Entrevistas

La emigración nuestra de cada año... ¿Una sangría estructural?

La emigración nuestra de cada año... ¿Una sangría estructural?

En 2002 y 2003 cerca de 30.000 uruguayos se fueron y no retornaron. En 2004 la cifra empezó a descender y quedó entre 8.000 y 9.000. Esa era la tendencia de emigración que se esperaba en la medición de 2007, pero los números sorprendieron, admitió Wanda Cabella, demógrafa y docente e investigadora del Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. "No esperábamos que aumentara prácticamente al mismo nivel de 2000, es decir, del año de inicio de la crisis". Cabella analizó en En Perspectiva los diferentes aspectos de un fenómeno tan complejo como sostenido.

(Emitido a las 8.54)

EMILIANO COTELO:
El dato se conoció en enero, proveniente de la Dirección Nacional de Migración (DNM): el año pasado 16.603 uruguayos se fueron del país y no volvieron.

Ese número reavivó el debate político y académico, porque confirmó que la emigración no afloja, pese al crecimiento que la economía uruguaya ha generado en los últimos años.

Sin embargo, desde el gobierno se ha buscado bajar el perfil de la discusión. Se considera que estamos ante un problema "estructural". Esa fue la interpretación que manejó el director del Departamento 20 de la Cancillería, Álvaro Portillo. En declaraciones al semanario Búsqueda, Portillo advirtió que Uruguay "hace 40 años que está expulsando" a una parte de su gente, "precisamente por las dificultades históricas para absorber al conjunto de su población económicamente activa".

¿Estamos, efectivamente, ante un problema estructural? En un mundo globalizado como el de hoy, ¿la emigración puede llevarse a cero? ¿Y qué pasa, mientras tanto, con la inmigración? ¿Es significativa la cantidad de uruguayos que vuelven? ¿Cómo inciden en el balance los extranjeros que vienen a radicarse en el país?

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EC - Sobre estos asuntos, vamos a conversar con la doctora Wanda Cabella, demógrafa y docente e investigadora del Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. La doctora Cabella es co-redactora, junto con Adela Pellegrino, del trabajo: "La emigración internacional de uruguayos en el período reciente: un diagnóstico y aportes para discutir políticas", publicado el año pasado en el libro "Importante pero urgente. Políticas de población en Uruguay".

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EC - Comencemos por las cifras más recientes. Según los datos de la DNM, el año pasado 16.603 uruguayos salieron del país por el aeropuerto de Carrasco y no regresaron. Mi primera pregunta es: ¿por qué se toma ese dato –es decir, el de la gente que sale por Carrasco y no regresa– como la cifra de uruguayos que emigran?

WANDA CABELLA:
En primer lugar, no es exactamente así. No es que haya salido equis cantidad de uruguayos que no regresaron. El saldo de aeropuerto estima la resta entre los uruguayos que salieron y no volvieron a entrar. No es exactamente el valor de emigrantes, es un saldo, una resta. Cuando uno lo estima estrictamente sobre uruguayos puede pensar que no volvieron en ese año. Se toma ese dato exclusivamente porque es una aproximación bastante confiable, en el caso de Uruguay, para medir la emigración anual.

EC - Pero de esa forma no se tiene en cuenta a quienes quizás emigraron hacia Argentina y Brasil, y viajaron por tierra o por barco.

WC - Fue a Adela Pellegrino que se le ocurrió tomar ese indicador para aproximarse –porque claramente es una aproximación, no una estimación exacta de la emigración de uruguayos–, por las características de la emigración uruguaya en los últimos años. La emigración uruguaya se empezó a destacar por ser una emigración de larga distancia, que exige tomar aviones, y en el caso del aeropuerto, sabemos que las entradas y las salidas están bien contadas. Como es muy escasa la población que se dirige a destinos de frontera, como Argentina y Brasil, el saldo del aeropuerto da una idea bastante cercana de la cantidad de uruguayos que salieron fuera de fronteras.

