Entrevistas

Sociólogo Rafael Paternain: "El sentimiento de inseguridad forma parte de una dinámica de confrontación política"

Sociólogo Rafael Paternain: "El sentimiento de inseguridad forma parte de una dinámica de confrontación política"

Los 17 homicidios cometidos en Uruguay en los primeros nueve días del año generaron un intenso debate político que, entre otros efectos, derivó en la convocatoria al ministro del Interior, Eduardo Bonomi, a la comisión permanente del Poder Legislativo. Para conversar sobre este asunto desde otro enfoque, En Perspectiva entrevistó al sociólogo Rafael Paternain, exdirector del Observatorio de Criminalidad del Ministerio del Interior (MI). Paternain dijo que a pesar de que las cifras de asesinatos de este 2012 son sorprendentes, esto "no quiere decir que las tendencias del homicidio como indicador de violencia extrema se hayan alterado en el país", y aventuró que "lo más probable es que al final del 2012 tengamos un comportamiento relativamente parecido al de los años anteriores" en relación al número de homicidios. El académico opinó que esta situación "se desata en un contexto social, cultural y político en que el sentimiento de inseguridad en Uruguay está muy arraigado y forma parte de una dinámica de confrontación política que desde el año 2005 se ha instalado con mucha fuerza en el país".


(emitido a las 10.07 Hs.)

EMILIANO COTELO:
¿Por qué hemos tenido tantos homicidios en los primeros días de este año 2012? ¿Cómo se explica la violencia extrema que ha caracterizado a algunos de esos hechos?

El tema se ha debatido fuertemente a nivel político, e incluso derivó en la convocatoria del ministro del Interior a la comisión permanente del Poder Legislativo.

Ya hemos escuchado a senadores, diputados, jueces en lo penal y hasta al propio presidente de la República. Hemos incluido aquí En Perspectiva el tema en nuestras tertulias.

Hoy les proponemos el enfoque de un sociólogo, Rafael Paternain, quien hasta noviembre de 2010 estuvo al frente del Observatorio de Criminalidad del Ministerio del Interior (MI).

En estos días Paternain ha hecho algunas observaciones muy llamativas: dice que en las épocas de mayor "relación social" como el verano, "cuando se intensifican los vínculos", crece la criminalidad. Pero además enfatiza que la cantidad de homicidios en Uruguay viene descendiendo año a año, y ese detalle no se tiene en cuenta, nadie felicita al ministro Bonomi por eso, señala.

A partir de esas y otras observaciones, vale la pena charlar con él para profundizar en su enfoque.

¿Cuánto hace que no habamos? Desde las épocas del MI.

RAFAEL PATERNAIN:
Es verdad, hace algunos meses, pero siempre es una alegría estar en contacto con ustedes.

EC - Para empezar, ¿a usted lo sorprendió la cantidad de hechos de violencia que terminaron en homicidios en los primeros días del año?

RP - Sí, sorprende. No es nada frecuente, no es nada común en tan pocos días en un país como el Uruguay, con las tasas de homicidio que hemos tenido tradicionalmente. Llama la atención, sale de los promedios habituales y debe ser un disparador para el seguimiento de los cambios que eventualmente puedan estar ocurriendo en este terreno, y sobre todo también para medir los grados de respuesta y de eficacia del trabajo policial y en el esclarecimiento de los delitos.

Pero que sorprenda la conjunción de hechos violentos y de homicidios en estos primeros días del año no quiere decir, ni mucho menos, que las tendencias del homicidio como indicador de violencia extrema se hayan alterado en el país. Son dos consideraciones y dos apreciaciones muy distintas.

Reconozco que muchas veces es un poco raro y hasta violento hablar de los indicadores de homicidio como quien habla de la evolución del IPC o de las reservas fiscales. Pero a veces estos hechos sociales, estas manifestaciones de criminalidad tienen un comportamiento que asombra por su estabilidad y su regularidad, y es importante echarle una mirada a ese comportamiento, sobre todo para que nuestras visiones y representaciones del fenómeno no se salgan de cauce como ha ocurrido en los últimos días.

EC - ¿A qué está aludiendo concretamente? ¿A qué estadísticas?

RP - El homicidio en el país ha tenido tradicionalmente, en los últimos 20 años, una tasa promedio de seis cada 100.000 habitantes, con muy leves modificaciones.

EC - Cuando habla de seis cada 100.000 habitantes se refiere a una frecuencia anual.

