Stajano: "Arriba de la tarima no tengo corazón"
El Espectador conversó con Enrique Stajano, rematador en la particular subasta que se realizó este miércoles para definir el futuro de los bienes de la lanera Paylana.
Y más allá que de por sí su aspecto es llamativo, sorprendió a todos incluso antes de comenzar con su trabajo, al dedicarse a repartir bombones entre los asistentes.
"Es parte de una estrategia, un gusto que me doy antes del remate que es llegar a la gente, a mi público. Y llegarles bien, es como una costumbre de hospitalidad, que es como recibir a alguien en su casa. Crear el clima y disfrutar del remate", explicó Stajano a El Espectador
Hace más de 30 años que se dedica a esta profesión y proviene de una familia de rematadores, y el pequeño martillo que usó este miércoles es prueba de ese linaje. "Lo quiero mucho, es una herencia familiar. Y para los casos excepcionales lo uso", aclaró.
Confesó sentirse bajo mucha presión para esta subasta de Paylana, pese a que "estaba todo dado para que saliera bien, pero si se desbocaba aquello podía irse al diablo", apuntó. Pero acabó siendo "un remate lindísimo, correctísimo y con puja, que eso es de las partes más lindas".
El Banco República acabó comprando todos los lotes en disputa desembolsando 2.750.000 dólares. Y Stajano quedó conforme con su trabajo y agregó que a la hora de "buscar el precio" se transforma: "cuando me pongo arriba de la tarima soy como Pinocho: no tengo corazón", advirtió.
Como contraparte a la de este miércoles reconoció que le han tocado también malas experiencias, como cuando ha tenido que vender a la primera oferta. "Y eso es duro, porque uno quiere buscarla, pero no puede meterse en los bolsillos del público", concluyó.
"Es parte de una estrategia, un gusto que me doy antes del remate que es llegar a la gente, a mi público. Y llegarles bien, es como una costumbre de hospitalidad, que es como recibir a alguien en su casa. Crear el clima y disfrutar del remate", explicó Stajano a El Espectador
Hace más de 30 años que se dedica a esta profesión y proviene de una familia de rematadores, y el pequeño martillo que usó este miércoles es prueba de ese linaje. "Lo quiero mucho, es una herencia familiar. Y para los casos excepcionales lo uso", aclaró.
Confesó sentirse bajo mucha presión para esta subasta de Paylana, pese a que "estaba todo dado para que saliera bien, pero si se desbocaba aquello podía irse al diablo", apuntó. Pero acabó siendo "un remate lindísimo, correctísimo y con puja, que eso es de las partes más lindas".
El Banco República acabó comprando todos los lotes en disputa desembolsando 2.750.000 dólares. Y Stajano quedó conforme con su trabajo y agregó que a la hora de "buscar el precio" se transforma: "cuando me pongo arriba de la tarima soy como Pinocho: no tengo corazón", advirtió.
Como contraparte a la de este miércoles reconoció que le han tocado también malas experiencias, como cuando ha tenido que vender a la primera oferta. "Y eso es duro, porque uno quiere buscarla, pero no puede meterse en los bolsillos del público", concluyó.
Foto: Javier Castro