Preguntas en el aire

Lo estamos filmando

Preguntas en el aire; por Emiliano Cotelo.

(Emitido a las 8.15)

EMILIANO COTELO:
Otra vez la violencia empañó un espectáculo deportivo. En la tribuna Ámsterdam un joven de 22 años perdió un ojo a raíz de una bala de goma disparada por un coracero, hubo otros heridos entre los hinchas y entre la Policía, antes y después del partido, dentro y fuera de la cancha. Pero además una cápsula de gas lacrimógeno cayó sin sentido en la tribuna América, y algunos jugadores y el propio juez del partido se vieron afectados por el aire enrarecido.

Se discutirá eternamente cómo empezó la historia. Si fue un enfrentamiento entre hinchas de Peñarol y Nacional, malos tratos de la Policía al entrar al estadio los hinchas o peleas entre los propios miembros de la barra brava de Nacional. No podía faltar, claro, el condimento del consumo de alcohol y de drogas, últimamente pasta base.

Y, por supuesto, también terminamos discutiendo el operativo policial, si fue atinado o no, si incurrió en excesos, por qué se utilizó gases lacrimógenos, si había que disparar balas de gomas y, en caso afirmativo, si los coraceros manejaron esa arma con prudencia o lo hicieron con alevosía.

Esta vez el motivo fue un clásico. Pero este tipo de incidentes ha llegado a darse incluso en partidos de la selección uruguaya, cuando se supone que todos estamos tirando para el mismo lado.

Ahora, hay algo que me tiene perplejo. 
Estas bataholas no son ningún misterio. Hace años que, cuando ocurren, tienen decenas de cámaras de televisión registrándolas segundo a segundo. El Estadio Centenario cuenta con un sistema permanente de cámaras de seguridad, montado y operado por la Policía. Además, funcionarios policiales realizan grabaciones en los alrededores del Parque Batlle. Por último, en cada una de estas situaciones existen imágenes abundantes tomadas por los canales de televisión. Entonces, ¿cómo puede ser que semejante andamiaje tecnológico sirva para tan poco?

Una conclusión posible es que los responsables de esta clase de violencia no se sienten amedrentados para nada por las cámaras omnipresentes; no existe, aparentemente, un efecto preventivo o disuasivo. Entonces, ¿cuán grave es esta patología social si los delitos se cometen tan tranquilamente sin importar para nada el hecho de que el responsable esté quedando filmado?

Otra conclusión es que por lo visto todos esos rollos de video resultan de muy escasa utilidad a los efectos penales. Si los policías que analizan las imágenes son, como son, capaces de identificar por sus nombres y sus apodos a numerosos personajes que, saben, son protagonistas frecuentes de estos desmanes, ¿qué ocurre con esas personas después, cuando actúa la justicia? ¿La prueba del video no alcanza? O, si se los procesa, ¿qué tipo de penas reciben? ¿Los clubes o algunos dirigentes de los clubes los apoyan y logran sacarlos rápido? ¿Cuánto tiempo permanecen presos? ¿Cuánto demoran en salir de nuevo en libertad?

Ojo, yo no sé si la solución es la prisión, seguramente hay otro tipo de sanciones. Pero entonces vuelvo a preguntarme: ¿se está usando las penas alternativas, como por ejemplo la reclusión en una comisaría en los días de partidos, más actividades de reeducación?

¿Es que la justicia no va a fondo en este tema? ¿O le faltan herramientas para combatir este verdadero flagelo?

Y, para terminar, también me pregunto: toda esa información almacenada por las cámaras de video, con rostros y gestos bien identificados, ¿no les dice nada a los dirigentes del fútbol? ¡Si en Uruguay nos conocemos todos! ¿Los clubes no tienen nada para hacer? ¿Y la Asociación Uruguaya de Fútbol?