El museo del "Nunca más"
El 10 de diciembre la casa de un dictador se transformó en un centro para recordar la represión. Lejos de ser un catálogo del horror, el Museo de la Memoria busca rescatar y fortalecer los valores democráticos, con una clara vocación de futuro. Así, la Quinta de Santos se transformó en un espacio para reflexionar sobre la dictadura que padeció Uruguay, entre 1973 y 1985. ¿La intención? Recoger experiencias y testimonios para no tropezar dos veces con la misma piedra. Informe de Mauricio Erramuspe
La creación del Museo de la Memoria comenzó en 2005. La idea de conformar un espacio que recuerde la represión que se desplegó en Uruguay durante la dictadura, fue un reclamo tradicional de las organizaciones de derechos humanos. El equipo de Mauricio Rosencof en la Dirección de Cultura de la Intendencia de Montevideo tomó ese reclamo y desde su asunción comenzó a buscar un lugar para concretarlo.
Así fue que Elbio Ferrario, que integraba el equipo de asesores de Rosencof, asumió la coordinación de este emprendimiento. Primero se pensó en las instalaciones de la ex fábrica Campomar, en Miguelete y Uruguayana. Cuando se analizaba cómo recuperar ese edificio de manera rápida y en la forma de adaptarlo a este destino, la Comisión del Museo de la Memoria recibió la idea de instalarlo en la Casa Quinta de Máximo Santos. Esa casona ya había sido recuperada para transformarse en un centro cultural pero, tras varios intentos fallidos, había quedado sin actividad.
Ferrario cuenta que le interesó especialmente que se tratara de la casa de un ex dictador. "Era interesante cambiarle el sentido, lo que era la casa quinta de un dictador resignificarla y ponerla como un espacio por los derechos civiles, por los derechos humanos que de algún modo fue lo que se fue haciendo en otros lugares. En el caso de Argentina se tomaron antiguos centros de tortura o la ESMA, mismo y se constituyeron en espacios por los derechos humanos. Con esa historia de la casa parecía interesante resignificarla", contó.
Santos gobernó Uruguay con mano de hierro entre 1882 y 1886. Su residencia, el Palacio Santos, hoy es la sede protocolar del Ministerio de Relaciones Exteriores. Y su casa quinta, en el Prado, ahora se convirtió en museo. Son muchas las leyendas en torno a la figura de Santos y su perfil autoritario. Incluso llegan a afirmar que arrojaba opositores a los leones que tenía en la quinta. Con esas leyendas no confirmadas y una fastuosidad propia de otras épocas, el espacio propone varios abordajes. Ferrario y el equipo que dirige el museo se proponen desarrollar tres itinerarios.
El primero es la historia de Santos y quienes habitaron la quinta después de su muerte. El segundo es el jardín. Se trata del único que conserva incambiadas las características de los parques del Siglo XIX con las especies exóticas mezcladas con las autóctonas, el recorrido de senderos original, los invernáculos, el palomar, la casita de muñecas, las grutas, la caballeriza y un jardín zoológico con leonera, pajarera y otras jaulitas... Allí es donde la leyenda dice que Santos recluía opositores, llegando al extremo de los leones.
La tercera propuesta es la muestra que ya se puede visitar en el museo. Lejos de la leyenda, esta sí refiera a la memoria del pasado reciente y la represión desplegada en Uruguay por la última dictadura militar.
El modelo que sigue esta propuesta es el de los museos dedicados al Holocausto Judío o los que recuerdan la resistencia contra la ocupación nazi en distintas ciudades de europeas. Esos antecedentes fueron mencionados por Ferrario, además de los espacios que recuerdan los ataques atómicos en Japón y los distintos museos de Argentina y Chile dedicados también a los años de plomo que padeció el Cono Sur.
