Aniversario El Espectador

La Tertulia de los viernes hace un repaso de los 90 años de la radio relatando anécdotas y vivencias

En el marco de las celebraciones de los 90 años de El Espectador, la Tertulia de los Viernes se dedicó a rememorar los mejores momentos de estas nueve décadas. Carlos Maggi, Mauricio Rosencof, Juan Grompone y Matilde Rodríguez Larreta junto a Emiliano Cotelo hicieron un repaso por los momentos que marcaron la historia de esta emisora.

(emitido a las 9.39 Hs.)

EMILIANO COTELO:
Con otra cortina, hoy la música es de películas a propósito de radios. Con "Días de radio", la película de Woody Allen, de Glenn Miller y su banda, vamos a saludar a Mauricio Rosencof, Juan Grompone, Carlos Maggi y Matilde Rodríguez Larreta.

La fecha oficial de inauguración de El Espectador es el 14 de diciembre de 1923. En realidad no hay registros oficiales y por lo tanto resulta imposible determinar con exactitud el momento en que la radio comenzó a emitir de manera regular. Las primeras trasmisiones de prueba se habían realizado el día anterior y fueron iniciadas por la filial uruguaya de la compañía General Electric, que buscaba vender receptores, de eso se trataba.

A partir de este disparador, los 90 años de la radio que vamos a recordar de manera oficial en el día de mañana, me gustaría que ustedes nos trajeran sus recuerdos vinculados con El Espectador. Algunos son recuerdos muy de dentro, ¿no?

CARLOS MAGGI:
Sí, yo trabajé en El Espectador hace muchos años.

EC - Es el caso de Carlos, y el caso de Mauricio también.

MAURICIO ROSENCOF:
Hace muchos años, preparando el terreno para la Tertulia.

EC - Eras un visionario.

MR - No, uno nunca sabía las fluctuaciones que iba a tener, pero en aquellos momentos era una radio de éxito.

CM - Describiste La Pensión 64.

EC - A ver: empiecen, cuenten...

MR - Lo que era notable en aquella época en El Espectador en Soriano, que estábamos en la calle Soriano...

EC - Soriano y Yaguarón.

MR - Soriano y Yaguarón, había un boliche en la esquina...

EC - Sí. ¿Sabés por qué me acuerdo de esa esquina? Porque cuando terminaban los informativos el cierre era: "La temperatura en el Centro, Soriano y Yaguarón, 17 grados".

MR - De ahí me viene. (Risas.) ¿Te das cuenta? Pero el plantel que había era una cosa impresionante, y además las historias que se producían...

EC - Estás hablando de los años 60.

MR - ... La locución estaba a cargo de cuatro pintas, tres pintas y una pinta, además de un nivel y un futuro de la gran siete. Estaban Bécquer Puig, uno de los grandes poetas con una voz espectacular; Omar Grasso, que estaba haciendo la escuela de El Galpón y luego fue uno de los directores de teatro más importantes en El Circular en el exterior, en la Argentina...

MATILDE RODRÍGUEZ LARRETA:
Maravilloso.

MR - ... y un botija que vivía en una pieza en Yaguarón hacia abajo, allá frente a la plaza de un lado y el cementerio del otro, que quería tocar la guitarra y cantaba. Zitarrosa o algo así se llamaba...

EC - ¡Alfredo Zitarrosa!

MR - Alfredo Zitarrosa... imaginate vos. Había compuesto dos canciones y salíamos por las vinerías, cantaba una y mandaba un litro de vino. Esos fueron los comienzos.

MRL - ¿Él era locutor?

MR - Era locutor.

EC - ¡Sí, claro! Es una de las voces clásicas de El Espectador.

MRL - Siempre dijeron, claro.

MR - Pero mirá lo que son las cosas: hubo un concurso de poesía en la Intendencia, que el primer premio lo ganó Bécquer Puig y el tercer premio, Zitarrosa. Era poeta. Mirá qué presentación. Tenía un espacio que era como editorial Peloduro, que venía desde su casa en la calle Convención caminando con su gominita peinada, y agarraba el micrófono... No sé si eran los comentarios del Pulga. Y después había un plantel de gente que era espectacular. Yo trabajaba con Núbel Espino...

EC - Núbel Espino: actor.

MR - Actor, hacía un papel que... Teníamos un móvil, extrañábamos a Rosario...

EC - ¡Eran otros móviles!

(Risas.)

CM - Un Skoda, un auto chiquito.

MR - Sí, sí, el que tenía una curva en el techo.

