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Los molestos archivos Berrutti

Los molestos archivos Berrutti

En octubre de 1938 fue asesinado Martiniano Chiossi, séptimo intendente de Maldonado pero el primero electo por voto popular. El escenario del crimen fue el edificio de la Intendencia donde hoy se ubica a la Casa de la Cultura. Un hermano del intendente y un funcionario municipal también fueron asesinados.

Muchas conjeturas sobre los motivos del crimen se tejieron entonces y a través de la historia. Una de esas versiones asegura que Chiossi fue víctima de un complot organizado por el sector riverista del Partido Colorado.

El 10 de octubre de ese año después de una abundante ingesta de alcohol y luego de haber sido incitado por algunos integrantes de la fracción riverista, el asesino  se dirige a la Intendencia a dos cuadras del lugar. Cruza algunas palabras con el Intendente y abre fuego con una pistola automática. Resultado: tres muertos.

El Partido Colorado estaba dividido en tres fracciones: los batllistas, los sosistas -escindidos del Batllismo- y los riveristas, que eran los colorados tradicionales. Chiossi pertenecía a la fracción renovadora del partido y era además una persona muy querida.

Al asumir puso a la Intendencia en orden y  por irregularidades constatadas despidió al encargado de la cuadra de caballos, luego el criminal.

Hace dos años Gustavo Laferranderie periodista e historiador, publicó un libro formidable sobre la historia de Maldonado. Cuando fue al Archivo General de la Nación a buscar el expediente sobre este crimen, no estaba, no hay nada.

Es un dato no menor. Porque si luego se hubiera probado que el crimen fue producto de un complot colorado, es justo preguntarse si hubieran dominado la escena política departamental como lo hicieron durante casi todo el siglo pasado.

Traemos a colación esta historia porque el fin de semana se publicaron varias notas en La Diaria a propósito de los archivos Berrutti. La mayoría en tono crítico con la difusión pública que hizo el semanario Brecha de esos archivos.

En esta columna le contamos lo que escribieron Isabel Wschebor y Soledad Platero y consignamos nuestras discrepancias.