Elbio Ferrario estuvo detenido durante toda la dictadura militar y ahora pasa sus días en un espacio que justamente recuerda años muy difíciles de su vida. Hoy vive eso con "cierta distancia". "Hay cierta distancia, uno ya lo ve con la distancia de los años y lo ve en términos objetivos. Entonces, no hay ninguna relación traumática con la situación, han pasado 30 años o más. Lo que sí hay es un compromiso importante en todo el objetivo de futuro del museo. En la recorrida habrás visto que no interesa mucho como sí hay otros museos que enfocan más la parte truculenta. No es lo que más interesa. Interesa más el rescate de los valores de justicia, de libertad. La parte truculenta está referida con el dolor y el dolor no es un valor en sí mismo, es algo que padeció mucha gente pero no es un valor en sí mismo. Entonces, hacer hincapié en el dolor no es algo que nos interesa más. Nos interesa más hacer hincapié en los valores que se levantaron de lucha por la libertad, por la democracia, por la justicia social y en trabajar en los derechos civiles hacia el futuro. Derechos civiles, derechos humanos, que es la experiencia que sacamos del pasado. En definitiva, que a la democracia hay que defenderla con más democracia y no con el argumento que utilizaron los militares de que iban a dar un golpe de Estado para defender a la democracia, completamente contradictorio", afirmó.
Así describe Ferrario la finalidad de este museo y su muestra que no puede catalogarse de "permanente" porque justamente la idea es que vaya cambiando, a medida que sume más aportes. La Sala 1 refiere al deterioro institucional e instalación de la dictadura e incluye reproducciones de artículos de prensa con las primeras acciones de grupos "neonazis" contra jóvenes, imágenes de la represión de las marchas estudiantiles, fotos del atentado contra la Seccional 20 del PCU y del entierro de Líber Arce, además del decreto de cierre de El Galpón con el afiche de la obra "Libertad, libertad", uno de los motivos del cierre
La Sala 2 aborda la resistencia popular y las ollas colgadas en recuerdo de las primeras campañas de ruido de los años 1974 y 1975 dominan el espacio. Además hay una gigantografía del certificado de "fe democrática", según la que se clasificaba a la gente en A, B o C, una ficha que se completaba con la escucha de las conversaciones de los presos en el Penal de Libertad, pelucas para disfrazar a perseguidos, esculturas de Rubens N. Fernández con imágenes de torturas y detenciones, entre otros elementos.
La Sala 3 alude a las cárceles y al exilio. Integran esta parte puertas de celdas de los penales de Punta Carretas y de Libertad, los mamelucos de José Mujica, Arturo Dubra, Raúl Pittaluga, Santiago Possamay, artesanías hechas por los presos.
En la sala 4 se recuerdan los desaparecidos con los carteles con sus fotos usadas por los familiares en las marchas, el cemento de la fosa donde se encontró a Fernando Miranda y fotos de las excavaciones realizadas recientemente en busca de restos.
La Sala 5 muestra elementos de la salida de la dictadura. Los votos del Sí y el No del 80, banderas del PIT-CNT y las cooperativas de Fucvam, ejemplares de los semanarios que salían por esas fechas, la foto de Alberto Candeau leyendo la proclama del Oblisco del año 1983.
Esa es la muestra actual pero, como les decía antes, no puede hablarse de algo permanente. El enfoque del museo es dinámico, según explica Ferrario. Usamos el nombre de museo pero en realidad es un centro cultural. El museo muchas veces se vincula más con una exposición permanente. El museo es museo en tanto recoge objetos y los mantiene, los va a recuperar y va a armar el archivo. Pero no es una exposición permanente porque una exposición permanente tiene mucho que ver con un punto final. (...) También el museo es un lugar de producción de testimonios, la gente que se acerca... incluso tenemos ya en marcha un proyecto de registro de testimonios orales que comenzamos a hacer con TeveCiudad donde tenemos personas identificadas, protagonistas, que nos interesa y vamos a montar acá mismo una cabina para registrar los testimonios de los visitantes", dijo el coorinador del museo.
Además de ese registro en audio, ya hay un buzón donde la gente puede dejar escrito su testimonio o su impresión al visitar el museo. La idea es que dentro de un año se organice una exposición de esos aportes. Y supongo que habrá muchos porque el Museo ha sido muy exitoso en su primer mes de vida. Ya fue visitado por 3.000 personas, un promedio de 150 por día desde su inauguración.
¿Y qué cuenta la gente que va al museo? ¿Por qué va? Ferrario contó que "hay gente que viene a confirmar lo que ya sabe, gente que sufrió la dictadura, que fue perseguida, que estuvo en el exilio, que fue presa, viene a confirmar, a ver algo que ya conoce y a ver nuevos elementos. Después viene gente desinformada, que se da mucho con las nuevas generaciones, comprobamos que ha habido un problema de transmisión de la experiencia vivida hacia las nuevas generaciones. Incluso han venido muchos familiares hijos, parientes jóvenes de protagonistas que han venido a informarse al museo porque nos han contado que los padres no les cuentan, han tenido dificultades para contarles lo que quieren saber. Una muchacha que vino del exilio desde Suecia y nos contó que su papá que estuvo preso no le contaba lo que pasó. Quería ver, llevarse registros elementos de cómo vivían en las cárceles para saber por ella misma cómo vivieron ellos".
