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Un atentado, un cierre y los peligros que acechan a la libertad

Hace dos días personas aún desconocidas, pero con evidente expertizaje, destrozaron el transmisor de la AM Radio Canelones. Sólo eso, no robaron nada. Pero el daño es muy importante y pone en riesgo el retorno al aire de la añeja emisora canaria.

Diferentes organizaciones sociales reclaman una profunda investigación que permite encontrar a los responsables del atentado.

Una semana antes, los directores del semanario La Otra Voz de Tacuarembó publicaron una extensa nota explicando por qué ese sería el último número.

"No se trata de dinero, o que estemos fundidos, nuestras cuentas están al día, no le debemos un peso a nadie. En realidad se trata de una opción de vida. No queremos más esa basura demencial de insultos y ninguneos, no queremos sufrir más viendo cómo nuestro trabajo es ocultado por todos los otros medios. No queremos que nos amenacen más desde la oscuridad, ni que nos insulten como parte de una locura colectiva. Podemos elegir, y lo estamos haciendo.

Es terrible ver cómo los corresponsales locales de medios de Montevideo ocultan  las verdaderas noticias que afectan a los sectores sumergidos locales, y muestran la foto bonita de la kermesse, como si todo fuera bello, despreciando al trabajador, hombre o mujer, que está sufriendo.

Estamos cansados del centralismo capitalino, y de cómo desde el norte subvencionamos con nuestras precariedades culturales, deportivas y laborales, obras faraónicas como el Antel Arena o las hermosísimas sales del SODRE. Ese centralismo que se usa como propaganda política, es una afrenta a estos pueblos norteños con los peores índices culturales y sociales del país", dicen Ana María Barbosa y Miguel Angel Olivera Prietto, directores del semanario que tenía 14 años de vida.

Alguien puede entender que los dos hechos reseñados son cosas diferentes. En esta columna explicamos por qué se trata del mismo problema: el ejercicio de la libertad.