindo". Con prólogo del actor Gastón Pauls.
"Feo" es, entre otras cosas, la historia real de Gonzalo, un joven que no sólo asegura haber enfrentado las burlas y menosprecio de los demás, sino que además aprendió a quererse y lo capitalizó en este polémico y divertido libro de 330 páginas, editado por Planeta, que se vende aquí en Uruguay a 320 pesos.

Gonzalo, buenos días. ¿Por qué se te ocurrió hacer el libro? ¿Qué intentaste? ¿Expiar fantasmas internos de alguna manera?

GONZALO OTÁLORA- No. Vos sabés que yo estaba leyendo el libro "Metrosexual" y en un momento, al encontrar que todo lo que contaba era exactamente diferente a lo que era mi vida, me dije "Ah, pero yo soy un feo sexual". Y a partir de ahí empecé a escribir una especie de guía para las personas poco atractivas. En realidad, una vez que terminé de escribirlo, lo que apareció fue mi vida. Lo único que hice fue sentarme durante dos meses a escribir todo lo que había vivido desde la infancia hasta hace pocos años. Y cuando terminé de leerlo dije "¡A la pucha, mirá todo lo que pasó"!. Y ahí nació este libro.

ALEJANDRA BORQUES:

Por ahí decís que no fue un regocijo total la escritura, que por momentos lo disfrutaste y que en otros casi lloraste.

GO – Y sí. Por ejemplo, cuando me ponía a hablar de la Primaria y recordaba cuando yo era el idiota del curso, mis compañeros me cargaban, yo también devolvía las cargadas, sentía una congoja y un sufrimiento que se siente en el libro. Y después, cuando voy contando mi transformación de cómo logra el idiota del curso ser el líder del colegio... empiezo a hacer lío con los porteros, con los maestros, y después con las mujeres y demás...empieza esto de "me río de lo que sufrí pero al mismo tiempo dejo la impronta de ese sufrimiento".

GS – Alguien a esta altura puede preguntarse, si vos tuvieras que describirte físicamente ¿cómo sos?

GO – Lo curioso es que todos se imaginan que mi aspecto es muy parecido al que tenía a los 12 años, y la verdad que es diferente. Yo tuve una especie de fealdad temporal, salvo los anteojos "culo de botella". Lo que yo hice fue apelar a la belleza ideal, es decir, intenté una transformación estética pensando que esa transformación me iba a hacer feliz. Y me di cuenta que yo estaba de algún modo en un camino equivocado, porque si yo pensaba que la cirugía estética, las dietas, ir al gimnasio todos los días, eso me iba a convertir en feliz, estaba equivocado. Cada día necesitaba más hasta que me reconcilié con el espejo y pude entender que la belleza ideal es una estafa. Y también la escritura del libro, porque al escribir y darme cuenta que toda la inseguridad desde el aspecto radicaba en aquellas bromas de la infancia, de algún modo lo que aparece hoy en mi imagen no se corresponde con lo que cuento, pero de todas maneras yo no hablo de la belleza o de la fealdad estética, sino del sentirse feo. Yo he sufrido de algún modo lo que podemos llamar como la "anorexia estética". Yo quizá no lo era, pero me sentía feo.

AB – Vivís en un país donde la estética y quizá mucho más que en Uruguay, es un tema de conversación, preocupación y ocupación. Si comparamos cuánto tiempo le dedicamos los uruguayos y/o los argentinos, seguro que ustedes mucho más. Pero, tiene que ver con el tema cultural el conversar, el hablar, quién es lindo, quién está en buen estado y quién no, ¿sentís eso?

GO – Sí, lo que siento es que lo que cambia a través del tiempo son los aspectos considerados bellos o feos, pero no cambia la carga peyorativa del feo. ¿Desde dónde nace el sentirse feo? Desde la broma, desde el menosprecio, desde charlar con los amigos y decir: "Uy, mirá que mina fea, yo con esa no estoy ni loco". Y las minas: "No, yo con ese pibe feo no estoy". Entonces, empieza a creerse que es algo como deshonroso estar con una persona que no se corresponde con la estética. Y si es deshonroso estar con otra persona, mucho más es ser esa persona que no se corresponde con la estética. Hoy no me correspondo con la estética. No soy Brad Pitt ni mucho menos y voy camino a ser cada vez más feo porque biológicamente es así. Si yo dependo de mi ánimo, mi felicidad y mi autoestima dependen del espejo, siempre voy a estar sujeto a los vaivenes de la moda. Significa que siempre voy a estar triste, deprimido, y consumiendo infinidad de productos que no son necesarios para que yo sea feliz.