Es claro que la muestra adquiere sentido en la globalidad del recorrido, pero naturalmente algunos objetos captan más la atención que otros.
Los tres fragmentos de la losa de hormigón que cubría el cadáver del escribano Fernando Miranda, hallado en el Batallón Nº 13 el 2 de diciembre de 2005, son sobrecogedores. Elbio Ferrario, coordinador del museo, lo describió como un "sudario de hormigón" ya que en el material, seguramente hecho de forma rápida en el momento del entierro, se ven marcas de los huesos y del cráneo de Miranda. Ferrario agregó otro elemento que para él es de los más destacados de la muestra.
"Hay un objeto muy impresionante que es la losa de hormigón que apareció encima del cadáver del escribano Miranda. Es como el sudario en piedra, prácticamente, del escribano. Es un objeto que impresiona mucho a los visitantes. Hay otro objeto muy curioso que es el librillo de hojillas escrito en miniatura que impresiona por el trabajo que se tomó un preso en escribir ese librillo y porque es un objeto único. Todo un libro de la historia del partido comunista vietnamita está copiado en esas hojillas que eran las bibliotecas clandestinas del Penal de Libertad", señaló.
Otros elementos de destaque son los mamelucos que usaron varios presos durante su cautiverio. Uno de ellos capta más la atención que los otros porque fue usado por el ministro de Ganadería, José Mujica. Llegó al museo donado por la compañera de Mujica, la senadora Lucía Topolasnky. Ella nos contó la historia de esa prenda.
"En casa había quedado eso, después hubo otros que hicieron exposiciones o cosas de esas pero la gente no devuelve... Entonces lo único que le puede acercar a Rosencof fue eso. Me pareció que podía servir que estuviera ahí. Personalmente no le tenía ningún afecto a ese trapo... Él lo sacó, le voy a decir la verdad, con un objetivo práctico porque pensaba trabajar la tierra y dijo esto me puede servir como mameluco para trabajar la tierra. Después no se lo puso porque la verdad fue mejor que no se lo pusiera. Te voy a decir la verdad, me vino bárbaro que Rosencof haya armado eso porque no sabía qué hacer con aquello. Me parecía que era útil guardarlo para que se viera pero no en un estante de mi casa, no me servía para nada, me molestaba.
Ahora ese mameluco está colgado en la sala del museo dedicada a las cárceles, junto a los de otros detenidos. Uno de ellos es el último que usó Santiago Possamay, quien estuvo preso desde 1972 hasta la amnistía de 1985. "Cuando salimos, el día que salimos los controles eran relativos a esa altura y a suerte o verdad lo coloqué en una bolsa con alguna otra poca ropa que tenía personal y así salió el mameluco ese y algunos otros que hay de otros compañeros", dijo.
Possamay no vistió mucho tiempo ese mameluco que le había llegado unas semanas antes de la liberación. Otro elemento aportado por él al museo es una ficha en la que se tomaban apuntes de las conversaciones que tenían los presos en el locutorio del Penal de Libertad. Aunque ellos suponían que eran escuchados, esto se hacía de manera oculta. Possamay contó cómo se hizo de esa ficha. "Ellos escuchaban las conversaciones en el locutorio de las visitas, suponemos que en un sótano que tenían debajo del locutorio y resumían en un formulario hecho a mimeógrafo, muy elemental. Ponían el nombre del recluso que escuchaban, colocaban algunos datos más de las visitas que tenían y un pequeño resumen o extenso, dependía yo supongo, de lo que conversaban en la visita. Eso posiblemente eran los archivos que ellos tenían como información. No fue una conversación que me hubieran registrado a mi, el asunto fue que esos papeles se les cayeron a ellos en determinado momento en que, como siempre, fuimos varios en fila al locutorio. De una de las puertas salieron dos soldados con unas cajas y se deslizó un par de formularios. Nosotros supusimos que tendrían alguna importancia, al menos para curosearlos. Aprovechamos el descuido y los manoteamos. Si nos veían se los entregabamos... Hicimos un boliito y los guardamos en el bolsillo, a suerte y verdad porque si éramos revisados pagaríamos las consecuencias", recordó.
