Entrevistas

Luis Landriscina: "Soy de los que no tienen apuro para hacer reír"

Luis Landriscina: "Soy de los que no tienen apuro para hacer reír"

Radicado en el balneario Santa Ana, en el departamento de Colonia, el humorista argentino Luis Landriscina asegura estar en una "sucursal del Paraíso", tal es la belleza del lugar que eligió para vivir. Retirado de los escenarios, aunque no totalmente de la actividad, lleva sobre sus espaldas cuatro décadas de éxitos. Por eso, cuando camina por las calles colonienses la gente sigue demostrándole su cariño. Un cariño que se forjó a fuerza de relatos que, con picardía y respeto, reflejaban las costumbres peculiares de los diferentes pueblos argentinos. Entrevistado por En Perspectiva, hizo un repaso de su carrera, relató su reciente encuentro con el presidente José Mujica y reflexionó sobre su particular estilo de entender el humor. "Yo soy de los que no tienen apuro para hacer reír porque yo narro, y siempre he dicho que el cuento es como un viaje: si el viaje no es entretenido, el pueblo adonde vas queda lejos", expresó.


(emitido a las 8.50 Hs.)

EMILIANO COTELO:
Durante 40 años fue un referente del humor, argentino primero y rioplatense después.

Luis Landriscina es un artista singular, que creó un género propio dentro del humor, más volcado al cuento que al chiste, y basado en la observación cuidadosa de tradiciones y maneras de ser de los diferentes pueblos. Él mismo se ha definido como "un narrador de costumbres, y uno de los pocos humoristas que no tienen apuro para hacer reír".

(Audio Luis Landriscina.)

"En el campo hay que levantarse temprano, y el peón que es lerdo dura poco. Y el de la historia mía llegaba tarde siempre, se dormía, y llegó a oídos del patrón, y el patrón lo encaró:
—Che, Evaristo, ¿vos creés que es hotel esto?
—¿Por qué, patrón?
—¿Cómo ‘¿por qué, patrón?’? ¿Cómo va a llegar a las siete y media de la mañana? A las seis ya están todos trabajando por los corrales, los potreros. El trabajo de campo es temprano.
—Sí, patrón, pero usted sabe que yo no soy así de mezquinarle el lomo al trabajo, pero me duermo, patrón. Es una cosa que no sé, yo me duermo. Y no es mala voluntá. Pa colmo yo vivo allá en el rancho atrás del puestito último, así que no hay nadie que me patee la puerta para que me despierte, me despierto solo cuando ya me da la luz en la cara, si no, tampoco.
—Bueno, está bien, yo te resuelvo el problema, ahora después venís a la tardecita, pasás por casa y yo te voy a dar un despertador viejo que tengo ahí, a ver si... Y mañana te quiero ver con toda la peonada, en la matera, a la hora que están todos tomando mate.
El único que no estaba al otro día, el Evaristo."

(Fin.)

EC - Después de haber hecho radio, cine, televisión, literatura y teatro, hace cinco años Landriscina se retiró de los escenarios con una gira-despedida que lo llevó a buena parte de la Argentina, varias ciudades de Uruguay y otros países del mundo.

Desde entonces hemos escuchado poco de él. Por eso, el lunes pasado fue una buena sorpresa reencontrarlo en las fotografías de los diarios, sentado en la primera fila de una platea junto al presidente José Mujica.

Landriscina, que hace años está radicado en el balneario Santa Ana, en Colonia, había invitado a Mujica a que lo acompañara esa noche para disfrutar juntos del festival que se realiza todos los veranos en ese lugar.

Creo que después de esa noticia muchos de nosotros nos preguntamos: ¿Qué fue de la vida de Luis Landriscina en estos años? ¿Qué está haciendo? ¿Cuáles son los planes de un hombre tan inquieto como él, ahora que tiene 75 años?

Vamos a charlarlo con él en los próximos minutos, llamándolo justamente a Santa Ana, en el departamento de Colonia.

¿Cómo está el tiempo allí en Santa Ana? ¿Se anima a hacer de corresponsal de El Espectador ahí?

