Lamentable

Lo que está en juego es la libertad, no un campeonato

Lo que está en juego es la libertad, no un campeonato
©El Observador

Lo que ocurrió ayer en el estadio debería ser la gota que desborda el vaso. Pero ante tantos intereses en pugna es probable que no sea ni lo último ni lo más grave que podemos enfrentar. No soy partidario de ver este asunto como un tema de hinchas, porque estamos hablando de delincuentes que visten determinada camiseta. En este caso la de Peñarol, equipo del que también soy hincha, pero esos tipos nada tienen que ver con decenas de miles de hinchas que hubieran querido ir al estadio o ver el partido por TV.

Tampoco soy partidario de generalizar las responsabilidades porque si no se diluyen. Finalmente si todos somos responsables, no hay responsables. La asonada de la víspera es algo que se veía venir. Toda la semana se habló de seguridad no de fútbol.

Peñarol cayó en manos de una banda de narcotraficantes, que no otra cosa son varios de los que dirigen esos líos. Y para probar esta aseveración están todos los crímenes y atentados cometidos en los últimos meses, que se presentaron como ajustes de cuentas. Las autoridades saben quienes son. Están identificados hace mucho tiempo. Esos reciben entradas de favor siempre. Ayer no, y armaron el bardo.

Pero antes de ingresar a la Amsterdam la policía detuvo a tres jefes barras que tenían 400 entradas, la misma cantidad que las autoridades de Peñarol niegan haber entregado. Entonces ¿cómo las obtuvieron? Sobre todo esto la Justicia obtuvo mucho información. Pero lamentablemente se encuentra en un expediente archivado.

Por ejemplo, hoy El País dice "la Policía no ingresó a la tribuna luego que los barrabravas la coparan aplicando el método de un motín carcelario";. Inteligencia del Ministerio del Interior le había entregado al ex juez penal Homero Da Costa información reveladora sobre presos del Comcar que recibían dinero para integrarse a la barra cuando recuperaran la libertad. Se investigaba quién los reclutaba y de dónde salía el dinero. Ayer de noche mucha gente reclamaba mano dura con quienes provocaron esa asonada.

Y peor aún, harta de soportar la inseguridad y la violencia muchos hasta parecen dispuestos a ceder parte de su libertad. La que no hayan perdido ya. Lo que ahora necesitamos es que funcione la Justicia. De 171 detenidos el domingo, 170 fueron liberados, hasta el que tiró la garrafa.

Ocurre que el juez Gustavo Iribarren actuó sobre los hechos ocurridos dentro del estadio, pero no sobre los que se desarrollaron en el exterior. Esta mañana la fiscal penal de 18° turno Gabriela Fossati quién estaba de turno ayer, solicitó de oficio abrir una investigación sobre todos los incidentes ocurridos en los alrededores del estadio Centenario.

En el escrito presentado al juzgado de 17° turno a cargo de la jueza Marcela Vargas, que subrroga al titular Carlos García, también solicita investigar todos los hechos que pudieran estar vinculados en el pasado a la actividad de barrabravas y que culminaron con los actos de violencia registrados en la víspera.

La doctora Vargas abrió la investigación y comenzó a citar a los testigos propuestos. Fue Roger Rodriguez quien ha definido claramente la cultura de la impunidad, que va muchos más allá de crímenes de la dictadura. En base a esa impunidad que ha permeado a toda la sociedad, yo veo a mucha gente interesada en provocar caos. Caos para mantener la impunidad o para otros asuntos más graves aún.

Esto no se arregla con una mirada benevolente sobre el origen social de estos delincuentes. Porque hay decenas de miles de personas con el mismo origen que nada tienen que ver con actividades delictivas. Tampoco hay que ver esto como un asunto de fútbol. Tampoco tiene que ver que la Justicia probó que entre lo peor de la Amsterdam también había barras de Nacional y de Cerro, por lo menos. O sea, no iban allí por su amor a Peñarol. El fútbol es un motivo. O Peñarol es el motivo. Pero como lo dicen ellos mismos: son hinchas de la hinchada no del club.

Ahora la Justicia tiene ante sí la posibilidad de proteger la libertad. La libertad de ir a un estadio, pagando la entrada, para disfrutar un partido sin temor a ser alcanzado por un balazo.

La columna de Carlos Peláez