RP - Exacto, seis homicidios cada 100.000 habitantes por año. Es una de las tasas de homicidio más bajas de América Latina. Y, de hecho, por este indicador el país ha sido reconocido dentro del contexto regional como un país seguro.

En el año 2011, año cerrado –si bien los datos oficiales todavía no han circulado con el año completo, pero por la tendencia que se dibujaba en datos anteriores–, el país tuvo menos homicidios que en 2010. Y en 2010 ya hubo menos que en 2009. El homicidio es un delito que en Uruguay se mide con absoluta precisión. Aquí no hay un problema de subregistro ni de cifras negras, sino que el país tiene una tradición importante de seguimiento y de medición de mucha calidad, que también contrasta con el contexto regional.

Si tomamos promedios más largos, nos vamos a encontrar con que en los últimos siete años hemos tenido 200 homicidios promedio al año. Si nos remontamos más lejos en el tiempo, a la década de los 90 y principios de los 2000, nos vamos a encontrar con que ese promedio era levemente más alto, un poquito más alto. En otros contextos del país, en otros contextos sociales. Esto nos está diciendo dos cosas. Primero, que la violencia más extrema en el país es de una estabilidad muy alta. Las tasas de homicidio tienen una estabilidad muy alta, y, en segundo lugar, sería bueno que revisáramos nuestros sistemas de hipótesis y de interpretación cuando analizamos los niveles de violencia actuales en el país. Si la violencia más extrema tiene menos casos que sobre fines de la década de los 90, sería muy importante revisar muchas de esas coordenadas de interpretación. Sobre todo la atribución a algunos factores de riesgo como la droga, la pasta base o algunos factores sociales que hoy en día se usan como muletillas mecánicas para entender ciertos hechos. Es muy importante tener en cuenta esta perspectiva.

EC - Usted tiene números contundentes en cuanto a que en cantidad de homicidios por año no estamos peor, sino al revés. Podría pensarse incluso que estamos mejor que hace 10 años...

RP - ...Sí, levemente. No es una diferencia muy apreciable, pero se podría decir que hemos estado más o menos en los mismos términos en los últimos 20 años...

EC - Entonces, ¿por qué hay tanta sensibilidad con estos hechos? ¿Será porque el conjunto de la delincuencia ha crecido? ¿Será porque la violencia es mayor que antes aunque no termine necesariamente en homicidios? Primero, hay homicidios que son muy violentos, además del hecho de que la violencia termine en muerte; pero segundo, la violencia se ha ido extendiendo a otro tipo de conductas.

Se lo pregunto teniendo en cuenta lo que señalaba hace pocos días, cuando lo entrevistábamos, el juez en lo penal Néstor Valetti. Valetti decía que "desde hace un tiempo vemos que se van incrementando las acciones de tipo violento, no solo los homicidios sino también los delitos contra la propiedad. Antes lo más común era el hurto. Ahora el hurto está acompañado de la violencia, lo que llamamos rapiña y muchas veces copamiento. También se está dando el fenómeno que antes era prácticamente muy extraño de los secuestros, los famosos ajustes de cuentas, que directamente son ejecuciones, y eso ocurre con muchísima frecuencia".

¿Qué señala usted a propósito de esta hipótesis?

RP - Es muy difícil comparar la intensidad de la violencia de hoy y la de lo que muchos llaman "antes". El antes es muy relativo, depende de a qué antes nos estemos refiriendo. A veces la desmemoria con respecto a esto nos puede hacer perder de vista sobre todo las manifestaciones de violencia homicida –me sigo concentrando en ese punto–. También 15 o 20 años atrás hubo episodios con unos niveles de saña, de crueldad y de violencia muy fuertes. La lógica es que las violencias siempre nos parecen mucho más intensas en el mismo instante en que ocurren y muchas veces tenemos desmemoria con respecto al pasado más reciente. Es muy importante colocar eso.

Es obvio que cuando ocurren tantos homicidios en poco tiempo para una sociedad como la uruguaya es absolutamente razonable que eso genere una reacción inmediata, al menos que dispare algunas alarmas, llame la atención. Y en alguna medida es muy saludable que esto ocurra, porque como sociedad no podemos permitirnos naturalizar estos fenómenos de violencia extrema. Creo que es muy positivo que estas reacciones ocurran.

EC - Si entiendo bien, lo que usted dice en materia de homicidios es que si tomamos el promedio anual no estamos peor que antes. De todos modos, es un hecho que la cantidad de homicidios que se vio en estos primeros días del año se sale de esos promedios y de lo que estamos acostumbrados a ver en un período tan corto de tiempo. ¿Eso sí es una anomalía?

