José Pedro Varela en el siglo XXI
De la inteligencia de la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, es difícil dudar. Por el contrario: habrá quienes cuestionen su estilo o su gestión, pero no su inteligencia. Por lo tanto no parece razonable pensar que su afirmación comparando al presidente del Codicen, Wilson Netto, con José Pedro Varela, haya sido inocente o se le haya escapado involuntariamente.
Por Alfonso Lessa
Más bien, conociendo su estilo, debió tener un motivo concreto y se pareció mucho a una provocación. Y si de eso se trató, lo logró: de inmediato cosechó críticas entre la oposición y los sindicatos, que oscilaron entre la descalificación y las burlas.
Lo que no parece claro es el objetivo de la provocación. Como defensa de Netto no fue buena; más bien todo lo contrario, ya que lo dejó desarmado y expuesto y a merced de nuevas críticas, como las de la diputada Graciela Bianchi del Partido Nacional. La legisladora, en La Mañana de El Espectador, recordó los tiempos de docente del jerarca, realizándole todo tipo de acusaciones, respecto al presunto incumplimiento de sus tareas.
Una vez provocada la polémica, la ministra buscó relativizar sus expresiones, acotando la comparación al hecho de que tanto Varela como Netto, dijo, buscaron ampliar la educación media.
"José Pedro Varela bregó porque la enseñanza primaria fuera universal y ahora las actuales autoridades del Codicen están bregando y haciendo propuestas para que la enseñanza media sea universal para todas y todos los uruguayos", explicó la secretaria de Estado. Por supuesto que la comparación, tal como fue hecha, no resiste el menor análisis. No es necesario, incluso, ingresar en profundos debates históricos para llegar a esa conclusión.
El hecho sería menor y no pasaría de una mera anécdota veraniega, si no fuera porque puso el dedo en medio de la llaga de uno de los grandes temas que esperan soluciones de fondo y en los que el país se juega su futuro: la enseñanza. Lo cierto, además, es que el estilo de su planteo encendió los ánimos, justo cuando los sindicatos vuelven a amenazar con conflictos y reclaman un nuevo aumento en su presupuesto.
Con el agravante de que el Uruguay puede quedar sin Rendición de Cuentas al haber perdido su voto 50 en la Cámara de Diputado. Es decir, cuando más cautela y tacto necesita el oficialismo para negociar esa mayoría que ha perdido; y que eventualmente podría decidir el aumento que los gremios reclaman.
Al más alto nivel del Frente Amplio se ha intentado quitar dramatismo a la eventualidad de no contar con una Rendición de Cuentas que en esta ocasión, será un verdadero presupuesto para los próximos años.
A fin de 2017 el gobierno deberá mostrar logros, concretos y claros, en algunas de las áreas más sensibles y la de la educación es una de ellas, probablemente la más importante.
Muchos aspectos de la educación generan desánimo: los resultados no son buenos y el debate que se abrió a fin de año sobre las pruebas Pisa, manejo y confusión de cifras incluidos, no fue más que una demostración concluyente de eso.
2017 es el tercer año de gobierno, el año bisagra. En una gestión de cinco años, se suele considerar que aquello que no se concreta o encara en los tres primeros, es muy difícil de hacer después. En los dos últimos años resulta más complejo emprender reformas de fondo. Cerrar acuerdos con los tiempo electorales en el horizonte es una tarea engorrosa; y seguramente esta vez será más difícil para el oficialismo, sin mayorías parlamentarias propias.
Sin duda que el presidente Vázquez sabe esto y sus giras al exterior, buscando capitales, y tratando de anudar el acuerdo para la construcción de la planta de UPM, no son acciones ajenas a esta visión.
La polémica comparación de Muñoz, de paso, también dejó planteado otro de los asuntos pendientes de la enseñanza, pensando en el futuro: el verdadero papel que tiene el ministro de Educación en el Uruguay, sus poderes y límites.