LUIS LANDRISCINA:
Gracias a Dios muy buen día, buen sol, así que va a haber posibilidades de usar la playa. A veces si el viento está fuerte los arrincona, pero algunos corajudos se le animan al viento.

EC - ¿Usted es uno de ellos?

LL - No, yo soy de caminar por la playa. Es uno de los deberes que me encargan los médicos y que estoy haciendo, porque entre otras cosas tengo que hacer un poco de movimiento físico por la cuestión de la hipertensión.

EC - ¿Desde cuándo vive en Santa Ana?

LL - Acá empezamos a venir con mi hijo y mi mujer, uno de los hijos nuestros; estuvimos viendo, porque yo había comprado en el 65 con Guaraní.

EC - Con Horacio Guaraní compró los terrenos.

LL - Exactamente. Los compramos por el 65, cuando estábamos haciendo "El fogón de Horacio Guaraní" en Canal 12. Después vinimos una vez en el noventa, y me dice mi hijo: "Papá, esto es un paraíso, tendríamos que venir". Y bueno, empecé a movilizar, yo había pagado todo el terreno completo que había comprado con Guaraní, él compró dos y yo compré uno. Y resulta que había unos intríngulis legales porque no me habían dado la escritura, entonces dijimos "vamos a comprar algo que esté medio viejito y lo arreglamos, y después vemos, cuando tengamos resuelto el problema hacemos una casa nueva en el terreno que vos compraste". Hicimos así, compramos una casa que le había avanzado la vegetación, porque estaba como abandonada. Compramos, la mejoramos, le hicimos algunas reformas, y después nos encariñamos. Pero esa casa tenía sus años, ¿no?, y asentada en barro, y la humedad nos atropellaba también a veces en el invierno, entonces a lo último organicé una casa de estas industrializadas, volteé la casita esa y empezamos a hacer una casa a gusto nuestro por primera vez con mi mujer porque todas las que habíamos comprado antes eran reformadas pero hechas por otros.

EC - Para los oyentes que no conocen el lugar, digamos que Santa Ana queda muy cerca de Colonia de Sacramento.

LL - A 22 kilómetros por la Ruta 1.

EC - Está 22 kilómetros antes si uno va desde Montevideo por la Ruta 1. Está en el kilómetro 155. ¿Cuáles son las bondades de Santa Ana para usted? Dijo que con su hijo coinciden en que es un paraíso; ¿qué más?

LL - La vegetación. El hombre que planificó el balneario, la familia Greissing, metió un millón y medio de árboles acá. En algunos casos demasiado eucalipto, y hay un dicho popular que dice "el eucalipto y los parientes cuanto más lejos de la casa mejor". Pero hay pinos, y después hemos ido reponiendo, yo prefiero siempre especies autóctonas como el timbó, árboles de por acá, e ir suplantando eso. Hemos ido mejorando la vegetación y todos los años para el día de Artigas, que es el Día del Árbol, se hacen plantaciones entre los vecinos, nos ponemos de acuerdo y acá estamos. Creo que es el 19 de junio, ¿no?

EC - Sí.

LL - Nos ponemos de acuerdo y se hacen replantaciones de árboles ya con entidad.

EC - Con esa presencia tan notoria de los árboles, dicen los habitantes del lugar que el complemento, los pájaros, es otro de los ganchos de Santa Ana.

LL - Exactamente. Y después la gente, la gente es muy amable, muy cordial. No es que esto sea una isla, porque el uruguayo es así, una persona muy acostumbrada a ser cordial con el de afuera, tiene el anfitrionismo incorporado. Pero nosotros, que estamos escapándoles al tumulto y a la agresividad del tráfico y todo ese tipo de cosas, acá encontramos lo que no se encuentra en las grandes ciudades.

EC - Santa Ana tiene sus construcciones clásicas, las tradicionales de una urbanización muy cuidada que viene de los años cuarenta. Pero también tiene su lado, en los alrededores, donde se ha construido más de un country, con casas propiedad de uruguayos pero también de muchos argentinos. ¿Cuál de las dos partes le gusta más?