EC - Después nos contás algo más. Juan, desde fuera, porque supongo que tú no estabas metido acá dentro en aquellos años...

JUAN GROMPONE:
No, para nada.

EC - Entonces, a propósito de El Espectador, ¿qué te sale?

JG - Estuve pensando qué decir sobre esto, y lo dividí en dos partes: una primera parte es sobre la radio en sí, y una segunda parte sobre El Espectador. No sé con cuál de las dos querés que empiece...

EC - Y... dale con la radio.

JG - El siglo XIX fue el siglo en que se desarrolló la electricidad y en el siglo XX se la usó. La historia esta empieza con Volta, cuando inventa, en 1800, la pila eléctrica. La pila eléctrica fue un invento de los más revolucionarios que existieron, porque permitió empezar a experimentar. Toda la experimentación a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, desarrolla toda la electricidad, y esto se concreta en una obra de Maxwell, que fue uno de los más grandes físicos existentes, si no el más grande de todos los físicos. Creo que es la única persona que se puede poner al lado de Newton, que no sé si no queda un escaloncito más arriba, que hizo toda la teoría. Ahí fue cuando descubrió que las ecuaciones decían que podía haber ondas electromagnéticas y que en particular la luz era una onda electromagnética. Y esto fue teoría hasta que en 1888 un alemán que se llamaba Hertz –que todos conocemos por los kilohertz, megahertz, que son en honor a su apellido– hizo el primer experimento que mostraba la onda electromagnética. Un poco más de 10 años después Marconi en Inglaterra hizo la primera trasmisión de ondas electromagnéticas, las usó para hacer las primeras trasmisiones. En aquel momento era telegrafía, porque era lo único que se podía hacer, era prácticamente sí-no, sí-no, sí-no, con eso se hacían los puntos y las rayas y solo se podía trasmitir telegrafía.

Ahora empieza la historia insólita. La primera trasmisión de voz humana por radio ocurrió en 1900 en la ciudad de San Pablo y la hizo un brasileño. Fíjense qué cosa más curiosa: el comienzo de la radio ocurrió en San Pablo en 1900. Ahora, la primera trasmisión digamos ya moderna, en el sentido de todo esto, ocurrió en 1920 en Detroit. ¿Por qué pasaron 20 años? Porque entre medio de todo eso se desarrolló la electrónica, porque todo lo que se podía hacer al principio era muy rudimentario hasta que se inventó la electrónica, hasta que se empezaron a crear los aparatos electrónicos. Los aparatos electrónicos eran las válvulas de vacío, que eran especies de nietos de la bombita eléctrica, eran consecuencia de la bombita eléctrica. Y en noviembre de 1920 se trasmitió el primer programa de entretenimientos, por primera vez se usó la radio para entretener.

EC - ¿Estás hablando de la KDKA?

JG - Puede ser, sí. No registré los nombres.

EC - Porque esa es la primera en Estados Unidos, la KDKA.

JG - Pero fíjense que en 1920 empezó en Estados Unidos, pero también en 1920 ocurrió en Buenos Aires otro hecho insólito: ocurrió la primera trasmisión de música, desde el Teatro Coliseo de Buenos Aires se trasmitió Parsifal. Estamos homenajeando la última ópera que compuso Wagner. Esa fue la primera vez que se trasmitió música en el mundo a través de la radio. Y lo curioso era que había 20 receptores en Buenos Aires. Es una cosa de locos...

MRL - ¡Elitista completamente!

JG - Estamos en 1920. En 1921 se trasmitió el primer partido de fútbol americano en Estados Unidos, se descubrió que servía para trasmitir deportes. Fíjense que ya habíamos visto entretenimiento, música y ahora deportes. Esto pasó en el 21. En el 22 en el Uruguay, en Montevideo, se hicieron las primeras pruebas de radio, y en el 23 comenzó El Espectador. Fíjense lo que era el Río de la Plata y también el Brasil en aquel momento, eran primeros jugadores en el mundo.

MRL - A la vanguardia.

EC - Sí, esas primeras emisiones de prueba de lo que después sería El Espectador ocurren antes del comienzo de las trasmisiones de la BBC, por ejemplo.

MRL - Impresionante...

EC - Carlos, ¿por dónde vas tú?

CM - En 1928 mi padre hizo una radio a galena y el barrio oía la trasmisión de los partidos de fútbol de las Olimpíadas. Mi padre puso una budinera con los auriculares y la gente se acercaba al balcón, ponía la oreja y oía una vocecita que decía –la famosa anécdota– "ataca la Argentina, gol uruguayo". (Risas.) Porque trasmitían como telegramas.

