Guzmán Carriquiry: "Juan Pablo II fue el más grande líder de los últimos 30 años del siglo XX"
A tan solo seis años de su muerte, Juan Pablo II fue proclamado beato por el papa Benedicto XVI. La velocidad del proceso causó asombro ya que, anteriormente, las etapas de beatificación y la posterior santificación podían llegar a tardar un siglo cada una. Consultado por En Perspectiva, el doctor Guzmán Carriquiry, subsecretario del Pontificio Consejo para los Laicos del Vaticano, consideró que los 27 años de pontificado de Juan Pablo II fueron "de una densidad impresionante de entrega a la misión que Dios le había encomendado" y que el papa polaco "fue una figura propositiva a nivel mundial que superó todos los confines de la Iglesia católica". Carriquiry sostuvo que Uruguay necesita una "revolución espiritual" y agregó: "Yo diría, parafraseando a Juan Pablo II, que no tengamos miedo los uruguayos a abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo [...] que ciertamente viene a nuestro encuentro como respuesta razonable y totalmente satisfactoria de esos anhelos de verdad, de amor, de justicia, de felicidad que llevamos en el corazón".
(emitido a las 10.08 Hs.)
EMILIANO COTELO:
Este domingo 1° de mayo de 2011, Juan Pablo II dio el segundo paso hacia la santidad, seis años después de su muerte.
En la plaza de San Pedro, el papa Benedicto XVI proclamó "beato" a su antecesor durante una ceremonia que congregó a más de un millón de personas provenientes de todo el mundo.
El papa, que llevaba la casulla y la mitra de Juan Pablo II, pronunció la solemne fórmula en latín con la que oficializó la beatificación.
(Audio Benedicto XVI.)
EC - "Concedemos que el venerado siervo de Dios, Juan Pablo II, papa, sea de ahora en adelante llamado beato", proclamó Benedicto XVI.
Esta mañana les proponemos analizar esta novedad, en diálogo con el doctor Guzmán Carriquiry, abogado uruguayo, subsecretario del Pontificio Consejo para los Laicos del Vaticano, alguien que trabajó junto a Juan Pablo II durante casi todo su pontificado.
Empecemos con una pregunta básica, que quizás para los católicos sea una obviedad pero quizás no tanto para quienes no lo son. ¿Qué es la beatificación?
GUZMÁN CARRIQUIRY:
La Iglesia proclama beata a una persona, la reconoce como beata por haber vivido su fe cristiana en un modo muy ejemplar, una vida transformada por Cristo y conformada a Cristo. No es como decimos en términos vulgares un "santurrón", sino quien es testigo de una humanidad sorprendente. Y tan ejemplar, tan consustanciado con Cristo que la Iglesia lo sabe cerca de Dios, lo sabe en la gloria de Dios. Por eso un beato es un ejemplo para la vida de todos los cristianos. Y no solo para la vida de los cristianos, sino que también es alguien a quien se le pueden confiar las penas, los sufrimientos, las peticiones, las esperanzas, porque se sabe que es un intercesor cercano a Dios.
EC - ¿Qué requisitos deben cumplirse para que una persona sea nombrada "beata"?
GC - La Iglesia tiene un proceso normativo muy escrupuloso para llegar a proclamar una persona beata. Se estudian su vida, sus escritos, se recogen numerosísimos testimonios, se pulsa esa fama de ejemplaridad que la persona tiene en el pueblo cristiano. Y después se tiene que comprobar fehacientemente, escrupulosamente un milagro que le haya sido solicitado a la persona beatificada y que más allá de todos los estudios médicos y de todas las consideraciones científicas no tenga explicación directamente racional.
EC - ¿Todos los beatos terminan siendo nombrados "santos"?
GC - No, no, no. Hay muchísimos beatos que no han sido nombrados santos. La canonización, es decir, la proclamación de santidad es un paso todavía mucho más solemne de la Iglesia, en el que la Iglesia empeña mucho más su autoridad. Cuando alguien es proclamado santo en el calendario litúrgico de la Iglesia se establece un culto público a ese santo para toda la Iglesia universal.
EC - La agencia EFE recordaba el domingo que el proceso de beatificación de Juan Pablo II se abrió en junio de 2005, dos meses después de su fallecimiento, y que eso ocurrió por deseo expreso de Benedicto XVI, sin haber transcurrido los cinco años de la muerte, como establece la legislación canónica...
GC - [Es poco habitual] ...que en tan poco tiempo una persona sea proclamada beato. Y es muy impresionante que lo haya hecho su sucesor mismo, que fue su más inmediato, más leal, más íntimo colaborador durante su pontificado.
