La sensación de caos
La sensación de desorden generalizado parece consolidarse cada día. En este estado de cosas preocupa en principio la aplicación de Justicia.
Las normas penales no sólo sirven como castigo para quienes delinquen. También conllevan un fuerte sentido moralizante, es decir, el mensaje a la sociedad debe ser el que no respeta la ley recibe la sanción correspondiente.
Pero en realidad no ocurre eso. Porque la aplicación de la ley depende de muchos aspectos, el más importante es la solidez del sistema judicial.
Un sistema sin recursos, con mala formación profesional, en el que tienen peso determinante sectas y corporaciones ajenas a la institucionalidad, en el que pesa mucho el poder del acusado, está en problemas.
Si la aplicación de justicia depende del dinero, de los abogados que se puedan contratar, del acercamiento que estos tengan con los magistrados, del posicionamiento político, está en problemas.
Es cierto que aplicar la ley es un proceso complejo. Es cierto que la normativa penal ha sido construida y desarrollada en función de determinados intereses.
Eso también explica el que un diputado cometa un delito y no sea detenido y una médica cuya actuación debería ser considerada desde el punto de vista técnico esté presa por "alarma pública".
Todos hemos visto gente procesada por golpear con los puños a otra persona a la que ocasiona lesiones. Pero un diputado alcoholizado embiste a una persona que circulaba prudentemente y le ocasiona graves daños, genera todo un debate.
A ver: los diputados hacen las leyes, son los primeros obligados a cumplirlas, pero tienen fueros salvo, salvo que sean sorprendidos in – fraganti delito. Las fotos difundidas el domingo sobre el atropellamiento desde atrás a esta señora de Maldonado nos exime de mayor probatoria. Así como el informe policial que establece que el diputado nacionalista Wilson Ezquerra conducía alcoholizado –1.4 cuando la norma establece cero– debió permanecer en la comisaría durante 8 horas para superar ese estado. Pero Ezquerra está libre, se discute si las lesiones de la señora son graves o gravísimas, si pierde los fueros o no.
Si no viviéramos en este caos, Ezquerra ya tenía que haber renunciado a la Cámara y estar procesado.
Es un problema muy grave para la institucionalidad que la genta sienta que no todos somos iguales ante la ley.
Y a propósito seguimos esperando las resoluciones judiciales sobre Humberto Capote y Antonio Zoulamian.
Es muy grave que un sector político como la 711, amenace de alguna manera al Frente Amplio. Así de grave son las expresiones del diputado Felipe Carballo: "Acá no son cuestiones individuales. Estamos hablando de cuestiones colectivas. Nosotros respaldamos al compañero, y de la vicepresidencia no va a renunciar. Aparte no somos un sectorcito. Somos de los más votados, tenemos una bancada parlamentaria fuerte y la discusión la vamos a dar en todos los ámbitos que correspondan".
Difícil encontrar un acto de soberbia de tal magnitud. O sea, no les importan ni la ética, ni la credibilidad del sistema, sólo el pequeño y circunstancial poder que tienen.
Según Carballo la 711 asume como propias las mentiras de Sendic sobre el título y sus gastos corporativos. Se supone entonces que también asumirán todas las responsabilidades que surjan de la gestión en Ancap.
Para defender a un mentiroso ponen en riesgo a toda una fuerza política.
Pienso ahora en que dirían o dirán todos los que pusieron la vida para sostener y defender al Frente Amplio.
Las arbitrariedades del Estado terminan siendo cosa frecuente.
Se tolera que el director de la Dinama sea propietario de una empresa que contrata con el Estado en áreas que tienen relación con Medio Ambiente.
Se tolera que los ediles de Maldonado se voten un sueldo encubierto, evadiendo al BPS y el IRPF, en franca violación a la Constitución.
Se tolera que Eugenio Figueredo camine por las calles de Montevideo, por razones humanitarias. Las mismas razones que se le niegan a otros.
Y asi nos vamos acostumbrando a que lo anormal sea normal.
A esta forma de discusión casi infame entre compatriotas donde se convierte en enemigo a todo aquél que sostenga una opinión diferente.
A negar la realidad mostrando números pero sin ver que hay muchísimos compatriotas revolviendo contenedores y durmiendo en la calle o en ranchos infames.
A recurrir al pasado para justificar el presente.
A hablar más de Venezuela que de Bella Unión.
A defender a corruptos solo porque en algún momento coincidieron con su forma de pensar.
O simplemente a defender lo indefendible.
No nos hemos dado cuenta que ahí afuera hay no sólo personas que necesitan solidaridad sino miles de jóvenes que necesitan futuro. Y que muchas veces se desinteresan de nuestro relato porque no se sienten comprendidos.
Si como país no somos capaces de generarle certezas a los jóvenes, triste destino nos espera.
Y esas certezas no pasan por un empleo público sino por entender los complicados laberintos de la libertad, actuar en consecuencia y abrir todas las puertas. Para que cada uno pueda elegir.
Libertad, justicia e igualdad son las mejores certezas.