LL - Hay para todos los gustos acá. Yo estoy a dos cuadras del Río de la Plata y siempre mis casas fueron una suerte de microclimas, a mí no me afecta lo que esté cerca, salvo que sea sociedad. Entonces cuando me avanza la vegetación maligna me pongo de acuerdo con los vecinos para cortarla, para erradicarla, que quede prolijito. Tengo un jardinero que corta hasta la gramilla que va subiendo para el lado de la calle. Viene una vez por semana y deja prolija la casa, esté o no esté yo.

EC - ¿Cuántos argentinos viven en Santa Ana? Usted ha mencionado el caso de Jairo, a quien usted mismo entusiasmó. ¿Tiene un número más global?

LL - Sí, hay una buena cantidad. Y de distintas responsabilidades en su vida profesional. Hay una jueza de fueros federales de Argentina que también tiene su casa, hay médicos, hay alguien que vino que no sé si tiene casa o alquila, que es [Ernesto] Tenembaum, el periodista de "Palabras más, palabras menos", del canal TN. También lo vi el otro día caminando por acá, ya es habitué. Y por ejemplo unos vecinos míos de atrás es gente que nosotros hicimos el nexo para que vinieran, son unos alemanes que no solo se aquerenciaron sino que han venido a vivir con la familia, es un empresario muy importante, porque es uno de los pocos ingenieros gráficos que tiene esta parte de América.

***

EC - Desde la audiencia tengo varios mensajes para usted. Por ejemplo este de Nacho que dice: "Guardo como un tesoro un disco suyo titulado ‘Regular pero sincero’...

LL - ...El primero de todos...

EC - ...que es un trabajo poco conocido de Landriscina, ya que no es de cuentos sino de canciones".

LL - Tiene de todo.

EC - "Interpreta canciones de su infancia, y nos cuenta lo que era la vida de las provincias madereras argentinas a mediados del siglo XX. Un disco precioso".

LL - Sí, el primero de todos. El primer larga duración, antes había hecho uno de esos de 45. Es una joyita en cuanto al valor histórico, creo que lo grabé en el año 67, por ahí.

EC - Vaya si es un seguidor suyo este amigo.

***

EC - Hace cinco años que se retiró de los escenarios, pero ¿está totalmente alejado de su actividad como cuentista y humorista?

LL - De la actividad de los escenarios; de la actividad no porque tuve un programa de televisión hasta marzo del 2009, dedicado al campo, era "Landriscina mano a mano con el campo". Y seguía con algunos compromisos empresariales. Yo soy la cara publicitaria de Sancor Seguros, entonces cuando la empresa me pide si puedo ir a tal o cual lugar yo voy, pero sin carteles en la puerta.

Y la otra cosa que a veces he hecho, con la misma premisa de que no haya anuncios de que estoy, ha sido ir a alguna empresa que le ha querido regalar una actuación mía al personal o que el personal le ha querido regalar al dueño de la empresa, entonces en una cena, al final, a los postres aparezco yo, y se llevan una sorpresa los que tienen que ser sorprendidos.

EC - Y allí en Santa Ana, ¿en qué ocupa su tiempo? Tengo por aquí un mensaje de Óscar, de El Pinar, que dice que además de hacer unos buenos asados en su casa, usted prepara un limoncello muy bueno.

LL - Exactamente.

EC - La cocina es una de sus pasiones.

LL - Sí, tengo una huerta, todo un terreno está dedicado a una huerta. En un terreno en el que vos harías una casa, yo tengo una huerta, pegada a mi casa, por supuesto.

EC - ¿Escribe, además?

LL - Algunas travesuras estuve haciendo, pero ahora me he metido también, gracias a los hijos y los nietos, con el tema de la cibernética.

EC - ¿O internet? ¿De qué está hablando? (Risas).

LL - Nunca pensé que me iba a sentar delante de una computadora. Pero la vez pasada teníamos quehacer un trabajo con Mamerto Menapace, que es un monje benedictino con el que tenemos algunas travesuras hechas en los escenarios. Él estaba en el convento de Los Toldos, yo estaba en Buenos Aires, y entonces me dice la chica del arzobispado:
—Mirá, ¿por qué no le mandás un e-mail?
—Dame el e-mail.
Entonces le mando decir: "Vamos a conectarnos, así vamos acercando las cosas antes de vernos, y adelantando lo que tenemos que hacer". Y él me pone: "Querido Luis, ¿quién iba a pensar que a esta edad nuestra dos paisanos como nosotros se iban a estar comunicando por la punta de los dedos?".