EC - Benedicto XVI dio ese paso sin que hubieran transcurrido los cinco años del fallecimiento. Podía hacerlo, ya que la norma le atribuye al papa la potestad de acelerar el proceso para que comience el estudio de la eventual beatificación.
GC - Pero fue declarado en el sexto año después del fallecimiento; de todas maneras en tiempo récord. Cierto que Juan Pablo II ya había beatificado y canonizado a personas que habían fallecido relativamente recientemente. Son los casos del padre Pío de Petrelcina, de la madre Teresa de Calcuta. Pero este es un caso sorprendente, quiere decir que había en el pueblo de Dios una expectativa muy grande, había mucha gente que lo tomaba como gran testigo y ejemplo de vida cristiana.
EC - ¿Por qué se da en este caso un proceso tan rápido? Antes estas etapas en el proceso hacia la beatificación y luego a la santificación podían llegar a demorar cada una 100 años. ¿Cómo se entiende esto?
GC - El proceso normativo se ha seguido escrupulosamente, como dijo Benedicto XVI, no se han salteado etapas, pero ha comenzado poco tiempo después de su muerte, quizás por esa fama de santidad que Juan Pablo II tenía en el pueblo de Dios. Cuando la autoridad de la Iglesia se compromete y proclama un beato y después canoniza a una persona no lo hace arbitrariamente, tiene que seguir ese proceso normativo, pero tiene que hacerlo sobre la base del sentido de fe del mismo pueblo de Dios, que de alguna manera señala con su devoción a la persona que va a ser beatificada o después canonizada.
EC - ¿Qué hay que entender? ¿Que también los tiempos han cambiado, que la época es otra, que las posibilidades hoy de las comunicaciones, por ejemplo, permiten que los trámites, los estudios, las investigaciones se hagan de manera más rápida que antes?
GC - Los últimos papas nombraron más beatos y santos que los papas anteriores en los cuatro siglos precedentes. Hay una aceleración de los tiempos también.
EC - En el caso concreto de Juan Pablo II, ¿cuáles fueron los méritos que la Iglesia encontró para nombrarlo beato?
GC - Fueron 27 años de una densidad impresionante de entrega a la misión que Dios le había encomendado, fueron 27 años de una densidad enorme de enseñanzas, de viajes apostólicos, de encuentros, de imágenes, de iniciativas. De este pontificado algunos decían "pontificado magno", como se ha dicho de muy pocos pontificados en la historia de la Iglesia. Creo que el papa Juan Pablo II ha suscitado esa respuesta impresionante en el pueblo de Dios especialmente porque el pueblo de Dios se ha sentido abrazado por el amor de Dios a través del testimonio de Juan Pablo II. La repuesta de los pueblos que han acogido a Juan Pablo II ha sido extraordinaria.
Por otra parte, fue una figura propositiva a nivel mundial que ha superado todos los confines de la Iglesia católica. Una figura propositiva a nivel mundial, el más grande líder de los últimos 30 años del siglo XX, precisamente mientras los dos grandes centros del poder mundial no ejercitaban ya ninguna atracción y comenzaban a descomponerse. Hasta la última gota de sus energías en esos largos años sufridos de enfermedad expuesta públicamente a nivel mundial el papa dio muestras de entregar toda su vida al servicio de su pueblo, del pueblo cristiano, pero al servicio de la humanidad entera.
EC - ¿Hubo una decisión expresa de Juan Pablo II de mostrar esa enfermedad de la forma como él la llevaba?
GC - Ciertamente, porque hemos asistido tantas veces al ocultar la enfermedad de personalidades importantes en la historia. Juan Pablo II la expuso, mostraba hasta físicamente esa fuerza de su personalidad poliédrica, incluso de deportista, que comienza a sufrir la humillación de una enfermedad que lo limita enormemente, que lo limita en sus gestos, en su voz, en sus movimientos. Los medios de comunicación de nuestro tiempo nos presentaron durante los últimos años esa imagen del papa sufriendo pero de pie y capaz de seguir al firme, al pie de la cruz, digamos, en el servicio que el Señor le había encomendado.
EC - Junto con los milagros, ¿qué se ha investigado en el caso de Juan Pablo II?
GC - La Iglesia ha comprobado el milagro de la religiosa francesa que sufría el mal de Parkinson, que prácticamente no podía ya moverse y que de la noche a la mañana apareció totalmente curada después de participar en la eucaristía del domingo.
Pasa a revisión muy radical y muy escrupulosa también por colegios de médicos en los que intervienen médicos cristianos y médicos que no cuentan con la fe cristiana. Es decir, se hace un análisis, cuando hay alguna posibilidad indirecta de que la curación podría haber sucedido por causas naturales jamás se declara un milagro.
