Pero... ¿qué festeja hoy, capitán Pilidis?
Por Emiliano Cotelo.
(emitido a las 8:35 Hs.)
Una de mis compañeras de clase en el liceo se llamaba Aspasia Pilidis.
Como su nombre lo indica claramente, Aspasia tenía origen griego. Su padre era capitán de la marina mercante. En los años 50 trabajaba para la empresa naviera Nomikos, que tenía contrato con Ancap para transportar petróleo hasta Montevideo, desde el Caribe y Venezuela, sobre todo.
Por esa razón, porque viajaba con frecuencia a nuestro país, en 1954 el capitán Pilidis y su esposa decidieron radicarse en Uruguay. Y aquí tuvieron a sus hijos, el primero de ellos, Pericles, en 1955. Mi amiga, Aspasia, nació dos años después, en 1957. Al año siguiente, 1958, compraron la casa en la que vivirían más de 20 años, felices y agradecidos a este país que los recibió de brazos abiertos.
En 1982, cuando todos los hijos habían finalizado la Educación Secundaria, la familia Pilidis regresó a Grecia. Pero no por ello hemos perdido el contacto con Aspasia. El grupo de ex alumnos mantiene funcionando una cadena de correo electrónico que nos permite estar al tanto de las novedades de cada uno de aquellos 90 alumnos que terminamos cuarto año en 1974.
Hace 50 años
¿A qué viene esta introducción? Resulta que, justamente, a través de esa cadena de mails conocí este sábado una anécdota que me encantó y que hoy quiero compartir con ustedes.
El mensaje estaba escrito, justamente, por Aspasia, que, teniendo en cuenta que ese sábado era 18 de mayo, nos confesaba que esa fecha es una de las mas queridas y recordadas de su familia, la familia Pilidis. Y a continuación nos explicaba por qué.
Leo, textualmente, la historia que Aspasia nos contó:
"Allá por 1962 o 63, no estoy muy segura, papá estaba llegando al puerto de Montevideo en el petrolero. Y, sabiendo que amarraría el 18 de mayo, consultó en el almanaque del Banco de Seguros (que siempre tenía a mano) si ese día tenía algún significado particular para Uruguay... De esa manera recordó que se conmemoraba la Batalla de las Piedras, que marcaba un hecho tan importante en la lucha por la independencia de la Banda Oriental. De inmediato mandó enarbolar en el barco las banderas de honores militares. Se trata de una costumbre marítima internacional: cuando se llega a puerto en fecha patria del país anfitrión, se engalana la nave de punta a punta con banderines de honor. Ya en puerto, comenzaron a recibir a bordo a diferentes autoridades para los trámites que son de rigor en estos casos: funcionarios de Aduanas, de Ancap, inspectores sanitarios... Y todos ellos le preguntaban a papa: 'Pero... ¿qué festeja hoy, capitán?' Y mi padre les respondía: 'La... Batalla de las Piedras'. ¡Resulta que aquel buque era el único en todo el puerto que estaba decorado con honores militares! Hasta el diario El Plata, al día siguiente, destacó esa situación insólita que se había dado. El título del artículo era
"Lo cierto terminaba Aspasia- es que desde entonces hasta el día de hoy, cuando llega el 18 de mayo, siempre nos hablamos por teléfono con mis hermanos, estemos donde estemos, para preguntarnos:
Aquellos valores
Me parece que la historia que nos contó Aspasia es suficientemente gráfica y contundente. Pero puedo agregar lo que otro de los compañeros de clase, Carlos, comentaba un rato después: La conducta del capitán Pilidis aquel 18 de mayo de 1962 o 1963 "no sólo era una ejemplo de patriotismo" (como titulaba el diario). En aquel gesto había más valores en juego: "respeto a las tradiciones y a la historia de un país, generosidad y agradecimiento a la tierra que le había dado albergue a él y a su familia".
Pero además digo yo revela otras cosas. A los uruguayos nos cuesta mucho cantar el himno nacional en un acto público. Seguramente muchos de ustedes, como yo, volvieron a comprobarlo el sábado pasado, mientras esperaban que comenzara una función de teatro o de cine y se pasó el himno por los parlantes de la sala. ¿Cuántos espectadores se pusieron de pie, cuántos quedaron sentados, cuántos cantaron con ganas, cuántos apenas movieron los labios? A mí siempre me desconcierta esa frialdad y más de una vez he buscado causas recientes para interpretarla. Pero, por lo visto con el cuento del capitán Pilidis, no se trata de un fenómeno nuevo: hace 50 años ya nos comportábamos así.
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