Me ha resultado bastante grato porque realmente me comunico con muchos amigos de muchas partes, que hablar por teléfono sería gastar los ahorros. Entonces esto me facilita la comunicación, incluso le agregué el detalle del Skype, que nos podemos ver las caras y hablar.

EC - Tiene la tecnología completa, entonces.

LL - Sí, sí. Entonces estoy bastante entretenido con eso también, porque me mandan muchos e-mails, los tengo que leer, contestar, esas cosas, entonces es un buen pasatiempo. Y después ocuparme de la salud también, que tengo que hacer los deberes.

EC - ¿Anda con algún achaque?

LL - Tengo algunos problemitas que me llevan un tiempo en cuanto a que tengo que cumplir con los horarios de los remedios, todo ese tipo de cosas.

EC - Alicia, desde la audiencia, dice que está segura de que usted descansa "sentado a la sombra del perejil".

LL - Sí, porque los perejiles míos se convierten en árboles.

EC - ¿Qué extraña de su etapa a full de actividad en los escenarios y con sus cuentos y su humor por todo el mundo?

LL - Nada, porque la gente pareciera como que me vio... Bueno, me suele ver por alguna razón a veces en algún canal de televisión, pero yo hoy por ejemplo salgo por la calle Corrientes y no tengo menos de cuatro paradas de gente que me quiere saludar o sacar una foto con el celular. Entonces voy a las Expoactivas y no puedo caminar, las Expoactivas, porque está toda la paisanada, como que no he terminado de desaparecer de la memoria de la gente y creo que no va a ser tan fácil porque hay mucha cosa grabada y mucha cosa para los autos. El otro día en una de estas fiestas de campo me decían "yo lo tengo en el tractor, yo no me subo al tractor si no tengo el casete suyo".

EC - Tiene que ser para usted un regalo enterarse de algo así, ¿no?

LL - Por supuesto, porque no solo eso, sino que los camioneros de larga distancia, los colectivos de grandes distancias que van hasta Ushuaia, que van hasta al norte, a Salta, tienen como costumbre poner algún... ahora cedé, antes era casete, y suelen entretener a los pasajeros. Parece ser una costumbre de algunas familias cuando tienen que viajar lejos. Fangio, por ejemplo, salía de Buenos Aires para Balcarce, elegía cuatro o cinco casetes y no se le podía hablar en el viaje.

EC - Ya que mencionó a Fangio, hay más de un oyente, como Roberto, por ejemplo, que quieren saber qué ha ocurrido con usted y los autos de carreras. Esa fue otra de sus...

LL - ...Claro, porque anduve haciendo travesuras hasta hace poco, corrí las mil millas en Bariloche hace tres años, y últimamente hice una carrera de tiempo ideal en el autódromo; el premio era un auto, y eran 20 personas conocidas, personajes públicos, y 20 elegidos de gente que hubiera escrito a ese programa, "A todo motor". Se ganaba un auto el que manejaba y un auto el televidente, se sorteaba. Yo largué primero, la primera parte, y les gané a todos, entre ellos Traverso, García Veiga, Pairetti, y saqué un tiempo ideal. Tenía a mi hijo, por supuesto, que me iba cronometrando y me iba poniendo en la pizarra cómo iba, porque eso estaba permitido a los grupos. Y le entregué después para la segunda el auto al televidente, e hizo 5.800 puntos en contra. Perdimos el auto creo que por cuatro o cinco puntos, pero igual salimos segundos.

EC - ¿Tenía que entregarle el volante al televidente?

LL - Y sí.

EC - Era obligatorio.

LL - Dice: "Me vas a matar", y le digo: "No, ¿sabés por qué? Porque voy a tener que ir preso, pero tengo muchas ganas".