Possamay también explicó por qué guaardaba estas cosas. "No suponía que se iba a armar un museo con estos documentos. Era simplemente documentos para dar muestra de esos elementos a gente conocida... uno lo guarda con esa idea. El mameluco estuvo mucho tiempo escondido en un placard porque la familia no lo quería ni ver porque le causaba una impresión negativa. A mi no, para nada, en algún momento casi casi lo usé para trabajo. Pero no se dio y quedó en un paquete y justo apareció la oportunidad esta", contó.
Más allá de esta exposición, se prevén varias actividades para este año. Los primeros días de abril se realizará un encuentro de museos de la memoria, con la participación del Museo del Holocausto de Tel Aviv, de varios museos de la resistencia de Europa y los distintos museos de la memoria de la región. Además, en mayo habrá una exposición a 40 años de 1968, un año clave desde muchas perspectivas. Aquí se hará hincapié en la unión del movimiento obrero con el movimiento estudiantil y el advenimiento del autoritarismo.
En agosto llegará una exposición con fotos sobre los detenidos desaparecidos en toda América Latina, organizada por la Universidad Autónoma de México.
Tanto Topolansky como Possamay destacaron la importancia de este museo y del rescate de ese pasado reciente. La senadora del MPP, sin embargo, hizo una advertencia. "Yo creo que la memoria es una cosa que está bueno que exista porque los países deben tener memoria y deben tener raíces, pero tienen que tener una fuerte mirada hacia el futuro también. No podemos estar ni en una punta del péndulo ni en la otra. No podemos vivir solo de memoria ni podemos vivir solo de futuro, tenemos que tener un equilibrio. Los países tienen que avanzar y la memoria para lo que sirve es para tratar de no tropezar dos veces con la misma piedra aunque el ser humano es un campeón en eso", afirmó.
La senadora aún no ha visitado el museo por razones de agenda pero tiene previsto hacerlo en breve. Possamay sí fue y está convencido de la trascendencia que tiene un espacio de este tipo. "Yo creo que es necesario que las generaciones venideras tomen contacto con los documentos justamente para hacer sus propias valoraciones de lo que se vivió", opinó.
El museo fundamentalmente se nutre de donaciones de ex detenidos o de familiares de desaparecidos. Por eso es que la muestra se pensó de manera dinámica. Los responsables del lugar están siempre abiertos a nuevos materiales que la población o las oficinas del Estado vayan aportando. Incluso, Ferrario no pierde las esperanzas de tener el aporte del otro lado de esta historia, los militares y policías. "Nosotros luchamos, queremos que esté la memoria de los militares también y la memoria de los policías. Pensamos que la situación de dictadura afectó a todo el mundo. También los militares y los policías fueron víctimas de la dictadura", consideró.
Seguramente se cuenten por miles las personas que conservan algún objeto desde aquella época. Más allá de los grandes centros de detención, los crímenes de lesa humanidad y el exilio, la dictadura impactó en todos los órdenes de la vida de los uruguayos de distintas formas. Y el Museo se propone rescatar todos esos aspectos.
Possamay contaba que sabe que muchos detenidos conservan cosas que aún no han podido donar porque tienen un importante valor afectivo para ellos. Así como su familia no quería ver aquel mameluco del penal, sí quiere conservar algunas artesanías que adquirieron una significación especial. Y esto le pasa a muchos. "Sucede todavía que hay mucho elementos, no tanto documentos que puedan ser un tanto comprometidos, sino elementos que se han transformado en objetos de afecto personal, sobre todo en la parte de manualidades que se han hecho muchísimas adentro para contrarrestar ese ciclo de empuje hacia la locura que ellos trataban de formar: Entonces se hicieron muchísimas cosas, algunas muy interesantes, manualidades que se han transformado en objetos de mucho valor afectivo para las familias. Entonces por ahora creo que todavía están en las casas pero ya llegará el momento en que pasarán al museo", afirmó.
Datos del Museo de la Memoria
Horario de visita: de martes a domingo, de 12 a 18 horas.
Dirección: Avenida de las Instrucciones 1057, esquina Buelvar Batlle y Ordóñez
Teléfonos: 3555449 y 3555450
Mail: amigasyamigosmume@gmail.com