EC - Trasmitían leyendo un telegrama a continuación del otro.

CM - Claro, se les pegaban las cosas contradictorias. Pero estaba el barrio, había 20, 30 personas en la calle Madrid, que era donde vivíamos, ahí cerca del Palacio Legislativo, mi padre puso la budinera con los auriculares en el balcón y ahí se juntaron 20 personas a escuchar. Esa fue una experiencia radial extraordinaria.

EC - ¿Matilde?

MRL - No tengo cosas tan interesantes para contar. Simplemente soy una radioescucha desde el ADN, siempre escuché radio. Creo que empecé a escuchar solita, por mi cuenta, cuando tenía ocho o diez años, en esas radios de baterías que teníamos. Logré agarrar una y ponérmela al lado en mi mesa de luz cuando era muy niña. Y ahí empecé a descubrir cosas y a perfilar mis gustos. Descubrí a Gardel, por ejemplo, sabía en qué horario estaba Gardel más o menos moviendo la aguja para un lado y para el otro. Y también me hice muy afín a las comedias musicales americanas, South Pacific y todas aquellas antiguas. Esa fue mi primera experiencia radial.

Creo que llegué a El Espectador de la mano de Julio Villegas. Me parece, no recuerdo bien. Yo sé que el dial estaba puesto donde estaba Julio Villegas. Cuando él se mudó, mudé el dial también. Pero obviamente tengo recuerdos ya muy identificada la radio de adulta. La primera importante que puedo decir es la guerra de las Malvinas, era la única forma de saber qué pasaba. Me acuerdo de llamar amistades y "no, no, no, todo eso es un divague que están pasando las radios argentinas y que acá copian, poné El Espectador que está diciendo la verdad". Porque mientras las otras radios decían que ganaban los argentinos, en El Espectador anunciaban que había sido hundido el Belgrano, por ejemplo. Eso lo recuerdo como la primera vez que dije: "Ah, no, esta es la radio que hay que escuchar".

EC - Carlos, tú trabajaste acá.

CM - Yo trabajé acá hace bastante tiempo, en los años 50.

EC - Antes que Mauricio.

CM - Yo le enseñé a Mauricio.

EC - (Se ríe.)

CM - ¡Palabra de honor!

EC - ¿Es en serio eso?

MR - Sí.

EC - Con ustedes dos hay que tener ojo, por eso pregunto: ¿es en serio?

CM - Es totalmente en serio. Lancé varios libretistas, el primero fue Peloduro. Cuando tenía un amigo que necesitaba plata le enseñaba cómo era la cosa; tenía que tener talento. Inventé tres o cuatro libretistas que trabajaron todos en El Espectador. (A Mauricio.) Tú trabajaste en El Espectador.

MR - ¡Seguro!

EC - De eso estábamos hablando.

CM - Yo aprendí con una mujer extraordinaria, Silvia Guerrico, que había estado en Buenos Aires trabajando y que me dijo: "Tú tenés que escribir para la radio", "No, no sirvo, yo qué sé...", "Vamos a trabajar juntos. Traeme un libreto". Y el primer día que se lo llevo estábamos uno frente al otro y ella tenía la hoja que yo tenía en la mano, al revés, yo tenía mi hoja para leer y ella de enfrente no podía leer nada. Y me dijo: "Mirá, así no es". Yo dije: "¿Por qué?", "Porque los párrafos son muy largos, de ese tamaño en la radio no sirve". De ahí para adelante me enseñó puntualmente a escribir para la radio.

EC - ¡Y te fue muy bien como guionista de radio!

CM - Voy a tener que lesionar mi modestia de una manera extraordinaria esta mañana...

EC - Bueno, te lo permitimos...

CM - ... porque me pasó una cosa bastante extraña y deliciosa. Teníamos un programa con Los Risatómicos que andaba muy bien. Te cuento el final de esta historia: ese año hubo seis tablados que se llamaban "Pobre mi amigo González", que era el primer párrafo de un sketch que se mantenía, que Ceti hacía maravillosamente bien. Y contaba un velorio estrafalario siempre, el hombre que se muere de tal y cual manera, uno que va al puerto y compra pólvora negra y le echa a unos bollitos, creyó que era para cocinar, come los bollitos y muere lleno de dinamita. Entonces lo velan en la isla de las Gaviotas, y a eso de las tres de la mañana siempre pasaba algo en el velorio, empieza a echar los bollos con la pólvora, salen como cuetes del velado y la isla se convierte en una fiesta formidable, porque habían puesto banderas rojas para evitar que se acercaran al cadáver que estaba cargado con la pólvora. Ese tipo de cosa loca, uno detrás de otro.

