Brasil y la insoportable desigualdad social
Brasil es uno de los países más desiguales del mundo. Mientras la clase alta vive como en Suiza, la mayoría es pobre. Expertos ven en el sistema impositivo una de las fallas estructurales del sistema.
La inequidad en la distribución de la riqueza es extrema en Brasil. Los seis brasileños más ricos poseen la misma fortuna que 100 millones de brasileños pobres. Y estos últimos casi siempre son de piel oscura, descendientes de los esclavos que fueron llevados a ese país por la fuerza desde África hace 350 años.
"El origen de esa desigualdad está en la época colonial y en la esclavitud", señala el economista Samuel de Abreu Pessoa, de la consultora Reliance, de Sao Paulo, en entrevista con DW. "Pero ese proceso es continuo y se repite. Por eso no ayuda en nada mirar solo hacia el pasado", añade.
En primer lugar, falla el sistema educativo, explica el experto. "Nuestra inequidad fue impulsada por la forma en que encaramos el problema de la educación en una época de gran crecimiento poblacional", dice. Entre 1930 y 1980, la población creció vertiginosamente. "En ese momento hubo una falta de financiación en el área educativa", dijo de Abreu Pessoa a DW. Las inversiones representaban solo un 1 por ciento del rendimiento económico. Hoy son de un 6 por ciento.
Fallas en sistema educativo
"Brasil no gasta precisamente poco en educación, pero lo hace con extrema ineficiencia", dijo a DW, por su parte, Bernard Appy, del grupo de expertos CCiF (Centro de Cidadania Fiscal). "La calidad del sistema de educación pública es muy mala". Según él, eso tiene consecuencias. Debido a la baja productividad de los trabajadores, los salarios son correspondientemente bajos, aclara Pessoa. El Estado no logra equilibrar eso a través de la política fiscal y el gasto social. "Lo que está haciendo aquí el Estado apenas reduce la inequidad", subraya.
El sistema tributario contribuye masivamente a la inequidad social. Mientras un 10 por ciento de los más pobres debe entregar un 32 por ciento de sus ingresos al fisco, la carga impositiva entre el 10 por ciento de los más ricos está en un 21 por ciento. "Nuestro sistema tributario está regido principalmente por los gravámenes al consumo", sostiene Tathiane do Santos Piscitelli, de la Fundación Getúlio Vargas, de Sao Paulo, en conversación con DW. Eso lleva indefectiblemente a la injusticia social: las familias más pobres gastan gran parte de sus ingresos en consumir bienes, por lo cual se les aplica más impuestos que a los que más dinero ganan y, proporcionalmente, gastan menos.
Los más pudientes también tienen ventajas en cuanto a impuestos a las ganancias. "El impuesto a los ingresos debería ser progresivo, pero en realidad es regresivo", explica Piscitelli, "ya que las ganancias y los dividendos están completamente libres de impuestos para personas naturales". Si bien el impuesto a las corporaciones está en un 34 por ciento, las empresas, a través de trucos fiscales legales, apenas pagan impuestos. "Eso es algo que hay que repensar urgentemente", agrega la especialista.
Pensiones de empleados públicos, "fuera de la realidad"
También habría que repensar el sistema estatal de pensiones, cuyo déficit está aumentando de manera explosiva. Responsable de eso son las jubilaciones caras en el sector público. "El sector público se atribuye unas jubilaciones que están fuera de la realidad", afirma Pessoa. Hasta ahora, todos los intentos de reforma han chocado con la negativa de los empleados estatales. "El sector público está en manos de grupos de interés, y los funcionarios utilizan al Estado para sus fines, en lugar de que el Estado esté al servicio de los ciudadanos."
Actualmente, un 14 por ciento del rendimiento económico va a parar a las jubilaciones. En Japón es un 10 por ciento, a pesar de que, en comparación, allí hay cuatro veces más jubilados que en Brasil. Al Estado le falta dinero para inversiones en la infraestructura, en escuelas y hospitales. "Por eso, la gente rechaza pagar impuestos", dice. Un círculo vicioso.
La crisis económica que golpea a Brasil desde 2014 amenaza ahora, además, a los éxitos obtenidos en la lucha contra la pobreza. "Desde 2001 hasta 2014 logramos reducir la desigualdad social un poco cada año. Los ingresos del 5 por ciento más pobre crecieron con el doble de la rapidez que el promedio", dijo el economista Marcelo Negri a DW. Los programas sociales redujeron la pobreza en un 66 por ciento en ese período. "Pero hoy en día, la inequidad está creciendo fuertemente, algo que no sucedía desde 1989. Siete millones de brasileños cayeron en la pobreza desde 2014, según Neri.
El balance de la desigualdad
El balance: 13 millones de desempleados, 34 millones de empleos informales, 27 millones de personas que no tienen ningún tipo de trabajo. Como contraparte, hay 33 millones de empleos con seguro social. "Tenemos que reducir rápidamente el número de empleos informales para que los trabajadores puedan volver a acceder a las prestaciones sociales que garantiza la ley", dijo a DW Carlos Geraldo Langoni, expresidente del Banco Central de Brasil. "Solo con un crecimiento económico anual de un 3 a un 4 por ciento podremos pensar otra vez en hacer política social", añadió.
Según Bernard Appy, el problema es el complejo sistema fiscal "disfuncional", así como los recortes y exenciones fiscales para las empresas. "Eso conduce a un sistema económico totalmente distorsionado, y a problemas políticos". Según él, así se pierde un 10 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
Appy propone un cambio radical en la distribución de la riqueza: "Proponemos que se registre el número de identificación fiscal al hacer una compra, y que ese dato se vincule a los datos de los programas sociales. De ese modo, podríamos devolverles a los pobres una parte de lo que pagaron por el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en su compra. Así pondríamos el foco en el grupo correcto". Cuatro candidatos presidenciales Ciro Gomes, Marina Silva, Geraldo Alckmin y Fernando Haddad- ya habrían apoyado la propuesta, asegura Bernard Appy.DW
Autor: Thomas Milz (CP/ERS)