***

EC - Seguimos conversando con Luis Landriscina que está en Santa Ana, en lo que define como el Paraíso, ese balneario a 22 kilómetros de Colonia del Sacramento.

LL - Lo voy a corregir: sucursal del Paraíso, es mucha arrogancia pretender que se parezca al otro, al celestial.

EC - ¿Cómo se vinculó con el presidente José Mujica?

LL - En la reinauguración del teatro Macció. Alguien del ceremonial que me llevaba al palco con mi mujer me dice: "¿Me permite un momentito? Le quiero presentar dos personas que cuentan mejores cuentos que usted". Y ahí me presenta al intendente [Juan Chiruchi] y al presidente [José Mujica]. El del ceremonial se ve que tenía mucha confianza con ellos para hacerme esa broma sobre el presidente y el intendente.

EC - ¿Cómo fue a partir de ese momento la relación? ¿Cómo es que termina invitándolo usted el fin de semana pasado?

LL - Como si fuéramos viejos conocidos, esa cosa cordial tanto de la señora como de él. El intendente ya me conocía, porque yo actué muchas veces en el teatro Macció y me despedí en el teatro Macció, una de las despedidas que hice en Uruguay fue ahí. Fue una velada hermosa, creo que con la Orquesta Sinfónica de Montevideo, y hubo una serie de recordaciones muy gratas filmadas de todos los que han estado en ese escenario, incluidos Gardel, China Zorrilla y tantos otros... Y yo era de los que estaban, como para poder contar en vida que había estado ahí, era uno de los invitados. Quedó la cosa así, y un día me llama una sobrina que vino a pasear, yo estaba en Buenos Aires, y me dice:
—¿A qué no saben quién está ahí en el hotel Don Guillermo comiendo solito con la mujer?
—No sé.
—El presidente.
—No me digas.
Entonces lo llamé al amigo que está ahí en Don Guillermo, el Pollo Vergara, y le digo:
—Che, está don Pepe.
—Sí.
—Pasámelo.

Y lo invité para este 8 de enero. Pero fue en octubre eso, más o menos. "Mire, nosotros hacemos una fiesta anual con la que juntamos fondos los vecinos para todo el año, para las necesidades, y a veces nos quedamos cortos, pero a veces hemos ayudado con esos beneficios a que la municipalidad nos ayude a construir obras que requieren un poquito más de esfuerzo, como la policlínica, el destacamento policial. Ahora mantener la policlínica con el sueldo de una enfermera todo el año." Y como los artistas los mandan el Ministerio de Turismo y Deporte y la Dirección de Cultura de la Municipalidad no se cobra la entrada, entonces los beneficios se hacen con la venta de choripanes, hamburguesas, panchos, alguna bebida gaseosa, alguna cerveza. Esta vez fue un éxito.

Pero nadie sabía que venía el presidente, y yo le pregunté a un intermediario –para no molestarlo– si iba a aceptar el convite de venir el 8. Ah, nos vimos otra vez anterior a esto, el día del lanzamiento de la temporada de turismo 2010-2011 en el Centenario. Ahí cuando nos encontramos me dice:
—Sonso para elegir lugar usted, eh —por lo de Santa Ana.
Y yo le digo:
—Mire que yo lo voy a estar esperando.
—Sí, sí, pero de "cayetano" —me dice.

Habíamos quedado de calladitos, que iba a venir a visitarme también. Entonces le digo al intermediario:
—Decile que si va a venir me lo haga saber o preguntale vos.
Y me vuelve a contestar el intermediario y me dice:
—Mirá, el presidente te va a llamar.
Y a la tardecita me llama por teléfono, yo le había dado el número de donde iba a estar, y me dicen:
—¿El señor Landriscina?
—Sí.
—El presidente le va a hablar.
Y me habló. Y me dice:
—¿A qué hora es el asunto, don paisano, mañana?
—A las nueve.
—¿No será de la mañana?
—No, a la noche.
—¿Y cómo hacemos?
—Venga primero a mi casa, nos tomamos una cervecita y cuando la orquesta ya esté arriba, la Orquesta Municipal de Colonia, vamos para allá.