RP - Eso sí, pero nada indica que como factor coyuntural, como simultaneidad de hechos que ocurren, lo que ha ocurrido con respecto al homicidio en estos 10 primeros días del año vaya a alterar la tendencia para lo que viene y para el resto del año. Porque, aparte, han sido hechos de distinta naturaleza, de diverso origen. Los ha habido desde una violencia extrema, más asociados a lógicas de comportamiento mafioso, pero también los ha habido, y en cantidad muy importante, de violencia asociada a relaciones de género y a violencia intrafamiliar. Lo más probable es que al final del 2012 tengamos un comportamiento relativamente parecido al de los años anteriores. Hay que verlo en sus tres dimensiones: hacia atrás, hacia delante y también como momento, un momento difícil y crítico en cuanto a intensidad.

Pero esto se desata en un contexto social, cultural y político en que el sentimiento de inseguridad en Uruguay está muy arraigado y forma parte, a su vez, de una dinámica de confrontación política que desde el año 2005 se ha instalado con mucha fuerza en el país. Entonces, la repercusión que esto tiene en un contexto como este es muy fuerte y muy amplia. Tanto es así que ha habido voces del sistema político que han pedido la renuncia del ministro del Interior, lo que a mi juicio es un despropósito desde todo punto de vista.

En el último tiempo el país también ha visto crecer otras manifestaciones de violencia y criminalidad. Si nos desapegamos del comportamiento de los homicidios tenemos que ver el panorama más amplio, la configuración de otros delitos en los que sí tenemos una situación bastante distinta con respecto a la situación del país antes de la crisis socioeconómica.

EC - ¿En qué está pensando?

RP - En dos líneas fundamentales, una sobre la cual se habla mucho y otra sobre la cual se habla menos. En primer lugar, la violencia de algunos delitos contra la propiedad, en particular las rapiñas, que en algunos casos están muy fuertemente asociadas a algunos factores de riesgo desencadenantes incluso del mayor nivel de violencia como son las armas de fuego. No perdamos de vista que se calcula que el Uruguay tiene, entre armas legales e ilegales, cerca de un millón que circulan en manos de la población civil. Es un porcentaje preocupante que ha tenido impactos muy claros en una buena parte de los hechos de violencia, sobre todo de violencia contra la propiedad, rapiñas y asaltos a comercios y a entidades bancarias.

Por otro lado, el otro costado preocupante de las manifestaciones de la criminalidad se asocia de manera muy directa con la violencia de género y la violencia doméstica. Es otra lógica, otro conjunto de explicaciones sociales para entender dinámicas de conflictos y de desigualdades que terminan traduciéndose también en violencias, en violencia cotidiana.

Voy a arriesgar otra idea: si el MI, si la policía nacional midiera, registrara como debería hacerlo la cantidad y el volumen de denuncias que la población hace por situaciones de maltrato, por situaciones de violencia de género o de violencia doméstica, no me cabe ninguna duda de que tendríamos el doble de denuncias de las que existen hoy con respecto a las rapiñas. Hoy ya tenemos algunas más denuncias de violencia doméstica que de rapiñas, pero si se midiera como se debería seguramente el volumen de denuncias sería mayor. Ahí hay dos líneas fuertes que demuestran muchas cosas sobre los cambios sociales del país, sobre la intensificación de algunos procesos de segregación y de desigualdad que son muy fuertes y también están desafiando la imaginación para la construcción de una política pública que los ataque con eficacia.

EC - En resumen, usted admite que si bien la cantidad de homicidios no se ha agravado en Uruguay –al revés, parecería que viene bajando–, cuando ocurren tantos hechos tan concentrados en unos días estos hacen saltar alarmas, entre otras cosas porque sí está ocurriendo una presencia mayor de la violencia en el conjunto de la criminalidad. ¿Eso sí lo señala?

RP - Lo primero es correcto con respecto a los homicidios. Sostengo eso y es muy importante que haya mucha firmeza en esta idea, porque aparte el homicidio es un delito que, como decía hoy, se mide con mucha precisión en el Uruguay, y es muy importante que las cosas que digamos se ajusten a la realidad y no se salgan de cauce.