Eso se puede confirmar con las encuestas. En el año 2002 el Banco Mundial hizo una encuesta en los países del Cono Sur que experimentaron crisis y en el caso de Uruguay esa encuesta mostró claramente que hubo una reversión grandísima con respecto a una encuesta que el INE había hecho 1982 sobre los destinos. En un 60% el destino es España y Estados Unidos, y Argentina y Brasil pasaron a ser alrededor del 10%. Entonces uno cuando hace una estimación puede sumarle un 10% más, pensando en que se mantenga ese valor. Estamos siempre en el terreno de lo aproximado, pero es razonable y si uno lo compara con cifras de otras fuentes, tiene bastante sentido.

EC - Yo le preguntaba por la posibilidad de que las cifras del movimiento en el Aeropuerto de Carrasco sub-valuaran la emigración, al no tener en cuenta los movimientos hacia países vecinos. Pero también podrían cuestionarse esas cifras de Carrasco en el sentido contrario, porque podrían estar inflando la emigración. Por ejemplo, puede ocurrir que un joven haya viajado el año pasado para radicarse en Estados Unidos por un año o dos para hacer un posgrado universitario. ¿A ese joven se lo puede considerar un emigrante?

WC - Sí, claramente.

EC - ¿Eso es emigración? ¿Una emigración por un año o un año y medio?

WC – Sí. Las definiciones de emigración son múltiples y dependen mucho del objetivo de lo que uno vaya a estudiar. Pero hay un eje temporal y un eje espacial, y el eje espacial en ese caso se cumple claramente: la persona sale fuera de fronteras para residir en otro lugar, independientemente del motivo. Que una persona sea un inmigrante de retorno es más probable en el caso de alguien que va a estudiar y tenga ciertos requisitos para volver, pero también puede transformarse en un emigrante definitivo. Lo vamos a encontrar como inmigrante de retorno en la próxima encuesta, pero es un emigrante, porque las personas no saben por cuánto tiempo se van. En principio pueden pensar que se van por el resto de sus días y volver un mes o un año o dos después.

EC - Se toma como base la cantidad de uruguayos que salen del país por el Aeropuerto de Carrasco y no regresan...

WC - En el caso de la emigración anual. Hacemos estimaciones que consideramos demográficamente de mayor confiabilidad sobre la base de información censal, pero tenemos el problema de que los censos se realizan cada 10 años y ha habido problemas con relación a los censos.

EC - Pero ¿ustedes también miden el movimiento en sentido contrario? ¿Relevan el número de uruguayos que llega a Carrasco desde el extranjero y no vuelve a salir?

WC - Eso está en esa resta de uruguayos que salen y uruguayos que entran. Es un saldo. Cuando ese saldo da cero significa que la cantidad de uruguayos que se fueron y la cantidad de uruguayos que volvieron es la misma. No podemos saber si es que no hubo ningún tipo de movimiento o si la resta dio cero. En realidad podemos saberlo porque tenemos la cantidad de inmigrantes y de emigrantes. A partir de encuestas conocemos la cantidad de gente que volvió, los retornantes, pero no en términos absolutos, por lo menos en estos años en que no tenemos censo... Podemos conocer las características.

EC - Los uruguayos que regresaron, que entraron por Carrasco y no volvieron a salir, ¿están tenidos en cuenta en los números que ustedes manejan?

WC – Sí. No sé si no volvieron a salir, pueden volver a salir.

EC - No volvieron a salir en el año.

WC - Pueden haber salido, entrado y vuelto a salir. No se toman personas sino movimientos. En principio, el saldo de los 12 meses da una idea de si el saldo fue negativo o positivo.

Otro tema que es importante destacar es que en general manejamos los saldos del 1 de enero al 31 de diciembre. Uno podría pensar que ahí están incluidas las vacaciones de gente que sale, pero como tenemos los saldos mes a mes que la DNM nos provee con bastante regularidad y a muy buen tiempo, podemos jugar con los meses y ver qué pasa si los corremos, si lo hacemos de julio a junio, y los resultados son siempre bastante parecidos. El saldo es negativo.