EC - ¿Por qué se eligió el 1º de mayo para la beatificación de Juan Pablo II? Es el Día Internacional de los Trabajadores y además día de san José Obrero. ¿Cómo juega eso?
GC - El papa Juan Pablo II impuso una novedad en el calendario litúrgico, impuso el 1º de mayo como la Fiesta de la Divina Misericordia, vinculada a una santa polaca; es el primer domingo después del domingo de Pascuas, y al papa Juan Pablo II esa fiesta le llegaba muy hondo en su corazón cristiano. La fiesta de la misericordia, el amor de Dios que nos abraza y que nos perdona setenta veces siete, el pontífice que tuvo la libertad y el coraje, como ninguna otra institución a nivel mundial, de saber pedir perdón públicamente por los pecados de los hombres de Iglesia. Esa Iglesia si no es una comunidad de pecadores reconciliados solo por la gracia de Dios. Y esa fiesta de la misericordia que el papa integró dentro del calendario litúrgico pareció la más adecuada para la fiesta de la beatificación.
***
EC - Desde la audiencia, María de San José quiere que usted repita el nombre de la santa polaca de la que Juan Pablo II era devoto.
GC - Santa Faustina. Tuvo visiones especiales sobre el Cristo como la encarnación del Dios de la misericordia.
EC - Usted es subsecretario del Pontificio Consejo para los Laicos del Vaticano. ¿Qué es esta institución?
GC - Yo soy subsecretario en uno de los ministerios del gobierno universal de la Iglesia que trabajan con el papa. Usted haga la analogía con el subsecretario de un ministerio del país, pero es a nivel del gobierno universal de la Iglesia. Es un cargo de confianza designado por el papa por cinco años que son renovables. Yo tuve el honor y la gracia de ser nombrado subsecretario por Juan Pablo II, a quien conocíamos yo, mi señora, mis hijos pequeños desde antes de que fuera papa, cuando era cardenal Wojtyla de Cracovia. Trabajé en los últimos años del pontificado de Pablo VI, en el intervalo brevísimo de Juan Pablo I y después hice los 27 años del pontificado de Juan Pablo II. Me da mucha emoción y mucha impresión el hecho de haber estado cerca de Juan Pablo II, ahora beato.
EC - ¿Qué recuerdos tiene de él? Alguno en particular a propósito de ese trabajo que compartían.
GC - Son tantos los recuerdos... Compartí la mesa del papa muchas veces, año por año, el papa nos acogía siempre a mí, a mi señora, a mis hijos; a veces cuando mis hijos se acercaban a llevarle las ofrendas en una misa, el papa viéndolos acercarse les decía "¿cómo está papá?, ¿cómo está mamá?". Después el regalo más grande que me hizo fue cuando tres días antes de hacer el primer viaje al Uruguay me llamó para decirme que me había incorporado en el séquito oficial. Imagínese llegar en el avión a Montevideo, porque las raíces están allí, los afectos están allí, con el papa, en el mismo avión del papa, y pensando que mi madre, mis hermanos, algunos amigos iban a estar allí esperándome. Fueron 27 años tan llenos de actividades, de empeños, de compromisos, que los custodio y los saboreo en el corazón.
EC - El papa Juan Pablo II visitó Uruguay en dos oportunidades, ha sido el único papa que pisó suelo uruguayo, y usted, como lo recordaba, formó parte de la comitiva oficial de aquellas visitas. ¿Algún episodio en particular que tenga grabado en la memoria?
GC - Recuerdo la primera visita, el primer viaje, llegamos en medio de una gran tormenta, recuerdo el recorrido del papa por toda la rambla hasta la catedral en medio de lluvia, pero lleno de uruguayos. En nuestro país, tradicionalmente muy laicista, había una expectativa, creo que afloraba una fe religiosa del pueblo uruguayo muy grande. Yo mismo como uruguayo quedé impactado por esa acogida del papa en el Uruguay, por su pueblo y por los Gobiernos del Uruguay. Recuerdo la misa, después de una tarde y una noche de lluvia salió el sol y tuvimos en Tres Cruces una eucaristía extraordinaria, para seguir después el viaje, muy difícil, a Chile, y terminar, también en un viaje difícil, en Argentina, donde se realizó la segunda gran Jornada Mundial de los Jóvenes con el papa. Creo que debo de ser uno de los pocos, pocos, si no el único, en la Iglesia católica que hizo todos los encuentros mundiales de los jóvenes con el papa que se realizan cada dos años, con Juan Pablo II y después con Benedicto XVI, que son manifestaciones impresionantes.