Y a las ocho ya estaba el presidente acá, golpeando la puerta de casa. Yo estaba en la plaza con los músicos viendo las líneas que necesitaban y los micrófonos, había traído unos artistas de Buenos Aires. Y cuando llego, me avisan rápido que había llegado, estaba comiendo churros. Dice:
—Paré para preguntar cómo llegar a su casa y justo estaban vendiendo churros y compré.
—Ah, entonces no se ha enterado nadie de que está usted.
A una cuadra frente a la playa hay un churrero, y él paró personalmente y compró.

EC - ¿Es cierto que le habían dicho en su momento en el teatro Macció que cuenta mejores cuentos que usted?

LL - Eso me lo dijo un funcionario del ceremonial.

EC - Por eso, ¿y usted qué impresión tiene?

LL - Hemos hablado de todo, pero no me ha contado cuentos, me ha contado cosas de la vida. Yo no sabía que él cultivaba flores, por ejemplo. Me contó un par de anécdotas, que el presidente Batlle Berres se paraba para pedirle un ramo para llevarle a la señora, que a él le impresionaba la sencillez del presidente y desde entonces le quedó eso de que está bien que el funcionario sea así, sea un ciudadano más.

EC - Hablando de su relación con Uruguay, además de sus presentaciones en Montevideo y otras ciudades de nuestro país, que usted inició en los años sesenta...

LL - Yo llegué con Guaraní en el año 65.

EC - Pero hubo otro mojón muy importante en este vínculo Landriscina-Uruguay. Fue cuando usted comenzó a grabar los Cuentos de Don Verídico, del escritor uruguayo Julio César Castro (Juceca).

(Audio.)

"—Venga nomás, Don Verídico. Adelante, pase, que los perros están atados, hombre.
—Hombre que supo ser loco por los bichos, ahora que dice, Perinolo Menchuco.
—¿Ah, sí?
—Sí, el casado con Gobelina Distante. Mujer más peligrosa que gato arrinconado.
—Gobelina Distante...
—Perinolo era loco nada más que por los bichos menudos.
—¿Ah, sí?
—Sí, un día le quisieron vender un elefante de un circo que se había fundido el día que el tragafuegos pegó un soplido y del incendio lo único que se salvó fue el elefante.
—¿Ah, sí?
—El dueño del circo lo salió a ofrecer rancho por rancho. Bicho poco conocido, cuando de los ranchos lo veían que se arrimaba, antes de que llegara ya se habían mudado.
—No era para menos.
—A Perinolo Menchuco el dueño del circo lo agarró durmiendo la siesta.
—Mmmm...
—Le golpean la puerta del rancho; abre, mira, ve todo gris, piensa que está nublado, cierra de nuevo y sigue durmiendo. Lo gris era el elefante. El dueño del circo se ofendió, entonces en lugar de golpear la puerta se la hizo patear por el elefante para que se despertara del todo.
—¿Y se despertó?
—Cuando Perinolo se asomó no conocía el paisaje: la patada del elefante le había corrido el rancho dos leguas más pallá".

(Fin.)

EC - Estamos escuchando una de las grabaciones de los Cuentos de Don Verídico con Héctor Larrea, en radio Rivadavia.

LL - Hicimos una sola grabación, creo que con cuatro cuentos. Era en la época en que las grabaciones iban de los dos lados del disco.

EC - Las primeras grabaciones fueron acá en Montevideo. Adriana nos manda un mensaje: "Recuerdo cuando Landriscina venía a grabar los Cuentos de Don Verídico en CX 30 junto al inolvidable Bécquer Puig". Eso fue en los años setenta.

LL - Exactamente, el año anterior había estado con Turubich, contando cuentos nomás yo, pero llegó un momento en que me agotó y le dije:
—Mirá, hermano, yo ya el año que viene no vengo, porque siete u ocho cuentos por día, salvo que me pongas los que le escriben a Bob Hope —porque creo que tenía 86 libretistas—, ahí sí mejoramos la apuesta.
Y me dijo:
—No te digo 86, pero tengo uno bueno.