EC - El resultado del año pasado fue un saldo negativo de 16.603 uruguayos, que parece que mantiene el orden de los años anteriores.

WC - Del año anterior. En 2006 el saldo fue negativo en casi 18.000 personas, fue una cifra poco esperada, viendo cómo venía la tendencia del saldo aeropuerto desde los años de la crisis. En la década de los 90 el saldo fue prácticamente cero. A partir de 2000 hubo un crecimiento negativo muy importante, en 2002 y 2003 cerca de 30.000 uruguayos se fueron y no retornaron, y en 2004 la cifra empezó a descender a entre 8.000 y 9.000. Esa era la tendencia que se esperaba. Es lo que generalmente se ve en los años inmediatamente posteriores a las crisis en las que hay olas migratorias muy grandes. Si mejoran un poco las condiciones la ola se desacelera y tiende a descender, aunque nunca a un nivel muy bajo porque hay otros efectos: se generan redes, los que se fueron mandan buscar a sus parientes, es esperable que el nivel de emigración se mantenga relativamente alto durante un tiempo después de una crisis emigratoria fuerte.

Lo que no esperábamos era que aumentara prácticamente al mismo nivel de 2000, es decir, del año de inicio de la crisis, con un saldo migratorio importante. Resultaba difícil de explicar si uno pensaba que en los años anteriores la emigración era fácilmente explicable relacionándola con el ciclo económico, con la crisis. Una vez que hay recuperación, que hay cierta mejora tanto en el crecimiento como en el empleo e incluso en el nivel de los salarios, uno podía esperar que en 2005 y 2006 no hubiera un repique de la emigración.

EC - Sin embargo se produjo...

WC - Se produjo y es un tema todavía poco estudiado.

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EC - Decíamos que el año pasado 16.603 uruguayos salieron por el Aeropuerto de Carrasco y no regresaron y que en 2006 se habían ido 17.497. ¿Cómo fueron los números en 2005 y 2004?

WC - En 2005 fueron alrededor de 9.000 y en 2004 entre 7.000 y 7.500.

EC - En 2006 y 2007 hubo un repunte del fenómeno emigratorio...

WC - No llega a los niveles altísimos de 2002 y 2003, con un saldo negativo cercano a 30.000, pero es prácticamente el doble del registrado en los años 2004 y 2005.

EC - ¿Cómo hay que considerar esos números? ¿Cómo hay que evaluar su "gravedad"? ¿Estamos ante un problema estructural? Dieron mucho que hablar unas declaraciones que hizo el director del Departamento 20 de la cancillería, Álvaro Portillo, quien dijo: "la relación de causalidad que tradicionalmente se hace entre situación económica y emigración no es adecuada. Es un tema estructural, debido a que Uruguay hace 40 años que está expulsando a la población, precisamente por las dificultades históricas para absorber al conjunto de su población económicamente activa. Más allá de las circunstancias claramente favorables del país en los últimos tres años, es imposible concebir que el proceso se detenga automáticamente de la noche a la mañana". Para Portillo el tema tiene que ser abordado de una manera integral y en varios frentes, para poder operar sobre el problema y revertirlo, y citó como ejemplo el caso de Irlanda, el país más próspero de la Unión Europea, donde sin embargo emigran 20.000 irlandeses por año.

¿Qué dice usted a propósito de estas consideraciones?