GS – Vos hablás de vaivenes de la moda, consumo de productos, pero también en el libro hablás de cosas que a veces son más complejas. Decías, por ejemplo, que en la escuela había una tendencia de echarle la culpa de las cosas que pasaban al feo.

GO – Sí, totalmente.

GS - ¿Y eso por qué?

GO – El feo es el chivo expiatorio. Lo que pasa es que yo me peleaba con mis compañeros y siempre los maestros tomaban las reacciones, no el origen. Yo me agarraba a trompadas con mis compañeros, obviamente perdía, porque me cargaban. Entonces a mí me criticaban y me reprendían las golpizas, pero no se preguntaban por qué nacían las golpizas... Y yo tenía que controlarme para que no me echen del colegio.

Eso no sé si está cambiando de algún modo, pero los maestros están un poco más atentos. La realidad que yo vi en los 80 es muy diferente a la de los colegios de hoy, pero de todas maneras estamos a años luz de poder erradicar o calmar la violencia en los colegios.

GS – Y, ¿qué pasa en el caso del amor? Vos tenés un capítulo que se llama "Amor no correspondido".

GO – Los feos vivimos el amor no correspondido más que nada y la verdad que es complicado, porque cuando uno no se quiere, cuando uno se desprecia, es difícil que otro lo quiera. Y sobre todo cuando uno comienza en la adolescencia a tratar de recibir caricias, pasarla bien, como lo hacen sus compañeros, uno intenta buscar las chicas lindas. Es lo que me pasó a mí. Yo no quería una chica fea, yo también buscaba la chica linda. Entonces obviamente, cada vez se hacía más difícil todo. Quizá si yo hubiera encontrado a los 15 años una chica que me correspondiese el amor, no sé si hubiese sufrido tanto. O sí. La realidad es que yo me enamoré recién a los 23 años, y el mito de la media naranja aparece en escena. Supuestamente nosotros buscamos la mitad de la naranja que nos falta, pero para los otros, si uno se siente feo termina siendo la mitad de la naranja pero en estado de putrefacción. Es muy difícil aceptarse y que lo acepten.

GS – Mirá lo que cuenta Leo, que nos mandó un mensaje de texto. Dice: "por ser mezcla de indio y negro, en el liceo yo era "el feo". Ahora me doy cuenta de que lindos en realidad somos todos" y te manda felicitaciones.

GO – Y ahí hay un tema neurálgico. Como obviamente quienes ganaron fueron los españoles, todo aquello que era indígena o aborigen, termina siendo feo. Si hubieran ganado los charrúas, hoy quizá el modelo de belleza serían los charrúas.

AB- Es probable. Vos hablás en el libro y en el relato admitís en algún momento ese click... Ya casi sobre el final apelás a quién te lee, a decir: ojo, yo logré superarlo. Y tenés 31 años. Da la impresión de que en determinado momento, la familia, un psicólogo, tú mismo encontraste la puerta para no seguir sufriendo.

GO – Hubo como tres clicks, el primero cuando me di cuenta que haciendo el lugar del idiota del curso me miraban con asombro.

AB – Estuvieron a punto de echarte...

GO – Sí, muchas veces. Pero yo en aquella época no era un asesino serial. Era un pibe que rompía bancos, obviamente no estoy a favor de eso pero era lo que hacía. Y después el humor, y ahí de algún modo empieza el gran cambio de mi vida. Cuando uno se ríe de sí mismo saca el dolor afuera. Y lejos de deprimirme ante un fracaso, yo tomaba los fracasos como una enseñanza. Es decir, cuando yo salía con una chica y a los cinco minutos quería besarla, y se me levantaba y se iba, yo decía: bueno, tengo que esperar por lo menos 10. Y así esperé 10, 15, 20, y así pasaron tres horas, hasta que efectivamente pude estar un tiempo con una chica.

Y el tercer click es lo que te contaba antes: yo me hice un implante capilar y a los cinco meses, al ver el resultado con más pelo, empecé a detectar que otras partes de mi cuerpo merecían cirugía estética. Entonces dije: ¡yo estoy loco! Ahí fue el tercer click, después de escribir el libro, me di cuenta de todo lo que había vivido y todo lo que había sufrido.

AB – Sos un tipo profesionalmente exitoso, hacés lo que te gusta...