Estamos hablando de que en Uruguay debe de haber unas 200.000 denuncias de delitos al año, y de homicidio tenemos apenas 200 casos. Todo el resto de la dinámica de la criminalidad ha tenido cambios y patrones y concentraciones muy particulares en el país en los últimos tiempos. Yo diría que en los últimos años ha habido un cambio cualitativo y un cambio cuantitativo. Es cierto que puntualmente en algunas manifestaciones del robo contra la propiedad uno asiste a un incremento de los mayores niveles de violencia, en particular en los casos de rapiña, como mencionaba ahora. Esa no es la única causa, no es la única razón, pero ha sido uno de los elementos importantes para la construcción de ese sentimiento de inseguridad y para que el país tenga la seguridad como principal preocupación. Estas dos lecturas no son incompatibles, lo que está más acotado a la problemática del homicidio que lo que puede estar recostado es a otras modalidades de delito.

EC - ¿Estamos hablando de una sensación artificial, alimentada políticamente? Porque algunos oyentes sacan esa conclusión de sus declaraciones y las cuestionan. Dicen: "¿Cómo? ¿Entonces lo que está diciendo este sociólogo es que se ha construido artificialmente un estado de cosas que no es tal?".

RP - Cuando se construye una percepción colectiva sobre el delito o sobre cómo una sociedad tramita sus problemas de violencia y sus conflictos, interviene una cantidad de factores, no solamente uno. En el Uruguay se ha demostrado que en esta percepción colectiva que tenemos sobre el incremento o el mantenimiento de los patrones de criminalidad inciden varias cosas. En primer lugar, se dice que el patrón demográfico del país –una sociedad tan fuertemente envejecida– inclina la balanza hacia una concepción más de los miedos, la inseguridad y la vulnerabilidad como un estado de ánimo propio de una sociedad envejecida. En segundo lugar, incide sobre ese sentimiento el volumen real de delitos, lo que habitualmente se llama el porcentaje de victimización. Es evidente que si en una sociedad crece el porcentaje de sus delitos, y algunos de ellos de naturaleza violenta, la percepción que vamos a tener, el sentimiento, va a ir en correspondencia con eso que pasa. Ahí sí hay mucha correspondencia entre una cosa y la otra. Lo tercero muy claro es que además de todo lo que ocurre, de lo que yo mencionaba antes, hay un nivel de exposición mediática, hay una tramitación de esto en el espacio público y en los medios de comunicación, de cómo se cuenta la noticia, que contribuye al sentimiento de inseguridad. Eso está demostrado, medido y estudiado en el Uruguay y en muchísimas partes del mundo.

Hoy tenemos un nivel de conflicto y de trámite político mucho mayor –lo podemos ver en estos días– con respecto a esto, que en lugar de sosegar alimenta la exacerbación y la crispación que la gente, legítimamente, tiene sobre estos temas.

Y hay otra variable que también influye, una variable un poco más escondida, un poco más difícil de contar, pero que es muy importante. En el Uruguay particularmente, quizás desde hace cuatro décadas o medio siglo, hay un nivel de desconfianza y de deslegitimación muy fuerte en aquellas instituciones encargadas de dar protección y seguridad. Esto tiene que ver con la crisis del Estado en su conjunto, pero también con el funcionamiento del sistema penal y en particular con el funcionamiento de la policía desde hace muchísimas décadas. Una sociedad que confía poco en la respuesta de sus instituciones es una sociedad que muchas veces se siente más vulnerable y más insegura.

EC - Una sociedad que confía poco, ¿con razón o sin razón?

RP - Las sociedades no tienen razón ni dejan de tenerla.

EC - Se lo pregunto porque es notorio que hay déficits muy claros en la actuación policial.

RP - Exactamente, el país tiene déficits institucionales en todo lo que podríamos llamar el sistema nacional de seguridad ciudadana y en particular en sus respuestas, en sus dispositivos preventivos, que son temas estructurales muy complicados y que se arrastran desde hace muchísimas décadas. Mover esas estructuras y modernizar esos engranajes no es fácil.

Es inconducente exacerbar políticamente estos momentos o hacer caudal de estos momentos a partir de estos hechos que han ocurrido. Porque estos hechos han ocurrido en simultáneo con el inicio de un proceso de reestructura en la Jefatura de Policía de Montevideo. Es un proceso interesante, auspicioso, el país tiene que embarcarse en reformas importantes en sus dispositivos de funcionamiento, porque no vamos a obtener buenos resultados si no cambiamos estructuras de trabajo perimidas, absolutamente desacompasadas a lo largo del tiempo.

