El particular concepto de la muerte en la cultura mexicana
El Día de los Muertos suele asociarse, al menos en Uruguay, con un momento de recogimiento, de melancolía, incluso de tristeza. Sin embargo, otras culturas viven esta fecha de una manera completamente diferente. En México, la muerte se celebra. Con el objetivo de mostrar esa tradición, las mujeres de la comunidad mexicana en Uruguay armaron un Altar de Muertos, como ofrenda a los héroes de la revolución. Desde el lunes estará abierto al público en el Espacio Cultural de la embajada, en la Ciudad Vieja. En Perspectiva organizó una tertulia especial para ahondar en el tema. La mesa estuvo integrada por Carlos Maggi, Mauricio Rosencof, Carmen Tornaría y, como invitado, el embajador de México, Cassio Luiselli Fernández.
(emitido a las 9.12 Hs.)
EMILIANO COTELO:
Estamos cómodamente instalados para que esta emisión de En Perspectiva continúe en el Espacio Cultural de México, en la Ciudad Vieja, en 25 de Mayo 514 esquina Treinta y Tres.
Rosario llegó bastante más temprano que nosotros.
Contales a los oyentes qué características tiene este espacio, porque es muy agradable y tú ya lo visitaste antes, hace tiempo.
ROSARIO CASTELLANOS:
Yo lo visité apenas se inauguró, no hace mucho, a partir del reciclaje del arquitecto Rafael Lorente, que transformó esta casa de mediados del siglo XIX, una casa clásica del Montevideo de esa época, en esto que hoy es por un lado el Espacio Cultural en planta baja y la propia embajada en la planta alta. Aprovechando la naturaleza y las características de estas construcciones, es decir, utilizando la planta baja para un local comercial, francamente abierto y comunicado con la calle por una puerta vidriera, y luego esa planta alta, que era la planta residencial, a la que se accedía por una puerta lateral de madera labrada, con su escalera de mármol, y las habitaciones que se resolvían para una residencia.
Eso es precisamente este espacio abierto que se ha logrado donde se han puesto de manifiesto algunas características de aquella arquitectura, como los viejos muros de ladrillo que han quedado a la vista, la estructura en hierro con sus columnas en hierro, el techo a la porteña de ladrillo y madera, y esa condición de que ha aunado lo que originalmente debe de haber sido un patio bajo claraboya, resuelto en este espacio en doble altura que visualmente comunica la parte de la embajada con el Espacio Cultural.
EC - Nosotros estamos debajo de la claraboya, junto a los integrantes de la tertulia y nuestro invitado especial, y frente al público.
***
EC - Este martes, 2 de noviembre, se conmemoró en todo el mundo en Día de los Difuntos.
En cada país esa jornada se vive de manera diferente.
Por ejemplo, aquí en Uruguay suele ser un día de recogimiento, donde recordamos a las personas queridas que ya no están, pero lo hacemos de una manera muy sobria.
En México, en cambio, la muerte se celebra.
(Audio Amparo Ochoa.)
Esta es la voz de Amparo Ochoa interpretando "La Calaca", un clásico que muchos otros músicos mexicanos han cantado y que lleva como título uno de los tantos nombres que la muerte tiene en aquel país.
Es tal la fuerza y el arraigo de esta festividad en sus diversas expresiones en todo el territorio de México, que en el año 2003 el Día de Muertos fue declarado por la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.
Con la idea de difundir esa tradición, esta semana las mujeres de la comunidad mexicana en Uruguay armaron un Altar de Muertos, que desde el lunes estará abierto al público en el Espacio Cultural de la embajada, en la Ciudad Vieja.
Aquí, al lado mismo de la muestra, se encuentra instalada La Tertulia de los viernes, con Carlos Maggi, Mauricio Rosencof, Carmen Tornaría y, como invitado, el embajador de México en Uruguay, Cassio Luiseli Fernández.
Le iba a decir "gracias por acompañarnos", pero en realidad debo decir "gracias por recibirnos".
CASSIO LUISELLI FERNÁNDEZ:
Y gracias por invitarme a estar aquí con los contertulios. Yo me siento parte de esto porque lo escucho todo el tiempo.
EC - Qué honor.
CLF - Así que yo los conozco a ustedes, los admiro, los he leído también aparte. Así que me siento muy contento, muy honrado de que estén aquí en la casa de México en este peculiar Día de Muertos.
EC - El Día de Muertos ya pasó. ¿Por qué resolvieron empezar esta exposición hoy?