Y en un momento dado, el avisador –que era Wegen, se publicitaba una especie de miel para niños que se llamaba Vilo ("diga vi, diga lo")– del programa Los Risatómicos le dijo a Bonardo, el director de El Espectador: "Es un programa para niños, dice mi mujer que un velorio no puede ir, así que hay que suprimir ese personaje". Bonardo vino y me dijo: "Hay que suprimir a Macabro", que era el mejor personaje que tenía el programa. "Bueno", dije yo, ¡qué iba a hacer!, lo suprimí. Pero hice ir al programa siguiente a Ceti y que hiciera un Macabro con su manera de decir particular y que explicara: "No puedo venir más porque el avisador no me quiere, así que yo lo siento mucho –una cosa a la italiana–, yo los quiero mucho y sé que ustedes me quieren a mí, no nos vamos a oír más ni ver más"...

EC - El personaje se despidió. Y explicó por qué se tenía que ir.

CM - Que el avisador no lo dejaba. "... Pero si ustedes mandaran una carta que dice ‘Macabro sí’, nada más que eso, ‘Macabro sí’, y nos juntamos todos, estoy seguro de que derrotamos al avisador." Y empezaron a caer miles de cartas a la radio. (Risas.) La radio era en 18 de Julio y Olimar...

EC - Otra sede de El Espectador.

CM - ... una casa de altos. Y cuando teníamos un altillo de esa casa con las cartas hasta el techo llamamos al avisador, vino, y le digo: "Mire, esto es lo que dice el público". El tipo miró... y dijo: "Mi mujer no tiene razón, vamos a seguir con ese personaje".

EC - ¡Triunfó Macabro!

CM - No entró de entrada, yo escribí para que dijeran varias veces en el programa durante tres semanas "el día tal vuelve Macabro", tres semanas de expectativa. Y el día que volvió tuvieron que llamar a la policía porque se llenó de tal manera la radio que rompieron la puerta cancel y estaba lleno todo el patio, todo el estudio, toda la escalera ¡y gente afuera!

EC - Eran los programas con fonoplantea.

CM - ... programas con fonoplatea. Y deben de haber ido... yo qué sé, 500 personas. Ahí volvió Macabro y a partir de ese momento tuvo la mayor publicidad del mundo y salieron cosas como esta que te conté, seis tablados se llamaban "Pobre mi amigo González, ¿qué le pasó? Nada, salió a pasear, pobre José Enrique, salió en un momento dado y se perdió, le dieron calambres, se agarró el calambre, el cadáver lleno de calambres y salió de pronto por la ventana, y la gente que estaba en el velorio corriendo atrás de él, ¡José Enrique, José Enrique!, y él rodaba, rodaba, José Enrique rodó... José Enrique rodó...".

(Risas.)

MR - ¿Es el que está haciendo hoy encuestas?

(Risas.)

***

EC - ¿Qué va a agregar el Ruso,?

MRL - Un elemento técnico.

MR - Con fonoplatea había un concurso de preguntas y respuestas que era muy ingenioso, auspiciado por Vilo. Era una cabina hermética, no se oía ni la radio ni el mundo exterior, entonces le preguntaban: "¿Cambia usted un apartamento con vista al mar por media docena de huevos?". Entonces tenía que decir "vi" o "lo"...

EC - Ese programa después tuvo una versión en televisión.

MR - Ahí va. Pero había un canillita, un muchacho joven, sordo, que tenía un reparto de diarios en la Aduana, que cada vez que había que seleccionar a alguien siempre aparecía... La gente decía "pobre, ¿te das cuenta?", yo qué sé qué, y venía con su aparato y ganaba siempre. Era una cosa de locos, el loco ganaba. Y una vuelta lo llevamos para el bar –tenía bar El Espectador entonces, mirá lo que va de ayer a hoy– (risas) con Adolfo Hugo Mañán –el que dirigía, vivía en la otra cuadra de casa allá en Garibaldi– y con Núbel Espino a conversar, a ver... ¡Nada, no era sordo nada! Trabajaba en el puerto y le había comprado a un marinero, que le había explicado cómo funcionaba, la primera Spika o radio a pila que había llegado al país. Entonces no era que se ponía el aparato de sordo, ¡estaba escuchando la radio! (Risas.) Las tenía todas a favor.