WC - En términos generales estoy bastante de acuerdo con lo que dice Portillo. Hay un aspecto que es claro, que está estudiado. César Aguiar y Adela Pellegrino vienen diciendo desde hace mucho tiempo que desde la década del 60 Uruguay es un país de emigración. Aguiar incluso dice que desde antes... que siempre fue un país de emigración. De cualquier manera, recibíamos contingentes de inmigrantes que dejamos de recibir y el país comenzó a "expulsar" población, como se dice en la jerga. Desde la década de los 60a todos los saldos intercensales son negativos, mayores o menores, dependiendo de las circunstancias. En 63-75 hubo alrededor de 200.000 emigrantes, e incluso en el período 85-96 (cuando uno habría esperado que la emigración se detuviera) hubo cerca de 70.000 emigrantes. La estructuralidad de la emigración es un fenómeno que está estudiado. Claramente es de esa manera.

Otro aspecto que tiene que ser tomado en cuenta es que además de esa estructuralidad, que se lleva personas por goteo, las situaciones de crisis tienen como rápida respuesta la emigración. Habría que estudiar si algún otro país tiene la capacidad de responder a una crisis económica muy fuerte con un mecanismo de migración como el de Uruguay. Eso es una prueba más de la estructuralidad. Ya hay redes familiares que están instaladas en el exterior y que permiten que la emigración se concrete rápidamente. Hay un estudio de Adela Pellegrino y Andrea Vigorito que muestra que el factor más importante para que un hogar tenga un emigrante es que una madre tenga hijos residiendo en el exterior desde antes. Eso se refiere al caso de 2002. La probabilidad de emigrar en 2002 estaba muy asociada con eso: la chance de irse era más grande si la persona tenía hermanos en el exterior.

Hay otro aspecto que tiene que ver con la globalización. Porque esas redes además están cada vez más conectadas. La facilidad de contacto y de transporte es mucho más importante que en décadas anteriores. Por otro lado, hay un equilibrio entre el movimiento de poblaciones que tiene que ver con las necesidades de los países industrializados, que tienen problemas con la estructura de edad de sus poblaciones, cada vez más envejecidas. El factor migraciones de reemplazo, como se las conoce, también actúa atrayendo. Los estudios clásicos más estructurales hablan de factores de expulsión en los países de origen y factores de atracción en algunos países de destino. Eso es un marco que cada vez se usa menos pero que está funcionando.

También hay un cambio cultural importante que tiene que ver con la apertura hacia el mundo. En el caso de Uruguay probablemente esté actuando algún tipo de mecanismo cultural. Tiene razón Portillo, no hay únicamente explicaciones económicas, hay que buscar explicaciones más integrales.

EC - Usted enumeró una serie de factores a tener en cuenta a la hora de examinar el fenómeno migratorio. Si tratamos de concentrarnos en lo que ocurrió en los últimos dos años, en ese rebote de la emigración, en esos 17.500 que se fueron en 2006 y esos 16.600 que se fueron en 2007, cuando ustedes mismos esperaban que continuara la tendencia a la caída que se venía dando, ¿cómo se interpreta ese rebote? ¿Cuáles de esas razones que usted manejaba podrían aplicarse a estos movimientos, teniendo en cuenta que la parte económica ha ido mejorando?

WC - Un aspecto a tener en cuenta es que en Argentina ocurrió lo mismo. Nos saca de un fenómeno puramente nacional a un fenómeno que parece que tiene un carácter más regional. Hace unos pocos días me mandaron una nota de La Nación según la cual prácticamente ocurre el mismo fenómeno en el caso de los argentinos. También con las mismas medidas, argentinos que salen por Ezeiza. Ellos también mostraban bastante sorpresa ante la situación. Porque además si Argentina ha tenido buenos indicadores ha sido en los últimos años. Claramente hay una desvinculación del ciclo económico, aunque no de otros factores económicos, como por ejemplo la desigualdad salarial, que ha sido uno de los factores que explican la emigración de los países más pobres hacia los más desarrollados desde hace mucho tiempo.

Hay un aspecto que aparece en la nota de La Nación y que también se aplicaría a Uruguay que tiene que ver con la calidad de vida. No necesariamente la gente que se va está desempleada o tiene malos salarios. Muchos profesionales que se van tienen trabajo y en total tienen ingresos buenos, pero conseguidos con tres o cuatro trabajos.