CLF - Simplemente porque el Día de Muertos era feriado y era complicado inaugurar la muestra, que hoy la hacemos en honor de la Revolución mexicana, conjuntamos el Día de Muertos con nuestros muertos revolucionarios, sobre todo nuestros legendarios Pancho Villa y Emiliano Zapata.
EC - ¿De dónde viene esta cultura de la muerte que se da en México? ¿Se sabe cuándo se originó? ¿Por qué se relacionan con la muerte de esta manera tan directa, tan desprejuiciada?
CLF - Es una situación que viene de muy lejos, tiene raíces prehispánicas clarísimas, como tantos otros sincretismos en México. Quizás el más importante es el sincretismo Tomansin, una madre indígena protectora se convierte en Tomansin Guadalupe, la virgen de Guadalupe, por la que todo mexicano creyente o no tiene una predilección especial.
El tema de la muerte también tiene raíz prehispánica, los aztecas creían en el Mictlán, en el Mictlantecuhtli, que era el lugar de los muertos, pero se podía salir y entrar a ese horrendo lugar.
EC - ¿Se permitía salir una vez por año?
CLF - No, el Mictlán era simplemente una especie de lugar de tinieblas adonde uno podía caer y regresar. La raíz quizás sea esa, quizás sean otras más, pero el hecho es que todas las etnias mexicanas adoptaron, sobre la base de la tradición prehispánica, la celebración española, pero en México le dimos un toque de fiesta. Hay un cierto desdén por la muerte, que es muy especial y es un rasgo muy particular del carácter mexicano. No quiero exagerar la originalidad, México finalmente es un país como cualquier otro, un país occidental, pero el tema de la celebración de la muerte, la Calaca, la calavera, de la que te ríes, es algo muy particular, es un rasgo que tiene origen prehispánico pero es un claro seguimiento español. Entonces mezcla, es un sincretismo, de ahí el Día de Muertos. El día de Muertos varía en México.
EC - No es lo mismo en el Distrito Federal que en otros lugares del territorio.
CLF - Exactamente.
EC - ¿No es lo mismo según las clases sociales?
CLF - Yo no diría tanto eso, más bien creo que tiene que ver con las comunidades indígenas locales. Básicamente la ceremonia se parece, la ceremonia es: el muerto va a volver, hoy en la noche llega; aquel que dejamos y nos dejó va a volver, en su espíritu vuelve y se va a deleitar con aquello que lo deleitaba en vida. Y hay un altar que lo está esperando.
Yo recuerdo en lo personal con gran emoción en Oaxaca, cuando era niño mis padres me llevaron a una ceremonia, hace ya muchos años, y la gente estaba esperando con mucha algarabía a sus muertitos. Estaba su cigarrito porque le gustaba el cigarrito, su mezcal porque Oaxaca no es de tequila, es de mezcal. Y yo decía: "Pero ¿qué es esto?, ¿lo van a desperdiciar?"; "No, no, ellos en espíritu lo consumen, pero mañana la familia se lo come y hace una fiesta".
EC - Así que eso alimentos no se desperdician...
CLF - No, la idea es que el espíritu de los muertos viene, comparte con nosotros, y al día siguiente nosotros hacemos una fiesta en honor a aquellos que se fueron, pero nos visitaron, los muertos que nos visitaron. Es más o menos así. Son muy importantes la flor amarilla, el cempasúchil, es la flor típica de este día la vamos a tener pronto aquí para la inauguración de esta noche, la flor roja que significa la sangre de Cristo, y el altar, un altar cristiano pero con cosas prehispánicas; están las calaveras de los muertos, y son de azúcar en el sentido de que hay amor por aquel muerto.
EC - ¿Ese altar se instala en cada casa?
CLF - En cada casa.
EC - Pero además hay otra parte del ceremonial que ocurre en los cementerios.
CLF - Desde luego, se tiene que alumbrar el cementerio para dejar que los muertitos, como les dice amorosamente la gente del pueblo, salgan cómodos, caminen, y puedan llegar a su casa.
EC - Llegar a su casa y encontrarse con ese altar de muertos que aparece hoy en el Espacio Cultural de la Embajada de México, en más de una versión.
Rosario, contanos qué estás viendo.
RC - Como decía el embajador, este altar de muertos es una ofrenda a los héroes de la Revolución que este año cumple 100 años. Eso se ve claramente por una serie de disposiciones del propio altar, que se ha montado en un vagón de ferrocarril, donde el maquinista que se asoma, con su clásico sombrero de ala ancha, está muy pálido, muy blanco, y efectivamente es una calavera más. Detrás lleva una chata con una familia completa, también muy particular, calaveras, hasta un bebé envuelto en su rebozo, también un muertito; todos ellos con las cananas o con el rifle cruzado al pecho dan cuenta de esa condición de muerto revolucionario.
