DeberÃamos ponernos en su lugar
El ciudadano sirio Jihad Diyab se encuentra realizando una nueva huelga de hambre para tratar de lograr que Uruguay lo envÃe a otro paÃs donde pueda reunirse con su esposa e hijos a los que hace más de 15 años no ve.
Según informó Christian Mirza, interlocutor entre el gobierno y los refugiados de Guantánamo, a CX 8 Radio Sarandà "el gobierno hace ya varios dÃas que hace gestiones ante diferentes Estados del mundo árabe para que puedan acoger a Diyab tal cual es su deseo, para su reencuentro familiar. Ayer nuevamente me reunà con el ministro Rodolfo Nin Novoa, intercambiamos información, pero no puedo brindarla porque son gestiones en reserva; me consta que el gobierno hace el máximo esfuerzo pero no es nada sencillo", dijo Mirza.
Es tan poco lo que sabemos de la cultura, las formas de vida y del conflicto que se vive en esa zona gigantesca del mundo llamada "Oriente Medio";, que tal vez eso explique la postura de muchos uruguayos sobre este ciudadano.
Me preguntaba qué sabÃan los suecos sobre Uruguay y los uruguayos cuando en los 70 vieron llegar a miles que huÃan de la dictadura. Allá llegaron con su idioma, su cultura, su mate, su murga. Y sin embargo los acogieron solidariamente, les brindaron comodidades, garantÃas, integración. Tanto, que hoy existen familias con ambas nacionalidades.
Y pongo el caso de Suecia, por extremo. Tan extremo como que un sirio, en este caso sin haberlo elegido, terminara en Uruguay. Diyab pasó 12 años preso en una cárcel ilegal, sin que actuara ningún organismo judicial, torturado. Acusado por presuntos delitos que él niega. Como los negaban muchos compatriotas que terminaron en Suecia.
Si lo liberaron es muy obvio que no habÃa acusaciones serias sobre él. Terminó acá, permutado "por unas naranjas"; (Mujica dixit). En un paÃs difÃcil hasta para los nativos.
Uruguay le prometió que aquà se reencontrarÃa con su familia. Pero no cumplió. Desconocemos las razones. En su cultura "la palabra dada, es sagrada y si se falla todo tambalea";, explican personas cercanas a él.
Pero más allá de las gestiones que realiza el gobierno, está la actitud de muchÃsimos uruguayos que no han cesado de cuestionarlos desde que llegaron aquÃ.
En Uruguay es fácil ser pacifista. No creo que lo sea en Siria. Por lo tanto es muy fácil juzgar sus actitudes desde la comodidad de un hogar, abrigado, con comida, mientras los hijos entran y salen y donde el ruido más embromado no es el de estallidos de bombas sino el de un vecino con su música.
Pero la historia, la historia reciente de los uruguayos, nos impide dar vuelta en la cara sobre la situación de este hombre.
La columna de Carlos Peláez