Los cuerpos no aparecen, pero los asesinos desaparecen
Primero se escapó Manuel Cordero, hasta que lo ubicó un periodista de Teledoce caminando por las calles de Rivera. Luego se escapó Jorge Troccoli por un error de la embajada uruguaya en Italia. Después lo hizo Pedro Mato, que disfruta de las playas en Brasil. El año pasado se escapó Eduardo Ferro, primero de Uruguay y luego de España. Y ayer se escapó Gilberto Vázquez, también de la ciudad de Rivera.
Una vez más queda en evidencia la ausencia de una política para perseguir a los criminales de la dictadura, la inoperancia de la justicia y la complicidad de muchos a izquierda y derecha.
Mientras tanto un grupo de uruguayos aguarda hace 33 años que alguien les diga donde están los restos de sus seres queridos, desaparecidos por los criminales mencionados y otros.