Por supuesto, también hay otras imágenes. El altar está presidido por la virgen de Guadalupe, y a un lado y otro Villa y Zapata, pero ella igual preside un altar.
EC - ¿Qué elementos hay en cada uno de los altares?
RC - Hay elementos que son absolutamente necesarios y tienen que estar en todos ellos. Por un lado el agua, porque con el agua se pretende que las ánimas mitiguen la sed después del largo recorrido. Pero también hay un aguamanil, de modo que puedan lavarse de la tierra del camino. Hay sal, que es una invitación al banquete de la ofrenda, como elemento de purificación y sabiduría. Tiene que haber luz, es uno de los elementos más importantes, alumbrar el camino de aquellos que han de llegar con velas y con cirios, para que no se pierdan en el camino. También hay incienso, que evoca a los seres superiores, a los dioses, y además aleja a los malos espíritus. Hay flores blancas, y las habrá amarillas que todavía no han llegado; la blanca significa la pureza y la ternura, y la flor de oro representa el sol y la luz. Tiene que haber una silla, porque es de suma importancia que cuando las ánimas llegan cansadas tengan una forma de reposar del viaje. Hay juguetes, porque se reciben también a muertos niños entre ellos debe haber un perro, por ejemplo. Para los mayores el perro puede significar el lazarillo que los oriente y evite los peligros del camino, y para el niño el juego, el juguete. Y pan, el pan de muertos es una característica que se hace especialmente para un día como estos según una muy particular receta.
EC - O sea que se comen a la muerte.
RC - Exactamente. El pan es un símbolo de convivencia familiar, es el alimento de la familia que reúne a vivos y muertos. Y por supuesto, tiene que haber fruta y comida frescas para compartir con los muertos, y también alcohol, en este caso aguardiente, vino, tequila, cigarrillos y platillos típicos de la comida mexicana. Todo esto acompañado por algunos elementos también muy característicos, como unas pequeñas calaveritas que se hacen en azúcar. Debí comentar al principio que el altar está en tres niveles, están el infierno, el cielo en lo alto y el inframundo, y estas calaveritas de azúcar que se disponen en los distintos escalones del altar son una ofrenda para los vivos, porque cada una de ellas lleva en la frente un letrerito, puede llevar el nombre de la persona a la que se ofrenda en vida, y en algunos casos se incluye un poema, una poesía, como ofrenda de los vivos a los vivos.
Todo esto está aquí presente. La característica fundamental es el color, las guirnaldas que adornan todo el espacio.
EC - La combinación de colores, colores todos en general muy fuertes, estridentes.
RC - Muy fuertes; del gris y el negro a que estamos acostumbrados en el luto de nuestra civilización, aquí no hay prácticamente nada.
EC - Señor embajador, ¿qué agrega a la descripción de Rosario?
CLF - Muy poquito, lo hizo muy bien. Dos cosas, primero, que esta exposición la hicieron en forma voluntaria damas mexicanas residentes en Uruguay, a las cuales les doy las más absolutas gracias.
EC - Les salió muy bien, ¿tienen alguna formación en artes plásticas?
CLF - Buenísimo, Soraya Herrera, que es la líder, Alba Peña y Rosa del Puerto. La idea fue hacer el tren, porque la Revolución mexicana se hizo en tren y cambió completamente la idea del país. El país se une, se conecta, el país es ese enrome país gracias al tren. Y los revolucionarios tomaban el tren. Entonces nuestra idea fue que los revolucionarios más emblemáticos estuvieran en su tren de la Revolución mexicana. Faltan algunos, pero están sobre todo Villa y Zapata; faltan Obregón, Carranza y muchos más. El año pasado se dedicó a los grandes actores y actrices del ciclo de oro del cine mexicano, teníamos a María Félix, a Jorge Negrete, a Pedro Armendáriz, etcétera. Y el año anterior era el centenario de Frida Kahlo y se lo dedicamos. Cada año buscamos un motivo, y este año fue la Revolución mexicana.
EC - ¿En México hay este año altares que recuerdan a los revolucionarios de hace 100 años?
CLF - No necesariamente. Posiblemente, pero es más bien doméstico y popular.
EC - Tengo la impresión de que Carlos Maggi quiere agregar algo.
