El Estado republicano, ¿en crisis terminal?
El investigador en Historia John Moor dedicó su columna en La Mañana de El Espectador al Estado republicano.
Cuando hablamos de un "Estado republicano" nos debemos referir a aquella clase de Estado que es recipiente, soporte de un sistema democrático con partidos fuertes de filosofías políticas de representatividad amplia, arraigados en la historia fundacional de un país; con alternancia en el poder de gobierno de dicho Estado y del país, con una clara separación de sus tres poderes y en equilibrios que fomenten la solvencia moral en su actuación. Y que sea garante de las libertades individuales y colectivas, independientes de cualquier sesgo ideológico.
Ese modelo de Estado, que nunca fue perfecto desde los inicios del republicanismo democrático, pero que con sus defectos y virtudes fue impulsor del desarrollo de la civilización occidental moderna, hoy parece estar sumido en una crisis, de la cual aun se desconoce si acaso posee un carácter terminal o de curso irreversible.
La semana pasada hablábamos de la democracia liberal en peligro a raíz en parte del proceso de desindustrialización, que viene teniendo lugar en los Estados Unidos y en muchos otros países , lo cual ha generado una amplia base de mano de obra que conforma un colectivo de desempleo casi crónico o estructural.
La crisis del Estado actual, como sostén institucional de los países y de sus sociedades, abarca como sus factores de gestación, además del fenómeno de desindustrialización y recomposición económica excluyente, otros factores como el miedo y rechazo a los inmigrantes, la pérdida de confianza en los partidos considerados "tradicionales" y en el propio sistema político, lo que permite explicar en parte el auge actual de los autoritarismos.
"El Estado soy yo" decía Luis XIV como símbolo perfecto del Estado monárquico absolutista. Hoy se reproduce un fenómeno de nuevo absolutismo de corte populista de extremos de izquierda y derecha, que usurpan al Estado para vaciarlo de republicanismo y llenarlo de autoritarismo, demagogia y en ciertos casos, de hostilidad y violencia abierta a los sectores sociales opositores.
En otro extremo, y siguiendo el pensamiento de Thomas Hobbes, el filósofo inglés que escribió el "Leviatán" en el siglo XVII (1651), el Estado para Hobbes era la forma de organización social de gobierno, de manera de impedir al hombre recaer en el estado de guerra crónica como parte de su condición humana natural. El Leviatán era ese monstruo de carácter bíblico que encarna al Estado cuya existencia evita la degradación y desintegración de las sociedades, y la emergencia del caos y las guerras.
Ese Estado ausente hoy es el que se ve en sectores sociales en los cuales se gestan y multiplican fenómenos de violencia y corrupción que terminan expandiéndose y contaminando a toda la sociedad, y en esos vacíos de poder estatal, surgen los temores, las confrontaciones y las demandas colectivas por liderazgos autoritarios que se hagan cargo del Estado, a riesgo de perder las libertades.
Hoy vemos además que el republicanismo democrático como sostén del Estado ha perdido credibilidad en muchos países, producto de su propia degradación en materia ética y en su creciente incapacidad para resolver los grandes problemas que preocupan a amplios sectores de las sociedades: la inmigración masiva, el terrorismo, la amenaza de pérdida de fuentes de trabajo, la inseguridad y criminalidad y las desigualdades económicas.
En los Estados Unidos asistimos a una fragmentación del sistema político bipartidista fundacional, en donde Trump ha usurpado al partido Republicano de sus raíces tradicionales y lo ha llevado a un extremo de populismo nacionalista como fenómeno extraño al sistema democrático de aquel país.
En América Central en cambio, los vacíos del Estado han permitido el crecimiento de pandillas violentas que jaquean al sistema de vida de las sociedades en esa región. En México el narcotráfico en colusión con sectores corruptos de un Estado débil se ha ido apropiando de éste formando, al igual que las FARC en Colombia, de Estados ilegales enquistados dentro del Estado legítimo. Mientras que Venezuela sufre de los efectos de un Estado fallido a manos de un régimen de cuasi dictadura.
En Brasil, el Estado se encuentra en una condición de fractura producto de la corrupción rampante y en una transición hacia lo desconocido frente a las próximas elecciones, y con creciente rechazo de sectores de la población hacia el sistema político.
En Argentina, el Estado republicano nació con debilidades estructurales, producto en parte de las pujas de poder de distintos sectores y de las tensiones generadas por el sistema cuasi feudal de los gobiernos provinciales, amén de ser usurpado por el peronismo en sus diversas facetas.
Finalmente en Europa el Estado republicano se está viendo presionado por fuerzas extremistas que se hacen eco de los descontentos sociales y de la falta de confianza en el sistema político, lo que explica el auge de la ultra derecha como expresión de oposición o de gobierno.
John Moor
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