En Primera Persona

¿Cuál es el principal triunfo de la celeste?

Por Emiliano Cotelo

(emitido a las 7.00 Hs.)

Hoy entramos en la segunda semana de las vacaciones de invierno. Seguimos en la feria judicial menor, que se inició el jueves. Pero, por sobre todas cosas, en este lunes ingresamos en la recta final del Mundial de Fútbol de Sudáfrica.

Un Mundial en el que ahora lo peor que nos puede pasar es quedar cuartos, algo que hace 40 años no se daba, y en el que mañana tenemos la posibilidad de ser uno de los dos equipos que juegue la final. Nada menos.

Estamos entonces ante un par de días que van a estar pautados fuertemente por la ansiedad.

Pero una ansiedad mesurada. Una ansiedad no imperativa.

Obviamente, todos nosotros soñamos con la posibilidad de ganarle mañana a Holanda. Pero esta ansiedad con la que andamos arriba es sobre todo una ansiedad gozosa. Por sobre todas las cosas estamos ansiosos porque estamos disfrutando lo bien que le está yendo a la selección.

Me parece claro que era eso lo que había detrás de los festejos del viernes pasado en las calles, después de ese triunfo épico frente a Ghana.

Festejábamos, por un lado, lo que ya teníamos hace una semana y que comentamos a esta hora el lunes pasado, es decir: que tenemos una selección organizada, trabajadora e integrada, una representación muy digna, que deja bien parado a nuestro país, en la que podemos confiar y con la cual dan ganas de comprometerse como hace añares no ocurría.  

Pero el viernes le agregábamos otros condimentos a ese festejo.

Sin creernos que hemos hecho todo bien, como el propio maestro Tabárez se encarga de aclarar, el viernes festejamos que pasábamos a las semifinales, festejamos que manteníamos el invicto, festejamos que el equipo había tenido el temple como para sobreponerse a varias situaciones extremas en un partido muy complicado, festejamos que los jugadores seguían comportándose correctamente sin recurrir a la violencia, festejamos la picardía y la lucidez de Luis Suárez al parar con la mano ese gol inminente en el último segundo del alargue, festejamos que a la hora de la definición final habíamos sido muy buenos (no perfectos, pero sí muy buenos) tirando los penales, festejamos que habíamos tenido un arquero capaz de atajar dos de los penales del rival, y festejamos, también, que estamos teniendo suerte, un factor que en el futbol también es importante y que tantas veces nos fue esquivo, sin ir más lejos en buena parte de la eliminatoria.

Esta fiesta del viernes de noche fue un fenómeno social singular y maravilloso. Por casualidad, yo tenía que dar unas vueltas justo después del partido, así que, sin proponérmelo, terminé recorriendo buena parte de la ciudad en medio de esa fiesta espontánea y llena de entusiasmo.

Y mientras hacía sonar la bocina y me saludaba con miles de compatriotas que nunca había visto en mi vida, yo trataba de hacer memoria. ¿Cuándo había visto yo alguna vez una algarabía como aquella, que se daba en todos los barrios de Montevideo y en todas las ciudades y pueblos del interior? ¿Cuándo había vivido una conmemoración masiva en la que confluíamos todos, fuera cual fuera la situación económica o social, fuera cual fuera el pensamiento político, fuera cual fuera la camiseta del cuadro por el que hinchamos cada fin de semana?

El único antecedente que me salía era el acto del Obelisco, "por un Uruguay democrático sin exclusiones", de noviembre de 1983, todavía en dictadura. O el regreso mismo a la democracia, el 1º de marzo de 1985. Pero, suponiendo que se trate de algo comparable, estamos hablando de sucesos que ocurrieron hace más de un cuarto de siglo.

Tabárez, que no sólo dirige bien a sus muchachos, sino que además últimamente declara de manera espléndida en las conferencias de prensa, ha acuñado una frase notable: "¿Para qué otra cosa puede servir esto, sino para darle felicidad a la gente?".

Por supuesto que esta performance de Uruguay en el Mundial no soluciona los problemas del país ni resuelve los desafíos que tenemos por delante. Pero...¿cuánto vale la alegría, cuánto vale un cambio de humor en la sociedad, cuánto vale la oportunidad de sentirnos todos unidos en una misma identidad nacional?

Por eso, esto de empujar a tanta gente contenta a salir a las calles abrazada a la bandera uruguaya...ése es otro de los triunfos de esta celeste 2010.  

O tal vez el principal triunfo.  

Pase lo que pase mañana.


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