CARLOS MAGGI:
Es dificilísimo conciliar la Tertulia con la relación con un embajador, pero tenemos que borrarla, hoy usted tiene que ser un tertuliano como los demás.
CLF - Encantado de serlo.
CM - Me llamaba la atención cómo en México el ferrocarril significa una cosa para la revolución y en el Uruguay significa exactamente lo contrario. Porque dos de los elementos que terminaron con la revolución oriental fueron el telégrafo y el ferrocarril. Tuvimos la seguidilla de Latorre, Santos y Tajes, tres militares en el poder, que se armaron, compraron rifles Remington y trajeron ferrocarril y telégrafo, con lo cual las patriadas se hicieron imposibles.
MAURICIO ROSENCOF:
Es casi una sugerencia a los blancos de terminar con el ferrocarril y con las comunicaciones. Eso es un aporte al renacimiento de la lucha revolucionaria.
A mí algunas cosas me fascinaron. Vi el ferrocarril, pensé en Pancho Villa y en Zapata, y ahí están con sus calaveras. Me llamó la atención además la cantidad de cartuchos que han colocado; seguro, en español les llamarán calas, pero acá veo los cartuchos muy asociados a esas figuras.
EC - Estás hablando de las flores, los cartuchos flores, o calas.
MR - Pero hay una asociación. Y la otra cosa, estamos en la mesa cometiendo un acto de antropofagia, porque estamos todos sirviéndonos y degustando placenteramente el pan de muertos.
EC - Sí, la gente que nos recibe, la embajada, instaló en cada lugar un plato con una porción de pan de muertos. Se parece a un pan dulce.
CLF - En efecto, es un pan dulce. El pan dulce viene de la colonia, en México y en Uruguay. Es admirable, la misma pieza del pan dulce la encuentra usted en Colombia, en Perú, en México, la llamamos distinto, pero tenemos la chilindrina y el cocón, y lo encuentra en Lima, en Santiago. Esos dulces nos vienen de ahí, aquí es la forma del pan, un pan que se hace nada más para el Día de Muertos.
EC - Eso iba a preguntarle, si el gusto más o menos es conocido, ¿qué tiene de particular el pan de muertos?
CLF - El pan de muertos en particular tiene la fecha y el dulzor.
EC - ¿Y en cuanto a la forma?
CLF - La forma no particularmente, hay de varias formas.
CM - ¿Este es auténtico, es mexicano?
CLF - Es auténtico uruguayo, hecho por la empresa Bimbo, a quien le agradecemos que nos lo mandó.
EC - Bimbo es de origen mexicano y lo produce en distintos lugares del mundo.
MR Digamos por los ancestros de la empresa Bimbo.
CARMEN TORNARÍA:
Anteayer tuve que explicarle a un nieto, porque lo estaba estudiando en la escuela, el tema de la culturación, que es uno de los temas más difíciles de aprender para los profesores de historia y de explicar, y el embajador lo hizo maravillosamente bien explicando cómo esto tiene raíces prehispánicas, y cómo el encuentro de dos culturas, con violencia, sin violencia, da una cosa diferente, que no es ni la una ni la otra. Así me arreglé para explicarle a mi nieto, y vino con dos muñecos de esos que se desarman, y me dijo: "Te entendí, mirá", y empezó a sacarle cosas a un muñeco y a ponérselas a otro, y dijo: "No es ni uno ni otro, es un tercero".
Y al observar la parte primera de este altar me hizo acordar a un pesebre, hay una figura masculina, hay una figura femenina y hay un bebito, hay alimento. Y cuando él relataba lo del agua, que los muertos vienen a disfrutar, recordaba mi niñez cuando esperábamos a loa Reyes Magos y dejábamos agua y pasto y cosas para los que venían de otro lado. Entonces, qué riqueza y qué fuerza, en particular la de México, que es lo que me hace admirarlos como pueblo, para chocar con el imperio, encontrarse con el imperio, y sobrevivir con muchísimas raíces propias, que están, están en la comida, en la vestimenta y en estas cosas.
CLF - En México por ejemplo el Halloween se celebra también, pero queda completamente subsumido al Día de Muertos, Halloween no tocó la fuerza, la fibra de esta celebración. Nosotros cantamos "Las mañanitas" en los cumpleaños, no el "Happy birthday" o el "Que lo cumplas feliz"; "Estas son las mañanitas que cantaba el rey David...". En América Latina se conocen, pero curiosamente en México, vecino de Estados Unidos, mantenemos nuestras mañanitas, nuestro Día de Muertos y muchas costumbres están arraigando del otro lado, pesa más la cultura de acá que la de allá en muchas cosas. Así que es cierto, Carmen.