***

EC - Seguimos en Tertulia de Viernes conmemorando los 90 años de El Espectador. Seguimos con Carlos Maggi, Mauricio Rosencof, Juan Grompone y Matilde Rodríguez Larreta. Seguimos con sus historias, anécdotas, vivencias.

Los oyentes piden, Mauricio, que aclares, porque de aquella lista de locutores legendarios te faltó el nombre de mujer...

MR - Estaba esperando la oportunidad para cerrar lo que se cortó cuando fui interrumpido...

EC - Siempre hay alguien que te corta en las Tertulias, viste cómo es esto.

MR - Sí, seguro, "pero que sea breve". Esa frase... (se ríe) tiene que ir en el escudo de la Tertulia.

EC - Hablaste de Bécquer Puig, de Omar Grasso, de Alfredo Zitarrosa... y una mujer. ¿Quién era la mujer?

MR - Una locutora divina, con una gracia y una frescura... que la última vez que la mencioné contando esta anécdota me llamó por teléfono... Hace poco tiempo nos dejó: Mirta Acevedo.

MRL - Qué bien.

EC - Sigamos... Juan, tenías algo para agregar a aquella introducción histórica que hiciste.

JG - Sí, me doy cuenta que de niño escuchaba mucho Radio El Espectador, pero no lo podía identificar. Es decir, fue recorriendo los pasillos de esto y viendo las fotos que empecé a ver... Por ejemplo a Amalia de la Vega, en mi casa mi abuela escuchaba permanentemente a Amalia de la Vega. A Roberto Barry, yo escuchaba a Roberto Barry, me parecía muy divertido. Julio Sosa ni que hablar, lo oíamos cantar, era fantástico... Pero después fueron apareciendo otros nombres mencionados acá que todos me eran conocidos: Silvia Guerrico, Los Risatómicos, Antonio Ceti, Vilo, Augusto Bonardo, "pobre mi amigo González", me acuerdo perfectamente de la frase, no me acuerdo del contexto... Núbel Espino, Mañán, La Pensión 64, la [...] deportiva... Todas son cosas que no puedo ubicar porque era muy niño, era muy joven, pero me acuerdo de todos esos nombres y digo ¡yo escuchaba todo eso, evidentemente!

EC - Es que esa es la magia de la radio, la radio es como la banda sonora de la vida de mucha gente...

MRL - La va acompañando.

JG - Sí, me doy cuenta de que llegó un momento en que me pasé para la música clásica. Me acuerdo de que alrededor de los 12 años me pasé para CX 6 a la música clásica. Quiere decir que todo eso fue anterior, tenía menos de 12 años cuando escuchaba todas estas cosas.

CM - En los años 50.

JG - Por los años 50.

MR - El nombre de Ceti hay que acompañarlo con el de [...]...

CM - Con el de [...], que era extraordinariamente bueno.

MR - ... Barry tenía en aquellos días el Comisario de Cerro Mocho en El Espectador, libretado por Juceca, que estaba haciendo los primeros pininos con el bigote que todavía no se le había emblanquecido. Había empezado ahí. Pero creo que el concurso...

EC - No, a ver...

MR - Porque está asociado...

EC - Vamos a esperar un poco más con el concurso, así generamos ansiedad en los oyentes. Tenemos que largar el tema del concurso de cuentos de este mes. Pero falta para eso.

MR - Es lo que te iba a sugerir, esperemos un poco más.

EC - Falta; miralo a Carlos.

CM - ¿Querido?

EC - Tiene algo más para agregar.

CM - No, entre las cosas pintorescas, la radio esta perteneció en un momento a Elena y a Marta.

EC - Es cierto... Estás hablando de apellidos.

(Risas.)

CM - Son dos apellidos de empresarios importantes que la hicieron brillar. Ese relumbrón de los años 50 viene de ahí, del empuje de la empresa, que caminó bien. Competía con Carve, sin poder derrotarla, pero estando muy cerca.

EC - Hay oyentes que aportan lo suyo también. Toda esta semana han estado aportando historias, cuentos, recuerdos... pero ahora a raíz de la Tertulia aparecen nuevos.

Roberto, por ejemplo, se refiere a Macabro: "Pobre mi amigo González terminaba diciendo ‘¿Sabe cómo quedó? Usted vio’. Descripción del cadáver, por ejemplo: ‘como queda una chapita de refresco cuando le pasa el tranvía por arriba. Tal cual’."

(Risas.)

¿Por ahí venía tu humor, Carlos?

CM - Sí, sí, claro; era humor grueso.

***

Transcripción: María Lila Ltaif