GO – Sí, hago lo que me gusta, pero durante mucho tiempo arrastré mucha inseguridad. Yo fui productor de exteriores durante mucho tiempo y salí a la calle con cierto temor de lo que podía hacer, de mis capacidades. Y por otro lado, en aquella etapa donde había podido vencer mi problema con las chicas, de algún modo era bastante efectivo con ellas. Si salía con una chica, de algún modo lograba lo que quería. Entonces yo me preguntaba cómo podía ser que fuera tan seguro con las minas, y sin embargo, en el trabajo destilaba tanta inseguridad. Y me di cuenta que todo había nacido en esa infancia. Evidentemente si un jefe me criticaba era como si mis compañeros me cargasen en el colegio. No sé si la carrera es exitosa, la verdad que le metí mucho esfuerzo, como todo en la vida, y lo que hoy puedo decir es que aquella inseguridad que antes estaba, ahora se está yendo.

AB – Quizá sí le puedo poner el "exitoso" también al libro, ¿eras consciente de que escribiendo algo casi autobiográfico, pero relacionado a la fealdad, podías tener el éxito que tuvo?

GO – Al principio cuando lo escribí, no. Porque me rebotaron todas las editoriales de Buenos Aires. Después lo volví a rescribir en función de unas cosas que me había dado cuenta y yo sentí algo que esto podía impactar. Lo sentía. Y además con toda una campaña de prensa y marketing que hicimos acá en Buenos Aires. Le presenté al presidente de la nación una solicitada pidiéndole un impuesto a la belleza, subsidio a los feos. Empapelé todos los subtes, página web, es decir, lo que hice fue llamar la atención, como siempre hice en mi vida. Lo curioso es que a la página web –www.feosexual.com- me escribe un montón de gente que se siente identificada. Eso a mí me pone en el lugar de compromiso, porque el libro en primera instancia puede tomarse como una humorada. El feo que se ríe de sí mismo, ¡que divertido! Pero tiene una segunda lectura y es ahí donde la gente hace ancla y me escriben cosas que hasta superan mi historia: chicas que se han querido suicidar 15 veces, que no quieren salir de la casa porque los padres les dicen que son gordas, feas y que adelgacen. Hay una situación que se está viviendo con esto del marketing de la belleza que es tan duro, tan grave, que el libro más que una expresión termina siendo un testimonio, un relato social de lo que estamos viviendo.

GS – En algún momento afirmás que la fealdad es una cuestión de clase ¿por qué?

GO – Porque hoy uno puede alcanzar una belleza ideal, un estereotipo de belleza, pero con tres elementos que no todos tenemos. Para tener el cuerpo de una modelo tenés que tener una genética, que te sobren cuatro horas por día para hacer todos los tratamientos, gimnasio y demás y dinero para poder pagar todo eso. Si uno no tiene ni el dinero ni el tiempo, y quizá tampoco la genética, es imposible alcanzarlo. Entonces la belleza termina siendo clasista. Si yo no puedo tener el dinero y el tiempo, obviamente voy a estar con panza, no voy a tener el mejor cutis... El que quiere ser lindo tiene que aspirar a serlo y con tiempo y dinero lo puede lograr. El que no, que se embrome, que viva sufriendo o directamente diciendo "yo no me prendo".

AB - ¿Cuánto influye la televisión en eso que estás describiendo?

GO – Muchísimo. La televisión, los anuncios... Acá entramos en un terreno tan difícil, porque es muy difícil que el Estado regule todo esto, pero sí puede tomar iniciativa en, por ejemplo, respetar el tema de los talles. Hay una ley en Argentina donde tendrían que estar todos los talles en los negocios de ropa... No existe.
Después lo que propongo es que en las vidrieras estén maniquíes de todos los talles, y en los desfiles de moda estén representados todos los talles contexturas físicas y pesos. Es decir, tratemos de universalizar y no globalizar un estereotipo. Eso sí lo podemos hacer. Ahora, regular sobre un grupo... En broma propongo que en todas las novelas de amor tiene que haber sí o sí un protagonista feo y los guionistas no pueden matarlo. Eso es imposible que lo aprueben. ¡Sería genial! Hacemos el intento...

GS – Hay un oyente que nos manda un mensaje para ver si nos acordábamos de un tema que se llamaba "Que se mueran los feos", de Palito Ortega.

GO – Sí, lo que cuenta es que se mueran los feos porque los feos le sacamos las minas a los lindos. No sé si es tan cierto o no, pero por lo menos es un tema divertido.

GS – Ponés en el libro, más sobre el final: "qué lástima haber nacido antes", porque ahora hay un fenómeno de eso que contabas, el acoso adentro de la escuela.
Dicen que de alguna manera están optando por proteger a los chicos que sufren acoso por ser feos...