MR - Tú comentabas el desprecio que tiene el mexicano frente a la muerte. Pienso en esa cuestión de sincretismo a que hacías referencia, que veneran a una virgen de Guadalupe que tiene rasgos indígenas. Siempre me llamó la atención lo que se llamaba las guerras floridas, es decir, cómo dos estados precolombinos, aztecas y toltecas o los que fueren, iniciaban guerras no para matar sino para capturar prisioneros y luego ofrendarlos en un sacrificio a sus dioses. Se me ocurre que desarrollar una guerra casi religiosa, o religiosa, es absolutamente novedoso en cuanto a las conflagraciones que uno conoce en el mundo. Y además con respeto, porque no se mataban, capturaban prisioneros.
Y la conquista introdujo otra cosa que generalmente no se menciona. Cuando se produce la sublevación en Tenochtitlan, que para los españoles se convierte en la noche triste y huyen con todo el oro y les cortan los puentes y caen y se hunden y terminan oxigenándose cuando llegan a la orilla, en ese momento que si hubiera sido al revés los habrían exterminado, los de Tenochtitlan del antiguo México deciden festejar la liberación mientras los otros se reorganizan y finalmente los conquistan. Es decir que la guerra de exterminio también es un aporte de la conquista.
CLF - Nosotros somos, como todos los latinoamericanos, fruto de dos culturas, la española y la indígena, pero los mexicanos lloramos nuestra conquista con ojos mexicanos, por más objetivamente que queramos hacerlo, porque hay muchas cosas admirables en Cortés. A mí me conmueve este muchachito de 18 años llamado Cuauhtémoc que le va a pedir a su primo Cuitláhuac que los ayude, que no son dioses, que son hombres, que van a obliterar su forma de ver el mundo y el cosmos, y no lo ayudan. No lo ayudan porque el imperio azteca fue un imperio fuerte y duro, y sometió y subyugó a los trastlatecas y a otros pueblos.
Y lo mismo pasó con los purépecha, y Cuauhtémoc entendió, con su primo Cuitláhuac, que era tlatoani en ese momento, que era muy difícil vencer a los españoles porque además de su superioridad técnica que la tenían, tenían el arcabuz, el caballo, el perro que asustaba al indígena, tenían aliados. La conquista fue tremenda. Y dicen que Cuauhtémoc se reía, hay una linda canción de Jorge Negrete que los que tienen cierta edad deben de recordar con cariño porque es una voz maravillosa, que dice "Como Cuauhtémoc, antes que rajarme, me río". Es un poco esa cosa, de la muerte alguna carcajada. Lo dice hermosamente Octavio Paz en "El laberinto de la soledad", quizás el más grande ensayo mexicano del siglo XX.
Y hay un libro muy importante que han leído muchísimos orientales y que yo leo cada 10 años y me asombro cada vez que lo leo, que es el "Pedro Páramo" de Rulfo. En el "Pedro Páramo" los muertos están vivos o muertos, no sabemos.
EC - Es una gran confusión.
CLF - Esa confusión es un poco eso, los muertos en la vida, los muertos entre nosotros. Lo hace estupendamente. No hay una conexión directa, estricta con esto, pero habla de este universo mexicano que tiene su forma de ver la muerte quizás un poco distinta de otros países de Occidente.
MR - Esa novela de Rulfo es el inicio del realismo mágico en América Latina, es de los otros aportes de la cultura mexicana.
***
EC - Estamos hablando de la muerte, y cuando tomamos esta decisión, dudamos. ¿Cómo le podía resultar a la audiencia que dedicáramos este espacio hoy, un viernes, que es un día ligero, lleno de ilusiones porque se viene el descanso, el fin de semana, hablar de la muerte a media mañana en radio?
MR - Pero acá también tenemos lo nuestro. Yo vivía de botija en Gonzalo Ramírez y Santiago de Chile, en el barrio Palermo, cerca del cementerio Central. Y estaba la Gladis, una vecina, con la hermana, que todos los domingos iba al cementerio Central a acompañar a los muertitos, como diría el embajador. Se llevaban un pañuelo, un cesto con la comida, elegían el deudo más notable, se instalaban, y cuando pasaba la gente le decían "venimos a acompañar a papá", y de repente estaban frente al monumento de un héroe patrio.
EC - Y eso lo hacían todos los domingos.
MR - Todos los domingos, pero además otros vecinos lo hacían. Ahora que Galimberti dice que está yendo poca gente a los cementerios, creo que es un elogio a la salud.
