Una mirada desde Uruguay a los desafíos de 2019
El investigador en Historia John Moor se refirió en la Mañana de El Espectador a los desafíos de Uruguay para este año, en materia de economía y política.
Dos notas publicadas por el diario El País entre este domingo y el lunes sirven para introducir el tema. La primera refiere a las declaraciones que hiciera Gerardo Zambrano, en la que afirma la necesidad de "una renovación, un cambio de gobierno". La segunda, publicada hoy, trata sobre una encuesta realizada por KPMG entre empresarios que arroja algunos datos tan sintomáticos como inquietantes, y que actúan como una suerte de contrapeso de las esperanzas que Zambrano pone en el cambio de gobierno y naturalmente, de la mano de la oposición.
Según esta encuesta, efectuada entre 125 directores, gerentes generales y gerentes financieros de 125 medianas y grandes empresas representativas provenientes de diversos sectores de actividad, y respecto a si encuentran novedosa la oferta electoral actual, una amplia mayoría (75,7%) de los empresarios respondió que representa "más de lo mismo".
Dos de cada tres empresarios no identifican propuestas innovadoras entre los pre-candidatos en la carrera electoral.
De acuerdo a KPMG como lo publica El País, "Estos aspectos llevan a concluir la existencia de un descontento en la clase empresarial con relación al sistema político en general."
Por otro lado, en el relevamiento "se planteó a las empresas encuestadas que seleccionaran los dos lineamientos de política que consideren como más importantes para ser afrontados por el próximo gobierno" y más de la mitad "señaló que una de las dos políticas más importantes a aplicar debería ser la instrumentación de una regla fiscal para acotar el déficit".
"En segundo lugar, aunque bastante más distanciado, se señaló la necesidad de una reforma laboral según el 37,6% de las empresas".
Por otro lado, cuando se le preguntó a Zambrano acerca de cómo veía a la economía, éste respondió: "Es un desastre. Si uno analiza la realidad económica vemos un aparato productivo asfixiado por los altos costos y un atraso cambiario que hace que no seamos competitivos. A eso hay que sumarle la pérdida de empleo, con más de 60.000 puestos menos en los últimos 4 años, cuando para mantener la tasa se precisa crear en torno de 20 mil nuevos por año".
"Se cierran empresas a diario, independientemente de los concordatos o concursos. Y lo más importante, la madre del borrego, es el déficit fiscal. Cuando hay un desequilibrio tan grande, eso tiende al endeudamiento público y privado y a un sistema que es muy dañino. El compromiso que hizo el gobierno anterior, de Mujica, es un compromiso de gasto imposible sustentar que se quiso arreglar subiendo las tasas de interés y los impuestos. Todo esto sumado a la burocracia del Estado, ineficiente y enorme. Y la falta de palabra", agregó.
El actual gobierno como administración del país está agotado en sus capacidades no sólo de contrarrestar los efectos de una crisis sistémica que abarca entre otros ámbitos lo económico si bien en lo estrictamente económico no hay una crisis al estilo 2002 se presenta en cambio un escenario muy común en la historia económica del Uruguay que es la de un estancamiento en su crecimiento, una inflación que si bien no es de dos dígitos está por fuera del rango pretendido por el ministerio de economía y un abatimiento de las expectativas de crecimiento, dentro, ciertamente, de un contexto en el que confluyeron un conjunto de inversiones y de un crecimiento del PBI histórico por sus dimensiones y su extensión, sino además, de generar nuevas oportunidades de crecimiento.
Es muy elocuente el hecho que el gobierno haya estado jugado a la segunda inversión de UPM cuando es una realidad que, una vez instalada y operando bajo el régimen excepcional de beneficios, estas empresas poco aportan al fisco en forma directa, y, que en este caso, insumiría un conjunto de inversiones extraordinarias en infraestructura que todavía no se materializan.
Entonces, la sumatoria de bajas expectativas económicas, la posibilidad de un estancamiento cuando no una recesión durante el 2019 y ahora además, una caída en las expectativas empresariales sobre las capacidades de solución por parte de la política, resulta un cocktail casi tóxico. Ante este panorama, es positivo que el sector empresarial lance esta advertencia, este guante que el sistema político debe recoger y responder casi en forma inmediata.