EC - El papa Juan Pablo II significó para la Iglesia católica un cambio muy importante en materia de comunicación, en materia de llegada a la gente. ¿Cómo lo examina usted?
GC - Ciertamente que fue un grandísimo comunicador, tenía el don de comunicar a través de la palabra, del gesto, de los silencios, del canto, una capacidad y un don especial de comunicarse, pero pienso que más que el cantor importaba la canción y que sabía comunicarla adecuadamente. Yo recuerdo aquel resonar impresionante de su primer discurso en la misa inaugural, "abrir las puertas a Cristo, abrir las puertas a Cristo, del corazón, de las personas, los sistemas políticos, económicos". Era un pontificado que ayudaba a los cristianos a recuperar, a redescubrir la libertad, el coraje, la fuerza, la alegría de ser cristianos y de expresar el cristianismo no dentro de los templos sino en vinculación con todo lo humano, con todo lo verdaderamente humano, más allá de los confines de la Iglesia. Pienso que esa capacidad de abrazar todo lo humano desde Cristo con un amor impresionante que la gente sentía palpablemente fue lo que le dio un grado exponencial muy especial a la comunicación del papa.
EC - En estos días, a raíz del acto de beatificación, se ha escrito y se ha hablado mucho sobre Juan Pablo II en todos los medios de comunicación del planeta. Y en esas notas han figurado también objeciones. Veía por ejemplo un cable de la Agencia France Presse que en un pasaje señala:
"La principal sombra que pesa hoy en día sobre su papado es que no haya usado contra los curas condenados por pedofilia, entre ellos el fundador de los Legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel, la misma intransigencia que aplicó a los sectores más progresistas de la Iglesia, como la Teología de la Liberación, que apartó sin titubear de América Latina".
¿Qué dice usted sobre ese tipo de cuestionamientos?
GC - Fíjese que los pueblos han dado su veredicto con Juan Pablo II. Siempre va a haber quien se coloque como inquisidor según los propios criterios y las propias medidas para juzgar a todos, incluso a Juan Pablo II. Ese cable olvida que fue el más directo inmediato colaborador de Juan Pablo II, el cardenal Ratzinger, quien durante los últimos años del pontificado de Juan pablo II inició el juicio al padre Marcial Maciel, y ciertamente lo inició en comunión y unión perfectas con Juan Pablo II. Con Juan Pablo II funcionó muchas veces una esquizofrenia, hacía un gesto y decían que era conservador, decía otra palabra y decían que era progresista, categorías que muchas veces no se aplican y resultan anacrónicas para juzgar a grandes personalidades de la Iglesia.
El papa ciertamente no condenó la teología de la liberación, el papa condenaba y repudiaba las deudas que tenían ciertas corrientes de la teología de la liberación con el marxismo, el marxismo que estaba haciendo agua por doquier, que se estaba resquebrajando como se resquebrajaban los muros y se derrumbaban los regímenes del socialismo real. Pero retomaba todas las intuiciones proféticas también de esa teología, gran defensor de la dignidad de la persona, hablando con mucha fuerza y con mucha valentía sobre las injusticias y las miserias y las formas de opresión que vivían muchos sectores en nuestros países en cada uno de los viajes latinoamericanos.
EC - ¿Qué implica esta beatificación para la Iglesia católica? ¿Qué mensaje trata de enviar la Iglesia a quienes no pertenecen a ella, por ejemplo?
GC - Yo quiero enviarles un mensaje a los uruguayos. Porque yo diría, parafraseando a Juan Pablo II, que el Uruguay no tenga miedo, que no tengamos miedo los uruguayos a abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo, que él sabe lo que hay en el corazón del hombre, sabe lo que hay en el corazón de los uruguayos, y que ciertamente viene a nuestro encuentro como respuesta razonable y totalmente satisfactoria de esos anhelos de verdad, de amor, de justicia, de felicidad que llevamos en el corazón.
Yo advierto desde lejos, porque sigo siendo sobre todo uruguayo, rioplatense, mercosureño, latinoamericano, advierto gracias a Dios que el Uruguay está creciendo muy bien económicamente, crecen las inversiones, los empleos, las exportaciones, ahora se puede enfrentar mejor la cuestión de la equidad. Pero todo esto no basta, el Uruguay necesita una revolución cultural, espiritual. ¿Quién puede alimentar grandes ideales y esperanzas fundadas en la juventud uruguaya? ¿Acaso tienen fuerza educativa y movilizadora los restos agotados de ideologías que se van quedando cada vez más anacrónicas? Por eso la beatificación invita a los uruguayos a hacer la prueba de abrir las puertas a Cristo. Al vino bueno para saber que es bueno hay que probarlo.
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Transcripción: María Lila Ltaif
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