Y me traen un libro de Don Verídico, y me dicen: "En este momento está en Buenos Aires", y nos encontramos en Buenos Aires, nos pusimos a hablar, primero él quería saber cómo le iba a hacer la voz, porque era medio resbaloso y quisquilloso Castro.

EC - Exigente.

LL - Quería mucho a su personaje y me pareció bien. Incluso cuando ya lo hicimos en televisión quería ver cómo lo iban a vestir, decía: "Porque este es un viejo digno, cuenta historias fantásticas, pero no es un borrachín ni un viejo chismoso, él cuenta historias fantásticas". Entonces quedó claro quién era el personaje, cómo era, a él le gustó cómo lo hacía yo con la voz, y una vez que aceptó, arrancamos.

EC - ¿Qué significó para usted aquella serie de los cuentos de Don Verídico?

LL - Creo que de las cosas hechas con libreto fue lo más importante de mi carrera. A tal punto que lo hicimos hasta que él falleció.

EC - ¿Le parece que el humor de Don Verídico sigue vigente hoy?

LL - Pero por supuesto. Además Castro no era un libretista, era un escritor metido a libretista. Un tipo con un vuelo... A veces nosotros con Larrea hacíamos un juego de inteligencia de no leer el libreto para sorprendernos a medida que íbamos avanzando. Era un riesgo, a pesar de que era grabado y todo, porque donde le pifiáramos había que grabar de nuevo. Y yo por las tres o cuatro primeras líneas sabía si el cuento iba a terminar emotivamente o graciosamente. Y ahí el viejo iba empezando a cambiar el tono de voz. Lo disfrutábamos tanto con el amigo Larrea, porque todos los días nos asombrábamos con un nuevo libreto y con una nueva manera de usar la imaginación poco frecuente.

(Audio.)

"—Venga, Don Verídico, su presencia es una fiesta, venga.
—Fiesta que supo ser una hermosura aura que dice...
—...¿Cuál?...
—...la que hubo en el rancho de Gutural Mollejo.
—¿Ah, sí?
—Casado con Masculina Solera, mujer más divertida que borracho en fiesta de la vendimia. Vivía a las carcajadas limpias. En las fiestas la contrataban y en los velorios la prohibían. El festeje fue porque al viejo Gutural se le casaban dos hijas, y las dos mellizas, la Queca y la Quica.
—Así que el hombre hizo una hermosa fiesta por el casamiento de las hijas mellizas.
—Satamente, la Queca y la Quica, sí, señor. Eran tan igualitas que nunca se supo bien cuál de las dos era la melliza. Se casaron con los hermanos Rosquete, Botijo y Tiscornio Rosquete, hijos del viejo Rosquete y mellizos los dos también.
—¿Y?
—El padre de las muchachas quería tirar la casa por la ventana.
—Pero vea qué bonito.
—Pero la mujer no lo dejó que la tirara porque la precisaba pa la fiesta..."

(Fin.)

EC - Don Luis, más en general, ¿toda su forma de hacer humor funciona o funcionaría entre los públicos más jóvenes? ¿Qué le dice su experiencia, qué le dice su intuición?

LL - Cuando me he presentado he tenido siempre un 40, 45% de gente joven. Y la gente quiere sacarse fotos conmigo en estas fiestas que son multitudinarias como la Expoactiva, me sorprende que los chicos se quieran sacar fotos conmigo.

EC - Hoy el humor que parece que pega más es otro, ¿no?

LL - No, no, es otro totalmente distinto, y además ustedes en los medios se han encargado de que el cuento desaparezca porque tienen urgencia para meter más publicidad y porque también tienen las exigencias de los entes reguladores. Pero además la radio es más dinámica, la televisión, entonces todo tiene que ser rapidito. Recuerdo que al Negro Álvarez lo elijo yo para un festival en el que no podía estar, él era de un dúo folclórico que se llamaba Argentina 2, y lo escuché contar cuentos en Córdoba y dije "este es el número puesto". Contaba unos cuentos narrados que eran una maravilla. Al Negro Álvarez escuché que Tinelli le dijo "necesito tres chistes en un minuto", y el otro le contó tres chistes en un minuto. O sea que convirtieron un narrador de la provincia de Córdoba en un cuentachistes de la calle Corrientes porque para el teatro también necesitan que los remates vayan uno atrás de otro como cachetada de loco. Por eso digo que yo soy de los que no tienen apuro para hacer reír porque yo narro, y siempre he dicho que el cuento es como un viaje: si el viaje no es entretenido, el pueblo adonde vas queda lejos.