EC - Es gente que quiere trabajar menos. Ganar lo mismo que está ganando aquí, pero trabajando menos en otro lado...

WC - Trabajando una jornada laboral común, de ocho o nueve horas. Eso se ve entre los médicos en un estudio que están haciendo Adela Pellegrino y Martín Koolhaas, del Programa de Población. En la nota de La Nación había algunos testimonios en ese sentido.

Y también se veía la idea de que todo puede repetirse. Entonces la búsqueda de cierta estabilidad puede ser otro factor que esté impactando en el deseo de emigrar. Además de aspiraciones culturales o de formas de vida que no sienten factibles de ser realizadas en Uruguay. En el caso de Uruguay es importante señalar que a pesar de que el fenómeno de la emigración es uno de los fenómenos sociales más importantes y con consecuencias que van a ser relevantes, está muy poco estudiado. Son muy pocos los núcleos de investigación que se dedican al tema... es poca la información que se produce. La última encuesta de emigración fue en el 82 y recién en 2006 se volvió a realizar. Hace falta mucha más investigación de todo tipo, cualitativa, cuantitativa, para entender cuáles son los factores no necesariamente económicos que influyen en que la propensión migratoria sea tan alta.

EC - Si el estudio se hace sobre la base de las cifras del Aeropuerto de Carrasco, ¿no se puede ir directamente a buscar a cada uno de los que se fueron y no volvieron y preguntarles por qué? ¿No es posible conocer las causas reales de esa emigración concreta del año 2007?

WC – No. Con los datos del Aeropuerto de Carrasco por supuesto que no. Porque a nadie se le pregunta dónde va a estar. Si la persona piensa emigrar no va a decir que su motivo es la emigración. Las cifras son eso: números que uno puede interpretar. Habría que hacer encuestas muy grandes, que además son muy caras. Porque a pesar de que es un fenómeno importante también es raro. No es fácil encontrar hogares con emigrantes. No tenemos el dinero para investigación que hay en México o en algunos países de alta emigración e incluso más bajas que la de Uruguay. Se usa mucho conectar al hogar de origen y entrevistar a los hogares de destino, pero no con los datos administrativos. Son datos que se producen en otras instancias, en las estadísticas nacionales o de grandes organizaciones que financian ese tipo de estudios. Sería ideal. Por supuesto, precisamos tener información directa de los propios emigrantes para entender un poco más por qué se fueron. En el caso de la Encuesta de Hogares de 2006 es información que brindan los familiares, que puede ser cercana como puede ser una aproximación o una interpretación de los motivos de la salida.

***

EC - No conocemos muy bien las razones por las que se van los uruguayos en este flujo migratorio de los últimos dos años, que se ha puesto tan sorpresivamente fuerte. Pero ¿sabemos quiénes son? ¿Qué tipo de gente es?

WC – Sí. Eso se sabe (por lo menos para una parte) a partir de los datos de la Encuesta de Hogares, que incluyó un módulo de emigración y se realizó en 2006. En esa encuesta se preguntaba si algún miembro del hogar había emigrado a partir del año 2000 y no había vuelto a vivir en el país. Digo una parte, porque la información que tenemos es de hogares que tienen emigrantes pero que permanecen en el país. Pero hubo también una emigración de núcleos completos y no tenemos manera de saber qué pasó con ellos. Hay migración que son personas que salen de los hogares y hay hogares completos que emigran. En ese caso no queda nadie en la muestra para declarar las características de los emigrantes. Ese es uno de los escollos importantes en el caso de Uruguay, porque sobre todo en los años de crisis la emigración fue de núcleos enteros. En la Encuesta de Hogares se vio sobre todo lo que Pellegrino y Macadar llaman emigración de emancipación: jóvenes que se declaran hijos del jefe de ese hogar y que salen del país. En ese caso son emigrantes jóvenes, mayoritariamente hombres –aunque hay mujeres, pero la relación es favorable a los varones–. Es población que tiene un nivel educativo un poco más alto que la población de igual edad residente en el país y allí está representada la mayoría de las profesiones.