En primer lugar porque la crisis sistémica afecta a la educación o la generación de una matriz cultural positiva y dinámica para el desarrollo social y material, y afecta a las condiciones sociales del país, que se manifiestan en la violencia y en el éxodo juvenil. Son ambas, caras de una misma moneda. Los jóvenes sin educación, sin ninguna perspectiva o esperanza de insertarse en esta matriz virtuosa, hoy inexistente, se marginan del mundo ante la nula oferta de oportunidades y, lamentablemente, en ese contexto negativo, tienden a delinquir. Los jóvenes medianamente pudientes y que acceden a una educación regular o buena, frente a la falta de oportunidades, tienen la opción de dar un salto a través de la emigración.
En segundo lugar, la discusión acerca del Estado uruguayo está puesta hoy, en el siglo XXI y en el tiempo de autos sin chofer, de la inteligencia artificial y de la innovación emprendedora, en el lugar equivocado, y no pasa por tener directores idóneos en las empresas públicas sino de tener un Estado idóneo al servicio de la economía del país y que requiere de una transformación del tamaño y naturaleza del Estado. ¿Hay algún candidato hoy que en su caja de herramientas tenga este plan? Si no lo tienen, entonces le estarán dando razón a los empresarios, acerca de "más de lo mismo".
Finalmente, se debe insistir en lo que como sociedad definimos como una nación viable y como prioridades necesarias para construirla. Hoy más que nunca la sociedad debe exigirle al sistema político que además de ser capaces de mantener una ciudad medianamente limpia, que trabajen en soluciones concretas, con planes concretos. Y tal vez, la pregunta esencial sea ¿qué clase de país queremos, uno como Apple o uno como GE? Si bien los países no son empresas, éstas son una excelente metáfora de un buen o mal manejo, del desarrollo o de la decadencia.
El Uruguay enfrenta hoy tres grandes desafíos en el orden mundial y regional. El primero es la soledad uruguaya en el ámbito diplomático frente al giro que ha venido tomando América Latina. Los gobiernos de Macri y Bolsonaro no muestran agendas afines al descolorido y desperfilado carácter de nuestra política exterior regional.
El hecho más reciente, es el de asistir al circo de Maduro, porque de eso se trata, ya no tanto por la casi nula legitimidad que pueda tener su gobierno, sino porque la comunidad internacional sabe que nada cambiará en cuanto al desastre socioeconómico que vive Venezuela actualmente prorrogando la agonía. La sola asistencia de Bolivia y Uruguay marca esa soledad o deriva diplomática.
El segundo desafío se gesta a partir de esta realidad, y es cómo ésta afectará al Mercosur, rumbo a su vaciamiento de contenido y convertido hoy en una cáscara burocrática de la que no cabe esperar un rol como fuente virtuosa de oportunidades de desarrollo. El mundo, con sus posibilidades y desafíos está pasando por otra parte. La configuración de alianzas estratégicas comenzará a basarse precisamente en el pragmatismo ideológico y en América Latina desde esa perspectiva hay dos bloques en formación.
Brasil y Argentina, con Chile, Perú, Paraguay, Colombia y hasta Ecuador, frente a Venezuela, Cuba, Bolivia. En Centroamérica a grandes rasgos es clara la situación en cuanto a la Nicaragua de Ortega, en situación casi terminal como Venezuela, Costa Rica más de un perfil moderado y de centro y la gran incógnita que es México todavía.
Más temprano que tarde y en el transcurso de este año, las presiones de esta configuración de bloques se hará sentir en materia diplomática sobre nuestra cancillería y en decisiones de fondo con respecto a Venezuela por ejemplo y al nivel de relacionamiento que Itamaratí forjará con Washington.
El tercer desafío es de estricto corte comercial, pero va de la mano con la geopolítica, y es aquí en donde la soledad uruguaya podría atravesar algunas turbulencias. Si el Mercosur pierde su rol, no ya de facto pero hasta en lo formal, y Brasil aplica el sistema chileno de apertura comercial al mundo con una política arancelaria agresiva y de estímulos a la inversión foránea, es muy probable que Macri no se quede de brazos cruzados y apueste por mirar al Pacífico por la vía chilena o a constituir un eje comercial con Brasil.
Nuestra dependencia comercial, dejando de lado a los EE.UU. se basa en China, y se sigue basando en Brasil. La desaceleración de la economía china de extenderse y convertirse en estancamiento, afectada más por factores estructurales internos que por la guerra comercial con EE.UU, podría afectar nuestras exportaciones hacia ese mercado en volumen y en valores. Urgirá entonces, para lo poco y nada que resta de este gobierno y fundamentalmente para el próximo, el diseño de una política de comercio exterior en sintonía con esta nueva configuración geopolítica.
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