(Audio.)

"—Me estaba acordando a propósito de esto de las estaciones que cuando el tren paraba a tomar agua era una fiesta pa los gurisitos, pa los changuitos que vendían cosas. Y ahí en la zona nuestra era de influencia santiagueña, entonces los santiagueñitos vendían las cosas hacían las mamás, las rosquitas, los pastelitos de carne. Pastel de carne, porque el santiagueño no le llama empanada cuando es frito, puede tener la forma de empanada, pero si es frito es pastel de carne. Y no lo vas a sacar de ahí. Sí, pero tiene forma de empanada. Pero es frito, la empanada es al horno o no es.
Y andaba un changuito –de esto hace muchos años– con el canastito, que le ponían alambrado de atrás para que no le afanen los otros changuitos, tapado con un trapito blanco, inmaculado.
—¡Pastel de carne, pastel de carne, pastel de carne...!
Y a una señora que viajaba y se ve que era una señora de muy buena posición, de acá de la capital, le dio pena verlo al changuito de alpargatitas vendiendo, y quiso ser solidaria con él:
—Pibe, querido, vení. ¿Qué vendés, tesoro?
—Pastel de carne vendo.
—¿Y cuántos pasteles de carne tenés?
Levanta el trapito el changuito...
—Doce tengo.
—Bueno —le dice ella para hacer una obra de bien—, te compro los 12.
—¿Ajá? ¿Y después qué vendo?".

(Fin.)

EC - Tengo cantidad de mensajes de los oyentes que como común denominador tienen el agradecimiento por su trabajo, por su arte.

LL - Es mutuo, porque yo soy muy agradecido a los uruguayos porque siempre han tenido un trato muy deferente conmigo y me lo han hecho saber la vez que me han encontrado. El otro día me encontré con gente que vino de lugares insospechados, porque vinieron a trasmitir de Canal 10 un programa durante tres horas desde mi casa promoviendo esto en diciembre para enero. Y una pareja se me arrima, un matrimonio, y me dice: "Nosotros lo vimos con Omar Gutiérrez a usted; ¿sabe de dónde venimos?", "No", "De Rivera". Y me tembló la pera, porque yo conozco el Uruguay. "De Rivera, sí, señor, vinimos para verlo." Y gente de Dolores, de Rodó, de Mercedes. No es costumbre que la gente se deslice tantos kilómetros para un festival o lo que sea.

EC - Se cumple allí otra de las frases célebres de Juceca y Don Verídico: "Venían de lejos pa verlo".

LL - Sí, vino gente de lejos para ver. Y eso fue muy agradable porque tuvimos una cantidad de gente superior a todos los años que hemos hecho este encuentro propuesto por los vecinos que yo le llamo "el festival de la silla", porque el que no trae silla no se sienta, entonces todos vienen con la sillita y la acomodan como quieren y como se les antoja. Y son todos prolijitos, se ponen todos así para no molestarse. Se va a convertir en una muy buena costumbre. Yo le decía el otro día a la comisión, después de que nos enteramos de que hubo más de 5.000 personas, cuando la última vez más numerosa había sido de 3.000 y algo, que Cosquín empezó cortando una ruta nacional que va a La Rioja. Así empezó Cosquín y hoy tiene réplicas en Japón, en España, en Cádiz, en Galicia y no sé qué otros lugares del mundo. Y sigue siendo el sueño de todos los provincianos que quieran ser conocidos en la canción, en la música, en el baile. ¿Quién dice que no hagamos en Santa Ana una cosa parecida?

EC - Ha sido un placer hablar con usted, ha sido un gusto enorme esta primera conversación. La seguimos.

***

Transcripción: María Lila Ltaif


(Foto de portada: radiopositiva.com)