La revolución tecnológica: ¿el fin de la civilización como la conocemos?
La primera Revolución Industrial tuvo sus albores en el siglo XVIII, con los primeros pasos en materia de descubrimientos y aplicaciones del vapor y de la combinación de la mecánica con el incipiente empleo de energía generada por calor. Según el historiador Eric Hobsbawm, este primer impulso significó el primer gran "take off" del capitalismo industrial sostenido, y, a diferencia de otras eras de avances previas, lo que caracterizó a este proceso fue su intensa aceleración.
La primera etapa ocurrió entre 1780 y 1790. La segunda, a partir del siglo XIX, con las primeras unidades de fabricación a gran escala, la mecanización del transporte y de ciertos procesos industriales y de explotación agrícola. La tercera se inicia con la producción del automóvil en serie, de la mano de Henry Ford y el desarrollo del motor a combustión, alimentado con el petróleo. La cuarta, se inició a partir de la invención del transistor y del circuito impreso, lo que dio lugar a la explosión de la electrónica.
En este fenómeno de desarrollo, confluyeron diversos factores como el emprendimiento y la creatividad individual, el uso de capital, el surgimiento de mano de obra disponible y cambios políticos que fomentaron la libertad individual y la circulación de ideas y personas. Estos agentes de innovación y desarrollo generaron una suerte de círculo virtuoso que se fue retroalimentando, a medida que abría nuevos espacios de oportunidades e invenciones. Se trata de aspectos de gran similitud con la aparente nueva revolución industrial de carácter científico-tecnológico.
Estaríamos entonces ahora, en una quinta revolución, de raíz exclusivamente tecnológica. Esta revolución tiene lugar en una época que también pareciera ser de cierta transición o de transformaciones políticas, sociales y culturales, amén de las económicas, como primer espacio de influencia y cambios de toda revolución innovadora.
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