EC - Queda por saber si la historia es verdadera o no, pero está bien contada.
MR - La próxima intervención va a ser con certificado de escribano.
EC - Carlos, tú querías profundizar en las explicaciones que daba el embajador.
CM - Habíamos planeado hablar de esto, y nos vino información, alguna proveniente de la propia embajada, porque es demasiado buena. Yo leía lo que escribió un arqueólogo, Ricardo Rivera, explicando que no tenía nada que ver con las culturas precolombinas, que era una cosa más vinculada al comercio que a otra cosa.
Yo creo que los arqueólogos son tristes, y en este caso se equivocan, porque lo que tiene de extraordinario lo que sucede en México, a mi entender, es una forma de vitalidad extraordinaria, el tutearse con la muerte, el tener alegría de tener los muertecitos cerca, el hacer un festejo de eso, implica una forma de amor a la vida. A mí me gusta muchísimo y creo que es una cosa mucho más fuerte de lo que parece, porque pervive, porque lo hacen y porque lo gozan y lo sienten. ¿Qué hay en la cultura nuestra occidental? La muerte va acompañada de crespones, de negrura, y de miedo, en última instancia les tenemos miedo a los que queremos porque se murieron, el invento del fantasma, el invento de las casas embrujadas, el invento de todas esas cosas mortuorias y asociadas al terror. Y esto es al revés, es una inocencia, una cosa infantil, se murió pero lo quiero, y como consecuencia lo trato como lo traté siempre. Lo quiero, lo quiero cerca, quiero conversar con él y ser feliz.
MR - Con variantes interesantes. Estaba acampando por el río Negro a ver, escribano, que si no, Emiliano no me cree, y nos metemos en el monte, vamos a un lagunón donde los monteadores nos dijeron que había mucha tararira y eso, y de pronto vemos que se desprende de un árbol una urna de hojalata con los restos de un huesito; íbamos con un veterinario que se dio cuenta de que era de un niño. Después en el casco de la estancia donde estuvimos averiguamos, y existía la costumbre en el campo de a los niños, en vez de sepultarlos, colocarlos en lo alto de un árbol, la urna bien atadita con alambre, porque así le facilitaba la elevación al cielo.
CM - Me hacés recordar una cosa muy linda que es la tradición nuestra que se perdió de los velorios de angelitos, que no eran velorios tristes, eran velorios blancos y alegres. Eso a mi entender es una reacción vital mucho más grande, está mucho más cerca de la vida que el rito mortuorio como una cosa horrible, triste y además impuesta, contraria a uno. Bergamín decía "muertecitos más altos que este me he salteado". A mí me gustaba muchísimo eso de la confianza, el tutear a los muertos, seguir con ellos cerca y en la misma relación que cuando están vivos. Es una reacción a mi entender que no es un juguete, es profunda y es linda.
EC - En eso de tutear a la muerte, de tratarla con desenfado, juega un papel importante la Catrina, ¿nos puede contar a propósito de este personaje, embajador?
CLF - La Catrina es la Calaca, es la muerte, es la calavera que espanta a los niños, pero hay que reírse de la Calaca. Entonces la Catrina es muy festiva, y se la pinta como una dama porque las clases populares también se burlaban de las catrinas muy elegantes, muy bien vestiditas. La inmortalizó Posada, el gran grabadista mexicano también tenemos una exposición de su taller hoy. Esos grabados son de la escuela de José Guadalupe Posada, son sus catrinas, esas muertes danzarinas, y esas calacas danzarinas y burlonas son su principal aporte a la cultura popular mexicana.
EC - Y estas que aparecen acá en la instalación ¿son copias?
CLF - Son copias muy parecidas.
EC - Hay una que es la que está al mando del ferrocarril.
CLF - Claro, el maquinista.
EC - El maquinista es una de estas catrinas, la mencionaba Rosario.
CLF - Hay algo rulfiano en eso, el ferrocarril lo lleva la Catrina.
Quiero comentar una cosita sobre lo que dice nuestro amigo Carlos. Sin ser México tan distinto, porque aceptemos que es un país hoy occidental, latinoamericano, similar, sí tiene esos rasgos peculiares, y estoy de acuerdo en que obviamente a un muerto se le pena, se sufre cuando se muere un pariente. Pero hay esta cosa que de alguna manera pervive y hay una relación burlona, los mexicanos no somos necrofílicos, la necrofilia no existe en el ethos mexicano, nos burlamos un poco de eso. Ahí está la Pelona, la Calaca, la Catrina, hay muchos nombres para la muerte, es parte muy arraigada en la cultura popular. Yo no creo que para nada sea comercial; seguramente hay comercialización, como ocurre con todo en el mundo contemporáneo.
