Policía: luz amarilla
Preguntas en el aire; por Emiliano Cotelo.
En el último mes asistimos a varios hechos policiales fuertes, en los cuales fue la conducta de los agentes lo que conmovió a la opinión pública.
Les propongo hacer memoria y repasar algunos de estos episodios.
El primer caso fue el lunes 22 en el complejo Euskal Erría 70, en Malvín Alto. Allí, en un confuso episodio, un policía que cumplía servicio 222 terminó disparando a matar, a muy corta distancia, a un grupo de jóvenes habitantes de los edificios. Uno de ellos murió en el acto y otros cinco resultaron heridos.
Casi dos semanas más tarde, el 5 de diciembre, durante el partido clásico, un grupo de hinchas de Nacional protagonizaron una trifulca en la Amsterdam. La Guardia Republicana intervino, teóricamente, para poner orden. Pero, sin que mediara la orden del superior correspondiente, coraceros y granaderos lanzaron gases lacrimógenos y reprimieron con balas de goma. Centenares de espectadores ajenos a la violencia padecieron la irritación insoportable en sus ojos, y, en el epicentro de los incidentes, el resultado fue más de 50 detenidos, una decena de hinchas hospitalizados y 14 policías heridos.
Uno de los hinchas, Marcelo Silva, de 18 años, quedó ciego a causa del impacto de los balines de goma. El coracero que le tiró fue identificado más tarde y se declaró culpable.
Dos días después, el 7 de diciembre, dos delincuentes tomaron un taxi luego de asaltar un local de cobranzas ubicado en 18 de Julio y Acevedo Díaz. A la altura de Avenida Italia y Ricaldoni fueron interceptados por la Policía. Los ladrones se resistieron al arresto y se desató un feroz tiroteo que muchos pudimos ver por en el informativo central de Canal 12. ¿El saldo? Un delincuente herido de muerte y una madre y su hijo, que venían en un ómnibus que pasaba por la zona, con heridas leves.
Este martes, otro incidente sacudió a la opinión pública. En el Barrio Casavalle, una niña de 12 años cayó muerta de un balazo, mientras jugaba a los fondos de la casa de una amiga. La pequeña quedó en el medio de un tiroteo entre un delincuente y un sargento de policía que, vestido de civil, realizaba tareas como remesero. Tras la reconstrucción del hecho realizada ayer, el remesaero es el principal sospechoso de la muerte de Jennifer.
Fueron cuatro excesos policiales ocurridos en apenas tres semanas y las preguntas se precipitan de manera casi automática.
¿Estamos frente a una secuencia casual de episodios de este tipo?
¿Cómo han analizado esta sucesión las autoridades? ¿Están alarmadas o, por lo menos, preocupadas?
¿Cuando un agente policial enfrenta este tipo de situaciones límite, ¿no debería priorizar la seguridad de los civiles indefensos?
Por ejemplo, ¿no se piensa en el impacto de los gases lacrimógenos lanzados en pleno estadio, sobre la gran mayoría de la gente que simplemente fue a ver un partido, incluyendo niños?
¿Tiene la policía un protocolo para manejar los enfrentamientos con delincuentes en la vía pública?
¿Es estrictamente necesario tirotearse con asaltantes en una zona de alto tránsito como Avenida Italia y Ricaldoni? ¿Y qué pasa en un barrio donde sin duda puede haber niños jugando?
Pero además, ¿por qué un coracero tira con balas de goma a 5 metros de su blanco, cuando el reglamento policial establece que los disparos no deben hacerse a menos de 15 metros? Los efectivos, ¿conocen esas reglas?
¿Por qué el Ministerio del Interior no controla periódicamente el estado psicológico de los agentes?
¿Cuántos están realmente aptos para portar un arma?
¿Qué esfuerzos se están haciendo para mejorar la relación entre los agentes y los jóvenes?
¿Algunos de estos desbordes tendrán algo que ver con las extensas jornadas de trabajo de los policías que, para aumentar sus ingresos, siguen de corrido hasta 16 horas por día?
Balas perdidas, inocentes muertos e inocentes heridos.
Muchas preguntas, algunas de las cuales intentaremos responder con el ministro del Interior, Alejor Fernández Chávez.