Delincuencia

Un gueto llamado Marconi

Marconi © adhoc F O T O S .
Marconi © adhoc F O T O S

Yo nací en el límite norte del Marconi con Maroñas. Y si bien viví allí apenas una semana y no tengo memoria de ello, sí recuerdo que durante años iba con mis padres a visitar a unos tíos viejos que vivían en ese barrio. Por esas calles jugué.

Era un barrio de trabajadores, donde todos se hacían su casita. La pobreza existía pero no era tan evidente. Los vecinos convivían amablemente. Se prestaban ayuda con sus diferentes expertizajes.

De ese tiempo tengo muy presente las aguas servidas corriendo por la calle; saturando las cunetas, ingresando a las casas. A mi madre gritando "no pises ahí". Ese era el olor del barrio: a mierda y orín. Mucho más de medio siglo ha pasado y el olor sigue siendo el mismo.

La pobreza se acrecentó y evidenció. Desde Las Acacias casi hasta José Belloni viven miles de personas. Hace algún tiempo tuve la intención de ir a recorrer esas calles donde alguna vez jugué. Un amigo que vive cerca me dijo: "no lo hagas, acá es difícil entrar y difícil salir".

Y esa frase me hizo pensar en un gueto. Una situación que parecen vivir muchos otros barrios montevideanos.

De hecho la ciudad se ha ido guetizando. No existe una división única como se quiere hacer ver: el norte y el sur de avenida Italia.

De guetos sabe mucho la historia de la humanidad. En los guetos la gente vivía como podía... sin límites morales porque estaba en juego la sobrevivencia. Algo de eso pasa en este Montevideo.

Sería muy injusto señalar a todos los vecinos del Marconi como responsables de los hechos ocurridos el viernes del que participaron apenas un centenar de personas y fundamentalmente jóvenes.

Es la segunda vez que ese barrio es escenario de un alzamiento en los últimos 4 años. Un alzamiento que tuvo como protagonistas a un puñado de delincuentes y a sus familias y amigos.

¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo se acentuó tal desigualdad? Algo es muy obvio: la riqueza generada no se ha distribuido con equidad. Pero también hay algo obvio: creció el individualismo absoluto.

De esto somos responsable todos. Por justificar lo injustificable; por no ejercer los controles sociales imprescindibles; por cómodos, por egoístas, por pensar más en tener que ser. Perdimos el sentido humano de la vida en sociedad.

En el 2012 el colega Gabriel Pereyra, que también nació y vivió por allí cerca, y a propósito de otro alzamiento en el lugar escribía: "Hace casi 40 años, solía jugar al fútbol en las calles aledañas al Marconi. Hace 40 años que los pibes del Marconi pasaban por ahí, descalzos, a veces en harapos, tirando ellos de carros cargados de todo porque ni caballos tenían. Aquellos pibes que hace 40 años pasaban tirando carros, nunca salieron de ahí. Ni ellos, ni sus hijos, ni los hijos de los hijos. Porque si vivis en el Marconi y tuviste hijos y no te moriste antes de esas muertes imprevistas que a veces ocurren en esas zonas, ahí podés ser abuelo con 30 años, mamá con 15 y con 10 tenés muchos kilómetros de calle recorridos";.

No pasa por mi cabeza justificar a los delincuentes. Por el contrario, para combatirlos están el Ministerio del Interior y la Justicia. Pero pienso en los miles que son víctimas sólo por vivir allí.

En esta columna les conté lo que ocurría en el Marconi 65 años atrás; 40 años atrás; 4 años atrás y nada ha cambiado y si cambió fue para peor. Ya no podemos hacernos más los desentendidos.

La columna de Carlos Peláez