EC - Esa es una de las críticas que se escuchan en los últimos años, que esta fiesta se ha ido convirtiendo en un negocio, para empezar desde el punto de vista turístico.
CLF - Eso también podría ser, pero si usted va un pueblo o a la casa de amigos míos indígenas en Oaxaca, lo último que hay es comercialización. Al contrario, le cuesta a la familia, porque hay que comprar el mezcalito, las ofrendas, las flores y hacer la calaquita.
Y las calaquitas no solo son de vivos, hay también de muertos. Y hay una cosa increíblemente interesante y durísima en la cultura política mexicana, a los políticos se les hace su calavera el día 2 de noviembre, así sea el presidente, el arzobispo, el candidato opositor más importante, lo hacen pedazos en la Calaca. Es un verso muy sencillo.
MR - Es casi la formulación de un deseo.
CLF - Terrible, son terribles. Muchos políticos les tienen terror a las calacas porque las calaveras les dicen las verdades populares. Así que también hay esa parte política.
MR - Yo hace poco estuve en México, en Zacatecas, una ciudad minera formidable, y estaban pasando una canción que decía "tapame con tu rebozo, llorona". En un comercio donde vendían rebozos la mujer se quejaba de que los mexicanos estaban perdiendo la tradición del uso de esa vestimenta formidable y exclusiva, terminó exhibiéndome 200 formas distintas de rebozos, y remató con un poema al rebozo. Y al lado había un cartel que decía: "En esta casa estuvo la cabeza del padre Hidalgo". Lo habían decapitado en el tránsito de liquidación de una revolución que nosotros tenemos muy presente por los frescos de Siqueiros, de Rivera, y por la historia, por las películas. Pero llama la atención con qué sencillez se anota en medio de una avenida principal "aquí estuvo la cabeza del padre Hidalgo".
CM - Esa mezcla de alegría y creación te demuestra que es un sentimiento absolutamente auténtico. Yo lo comparo siempre, porque no es la primera vez que lo pienso, con Halloween, que es una cosa parecida, pero impuesta del comercio al consumidor. En cambio la cosa mexicana es al revés, es contra viento y marea, lo sienten así, lo dicen, inventan cosas, hacen cosas y lo gozan, y el comercio las sirve, que es lo lógico. Mientras que acá los supermercados vienen con las cosas de Halloween y se usan porque está la oferta, pero no hay sentimiento que lo provoque. A mí me sirve mucho para entender la cosa mexicana y darle valor. Porque tiene que ser auténtica para que ella cree una forma de entenderse con los muertos. No es pavada, no es una tontería, yo creo que es una cosa muy importante, mucho más de lo que parece.
CT - Yo debo de tener alguna raíz mexicana por ahí, en algún antepasado, porque desde niña siempre tuve una cierta fascinación por la muerte, y cuando lo intelectualizo hoy digo que me gusta lo democrática que es la muerte. No soy la primera que piensa eso, pero nos llega a todos sin distinción de ningún tipo, gordos, flacos, negros, blancos, indígenas, ricos y pobres, llega. Eso me fascina, Bruegel lo pintó estupendamente bien, hay un cuadro precioso que no recuerdo cómo se llama en el que muestra exactamente eso, cómo la Calaca les llega a todos, absolutamente a todos. Entonces me parece que en estas fiestas, en México y en otras partes, esa respuesta popular de tutearse con la muerte tiene que ver con esto, con ese poder democrático de la muerte, que nos llega a todos.
EC - Entre los mensajes de los oyentes está este de Walter de Tres Cruces que dice: "En el hospital siempre veo lo mal que lo pasa la gente a la hora de enfrentar la muerte. Me pregunto si la gente de los pueblos que tienen una percepción diferente de la nuestra, por ejemplo los mexicanos, pasará mejor esos momentos que a todos nos va a tocar vivir".
¿Tiene respuesta para esta pregunta, señor embajador?
CLF - No estoy seguro de tener una respuesta que sea válida para todos los mexicanos. Pero quizás sí, quizás sí tenemos una cierta resignación, ese dicho muy mexicano "ya es tarea de Dios", o la muy popular manera de decir "ni modo". Ya es tarea de Dios. El mexicano es fatalista, el pueblo azteca era profundamente fatalista, tanto que cada 52 años el universo se volcaba sobre el mundo, y había que detenerlo y hacer sacrificios humanos para detener el cataclismo. Ahí está esa veta fatalista de nuestro carácter.