Entonces no es bueno para la salud colectiva que cuando se están dando pasos en esa línea oscurezcamos las cosas que es importante apoyar con tramitaciones políticas a partir de hechos coyunturales que muy difícilmente modifiquen la tendencia. Hay que trabajar en esa línea, sobre todo en la mejora de la calidad de la respuesta institucional. Policías y sistemas de justicia y dispositivos de prevención fortalecidos son herramientas fundamentales para mejorar los niveles de percepción de la seguridad objetiva y subjetiva.

EC - Me queda saber cómo evalúa usted la política que está desarrollando el MI en cuanto al combate y la prevención del delito. Porque menciona ahora lo que está implementándose en este momento, los cambios en la Jefatura de Policía de Montevideo, pero ¿cuál es su opinión más en general?

RP - Es difícil hacer evaluar algo que tiene costados y aristas muy complejas como es una política pública en este terreno en pocos minutos. Ustedes saben bien que yo he tenido en los últimos dos años discrepancias importantes con los cambios de énfasis y con las políticas que ha desplegado esta administración, por razones exactamente opuestas a las que maneja la oposición política. Sobre todo con la lógica, la filosofía y los resultados de los llamados megaoperativos que se hicieron el año pasado, que a mi juicio eran muy contraproducentes y no daban resultados, y no dieron resultados en ninguna circunstancia, bajo ningún parámetro con el cual se los mida.

Pero las gestiones son dinámicas y hay que evaluarlas incluso en períodos más largos, uno no puede tener juicios terminantes tras dos años de gestión. Lo que yo observo, visto desde afuera, es que en las últimas semanas del año pasado, incluso con el proceso que se ha iniciado ahora, la política ha recuperado una continuidad  muy importante en algunas decisiones programáticas y de algunas líneas de trabajo, sobre todo en términos de reestructura, modernización, tecnificación, participación ciudadana y demás iniciativas en materia de prevención que la vuelven al carril, la colocan en una línea de mucho mayor continuidad con la gestión anterior.

EC - ¿Con cuál gestión anterior?

RP - Con la acumulación de la gestión del gobierno pasado.

EC - ¿En qué sentido?

RP - Más allá de que cada gestión tiene su impronta personal, y esta a su vez tiene un volumen presupuestal muy diferente del que tuvo el período pasado, en el sentido de que es un volumen de presupuesto mucho mayor, si repasamos muy sumariamente el grueso de las iniciativas, sobre todo de los sistemas de información, los sistemas de tecnología, algunas líneas estratégicas en términos de participación ciudadana, de capacitación, de fortalecimiento de las líneas de infraestructura, nos vamos a encontrar con que en realidad esas líneas se iniciaron y se consolidaron en la administración pasada, cuyo riesgo y eje fundamental se hizo en los años anteriores.

Uno nota una acumulación, un salto y sobre todo una cosa diferente, que es muy importante analizar con relación a lo que se hizo en el 2011 con los megaoperativos y lo que se puede estar haciendo ahora. La estrategia del año pasado quizás era más utilizar los recursos que tenemos y apoyarnos en dispositivos de lo que se llama habitualmente policiamiento reactivo, es decir, con lo que hay intensificamos algunas respuestas policiales tradicionales. Desde mi punto de vista eso no ha dado resultado prácticamente en ningún lugar del mundo, ha sido muy cuestionado, incluso muy cuestionado por muchas policías como modalidad de trabajo.

Hoy, más allá de los anuncios que se hicieron en su momento, se ha elegido un camino más arduo pero mucho más interesante, que es reorganizar los elementos, reestructurar, planificar, trabajar sobre la base de respuestas mucho más estudiadas y mucho más articuladas. Y sobre todo ha aparecido el componente preventivo, la Policía Comunitaria. La Policía Comunitaria en Uruguay –tampoco perdamos de vista esto– es un modelo de trabajo que se ha venido implementando desde mediados de la década de los 90, con distintos vaivenes, con poco arraigo muchas veces, pero es un modelo que ha ido ganando terreno, que ha ido permeando la respuesta del trabajo policial y que hoy también se ha recuperado.

Entonces lo que uno nota, al menos en una mirada muy superficial sobre algunas líneas, es que el trabajo prioriza las reestructuras y el trabajo con la prevención, trabajar con la disuasión, modernizar las respuestas –la inversión en tecnología es muy importante en ese sentido–. Y ese es un camino auspicioso, al menos desde mi punto de vista.

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Transcripción: María Lila Ltaif

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