GO – Sí, yo estoy a favor porque es una disciplina que - de algún modo- está tratando de terminar con esto. Pero no nació por el sufrimiento de quienes fuimos objeto de las cargadas sino que nació por el sufrimiento de los verdugos. Entre comillas, obviamente. Se pusieron en los Estados Unidos a través de un tipo que salió en una universidad a matar a un montón de personas porque lo cargaban, y dijeron "acá está pasando algo". Llegaron tarde, pero de todas maneras me parece que viene muy bien. Porque sobre todo en la infancia, donde uno termina con una marca, no de por vida pero sí muy profunda, porque cuando uno sale de su casa lo único que conoce es el cariño de sus padres, sus abuelos, sus hermanos, y cuando llega al colegio se da cuenta de que hay personas que no lo pueden querer. Si uno sale de la Primaria con una marca indeleble, casi tatuado, que uno de algún modo es un perdedor... la vida es muy difícil.

GS – Pregunta una oyente, ¿qué opinás de el "Patito feo"?

GO – Bueno. Yo trabajo en "Patito feo", soy el coordinador de post producción de la tira y al comienzo tuve una charla con el gerente de la productora. Casualmente el libro ya estaba escrito y le conté las discrepancias que tengo con "Betty la fea", que tiene un cambio estético y no un cambio profundo. Me da mucho placer decir que en "Patito feo", todos los cambios que logró en su vida, sus grandes transformaciones las hizo con su mismo aspecto... No sé si estoy adelantando capítulos que todavía no se han visto en Uruguay.

AB – Un poquito, pero es parte de la idea de poder saber los efectos de algo que da la impresión de que está muy relacionado con algo de lo que tú contabas. Yo tuviera que describir qué ocurre en muchos de los lugares de estudio de niñas y de niños, el efecto de esa comparación entre las feas y las lindas, es un tema casi cotidiano y de discusión entre padres, por si esto tiene buenos efectos o no sobre los niños.

GO – Y acá se está dando en las escuelas de Buenos Aires un cambio que creo que a escapa a la belleza y la fealdad: tiene que ver con las etnias.

AB – ¿Relacionado con qué, por ejemplo?

GO – Acá hay chicos de diferentes etnias, siempre la cargada es desde la diferencia. Como digo siempre, si Brad Pitt hubiera ido a un colegio rodeado de chicos feos, quien hubiese sufrido hubiera sido Brad Pitt, porque hubiese diferente.

AB - ¿Creés que puede pasar al contrario, eso que estás describiendo?

GO – Totalmente, se carga siempre al diferente, al débil, no al igual, por inseguridades propias de quien está del otro lado. O simplemente por regocijo personal de ver sufrir al otro. Porque lo que tiene el humor es que por lo general uno se ríe del sufrimiento ajeno. Cuando uno ve que se cae el otro y se ríe, uno se ríe del sufrimiento ajeno, no es que lo desee ni que lo promueva, pero se ríe.

Las cargadas en el colegio tienen que ver con eso, con que el otro sufra. En mi caso, yo sufría tanto, me agarraba a trompadas... El día que yo me empecé a reír y cuando los chicos me cargaban yo hacía tres chistes más, ahí destruí el núcleo de la broma y los chicos no me cargaban más.

El tema de "Patito feo" es que es realmente una afección para nada representa la realidad. Por ejemplo, no se habla nada de sexualidad cuando son chicos de 14 y 15 años... En la Argentina los chicos de esa edad llegan en muchos casos a que ya tienen abortos y "Patito" no lo representa a eso, entonces asociarlo con la realidad es difícil.

De todas maneras, obviamente la televisión siempre influye, pero uno supone que a las seis de la tarde hay un padre que está al lado de ellos. Además quedó el mensaje muy esperanzador del "Patito".

AB – Antes de despedirnos de Gonzalo, ¿por qué la lengua de los Rolling? ¿Con frenillo, no?

GO – Sí, la lengua de los Rolling con aparatos de ortodoncia. La lengua de Andy Warhol, en su momento, cuando fue tapa de los Rolling Stones, era como un desafío a la autoridad, a los estereotipos, y un desafío hasta con alegría, y en mi caso, desafío al estereotipo de la belleza con alegría. Me pareció que era una síntesis intervenir la lengua de los Rolling Stones con los aparatos de ortodoncia. Aunque algunos me dicen que si hubiese puesto la foto de mis 12 años, quizá me hubiese ido mejor.

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