EC - ¿Qué consecuencias tiene para el país la salida de esa gente?

WC - Hay varios tipos de consecuencias. Demográficamente hablando, eso contribuye a envejecer más la población uruguaya y una de las preocupaciones grandes es el equilibrio entre activos y pasivos y sus efectos sobre la seguridad social. Otro efecto es que tiende a restar, como consecuencia, más población. Porque es la población que está en edad de reproducirse, entonces tiende a afectar la natalidad hacia su descenso. Otro aspecto es que si la población que se va es la más educada, hay una pérdida en capital humano y una inversión muy fuerte en educación que no es aprovechada en el país. Ahí hay una discusión grande: si el que se va, vuelve. El tema de la fuga de cerebros ahora se volvió circulación de cerebros. Pero eso puede funcionar para los países más desarrollados, porque en el caso de Uruguay, en que el Estado hace un esfuerzo muy grande por educar a la población, la salida de los recursos más calificados es un problema para el desarrollo. Yo no lo he trabajado tanto, pero Adela Pellegrino lo conoce bastante y su idea es que en el caso de Uruguay es problemática la salida de los recursos más calificados.

EC - Y en ese contexto, ¿hay algún efecto compensación por la inmigración que Uruguay está experimentando?

WC – No. Uruguay no es un país receptor de inmigración.

EC - Esta semana aparecieron en Últimas Noticias declaraciones de la subdirectora nacional de Migración, Beatriz Pintos, que informó que el año pasado más de 400 europeos se radicaron en Uruguay, lo que implicó un aumento del 60% con respecto a 2006. Y si consideramos distintas nacionalidades, en el último año ingresaron al país 1.344 personas extranjeras que decidieron quedarse a vivir, 16% más que en 2006, cuando habían sido 1.156. En números, es notoriamente menor esta inmigración que la emigración de uruguayos, pero no sé si está estudiado el impacto... Porque en muchos casos estamos hablando de jubilados de buen poder adquisitivo que vienen a pasar acá los últimos años de su vida, que traen dinero y generan movimiento y trabajo en Uruguay. ¿Esto se está examinando?

WC - No que yo conozca. Tengo idea de que hay algunas tesis de estudiantes de economía o de sociología sobre ese tema, sobre todo sobre los argentinos que se están radicando en Punta del Este.

EC - Ese es un capítulo aparte de esta inmigración.

WC - En los grandes números consideramos que no hay inmigración, si uno toma las residencias pedidas. También es cierto que tenemos poca información. Como no hubo censos no se sabe cuántos extranjeros no retornantes vinieron a vivir. Porque pueden ser hijos de uruguayos nacidos en el exterior. No sabemos exactamente cuál es la cifra de gente que saca la residencia para vivir. También hay aumento de pedidos de residencia, pero se sabe que hay argentinos que piden la residencia pero no exactamente para vivir en Uruguay sino porque es útil para sus negocios. Si estamos hablando de que en un decenio se fueron 120.000 uruguayos, 12.000 inmigrantes son un 10% del total de los emigrantes.

Y segundo, respecto de la estructura demográfica, si son adultos mayores o jubilados tampoco van a contribuir demasiado a rejuvenecer. A los efectos económicos, no sé en qué medida el impacto puede ser importante. Si son personas que vienen solamente a consumir con sus jubilaciones puede ser menor, si vienen a invertir quizás sea mayor, pero no está estudiado. Son muy bajos los números, por más que pasen de 300 a 400 o 500, todavía no podemos hablar de inmigración. Lo que no quita que dentro de 20 años las condiciones cambien. No sólo las locales sino las del mundo, y  Uruguay sea un país receptor.

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Edición: María Eugenia Martínez