EC - Usted estuvo tomando otros apuntes mientras escuchaba a Carmen, a Mauricio, a Carlos.
CLF - Sí, Carmen dijo una cosa que me fascinó, porque casi todo el mundo conoce la canción del rey, y muchos conocen que el autor es José Alfredo Jiménez. José Alfredo Jiménez es un gigante, es un poeta popular, él no sabía escribir música, y tiene decenas de canciones que si empezáramos a cantarlas casi todos recordaríamos muchas de ellas; "Un mundo raro", en fin. Pero una de ellas, "Para morir iguales", dice "nacimos para morir iguales", como diciendo: ajustamos cuentas entre las clases sociales, entre los grupos sociales a la hora de la Pelola, a la hora de la Calaca, para morir iguales. Eso lo canta José Alfredo, y es muy cierto, es una forma de decir: al final de cuentas, vamos a morir iguales.
CT - Y otra cosa, Maggi dice que la vida y la muerte están juntas, forman parte del mismo proceso. Yo también creo que es así, y creo que está cambiando en el Uruguay esa especie de cosa trágica y dura y el luto y el negro, yo lo conocí hace 50 años cuando era niña con mis abuelos, y el luto que se iba de a poquito de negro a gris y cosas por el estilo. Hoy está cambiando, y tiene que ver con que los muertos y las muertas de la familia y referentes perviven entre nosotros, perviven a través de sus ideas, a través de su obra, a través de si fueron buena gente. No pude ir, pero me encantó la decisión del Sabalero que quería que la gente lo recordara no en un entierro, en un episodio trágico para los uruguayos, sino cantando, hablando, haciendo las cosas que había hecho. Y me parece fantástico. Era un artista popular, pero me pasa con gente querida familiar, profesores, etcétera, que siento y soy agnóstica que están conmigo, y se murieron. Hago cosas y me acuerdo de ellos.
EC - Hay oyentes que llegan a llevar la cosa a este extremo: Juan de Malvín, que está muy compenetrado con esta forma de encarar la muerte, dice: "Yo tengo la idea de festejarla despidiéndome de mis familiares y amigos con una gran fiesta".
CT - Yo conozco algunos que lo han hecho.
MR - Es curioso, pero es un tema muy recurrente en todas las culturas. A mí me gusta mucho una definición que hacen los filósofos estoicos, de los griegos, que decían: "Para nosotros la muerte no es problema; cuando ella está yo no estoy, y cuando yo estoy ella no está". Y en la religión hinduista, donde existe la transmigración de las almas, un buen hinduista muere prendido a la cola de una vaca, esa es la muerte ideal, para poder reencarnarse en ella porque es considerada un animal sagrado. Es decir que el tema de la muerte está presente en todas las culturas y en todas las civilizaciones. Y en última instancia queda cuando Santos defunciona a un pariente, que le dice: "Paciencia, sobrino, que la muerte es un ratito".
***
EC - Carlos, ¿qué ibas a agregar?
CM - Las cosas evolucionan en el mundo. De vivir en el temor de Dios, de vivir en el luto riguroso, hay aflojadas y cosas que se van acercando a este espíritu, a esta vitalidad mexicana. La primera vez que se aplaudió en un entierro fue cuando murió Enrique Guarnero; fue velado en el Solís, y cuando se levantó el féretro para llevarlo a la carroza, estalló un aplauso.
EC - Pero era un actor.
CM - Sí, y con una visión humorística o un humor del mundo fuertes. Y estalló un aplauso. Y nada, que yo acabo de tener un duelo serio, murió mi hermana a quien yo quería muchísimo, vivió toda mi vida conmigo, y en la mitad del entierro, sin que nadie supiera por qué, mi nieto, que es un muchachito, dijo: "Vamos a aplaudir por lo linda que fue la vida de Chichita". Y aplaudió todo el mundo. Y no era una actriz, era simplemente una ceremonia familiar. Fue terrible para mí, porque fue alegre y dura, muy dura, muy fuerte de llevar, creo que no sentí tanto la muerte en la ceremonia como cuando este botija dijo eso y aplaudimos todos.
EC - La exposición queda montada en 25 de Mayo 514, esquina Treinta y Tres. ¿En qué horario se va a poder ver?
CLF - De diez de la mañana a cinco de la tarde. Hasta el 15 de diciembre aquí van a estar los muertitos esperándolos.
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Transcripción: María Lila Ltaif
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